martes, 15 de abril de 2014

Sueños Espiral (XVI)




VI



-Mañana al alba este chico morirá. Aquí, en la plaza.

Dicho esto, Tyr vuelve a su asiento con expresión triunfal, aunque su asiento ahora está ocupado por mí.

-Quita de ahí.

-¿Vas a matarme?

-Claro. Aparta. -Me golpea en la cara y me tira de la silla al suelo.

-Capullo...

Lo miro con rabia, pero sé que no puedo hacer nada contra él, hay demasiada gente del Clan aquí como para intentar algo. Así que decido simplemente limpiar la sangre de mi boca y resignarme a pasar las dos próximas horas y media que me quedan de vida en este lugar.

Se escucha un revuelo entre la gente, murmullos y comentarios en voz no tan baja. De pronto, uno de los aldeanos, al que reconozco como el anciano de Haruka, alza su mano hacia mí y la aprieta con fuerza -¿Es eso una forma de decir que me quiere muerto?-. Poco tiempo después, otros aldeanos hacen el mismo gesto y, en un abrir y cerrar de ojos, todo el pueblo me quiere muerto.

-Tú... Los has puesto en mi contra. -Miro a Tyr todavía desde el suelo.

-¿Yo? Qué va. -Su sarcasmo se nota en todo Tennō.

-Ahora encima no me vengas con esas, Tyr. -Me levanto.

-Ya te he dicho que yo no soy ese. -Me mira cabreado. -Yo soy Spirit.

-Claro, claro... Tyr.

-Eyland... -Puedo ver la rabia crecer en sus ojos, la sangre acelerarse dentro de su cuerpo mientas me mira. -No pienso ceder a tus tontas burlas.

-Oh... -Parezco un niño desolado. -Era divertido.

-Dejémoslo aquí.

Tyr se gira y comienza a caminar fuera de la plaza. Todos le siguen sin perder mucha distancia con él, realmente es su líder y lo tratan como tal. Todos excepto Engla, quien, en vez de ir con los demás, se acerca a mi y me besa.


-Es una pena que tengamos que matarte.

-Oh, vamos. Ni que te importara.

-Tienes razón, no me importa en absoluto.

Se ríe y se gira, por lo que está de espaldas a mí. Podría golpearla, noquearla, pero, ¿de qué serviría eso ahora? Yo voy a morir igual.

Poco a poco las manos de los aldeanos vuelven a su lugar de origen, y siento que ya no tengo nada que hacer allí, por lo que me voy.

Camino sin rumbo fijo, sin saber exactamente qué estoy buscando entre las calles de este pequeño pueblo. La gente me mira con odio mientras paso, ya hasta me he acostumbrado a ello y se me hace normal.

Tras un rato largo de caminar, me siento en el borde de Tennō, mirando el cielo, las nubes, hacia abajo. Aunque realmente no veo nada, únicamente puedo verme a mí en la plaza siendo torturado hasta la muerte por Engla y Tyr.

*****

Sumergido en estos pensamientos paso casi todo el día, sentado en el límite del pueblo flotante, incluso me planteo lanzarme por él. Pero no serviría de nada, el destino sería el mismo que cuando Tyr lo haga, la muerte.

-Hola...

Una silueta femenina aparece detrás de mí y se sienta a mi lado, es Haruka. ¿Qué hace ella aquí? ¿Asegurarse de que no me escapo?

-¿Por qué has venido? Yo...

-No digas más, Shinjin. Sólo... Necesitaba verte una vez más.

-Pero tú me odias. -Sacude la cabeza de un lado a otro.

-Puede que sea así. Pero también te amo.

-¿Por qué? -Frunzo el ceño.

-No lo sé, realmente. Llegaste aquí, te vi, y supongo que empecé a sentir algo por ti, algo verdaderamente fuerte. Y entonces tú... Tú... -Rompe a llorar. Querría consolarla, pero no sería adecuado en este momento. -Entonces tú nos traicionaste.

-Nunca quise hacerlo. No pensé que ellos vendrían aquí.




-Pero lo hicieron. -Las lágrimas caen por su rostro y se pierden en el vacío entre las nubes bajo nuestros pies.

-Sí, así fue.

-Hubo destrozos, fuego, palizas... ¡Ellos mataron a mi madre, maldita sea!

¡¿Qué?! ¿Su madre? ¿Por qué? Ella.. ¿Qué tiene que ver ella conmigo? Oh, ahora recuerdo. No me fijé en ese momento, pero lo vi, vi como lo hicieron. Ella era la mujer que maltrataron mientras yo tenía mi... reencuentro con Tyr.

-Ella... ¿Qué hizo?

-Sólo fue a intentar apagar el incendio como TÚ le enseñaste. -Su mirada ha dejado de ser amable, ya no es la Haruka que conocí hace unos días.

-¿La mataron por eso?

-Te buscaban a ti. Y tú estabas con ella... Prefiero no dar detalles de haciendo qué.

-Lo... ¿Lo viste?

-Todo. Desde nuestro porche, el cual, por cierto, fue devorado por las llamas.

-Pensé que...

-No, no pensaste nada. No sé qué me duele más, la muerte de mi madre, perder mi casa o que fuera todo culpa tuya.

-Haruka, yo... -Pongo mi mano sobre la suya.

-¡No me toques! -Aparta la mano bruscamente, está llorando.

-Pero...

-¡No tienes derecho a hacerlo! Tú... Tú... -La ira se va apagando dentro de ella. -Tú me traicionaste...

-Pero yo no quería... -Intento alcanzarla estirando mi brazo, pero ella ya se ha alejado lo suficiente para que eso no ocurra.

-Claro, tú nunca quieres nada... Ni a nadie.

-Eso... Eso no es así.

-He dicho todo lo que tenía que decir. Adiós, por siempre.

Remarca esta última frase y se aleja de mí de forma apresurada. Veo las lágrimas dejar su rastro en el suelo.



Maldita sea, ella realmente me quiere, ¿cómo no lo vi antes? Debo ser la persona más estúpida de todo el mundo -de los dos mundos-.

*****

Los primeros rayos de sol comienzan a aparecer entre las nubes. Dentro de pocos minutos las dos estrellas estarán en lo alto y comenzará el día, mi último día.

Apenas he podido dormir esta noche, he gastado todo mi tiempo pensando, ideando un plan para librarme de mi muerte que nunca haré, cosas sin sentido. Pensé en mamá, en papá, en Paul, en Desmond... Ellos se preguntarán dónde estoy, hoy podría responderles que frente a mi destino.

He pasado la noche en una pequeña cabaña casi al borde del pueblo. De hecho, desde la ventana podrías incluso caer al vacío. Es una simple habitación de madera oscura, un par de camas, una lámpara y una puerta. El baño está en el exterior.

Me levanto de mi lecho justo a la vez que suena la puerta y, acto seguido, la puerta se abre y Engla entra, pillándome desnudo y sin nada que me tape.

-Lo... Lo siento. -Cierra la puerta completamente sonrojada. En el fondo ella también puede llegar a ser divertida.

-Me visto y salgo. Lo prometo. -Mi voz es fría, como sin vida. Parece que mi voz ha decidido morir antes que el resto de mí.

-Tienes cinco minutos, están preparando todo.

-¿Todo? -Me pongo boxers y pantalones. -¿Qué están preparando?

-Oh, ahora verás. -No puedo verlo, pero sé que sonríe maliciosa al otro lado de la puerta sin poder esperar para hacerme daño.

-Ya estoy. -Me pongo la camiseta, una con su logo, un signo de rebeldía.

-Venga.

Abre la puerta y salgo de la habitación, poniéndome las zapatillas que dejé anoche en la entrada. Soy el único aquí que lleva ese calzado, todos los demás llevan una especie de sandalias de madera.

Sigo a Engla a través de las calles hasta la plaza, evitando en todo momento las miradas complacidas de la gente. No sé qué me tortura más, si morir o que la gente se regocije con ello.

Llegamos a la glorieta tras lo que parecen ser horas, aunque sé que han sido apenas segundos. Tyr espera allí de pie, espera por poder matarme.



-Oh, aquí viene mi querido amigo Eylen. -Sonríe. ¿Por qué demonios se siente tan cómodo siendo sarcástico?

-Qué gracia... Tyr. -Lo desafío con la mirada y puedo ver cómo hace esfuerzos para no matarme con sus manos antes de tiempo.

-Llévalo a la plaza. Rápido.

Engla asiente y me coge del brazo, empujándome con fuerza. Me aprieta mucho, ella realmente no me tiene ningún cariño.

El centro del pueblo comienza a llenarse de gente con camisetas negras con el símbolo del Clan, a ellos realmente les gusta intimidar. Traen un baúl que suena a metálico a pesar de que se ve a simple vista que es de madera, por lo que supongo que está lleno de alguna cosa que lo haga sonar así.

-Ahí hay...

-Armas. -Sonríe. -Elegiré una para tu muerte.

-Así que realmente vas a hacerlo. Vas a matarme.

-Siempre lo quise, Eyland. -Tyr aprieta sus labios en una delgada línea.

-¿Por qué?

-Eso a ti no te incumbe. -Coge unas esposas de plástico y ata mis manos.

-No es necesario. -Digo. -No opondré resistencia.

-Es solo... Por si acaso.

La gente se ha amontonado alrededor de nosotros mientras estábamos hablando. Engla toma asiento detrás de nosotros y Tyr va hacia el baúl, no sin antes dejarme bajo la guardia de alguien del Clan. Lo veo rebuscar dentro del cofre hasta que, al fin, saca un arma de él. Un cuchillo enorme, el mismo con el que intentó matarme Joseph la última vez.

-Una cosa, eh... Spirit.

-Al suelo. -Obedezco y me pongo de rodillas en el centro de la plaza.

-Un último deseo, solo eso.

-Habla. -Escupe esta palabra como si fuera bilis.

-Solo... Dime cómo llegasteis hasta aquí.

-Mmm... -Sopesa la propuesta. -Bueno, supongo que puedo decirte eso. Total... No vas a poder contarlo...


-Gracias.

-Pues... -Se agacha, por lo que estamos a la misma altura. -¿Recuerdas la espiral por la que viniste aquí? -Susurra.

-Sí, claro. -Igualo su tono de voz.

-Hemos aprendido a formarlas artificialmente.

-¿Cómo...?

-No lo entenderías.

Se levanta, dejándome con la expresión de sorpresa en la cara. ¿Crearlas? ¿Cómo? Parece imposible.

-Y ahora... -Alza su voz. -Vamos a ejecutarlo.

Acerca el machete a mí, casi rozando mi espalda. Levanta el arma blanca y veo cómo Engla -y todo el pueblo- sonríe.

La daga cae y aprieto los ojos con fuerza. No noto el dolor, solo veo sangre y más sangre... ¿Será así la muerte? ¿Algo indoloro?

No, no puede ser. Al menos debería sentir algo.

Levanto la mirada del suelo y me doy cuenta del motivo de mi falta de daño: alguien ha recibido el golpe por mí.


-No, ¿por qué? Tú... 

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