Espirales
del tiempo
I
-¿Dónde estoy? ¿Qué clase de lugar
es este?
Abro los ojos poco a poco, veo algo
borroso, pero bueno, es normal, me he dado un buen golpetazo.
Justo encima de mí hay una lámpara
de madera tallada que ilumina toda la habitación débilmente. Aquí
también hay un par de literas, todas vacías, aunque yo estoy en una
colchoneta tirado en el suelo. Las paredes de la sala son también de
madera, de una tonalidad algo oscura; Todo aquí parece hecho de este
material, salvo, quizá, los colchones de las camas.
¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado
realmente? No soy capaz de acordarme de nada, la verdad. Únicamente
soy capaz de recordar cómo Tyr, amigo de tres días, pero con el que
había compartido la vida en diversas ocasiones, me traicionó e
intentó matarme en aquel sitio al que solía llamar hogar.
La puerta del fondo de la habitación
se abre, distrayéndome de mis pensamientos y recuerdos.
-Oh, veo que ya estás despierto.
Una chica sale de detrás de la
puerta. Ella es muy guapa, se ve joven y tiene el cabello de color
negro, liso y medianamente largo. Sus pasos cuando viene hacia mí
son casi imperceptibles, parece como un colibrí volando hacia aquí.
Intento responder a su saludo, pero
parece que mi boca no funciona como debería, y acabo diciendo solo
cosas sin sentido alguno. Palabras apenas existentes.
-Me alegra ver que ya empiezas a estar
bien. -La chica sonríe. -Cuando llegaste aquí estabas malherido.
Además, nos intentaste atacar.
Oh, ahora comienzo a recordad algo. Me
acuerdo de que vi un agujero en una pared entre dos literas y
aproveché la que parecía mi única oportunidad para salvarme
lanzándome en su interior. Recuerdo también cómo vagué por una
especie de túnel morado que me soltó en otro lugar.
Si no me falla la memoria, un grupo de
hombres vino hacia mí en cuanto caí y me rodeó. Recuerdo el miedo
que tenía, que por ese mismo motivo decidí atacar, en defensa
propia. Aunque, no consigo recordar más que eso.
-¿Dónde...? -Me aclaro la garganta.
-¿Dónde estoy?
-Primero deja que te explique, que sé
que tendrás dudas. Caíste aquí de la nada, sorprendiendo a muchos
de nuestros líderes.
-Un momento. -La interrumpo. ¿Qué es
aquí, o mejor dicho, dónde?
-Está bien, responderé. Te enseñaron
poco de educación donde quiera que vengas.
No. Eso no es cierto. Mamá nunca fue
del todo cariñosa, pero siempre me enseñó a comportarme de una
forma adecuada en cada momento indicado.
-Esto que ves, bueno, no lo ves, pero
donde estás, se llama Tennō(1).
Es nuestra pequeña aldea, donde se vive en completa paz y armonía
entre las personas y junto con la madre naturaleza.
-¿Y por qué estoy aquí?
-Eso espero que nos lo cuentes tú.
-Sonríe pícara mientras se sienta a mi lado.
-No, no. -Admito la confusión.
-Quiero decir aquí ahora, en esta habitación.
-Ah, eso. -Se levanta y coge una
especie de tetera y vierte agua muy caliente en una taza, puedo ver
el humo salir de ella. -Te desmayaste, estabas hecho polvo y con el
cuerpo lleno de heridas, así que te trajimos aquí, te sanamos y
decidimos dejarte descansar en esta cama.
-¿Cuánto tiempo llevo “descansando”?
-Hago el gesto de las comillas con las manos.
-Pues... unas dos semanas.
¡¿Dos semanas?! No puede ser, no
tanto tiempo. ¿Cómo puede ser posible? Nunca he dormido tanto, no
tengo la sensación de llevar más de un día aquí.
-Y ahora, si quieres, te dejo
descansar. -La joven se levanta y deja la tetera en una bandeja al
lado de mi cabeza.
-No, espera. -Intento levantarme con
la mano estirada, como si con este simple gesto pudiera frenarla y
traerla hacia aquí.
-¿Sí? -Se gira sonriendo, siempre
sonriendo.
-No. Es solo que... no quiero estar
solo. -Mi voz suena más baja de lo normal.
-No voy a dejarte solo, tranquilo.
Siempre con una sonrisa en la boca, la
chica viene hacia mí. Ahora es cuando toca lo más doloroso, volver
a tumbarse con todo este tipo de magulladuras esperando para hacerme
sentir una enorme tortura en cuanto toque la colchoneta.
Me tumbo, poco a poco, esperando la
reacción adversa de mi cuerpo. <<Un momento, ¿y el dolor?>>,
pienso. Deben de haberme drogado, o algo por el estilo.
-Una pregunta. -La muchacha se gira y
le sonrío de vuelta.
-Dime.
-Yo tenía muchas heridas que me
causaban un enorme dolor, ¿por qué ahora no me duele?
-Es complicado de explicar, y más si
no eres de aquí. -La chica se agacha y me da la taza que había
llenado antes con la mezcla de agua caliente y algún tipo de brebaje
típico de este sitio. -¿Ves esto?
-Sí, claro. -Asiento.
-Pues es una bebida curativa, algo que
te quita el dolor así sin más. Es todo natural, la madre naturaleza
nos ayuda dándonos estas cosas, y por eso nosotros decidimos
devolverle el favor. Mira.
La joven señala la ventana, y
entonces lo veo, lo más maravilloso del mundo: Los prados
tremendamente verdes, los árboles enormes y majestuosos, los
cultivos ricos y cubriendo hasta donde alcanza la vista; Una armonía
brutal entre estas personas y la naturaleza, en la que viven. No hay
contaminación, es todo natura, es todo tan... hermoso.
-Es increíblemente bello.
-¿Tú crees? -Mira hacia fuera. -Yo
lo veo normal, justo. ¿De donde vienes no es también así?
-Oh no, claro que no, ojalá. Allí
todo es feo, hay mucho metal y el aire es mucho más pesado que aquí.
Mucha gente muere debido a eso.
-Oh... -Mira al suelo y creo ver una
lágrima caer de sus ojos. Su expresión es igual a la de una persona
que acaba de perder a un ser querido. -Eso es triste.
-Sí, lo es. Pero supongo que uno se
acostumbra.
Pongo mi mano sobre su hombro,
intentando consolarla. Parece desolada tras recibir esta información.
La acaricio en forma de alivio, -como si eso fuera a hacer mucho...-,
digo para mí mismo. Ella mira mis manos y su rostro se suaviza poco
a poco hasta que aparece una débil sonrisa en sus labios.
-Gracias chico.
-De nada, eh... -Vaya, no sé cómo se
llama. -¿Tu nombre es?
-Ah. -Sonríe. -Soy Haruka(2).
-¿Haruka? Es un bonito nombre. -Le
sonrío.
-Sí, lo es. Me gusta mucho. -Se
sonroja. -Mis padres me llamaron así porque dicen que, cuando yo
nací, les di luz y color a su gris vida, como que fui la flor que
acabó con el invierno continuo en el que vivían.
-Oh, entonces es un bonito nombre con
una bonita historia.
-Sí, supongo que sí. ¿Y tu nombre
es?
-Eyland. Eyland Rise.
-Es un nombre extraño ese tuyo.
-Sí, creo que sí, supongo. Era más
o menos normal allí donde yo vivía.
-Ah, claro, posiblemente.
Mientras hablamos, la noche cae y se
hace la oscuridad en toda la habitación, salvo por la débil luz de
la lámpara del techo y la vela que está entre Haruka y yo.
-¿Ya es de noche? Apenas amanecía
cuando me desperté.
-Sí, los días duran poco más de una
hora. Setenta y cinco minutos exactamente.
-Vaya, eso es realmente poco.
(2)
Haruka: Nombre japonés que quiere decir Flor de Primavera.
-¿Lo es?
-Sí. Quiero decir, donde yo vivía,
los días duraban veinticuatro horas, por eso había luz sobre doce
horas cada día.
-Oh eso es mucho.
-Suenas como yo. -Ambos reímos.
-Realmente me gusta la luz de los dos
soles, hace este lugar bonito. La claridad proporcionada por la luna
le da a todo un toque como tétrico, no sé, lo afea. El paisaje,
quiero decir.
-Un momento, ¿tenéis dos soles?
-Sueno tremendamente asombrado, tal y como me encuentro.
-Claro, ¿vosotros no? Es lo normal.
-No claro que no. ¿Dónde es normal
tener dos soles?
-Ah,
supongo. Allí en Niflheim, donde yo solía vivir, solo hay un sol y
una luna.
-¿Niflheim?
-Sí,
así se llama la ciudad donde yo crecí.
-Oh,
me gustaría visitarla en algún momento, ahora que sé que existe.
-¿Y
eso por qué?
-¿Por
qué? Está claro, tonto. Por verte a ti, y para pasar varios días
bajo la luz de los soles, bueno, del sol.
-¿Varios
días?
-Claro
tonto. -Se repite. Sonríe y se acerca más a mí con cada frase. La
chica es realmente bella. -Aunque para ti un día sean veinticuatro
horas, pero para mí son sólo setenta y cinco minutos.
-Ah,
ya, claro. -Me rasco suavemente la nuca. -Todavía se me hace raro
eso de que haya dos mundos y de que funcionen de forma tan diferente.
Y
allí pasamos tiempo hablando y hablando, conociéndonos un poco
mejor y comparando nuestras vidas y ciudades hasta que el sol decide
apareces.
-¿Y
cuantos años tienes tú, Haruka?
-Trescientos
veintiséis años.
-¡¿Cuántos?!
-Abro la boca en forma de sorpresa. -Tienes que estar de broma.
-Trescientos
veintiséis. ¿tan raro es?
-Un
poco raro es, teniendo en cuenta que donde en mi ciudad se vive a
penas cincuenta y cinco años...
-¿Sólo?
-Ahora la sorprendida es ella.
-Pues...
cerca de mil años.
-Increíble...
Mil años... -Este lugar me sorprende con cada frase que ella dice.
-Entonces,
¿tú cuántos años tienes, Eyland?
-Yo
tengo diecisiete años.
-Oh,
entonces eres joven.
-Si,
lo soy. Pero, más o menos tenemos la misma edad, si tienes en cuenta
lo que se vive en cada sitio.
-Sí,
es posible.
-¡Haruka!
-La puerta se abre y aparece un hombre de pelo blanco. -¡Haruka,
tienes que venir! ¡Es horrible!
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