martes, 1 de abril de 2014

Sueños Espiral (XI)












Espirales del tiempo





























































I

-¿Dónde estoy? ¿Qué clase de lugar es este?

Abro los ojos poco a poco, veo algo borroso, pero bueno, es normal, me he dado un buen golpetazo.

Justo encima de mí hay una lámpara de madera tallada que ilumina toda la habitación débilmente. Aquí también hay un par de literas, todas vacías, aunque yo estoy en una colchoneta tirado en el suelo. Las paredes de la sala son también de madera, de una tonalidad algo oscura; Todo aquí parece hecho de este material, salvo, quizá, los colchones de las camas.

¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado realmente? No soy capaz de acordarme de nada, la verdad. Únicamente soy capaz de recordar cómo Tyr, amigo de tres días, pero con el que había compartido la vida en diversas ocasiones, me traicionó e intentó matarme en aquel sitio al que solía llamar hogar.

La puerta del fondo de la habitación se abre, distrayéndome de mis pensamientos y recuerdos.

-Oh, veo que ya estás despierto.

Una chica sale de detrás de la puerta. Ella es muy guapa, se ve joven y tiene el cabello de color negro, liso y medianamente largo. Sus pasos cuando viene hacia mí son casi imperceptibles, parece como un colibrí volando hacia aquí.


Intento responder a su saludo, pero parece que mi boca no funciona como debería, y acabo diciendo solo cosas sin sentido alguno. Palabras apenas existentes.

-Me alegra ver que ya empiezas a estar bien. -La chica sonríe. -Cuando llegaste aquí estabas malherido. Además, nos intentaste atacar.

Oh, ahora comienzo a recordad algo. Me acuerdo de que vi un agujero en una pared entre dos literas y aproveché la que parecía mi única oportunidad para salvarme lanzándome en su interior. Recuerdo también cómo vagué por una especie de túnel morado que me soltó en otro lugar.

Si no me falla la memoria, un grupo de hombres vino hacia mí en cuanto caí y me rodeó. Recuerdo el miedo que tenía, que por ese mismo motivo decidí atacar, en defensa propia. Aunque, no consigo recordar más que eso.

-¿Dónde...? -Me aclaro la garganta. -¿Dónde estoy?

-Primero deja que te explique, que sé que tendrás dudas. Caíste aquí de la nada, sorprendiendo a muchos de nuestros líderes.

-Un momento. -La interrumpo. ¿Qué es aquí, o mejor dicho, dónde?

-Está bien, responderé. Te enseñaron poco de educación donde quiera que vengas.

No. Eso no es cierto. Mamá nunca fue del todo cariñosa, pero siempre me enseñó a comportarme de una forma adecuada en cada momento indicado.

-Esto que ves, bueno, no lo ves, pero donde estás, se llama Tennō(1). Es nuestra pequeña aldea, donde se vive en completa paz y armonía entre las personas y junto con la madre naturaleza.

-¿Y por qué estoy aquí?

-Eso espero que nos lo cuentes tú. -Sonríe pícara mientras se sienta a mi lado.

-No, no. -Admito la confusión. -Quiero decir aquí ahora, en esta habitación.

-Ah, eso. -Se levanta y coge una especie de tetera y vierte agua muy caliente en una taza, puedo ver el humo salir de ella. -Te desmayaste, estabas hecho polvo y con el cuerpo lleno de heridas, así que te trajimos aquí, te sanamos y decidimos dejarte descansar en esta cama.

-¿Cuánto tiempo llevo “descansando”? -Hago el gesto de las comillas con las manos.

-Pues... unas dos semanas.


(1) Tennō: En japonés Emperador del Cielo.




¡¿Dos semanas?! No puede ser, no tanto tiempo. ¿Cómo puede ser posible? Nunca he dormido tanto, no tengo la sensación de llevar más de un día aquí.

-Y ahora, si quieres, te dejo descansar. -La joven se levanta y deja la tetera en una bandeja al lado de mi cabeza.

-No, espera. -Intento levantarme con la mano estirada, como si con este simple gesto pudiera frenarla y traerla hacia aquí.

-¿Sí? -Se gira sonriendo, siempre sonriendo.

-No. Es solo que... no quiero estar solo. -Mi voz suena más baja de lo normal.

-No voy a dejarte solo, tranquilo.

Siempre con una sonrisa en la boca, la chica viene hacia mí. Ahora es cuando toca lo más doloroso, volver a tumbarse con todo este tipo de magulladuras esperando para hacerme sentir una enorme tortura en cuanto toque la colchoneta.

Me tumbo, poco a poco, esperando la reacción adversa de mi cuerpo. <<Un momento, ¿y el dolor?>>, pienso. Deben de haberme drogado, o algo por el estilo.

-Una pregunta. -La muchacha se gira y le sonrío de vuelta.

-Dime.

-Yo tenía muchas heridas que me causaban un enorme dolor, ¿por qué ahora no me duele?

-Es complicado de explicar, y más si no eres de aquí. -La chica se agacha y me da la taza que había llenado antes con la mezcla de agua caliente y algún tipo de brebaje típico de este sitio. -¿Ves esto?

-Sí, claro. -Asiento.

-Pues es una bebida curativa, algo que te quita el dolor así sin más. Es todo natural, la madre naturaleza nos ayuda dándonos estas cosas, y por eso nosotros decidimos devolverle el favor. Mira.

La joven señala la ventana, y entonces lo veo, lo más maravilloso del mundo: Los prados tremendamente verdes, los árboles enormes y majestuosos, los cultivos ricos y cubriendo hasta donde alcanza la vista; Una armonía brutal entre estas personas y la naturaleza, en la que viven. No hay contaminación, es todo natura, es todo tan... hermoso.

-Es increíblemente bello.

-¿Tú crees? -Mira hacia fuera. -Yo lo veo normal, justo. ¿De donde vienes no es también así?




-Oh no, claro que no, ojalá. Allí todo es feo, hay mucho metal y el aire es mucho más pesado que aquí. Mucha gente muere debido a eso.

-Oh... -Mira al suelo y creo ver una lágrima caer de sus ojos. Su expresión es igual a la de una persona que acaba de perder a un ser querido. -Eso es triste.

-Sí, lo es. Pero supongo que uno se acostumbra.

Pongo mi mano sobre su hombro, intentando consolarla. Parece desolada tras recibir esta información. La acaricio en forma de alivio, -como si eso fuera a hacer mucho...-, digo para mí mismo. Ella mira mis manos y su rostro se suaviza poco a poco hasta que aparece una débil sonrisa en sus labios.

-Gracias chico.

-De nada, eh... -Vaya, no sé cómo se llama. -¿Tu nombre es?

-Ah. -Sonríe. -Soy Haruka(2).

-¿Haruka? Es un bonito nombre. -Le sonrío.

-Sí, lo es. Me gusta mucho. -Se sonroja. -Mis padres me llamaron así porque dicen que, cuando yo nací, les di luz y color a su gris vida, como que fui la flor que acabó con el invierno continuo en el que vivían.

-Oh, entonces es un bonito nombre con una bonita historia.

-Sí, supongo que sí. ¿Y tu nombre es?

-Eyland. Eyland Rise.

-Es un nombre extraño ese tuyo.

-Sí, creo que sí, supongo. Era más o menos normal allí donde yo vivía.

-Ah, claro, posiblemente.

Mientras hablamos, la noche cae y se hace la oscuridad en toda la habitación, salvo por la débil luz de la lámpara del techo y la vela que está entre Haruka y yo.

-¿Ya es de noche? Apenas amanecía cuando me desperté.

-Sí, los días duran poco más de una hora. Setenta y cinco minutos exactamente.

-Vaya, eso es realmente poco.


(2) Haruka: Nombre japonés que quiere decir Flor de Primavera.




-¿Lo es?

-Sí. Quiero decir, donde yo vivía, los días duraban veinticuatro horas, por eso había luz sobre doce horas cada día.

-Oh eso es mucho.

-Suenas como yo. -Ambos reímos.

-Realmente me gusta la luz de los dos soles, hace este lugar bonito. La claridad proporcionada por la luna le da a todo un toque como tétrico, no sé, lo afea. El paisaje, quiero decir.

-Un momento, ¿tenéis dos soles? -Sueno tremendamente asombrado, tal y como me encuentro.

-Claro, ¿vosotros no? Es lo normal.

-No claro que no. ¿Dónde es normal tener dos soles?

-Oh, bueno, lo normal aquí en Tennō, claro.

-Ah, supongo. Allí en Niflheim, donde yo solía vivir, solo hay un sol y una luna.

-¿Niflheim?

-Sí, así se llama la ciudad donde yo crecí.

-Oh, me gustaría visitarla en algún momento, ahora que sé que existe.

-¿Y eso por qué?

-¿Por qué? Está claro, tonto. Por verte a ti, y para pasar varios días bajo la luz de los soles, bueno, del sol.

-¿Varios días?

-Claro tonto. -Se repite. Sonríe y se acerca más a mí con cada frase. La chica es realmente bella. -Aunque para ti un día sean veinticuatro horas, pero para mí son sólo setenta y cinco minutos.

-Ah, ya, claro. -Me rasco suavemente la nuca. -Todavía se me hace raro eso de que haya dos mundos y de que funcionen de forma tan diferente.

Y allí pasamos tiempo hablando y hablando, conociéndonos un poco mejor y comparando nuestras vidas y ciudades hasta que el sol decide apareces.

-¿Y cuantos años tienes tú, Haruka?




-Trescientos veintiséis años.

-¡¿Cuántos?! -Abro la boca en forma de sorpresa. -Tienes que estar de broma.

-Trescientos veintiséis. ¿tan raro es?

-Un poco raro es, teniendo en cuenta que donde en mi ciudad se vive a penas cincuenta y cinco años...

-¿Sólo? -Ahora la sorprendida es ella.

-Sí, solamente eso. A mí lo vuestro me parece un poco excesivo. ¿Cuántos años vivís aquí en Tennō?

-Pues... cerca de mil años.

-Increíble... Mil años... -Este lugar me sorprende con cada frase que ella dice.

-Entonces, ¿tú cuántos años tienes, Eyland?

-Yo tengo diecisiete años.

-Oh, entonces eres joven.

-Si, lo soy. Pero, más o menos tenemos la misma edad, si tienes en cuenta lo que se vive en cada sitio.

-Sí, es posible.



-¡Haruka! -La puerta se abre y aparece un hombre de pelo blanco. -¡Haruka, tienes que venir! ¡Es horrible!

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