domingo, 1 de febrero de 2015

Último Rugido (VII)







VII
Impeesa

El día se había abierto morado, como todos desde la explosión en el laboratorio de Curanipe. ¿Cómo pude fallar en algo tan simple? Ya me lo advirtió él, y aún así seguí con el experimento, mis ansias de poder me cegaron.
Una espiral natural... ¿En qué estaba pensando?
-Señor.
La enorme puerte que hice instalar en los antiguos aposentos del rey de Curanipe se abre con delicadeza y, tras ella, como si de un espectro se tratase, aparece Fénix, aquel camarero que acabó convirtiéndose en mi mejor amigo.
-¿Qué quieres?
-Pues... Verás... -Loados sean los dios, ¿podrías ir al grano? -El sujeto... Creo que ya va siendo hora de que lo utilicemos a nuestro favor.
-Te escucho. -Hice bien en confiar en ti para esto.
-Una simple llamada. Una conexión de un par de minutos, y el chico será nuestro.
-Oh, ya veo lo que quieres decir.
Es un hombre inteligente este “Fénix”, siempre lo fue. Y además volvió a mí cuando su fuego se hubo apagado, haciendo un perfecto honor a su sobrenombre. Me enorgullece realmente que sea él el co-líder del verdadero Clan.
Siempre supe que el cachorro de Joseph no llegaría muy lejos por su cuenta. Pero jamás pensé que intentaría decirle nada al chico, debería haberlo matado en su momento, hacer lo que aquel tiburón no fue capaz.
-¿Y bien, Impeesa? -Fue una gran idea esto de poner motes a todos los del Clan, nos hace a todos menos públicos.
-Organízalo todo.
-Perfecto, señor. -Hace una reverencia y se aleja.
-Espera. -Levanto la mano y deja de retroceder.
-¿Sí, mi señor? -Me mira a los ojos, con ese fuego interior que jamás encontrará la muerte, por mucho que esta lo busque.
-Ya que esa rata de Kisho se ha ido, podemos aprovechar que estás aquí para llevar a cabo nuestra reunión.
-Por supuesto, señor. -Asiente y se acerca a mí con lentitud.
-Siéntate.
Digo en cuanto llega, señalando la butaca frente a mí, con el pupitre de madera de cedro entre los dos. Lleva el logo del Clan en sus ropas, pero no el traje que debería, es muy poco profesional. Aún con todo, es la persona más adecuada para este puesto.
-Tenemos varios temas a tratar.
-Empecemos, pues. -Responde.
-Comencemos con el chico, Eyland Rise. ¿Ha llegado ya a Niflheim?
-Ayer, mi señor.
-¿Y nuestro contacto? -Pregunto, aunque ya sepa la respuesta.
-Está con él. Lo llevará hasta el otro.
-Y entonces lo llevaremos todo a cabo. Perfecto, tal y como estaba planeado.
-Lo que no entiendo es dónde entra Kisho, mi señor.
-Un señuelo más, amigo mío. Pero eso vendrá después, la operación lleva mucho en marcha, y no voy a permitir que nada falle. Y tú tampoco, ¿verdad? -Lo fulmino con la mirada, y cede ante mi intimidación, perfecto.
-Por supuesto que no, señor. -Dice, sudando como un pollo. Quizá debería llamarte así en vez de Fénix.
-Entonces eso lo tengo cerrado. -Asiento para mí mismo. -¿Cómo va la “edificación”?
-Terminada y lista para sacarla a flote, señor. -Me entrega el mando. -Aquí tiene el controlador que nos pidió.
-Perfecto. Reúne a todos, va a ser algo que jamás olvidarán.
-Claro, señor.
-La guerra ya está casi terminada, Fénix. Hicimos bien en desalojar Upsala y colocar allí una bomba, será nuestro seguro.
-Fue una gran idea.
-Lo sé.
-Y ahora solo me queda preguntar... ¿Cómo se están adaptando las mujeres de Curanipe a sus nuevos compañeros?
-Realmente bien, señor. Parecer ser que, tras la tiranía del Rey Gordo, los guardias del Clan son una bendición.
-Tal y como tenía previsto. -Reúne a todos en el puerto y avísame cuando las masas estén concentradas. Puedes retiratre.
-Gracias, mi señor Impeesa.
Hace una vaga reverencia y desaparece tras la enorme puerta de madera de roble. Tiene un par de grietas a causa de humedad, la mandaré cambiar.
Querida Cassandra, es una pena lo que tu padre me hizo aquella vez, mi cara todavía lo recuerda, y tú vivirás mi represalia. Ptimero mi amigo de Curanipe acabó con el hombre que solía llamarte “cariño”, y ahora tus queridos hijos lo van a sufrir por ti. Sentirás tanto dolor que querrás que la tierra te trague, y yo estaré ahí para cumplir tus deseos. En el fondo me da pena la joven Fire, está muy enamorada de tu primogénito... Un daño colateral.
Casi como si de un brujo se tratase, Féniz aparece de nuevo en mi puerta:
-Ya están todos, señor, sujeto incluído.
-Perfecto.
Sonrío levemente y me levanto con dicha de mi tan preciada butaca de piel. Acompaño a mi camarada al puerto y atravieso la muchedumbre de gente con gracia, sin mirar a ninguno a los ojos; ellos jamás llegarán a merecer tanto de mí.
-Amigos. Compañeros. -Digo, en cuanto llego al atrio. -Os he traído aquí para contemplar mi mayor obra. Daos todos la vuelta hacia el mar.
Obedecen, claro, y acciono el enorme botón rojo del dispositivo controlador. Esto va a ser difícil de olvidar. El suelo empieza a retumbar y la gente se inquieta, pero yo permanezco impasible, cumpliendo mi función de líder.
-Admirad mi nueva creación, la isla Desconocida.
Las aguas se abren en un punto no muy lejano a nuestra posición y, de su interior, nace una enorme palmera, que se va haciendo visible por momentos. En pocos segundos, toda la masa de tierra está al nivel del mar, y la escotilla se cierra bajo ella, manteniéndola a flote.
-Hermosa, ¿verdad? Ese será nuestro nuevo centro de mandos, que dirigiré personalmente. Volved a vuestras funciones.
Tan veloz como lo digo, obedecen, y pronto la plataforma portuaria queda únicamente habitada por Fénix, el sujeto y yo. Me giro hacia el pequeño:
-¿Te gusta tu nuevo hogar?
-Es bonito. -Responde, tan inocente como siempre. Tiene once años, ¿por qué no madura? Bueno, en este caso eso es una ayuda.
-Lo es. -Asiento. -¿Echas de menos a tu hermano?
-¡Eyland! -Se le ilumina la cara. -¡Sí!
-Vamos a hacerle una llamadita... Acompáñame.

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