II
Eyland
Todo
ocurre tan deprisa que apenas soy consciente de la mitad de las cosas
que ocurren. Casi de forma automática, Engla se agacha, saca una
pistola que tenía escondida en el tobillo y apunta a la puerta de la
que salió el ahora sin vida guardia del Clan.
-¿Dónde
has conseguido...?
Pero
no soy capaz de terminar la frase, pues muchos otros secuaces de Olaf
aparecen -y a los pocos segundos caen, a manos de Engla y el
francotirador misterioso- en el claro del bosque. Todavía no me creo
que ese maldito haya sido capaz de traicionarme de esta manera. ¿O
es que, en realidad, siempre estuvo del lado de Impeesa e interpretó
su papel como amigo mío? A estas alturas hasta me lo esperaría.
Hago
lo posible por levantarme, pero no es una tarea en absoluto fácil.
Si al hecho de que me falta un pie -me cae una lágrima al pensar en
ello, suave, lisa, corriendo con delicadeza por mi rostro- le
añadimos que me han drogado para que no sienta dolor, conseguimos un
Eyland muy poco útil actualmente.
Como
no soy realmente capaz de hacer mucho más que sollozar en el suello,
me quedo aquí plantado, observando cómo Engla y su ayudante anónimo
masacran a los guardias del Clan sin tan siquiera despeinarse. Ya van
trece, creo, cuando dejan de salir por la puerda. ¿Sería ese el
último?
-Vamos,
Shinjin. -Me obliga a apoyarme en su hombro y echar a andas. ¿Pero
hacia dónde estamos yendo? -No tenemos mucho tiempo.
-¿No
tenemos tiempo para qué?
Pero
la pregunta se responde a sí misma. Como de la nada, un pequeño
helicóptero militar, con varios cañones y ametralladoras, aparece
en el cielo justo sobre nosotros y aterriza en el claro del bosque.
Engla, corriendo con una fiereza sobrehumana, me lanza en el interior
y se gira justo a tiempo para acabar con un nuevo guardia que salía
por la puerta.
-Date
prisa, chica. -La voz de la piloto llega desde la parte delantera del
vehículo.
-Por
supuesto.
Acaba
con un segundo hombre y sube al helicóptero, que despega de
inmediato. El mismísimo Olaf aparece entonces y le alcanza el hombro
con una bala mientras la subo. Pero no es eso aquello que capta mi
atención, es el hombre al lado de mi ex-amigo.
-Has
estado aquí todo el tiempo y no lo supe... Bien jugado, Impeesa.
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