IV
Los
siguientes cinco días pasan realmente lento. He estado en el
hospital de Upsala desde que dejamos a Joseph en su celda y me
extrajeron la bala de mi brazo. Pretendía ser doloroso, pero me
hicieron beber algo, supongo que fue algún tipo de droga. Por la
habitación han pasado, en los pocos ratos que mi mente estuvo en
estado lúcido, han pasado Paul, preocupado por mí; Tyr, para
asegurarse de que no me mueva y seguir reservando ese placer; e
incluso Axell, que parecía más empático que nadie. Pero, ningún
rastro de Engla, ¿por qué?
-¿Qué
haces que no apareces? -Pregunto a la nada.
-Sí,
te lo digo a ti, Engla. ¿A qué estás jugando?
Parezco
un loco, hablando solo en un hospital y habiendo sido recientemente
intoxicado con sustancias nocivas. Quizá lo esté, al fin y al cabo.
Motivos para estarlo tengo de sobra. Una sombra, de pronto, se
desliza bajo el umbral de la puerta.
-¿Eres
tú? -Pregunto.
-Sí,
soy yo, Eyland.
-Te
he echado de menos...
-Ya
lo he visto. -Ríe Engla. -Tu conversación con tu otro yo se
escuchaba por todo el pasillo.
-¿Por
qué no viniste?
-No
me veía con fuerza... -Ahora luce cansada y sin energía. -Tú
estabas aquí, tan débil... No sentía que fuera capaz.
-¿Puedes...
darme un abrazo? -Abro los brazos y ella sonríe.
-Claro.
-Viene hacia mí.
-Con
cuidado, el brazo está tocado.
-Por
eso había venido, el médico dijo que hoy ya podías salir.
-Cuánto
me alegro. -Digo, mientras se acerca a mí y abre los brazos para
abrazarme.
-Y
yo. -En cuanto llega aparto sus extremidades superiores con la que
tengo bien.
-¡Me
traicionaste! -Grito, y ella se aparta pálida y con la mirada
perdida.
-¿Qué?
-¡Me
rociaste con gas!
-¡Yo
no fui! -Responde tan poco relajada como yo.
-¡Pero
lo aprobaste!
-Eyland,
yo...
-Tú...
Yo te quería.
Me
levanto con lágrimas en los ojos, cojo una camiseta y un pantalón y
salgo corriendo de la habitación. Sin saber cómo realmente, me
encuentro entre un montón de gente en algún lugar que no conozco de
la enorme nave.
-Perdona,
¿dónde estoy? -Le pregunto a la primera persona que veo.
-Eres
nuevo, ¿verdad? Un momento... -Me mira de arriba a abajo. -Tú eres
el chico objetivo.
-Supongo
que sí. ¿Tan conocido soy?
-Aquí
en Upsala todos saben quién eres. De hecho, no te estoy clavando un
cuchillo o pegándote porque hemos acordado una paz provisional.
Hasta... Ya sabes, lo de Capomafia.
-Sí.
-Asiento. -Lo sé.
-Volviendo
a tu pregunta... Estamos en la cubierta principal. Más adelante hay
un círculo de metal con un enorme poste en el centro donde tienen
lugar los actos importantes.
-¿Allí?
-Señalo lo más parecido a su descripción que veo.
-Sí.
-Me hace un gesto con la mano. -Adelante, creo que te esperan.
-Gracias.
Asiento
y el hombre pide paso para mí. Automáticamente todos se apartan y
me dejan un pasillo hacia la plataforma, parece ser que sí que
estaban esperando por mí.
-¡Estás
aquí! -Un grito ahogado llega desde mi espalda. Me giro y, tal y
como pensaba, Engla se encuentra tras de mí. -Te estaba buscando
para esto. Te fuiste tan de repente...
-Ya
hablaremos de eso. -La interrumpo, casi parece un ritual en nuestras
conversaciones después de este tiempo. -Ahora tenemos algo que
hacer, ¿no?
-Tienes,
Shinjin. Tienes. -Y remarca esta última palabra.
-¿Cómo?
-Se
ve que no te dijeron nada...
-¿De
qué?
-Que
te explique ahora Spirit.
-Como
quieras...
Me
coge del brazo izquierdo, el bueno, como una hija coge a su padre el
día de su boda en su camino al altar, y avanzamos hasta la
plataforma metálica en el centro de la cubierta. Allí están Paul,
Axell, Tyr y, por supuesto, Joseph. Aunque este último está en
circunstancias algo diferentes al resto.
-¿Por
qué lo habéis atado al poste de metal?
-Aprendimos
mucho contigo. Es... Por prevención. -Responde Tyr triunfal.
-Ya
veo.
-Procedamos.
Se
acerca, como hizo conmigo, al baúl previamente preparado y coge un
arma. En este caso sí hay una diferencia, cambia el machete por una
lanza enorme y tremendamente afilada.
-No
la mires así. -Me dice. -Es para ti.
-¿Para
mí? -¿Qué?
-Sí.
Ya veo que alguien se olvidó de contarte las cosas... -Mira de reojo
a Engla y Paul.
-Entonces...
¿voy a matarlo yo?
-Por
mucho que me pese, se decidió así. -Me pone la lanza en la mano.
-Te cedo el honor de acabar con mi tío delante de cientos de
personas.
-Me
siento importante.
-Lo
eres... -Hace una pausa de unos cinco segundos. -Por ahora.
-Prefiero
no seguirte el juego.
-Comencemos
la cuenta atrás. -Dice.
Y
de nuevo dependo de un cronómetro para enfrentar mi destino.
Cinco...
Me
cargo la lanza al brazo bueno.
Cuatro...
Preparo
el lanzamiento.
Tres...
Dos...
Estiro
el brazo hacia atrás.
Uno...
Apunto.
Cero.
Y
disparo hacia Joseph. Intenta moverse, pero la lanza le atraviesa el
cráneo y se clava en el poste a su espalda, ya no hay más.
-Lo...
Lo he matado... -Con mis ojos vibrando caigo al suelo de rodillas.
Todo el mundo chilla y clama por la muerte de su antiguo líder. Si
muero, no me gustaría que mi funeral fuera así.
-Lo
has hecho. -Tyr me tiende una mano sonriendo.
-Todavía
no lo creo. -La agarro y me levanto del suelo. -Gracias.
-Créelo.
-No
queda más remedio.
-¡Compañeros!
-Tyr alza la voz, parece que va a comenzar su discurso. -Hoy ha
ocurrido aquí algo más que importante. Hoy hemos cambiado nuestro
mañana. Este hombre de aquí. -Señala al difunto a nuestra espalda.
-Ha estado esclavizándonos durante años desde que tomó el control.
Pues bien, hoy -cómo le gusta decir eso- la cosa ha cambiado. A
partir de ahora todos podremos mostrar nuestra opinión. Bajo mi
gobierno, nadie se sentirá menospreciado.
Todos
lo aclaman, aplauden, gritan y vitorean por sus palabras. Este chico
es muy bueno a la hora de hablar, siempre se los mete a todos en el
bolsillo con un par de líneas, es algo sorprendente.
-Y
ahora. -Alza las manos. -Podéis ir en paz. -Mientras todos se alejan
y vuelven a sus habitaciones, Axell y Paul se acercan a Tyr, y yo
decido hacer lo mismo.
-Buen
discurso, chico. -Le dice el padre de Engla.
-Gracias.
-Sonríe. -¿Qué te ha parecido, Eyland?
-Ha
estado bien. ¿Esto significa que ahora somos aliados?
-Mmm...
Déjame pensarlo... -Pone sus dedos índice y pulgar en su barbilla,
como para gesticular que su mente está trabajando. -No.
Y
entonces, sin saber cómo, se gira y rebana el cuello al joven de su
izquierda con un cuchillo que tenía bajo la manga.
-¡Paul!
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