martes, 10 de junio de 2014

Horizontes Nevados (IV)






IV

Los siguientes cinco días pasan realmente lento. He estado en el hospital de Upsala desde que dejamos a Joseph en su celda y me extrajeron la bala de mi brazo. Pretendía ser doloroso, pero me hicieron beber algo, supongo que fue algún tipo de droga. Por la habitación han pasado, en los pocos ratos que mi mente estuvo en estado lúcido, han pasado Paul, preocupado por mí; Tyr, para asegurarse de que no me mueva y seguir reservando ese placer; e incluso Axell, que parecía más empático que nadie. Pero, ningún rastro de Engla, ¿por qué?

-¿Qué haces que no apareces? -Pregunto a la nada.

-Sí, te lo digo a ti, Engla. ¿A qué estás jugando?

Parezco un loco, hablando solo en un hospital y habiendo sido recientemente intoxicado con sustancias nocivas. Quizá lo esté, al fin y al cabo. Motivos para estarlo tengo de sobra. Una sombra, de pronto, se desliza bajo el umbral de la puerta.

-¿Eres tú? -Pregunto.

-Sí, soy yo, Eyland.

-Te he echado de menos...

-Ya lo he visto. -Ríe Engla. -Tu conversación con tu otro yo se escuchaba por todo el pasillo.

-¿Por qué no viniste?

-No me veía con fuerza... -Ahora luce cansada y sin energía. -Tú estabas aquí, tan débil... No sentía que fuera capaz.

-¿Puedes... darme un abrazo? -Abro los brazos y ella sonríe.

-Claro. -Viene hacia mí.

-Con cuidado, el brazo está tocado.

-Por eso había venido, el médico dijo que hoy ya podías salir.

-Cuánto me alegro. -Digo, mientras se acerca a mí y abre los brazos para abrazarme.

-Y yo. -En cuanto llega aparto sus extremidades superiores con la que tengo bien.

-¡Me traicionaste! -Grito, y ella se aparta pálida y con la mirada perdida.

-¿Qué?

-¡Me rociaste con gas!

-¡Yo no fui! -Responde tan poco relajada como yo.

-¡Pero lo aprobaste!

-Eyland, yo...

-Tú... Yo te quería.

Me levanto con lágrimas en los ojos, cojo una camiseta y un pantalón y salgo corriendo de la habitación. Sin saber cómo realmente, me encuentro entre un montón de gente en algún lugar que no conozco de la enorme nave.

-Perdona, ¿dónde estoy? -Le pregunto a la primera persona que veo.

-Eres nuevo, ¿verdad? Un momento... -Me mira de arriba a abajo. -Tú eres el chico objetivo.

-Supongo que sí. ¿Tan conocido soy?

-Aquí en Upsala todos saben quién eres. De hecho, no te estoy clavando un cuchillo o pegándote porque hemos acordado una paz provisional. Hasta... Ya sabes, lo de Capomafia.

-Sí. -Asiento. -Lo sé.

-Volviendo a tu pregunta... Estamos en la cubierta principal. Más adelante hay un círculo de metal con un enorme poste en el centro donde tienen lugar los actos importantes.

-¿Allí? -Señalo lo más parecido a su descripción que veo.

-Sí. -Me hace un gesto con la mano. -Adelante, creo que te esperan.

-Gracias.

Asiento y el hombre pide paso para mí. Automáticamente todos se apartan y me dejan un pasillo hacia la plataforma, parece ser que sí que estaban esperando por mí.

-¡Estás aquí! -Un grito ahogado llega desde mi espalda. Me giro y, tal y como pensaba, Engla se encuentra tras de mí. -Te estaba buscando para esto. Te fuiste tan de repente...

-Ya hablaremos de eso. -La interrumpo, casi parece un ritual en nuestras conversaciones después de este tiempo. -Ahora tenemos algo que hacer, ¿no?

-Tienes, Shinjin. Tienes. -Y remarca esta última palabra.

-¿Cómo?

-Se ve que no te dijeron nada...


-¿De qué?

-Que te explique ahora Spirit.

-Como quieras...

Me coge del brazo izquierdo, el bueno, como una hija coge a su padre el día de su boda en su camino al altar, y avanzamos hasta la plataforma metálica en el centro de la cubierta. Allí están Paul, Axell, Tyr y, por supuesto, Joseph. Aunque este último está en circunstancias algo diferentes al resto.

-¿Por qué lo habéis atado al poste de metal?

-Aprendimos mucho contigo. Es... Por prevención. -Responde Tyr triunfal.

-Ya veo.

-Procedamos.

Se acerca, como hizo conmigo, al baúl previamente preparado y coge un arma. En este caso sí hay una diferencia, cambia el machete por una lanza enorme y tremendamente afilada.

-No la mires así. -Me dice. -Es para ti.

-¿Para mí? -¿Qué?

-Sí. Ya veo que alguien se olvidó de contarte las cosas... -Mira de reojo a Engla y Paul.

-Entonces... ¿voy a matarlo yo?

-Por mucho que me pese, se decidió así. -Me pone la lanza en la mano. -Te cedo el honor de acabar con mi tío delante de cientos de personas.

-Me siento importante.

-Lo eres... -Hace una pausa de unos cinco segundos. -Por ahora.

-Prefiero no seguirte el juego.

-Comencemos la cuenta atrás. -Dice.

Y de nuevo dependo de un cronómetro para enfrentar mi destino.

Cinco...

Me cargo la lanza al brazo bueno.

Cuatro...

Preparo el lanzamiento.

Tres...

Dos...

Estiro el brazo hacia atrás.

Uno...

Apunto.

Cero.

Y disparo hacia Joseph. Intenta moverse, pero la lanza le atraviesa el cráneo y se clava en el poste a su espalda, ya no hay más.

-Lo... Lo he matado... -Con mis ojos vibrando caigo al suelo de rodillas. Todo el mundo chilla y clama por la muerte de su antiguo líder. Si muero, no me gustaría que mi funeral fuera así.

-Lo has hecho. -Tyr me tiende una mano sonriendo.

-Todavía no lo creo. -La agarro y me levanto del suelo. -Gracias.

-Créelo.

-No queda más remedio.

-¡Compañeros! -Tyr alza la voz, parece que va a comenzar su discurso. -Hoy ha ocurrido aquí algo más que importante. Hoy hemos cambiado nuestro mañana. Este hombre de aquí. -Señala al difunto a nuestra espalda. -Ha estado esclavizándonos durante años desde que tomó el control. Pues bien, hoy -cómo le gusta decir eso- la cosa ha cambiado. A partir de ahora todos podremos mostrar nuestra opinión. Bajo mi gobierno, nadie se sentirá menospreciado.

Todos lo aclaman, aplauden, gritan y vitorean por sus palabras. Este chico es muy bueno a la hora de hablar, siempre se los mete a todos en el bolsillo con un par de líneas, es algo sorprendente.

-Y ahora. -Alza las manos. -Podéis ir en paz. -Mientras todos se alejan y vuelven a sus habitaciones, Axell y Paul se acercan a Tyr, y yo decido hacer lo mismo.

-Buen discurso, chico. -Le dice el padre de Engla.

-Gracias. -Sonríe. -¿Qué te ha parecido, Eyland?

-Ha estado bien. ¿Esto significa que ahora somos aliados?

-Mmm... Déjame pensarlo... -Pone sus dedos índice y pulgar en su barbilla, como para gesticular que su mente está trabajando. -No.



Y entonces, sin saber cómo, se gira y rebana el cuello al joven de su izquierda con un cuchillo que tenía bajo la manga.

-¡Paul!

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