VIII
-Gran
trabajo. -Engla se sonroja.
-Muchas
gracias.
-¿Está
a parte o forma parte del libro? -Pregunta el líder de la zona.
-Lo
escribió él a bolígrafo, pero está en la última página, no en
una añadida.
-Bueno,
pues cojamos el libro y llevémoslo a mi casa, entonces.
-¿Y
por qué no aquí?
-Hay
más seguidad allí.
-Ahí
tiene razón. -Puntualiza Axell.
-Pues
bueno, vamos al ayuntamiento.
-Bien.
Salimos
todos caminando de la biblioteca, nos despedimos de la bibliotecaria,
una chica joven que se sonroja al verme pasar, y comenzamos nuestra
marcha de vuelta al pequeño poblado de Agder.
-Sigo
sin entender por qué yo.
-¿De
qué hablas, Eyland? -Dice Engla.
-¿Por
qué me ha enviado a mí ese mensaje?
-Siempre
fuiste especial, Shinjin.
-¿Yo?
-Tú.
Llegamos
tras unos minutos al ayuntamiento y subimos todos a su despacho. Tyr,
impaciente, es el primero en tomar asiento junto a la enorme y
antigua mesa, que ocupa media sala. Engla deja el libro en la mesa y
lo abre por la última página.
-¿Puedes
hacernos el favor de leerlo para todos? -Dice el líder de la zona.
-Sería
un honor. -Responde, sonriente.
Y
empieza a leer.
Buenas
tardes señores,
¿Que
por qué supongo que esto se leerá por la tarde? Porque no podría
ser de otra manera, todo estaba... ¿Cómo decirlo? Previsto. Les
hablaría de mí, les diría mi nombre, pero no serviría de nada.
Así que, simplemente quédense con el alias que me dio la gente,
Impeesa, el lobo que nunca duerme.
Hubo
un tiempo en el que todo tipo de acción quedaba justificada con una
simpe disculpa, incluída la muerte. Es de locos, ¿verdad? Fue
entonces cuando, sí, por qué no reconocerlo, a causa de una de esas
acciones, yo acabé realmente malherido; unos hombres me acorralaron
en un oscuro callejón, se mofaron de mí, me golpearon, incluso me
dibujaron un lobo con un cuchillo en la cara. ¿Qué dijeron?
Simplemente explicaron que ellos tenían el control del barrio por el
que yo caminaba, y que era una forma de hacer ver al mundo lo que
pasaba cuando alguien no actuaba como ellos querían. Después se
disculparon por lo excesivo de su demostración de poder, pero no les
sucedió nada. Fue en ese momento, y únicamente en ese momento, con
sangre en la cara y esos hombres libres, cuando decidí que tenía
que cambiar todo eso. Fundé una pequeña organización, El Clan, me
rodeé de la gente adecuada, y acabé por tomar las riendas de la
ciudad-nave en la que vivía, Upsala.
Ahora,
todo eso ha cambiado. La gente se olvida de las personas, y es por
eso que no hace falta que les diga cuál es mi nombre y que ustedes,
amados lectores, lo recuerden. Lo que perdura son los ideales, una
justicia ante todo, sin permitir el abuso de los que tienen más
fuerza y poder. ¿Qué ocurre cuando todos se han olvidado de los
ideales de una persona? Que esa misma persona debe desaparecer, igual
que el lobo vuelve a su madriguera cuando no tiene qué cazar.
El
Clan siempre buscó la unión de todos en una gran familia, haciendo
sus vidas dichosas y llenas de gracia. Pero eso fue hace mucho
tiempo. El poder corrompe, y ni siquiera un lobo puede contra eso.
Por
tanto, el día que alguien quiera encontrarme, debe saber que el lobo
siempre aúlla a la misma luna, y que, donde duerme el lobo, duerme
también el líder de la manada, o del mundo entero.
Suerte
con su búsqueda,
Impeesa
-Un
gran discurso, sí señor. -Dice Axell, asintiendo.
-Sin
duda alguna.
-Así
que por eso se creó El Clan.
-Ya
lo ves. -Responde Tyr, sonriendo.
-Pues
Impeesa se sentiría poco orgulloso si lo viera ahora. -Le devuelvo
la sonrisa y aprieto los labios.
-Es
posible, sí.
-Seguro.
-Bueno.
-Interviene Engla. -Volvamos a la carta de Impeesa.
-Sí,
¿por qué desaparece tanto tiempo y es tan misterioso y ahora nos
cuenta todo esto? No le veo el sentido. -Responde su padre.
-La
verdad es que sentido poco.
-“Eyland,
sabemos de sobra lo que hace. Intenta hacer que hasta nosotros lo
respetemos, para luego así tener más poder.”
¿Cuándo
has empezado a ser tan útil?
-“Cuando
me aceptaste como parte de ti.”
-En
realidad todo eso no importa mucho.
-¿Por
qué no, Eyland? -Responde mamá.
-Porque
puede que fundara El Clan con unos grandes ideales y con unos motivos
muy dignos, pero su último objetivo fue matarme.
-Y
casi lo consigue en varias ocasiones.
-Obviamente
tú no te ibas a negar, ¿no Tyr?
-¿Por
qué iba a hacerlo? Matar a una persona suele ser más fácil que
apresarla.
-¿Insinúas
que tendría que haberte matado allí en Niflheim, bajo la nieve?
-¿Por
qué no? Mi vida sería menos complicada.
-¿Y
la muerte cambiaría eso?
-Claro.
-Asiente.
-Prefiero
no preguntar.
-¿Podemos
volver a Impeesa? -Pregunta Axell.
-Sigo
sin entender por qué quiere que lo busquemos.
-¿Eso
no es obvio? Quiere conocerte, Eyland.
-¿Para
qué?
-Supongo
que, como ha visto que ninguno de sus subordinados -mira a Tyr-
consigue acabar contigo, quiere hacerlo personalmente.
-Eso
tiene sentido. -Doy un repaso rápido con la mirada a la sala, y
todos fruncen el ceño y aprietan los labios, salvo nuestro
prisionero, que sonríe. Todos están tan confusos como yo. -Ahora
hay que saber dónde encontrarlo.
-El
lobo siempre aúlla a la misma luna. ¿Eso quiere decir que está en
el mismo lugar en el que estuvo siempre?
-Muy
astuto. -Dice la novia de Axell, Tara creo que se llamaba, desde una
esquina de la habitación. ¿Cuándo ha llegado? -Y yo sé dónde se
encuentra su madriguera.
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