viernes, 8 de agosto de 2014

Horizontes Nevados (XXIII)






VIII

-Gran trabajo. -Engla se sonroja.

-Muchas gracias.

-¿Está a parte o forma parte del libro? -Pregunta el líder de la zona.

-Lo escribió él a bolígrafo, pero está en la última página, no en una añadida.

-Bueno, pues cojamos el libro y llevémoslo a mi casa, entonces.

-¿Y por qué no aquí?

-Hay más seguidad allí.

-Ahí tiene razón. -Puntualiza Axell.

-Pues bueno, vamos al ayuntamiento.

-Bien.

Salimos todos caminando de la biblioteca, nos despedimos de la bibliotecaria, una chica joven que se sonroja al verme pasar, y comenzamos nuestra marcha de vuelta al pequeño poblado de Agder.

-Sigo sin entender por qué yo.

-¿De qué hablas, Eyland? -Dice Engla.

-¿Por qué me ha enviado a mí ese mensaje?

-Siempre fuiste especial, Shinjin.

-¿Yo?

-Tú.

Llegamos tras unos minutos al ayuntamiento y subimos todos a su despacho. Tyr, impaciente, es el primero en tomar asiento junto a la enorme y antigua mesa, que ocupa media sala. Engla deja el libro en la mesa y lo abre por la última página.

-¿Puedes hacernos el favor de leerlo para todos? -Dice el líder de la zona.

-Sería un honor. -Responde, sonriente.

Y empieza a leer.

Buenas tardes señores,

¿Que por qué supongo que esto se leerá por la tarde? Porque no podría ser de otra manera, todo estaba... ¿Cómo decirlo? Previsto. Les hablaría de mí, les diría mi nombre, pero no serviría de nada. Así que, simplemente quédense con el alias que me dio la gente, Impeesa, el lobo que nunca duerme.

Hubo un tiempo en el que todo tipo de acción quedaba justificada con una simpe disculpa, incluída la muerte. Es de locos, ¿verdad? Fue entonces cuando, sí, por qué no reconocerlo, a causa de una de esas acciones, yo acabé realmente malherido; unos hombres me acorralaron en un oscuro callejón, se mofaron de mí, me golpearon, incluso me dibujaron un lobo con un cuchillo en la cara. ¿Qué dijeron? Simplemente explicaron que ellos tenían el control del barrio por el que yo caminaba, y que era una forma de hacer ver al mundo lo que pasaba cuando alguien no actuaba como ellos querían. Después se disculparon por lo excesivo de su demostración de poder, pero no les sucedió nada. Fue en ese momento, y únicamente en ese momento, con sangre en la cara y esos hombres libres, cuando decidí que tenía que cambiar todo eso. Fundé una pequeña organización, El Clan, me rodeé de la gente adecuada, y acabé por tomar las riendas de la ciudad-nave en la que vivía, Upsala.

Ahora, todo eso ha cambiado. La gente se olvida de las personas, y es por eso que no hace falta que les diga cuál es mi nombre y que ustedes, amados lectores, lo recuerden. Lo que perdura son los ideales, una justicia ante todo, sin permitir el abuso de los que tienen más fuerza y poder. ¿Qué ocurre cuando todos se han olvidado de los ideales de una persona? Que esa misma persona debe desaparecer, igual que el lobo vuelve a su madriguera cuando no tiene qué cazar.

El Clan siempre buscó la unión de todos en una gran familia, haciendo sus vidas dichosas y llenas de gracia. Pero eso fue hace mucho tiempo. El poder corrompe, y ni siquiera un lobo puede contra eso.

Por tanto, el día que alguien quiera encontrarme, debe saber que el lobo siempre aúlla a la misma luna, y que, donde duerme el lobo, duerme también el líder de la manada, o del mundo entero.

Suerte con su búsqueda,

Impeesa


-Un gran discurso, sí señor. -Dice Axell, asintiendo.

-Sin duda alguna.

-Así que por eso se creó El Clan.

-Ya lo ves. -Responde Tyr, sonriendo.

-Pues Impeesa se sentiría poco orgulloso si lo viera ahora. -Le devuelvo la sonrisa y aprieto los labios.

-Es posible, sí.

-Seguro.

-Bueno. -Interviene Engla. -Volvamos a la carta de Impeesa.

-Sí, ¿por qué desaparece tanto tiempo y es tan misterioso y ahora nos cuenta todo esto? No le veo el sentido. -Responde su padre.

-La verdad es que sentido poco.

-“Eyland, sabemos de sobra lo que hace. Intenta hacer que hasta nosotros lo respetemos, para luego así tener más poder.”

¿Cuándo has empezado a ser tan útil?

-“Cuando me aceptaste como parte de ti.”

-En realidad todo eso no importa mucho.

-¿Por qué no, Eyland? -Responde mamá.

-Porque puede que fundara El Clan con unos grandes ideales y con unos motivos muy dignos, pero su último objetivo fue matarme.

-Y casi lo consigue en varias ocasiones.

-Obviamente tú no te ibas a negar, ¿no Tyr?

-¿Por qué iba a hacerlo? Matar a una persona suele ser más fácil que apresarla.

-¿Insinúas que tendría que haberte matado allí en Niflheim, bajo la nieve?

-¿Por qué no? Mi vida sería menos complicada.

-¿Y la muerte cambiaría eso?

-Claro. -Asiente.

-Prefiero no preguntar.

-¿Podemos volver a Impeesa? -Pregunta Axell.

-Sigo sin entender por qué quiere que lo busquemos.

-¿Eso no es obvio? Quiere conocerte, Eyland.

-¿Para qué?

-Supongo que, como ha visto que ninguno de sus subordinados -mira a Tyr- consigue acabar contigo, quiere hacerlo personalmente.

-Eso tiene sentido. -Doy un repaso rápido con la mirada a la sala, y todos fruncen el ceño y aprietan los labios, salvo nuestro prisionero, que sonríe. Todos están tan confusos como yo. -Ahora hay que saber dónde encontrarlo.

-El lobo siempre aúlla a la misma luna. ¿Eso quiere decir que está en el mismo lugar en el que estuvo siempre?

-Muy astuto. -Dice la novia de Axell, Tara creo que se llamaba, desde una esquina de la habitación. ¿Cuándo ha llegado? -Y yo sé dónde se encuentra su madriguera.

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