sábado, 13 de junio de 2015

Último Rugido (XIII)







II
Eyland

Todo ocurre tan deprisa que apenas soy consciente de la mitad de las cosas que ocurren. Casi de forma automática, Engla se agacha, saca una pistola que tenía escondida en el tobillo y apunta a la puerta de la que salió el ahora sin vida guardia del Clan.
-¿Dónde has conseguido...?
Pero no soy capaz de terminar la frase, pues muchos otros secuaces de Olaf aparecen -y a los pocos segundos caen, a manos de Engla y el francotirador misterioso- en el claro del bosque. Todavía no me creo que ese maldito haya sido capaz de traicionarme de esta manera. ¿O es que, en realidad, siempre estuvo del lado de Impeesa e interpretó su papel como amigo mío? A estas alturas hasta me lo esperaría.
Hago lo posible por levantarme, pero no es una tarea en absoluto fácil. Si al hecho de que me falta un pie -me cae una lágrima al pensar en ello, suave, lisa, corriendo con delicadeza por mi rostro- le añadimos que me han drogado para que no sienta dolor, conseguimos un Eyland muy poco útil actualmente.
Como no soy realmente capaz de hacer mucho más que sollozar en el suello, me quedo aquí plantado, observando cómo Engla y su ayudante anónimo masacran a los guardias del Clan sin tan siquiera despeinarse. Ya van trece, creo, cuando dejan de salir por la puerda. ¿Sería ese el último?
-Vamos, Shinjin. -Me obliga a apoyarme en su hombro y echar a andas. ¿Pero hacia dónde estamos yendo? -No tenemos mucho tiempo.
-¿No tenemos tiempo para qué?
Pero la pregunta se responde a sí misma. Como de la nada, un pequeño helicóptero militar, con varios cañones y ametralladoras, aparece en el cielo justo sobre nosotros y aterriza en el claro del bosque. Engla, corriendo con una fiereza sobrehumana, me lanza en el interior y se gira justo a tiempo para acabar con un nuevo guardia que salía por la puerta.
-Date prisa, chica. -La voz de la piloto llega desde la parte delantera del vehículo.
-Por supuesto.
Acaba con un segundo hombre y sube al helicóptero, que despega de inmediato. El mismísimo Olaf aparece entonces y le alcanza el hombro con una bala mientras la subo. Pero no es eso aquello que capta mi atención, es el hombre al lado de mi ex-amigo.
-Has estado aquí todo el tiempo y no lo supe... Bien jugado, Impeesa.

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