VII
Impeesa
El
día se había abierto morado, como todos desde la explosión en el
laboratorio de Curanipe. ¿Cómo pude fallar en algo tan simple? Ya
me lo advirtió él, y aún así seguí con el experimento, mis
ansias de poder me cegaron.
Una
espiral natural... ¿En qué estaba pensando?
-Señor.
La
enorme puerte que hice instalar en los antiguos aposentos del rey de
Curanipe se abre con delicadeza y, tras ella, como si de un espectro
se tratase, aparece Fénix, aquel camarero que acabó convirtiéndose
en mi mejor amigo.
-¿Qué
quieres?
-Pues...
Verás... -Loados sean los dios, ¿podrías ir al grano? -El
sujeto... Creo que ya va siendo hora de que lo utilicemos a nuestro
favor.
-Te
escucho. -Hice bien en confiar en ti para esto.
-Una
simple llamada. Una conexión de un par de minutos, y el chico será
nuestro.
-Oh,
ya veo lo que quieres decir.
Es
un hombre inteligente este “Fénix”, siempre lo fue. Y además
volvió a mí cuando su fuego se hubo apagado, haciendo un perfecto
honor a su sobrenombre. Me enorgullece realmente que sea él el
co-líder del verdadero Clan.
Siempre
supe que el cachorro de Joseph no llegaría muy lejos por su cuenta.
Pero jamás pensé que intentaría decirle nada al chico, debería
haberlo matado en su momento, hacer lo que aquel tiburón no fue
capaz.
-¿Y
bien, Impeesa? -Fue una gran idea esto de poner motes a todos los del
Clan, nos hace a todos menos públicos.
-Organízalo
todo.
-Perfecto,
señor. -Hace una reverencia y se aleja.
-Espera.
-Levanto la mano y deja de retroceder.
-¿Sí,
mi señor? -Me mira a los ojos, con ese fuego interior que jamás
encontrará la muerte, por mucho que esta lo busque.
-Ya
que esa rata de Kisho se ha ido, podemos aprovechar que estás aquí
para llevar a cabo nuestra reunión.
-Por
supuesto, señor. -Asiente y se acerca a mí con lentitud.
-Siéntate.
Digo
en cuanto llega, señalando la butaca frente a mí, con el pupitre de
madera de cedro entre los dos. Lleva el logo del Clan en sus ropas,
pero no el traje que debería, es muy poco profesional. Aún con
todo, es la persona más adecuada para este puesto.
-Tenemos
varios temas a tratar.
-Empecemos,
pues. -Responde.
-Comencemos
con el chico, Eyland Rise. ¿Ha llegado ya a Niflheim?
-Ayer,
mi señor.
-¿Y
nuestro contacto? -Pregunto, aunque ya sepa la respuesta.
-Está
con él. Lo llevará hasta el otro.
-Y
entonces lo llevaremos todo a cabo. Perfecto, tal y como estaba
planeado.
-Lo
que no entiendo es dónde entra Kisho, mi señor.
-Un
señuelo más, amigo mío. Pero eso vendrá después, la operación
lleva mucho en marcha, y no voy a permitir que nada falle. Y tú
tampoco, ¿verdad? -Lo fulmino con la mirada, y cede ante mi
intimidación, perfecto.
-Por
supuesto que no, señor. -Dice, sudando como un pollo. Quizá debería
llamarte así en vez de Fénix.
-Entonces
eso lo tengo cerrado. -Asiento para mí mismo. -¿Cómo va la
“edificación”?
-Terminada
y lista para sacarla a flote, señor. -Me entrega el mando. -Aquí
tiene el controlador que nos pidió.
-Perfecto.
Reúne a todos, va a ser algo que jamás olvidarán.
-Claro,
señor.
-La
guerra ya está casi terminada, Fénix. Hicimos bien en desalojar
Upsala y colocar allí una bomba, será nuestro seguro.
-Fue
una gran idea.
-Lo
sé.
-Y
ahora solo me queda preguntar... ¿Cómo se están adaptando las
mujeres de Curanipe a sus nuevos compañeros?
-Realmente
bien, señor. Parecer ser que, tras la tiranía del Rey Gordo, los
guardias del Clan son una bendición.
-Tal
y como tenía previsto. -Reúne a todos en el puerto y avísame
cuando las masas estén concentradas. Puedes retiratre.
-Gracias,
mi señor Impeesa.
Hace
una vaga reverencia y desaparece tras la enorme puerta de madera de
roble. Tiene un par de grietas a causa de humedad, la mandaré
cambiar.
Querida
Cassandra, es una pena lo que tu padre me hizo aquella vez, mi cara
todavía lo recuerda, y tú vivirás mi represalia. Ptimero mi amigo
de Curanipe acabó con el hombre que solía llamarte “cariño”, y
ahora tus queridos hijos lo van a sufrir por ti. Sentirás tanto
dolor que querrás que la tierra te trague, y yo estaré ahí para
cumplir tus deseos. En el fondo me da pena la joven Fire, está muy
enamorada de tu primogénito... Un daño colateral.
Casi
como si de un brujo se tratase, Féniz aparece de nuevo en mi puerta:
-Ya
están todos, señor, sujeto incluído.
-Perfecto.
Sonrío
levemente y me levanto con dicha de mi tan preciada butaca de piel.
Acompaño a mi camarada al puerto y atravieso la muchedumbre de gente
con gracia, sin mirar a ninguno a los ojos; ellos jamás llegarán a
merecer tanto de mí.
-Amigos.
Compañeros. -Digo, en cuanto llego al atrio. -Os he traído aquí
para contemplar mi mayor obra. Daos todos la vuelta hacia el mar.
Obedecen,
claro, y acciono el enorme botón rojo del dispositivo controlador.
Esto va a ser difícil de olvidar. El suelo empieza a retumbar y la
gente se inquieta, pero yo permanezco impasible, cumpliendo mi
función de líder.
-Admirad
mi nueva creación, la isla Desconocida.
Las
aguas se abren en un punto no muy lejano a nuestra posición y, de su
interior, nace una enorme palmera, que se va haciendo visible por
momentos. En pocos segundos, toda la masa de tierra está al nivel
del mar, y la escotilla se cierra bajo ella, manteniéndola a flote.
-Hermosa,
¿verdad? Ese será nuestro nuevo centro de mandos, que dirigiré
personalmente. Volved a vuestras funciones.
Tan
veloz como lo digo, obedecen, y pronto la plataforma portuaria queda
únicamente habitada por Fénix, el sujeto y yo. Me giro hacia el
pequeño:
-¿Te
gusta tu nuevo hogar?
-Es
bonito. -Responde, tan inocente como siempre. Tiene once años, ¿por
qué no madura? Bueno, en este caso eso es una ayuda.
-Lo
es. -Asiento. -¿Echas de menos a tu hermano?
-¡Eyland!
-Se le ilumina la cara. -¡Sí!
-Vamos
a hacerle una llamadita... Acompáñame.
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