miércoles, 18 de junio de 2014

Horizontes Nevados (VI)













Corazón de Hielo





























































I

Enciendo el motor de la pequeña nave. Parece que Axell era de fiar, tiene un rumbo fijado en el localizador. Es una isla algo extraña, está tremendamente alejada de todo lo que había visto hasta ahora. Nunca pensé que Upsala y Tennō estuvieran tan cerca, ¿es que la última vez que vine con ella dio un rodeo?

Alejo esos pensamientos de mi cabeza mientras intento averiguar cómo funciona este chisme. Miro por todos los compartimentos en busca de un manual, sin éxito.

-Ya podría haberme dicho cómo manejar la nave...

Tengo que probar alguna cosa, pulsar algún botón. Maldita sea, ¿cuál es el que sirve para elevar la nave?

-Probemos este.

Estiro la mano y acciono uno de los mandos de color negro que tengo justo delante mía. Nada más pulsarlo, se enciende una luz roja que parpadea e ilumina todo el interior del vehículo.

-Vale, vale. -Agito las manos. -Ese no era.

Pulso de nuevo el botón y todo vuelve a la normalidad. Menos mal, estaba empezando a inquietarme. Tengo que medir bien mi próximo movimiento.



-Este es.

Acciono el mando de la izquierda, bajo el cual pone Inicio y la nave se alza, mucho, demasiado. El vehículo golpea el techo del hangar, haciéndome vibrar en mi asiento. Vaya, debería recordar no volver a hacer eso.

-Bueno, al menos he iniciado el vuelo.

Río en el sitio y cojo los mandos de la nave, esquivando los otros vehículos aéreos del garaje; esto visto desde fuera tiene que parecer realmente cómico. Cuando, tras varios minutos de carambolas y extrañas maniobras consigo por fin llegar a la lanzadera, la avioneta se encaja en unos raíles del suelo y comienza a moverse hacia atrás.

-¿Pero qué?

El sistema mecánico a mis pies nos empuja hasta casi el fondo del hangar, pasando realmente cerca de las máquinas que con dificultad he conseguido esquivar. Sin venir a cuento, el vehículo deja de moverse en seco, echándome un poco hacia adelante.

-¿Y ahora qué?

La enorme compuerta de entrada y salida del hangar se abre mientras resuena una voz por toda mi cabina:

Preparando lanzamiento.

-¿No irá a...?

Y, antes de que pueda acabar, la robótica mujer me interrumpe.

Salida en tres...

Dos...

Uno...

Adiós Upsala. Un placer.

Cero.

Hago un gesto de despedida con la mano, pero no puedo mantenerlo debido a que la nave sale disparada en línea, saliendo del hangar a gran velocidad, nunca había sentido la camiseta tan pegada al cuerpo, madre mía.

-Eh, ¿pero qué?

Una vez se agota el impulso con el que salí, casi a los diez minutos, la nave comienza a caer en picado, y en los monitores aparecen pantallas que dicen:

Alerta ¡Alce el vuelo!


-¿Cómo lo hago? -Miro a un lado y a otro. ¿Qué botón tenía que pulsar? -Ah, sí.

Estiro la mano y acciono el interruptor frente a mí, el de la izquierda. El motor responde, por lo que dejo de caer y comienzo a levantar el vuelo.

-Menos mal...

Suspiro. De menuda me he librado, podría haber sido un aterrizaje fatal. ¿Y ahora qué? ¿Tengo que llevar esto a la isla sin más? Se mueve demasiado. Va a ser un viaje aburrido, en ese caso. ¿Es que esto no tiene música?

Busco el aparato reproductor musical, pero no lo encuentro. ¿De verdad me había convencido de que este trasto viejo iba a tener un equipo de música? Estoy empezando a desvariar.

-Tengo que ir a... -Miro el navegador. -Un poco a la derecha y luego todo recto, hasta llegar a la isla de Agder(1). Aunque primero debería conseguir mantener esta cosa recta, para variar.

Tomo los mandos y giro, tal y como había planeado. Un momento, el botón de antes, el que casi me vuelve loco con las luces, está encendido. ¿Quiere decir que es ahora cuando lo tengo que pulsar?

-Bueno. Por probar tampoco pasa nada.

Y lo hago, acciono el interruptor, apagando la luz roja que parpadeaba hace un momento. Una vez lo suelto, la nave comienza a estabilizarse. ¿Era eso lo que hacía, afianzar el vuelo?

-Parece que la cosa mejora.

Sonrío, pero mis palabras están equivocadas. El vehículo comienza a caer y caer. ¿Qué pasa? Pensaba que este chisme estaba estabilizándose. ¿Por qué desciende ahora? No lo entiendo, maldita sea.

-Tiene que ser por eso...

Vuelvo a accionar el botón con la esperanza de que la nave retome el vuelo, pero no ocurre absolutamente nada. ¿De verdad voy a morir así? La altura era máxima.

-No. Pienso. Morir.

Digo entre suspiros, mientras, con las manos, estiro de la palanca de mandos, intentando estabilizar de nuevo el enorme aparato del que trato de tomar el control. ¿Por qué no sube? Debería hacerlo.

(1) Agder: Es el antiguo nombre de una región histórica, antiguo reino de Noruega, que comprende actualmente la región noruega de Sørlandet, y por tanto los condados (fylke) de Vest-Agder y Aust-Agder. No se ha conseguido una traducción literal.


Todas las alarmas vuelven a sonar. Tengo que hacer algo, tengo que actuar o moriré. Tiro con todas mis fuerzas de barra de mandos, y la nave comienza a elevarse. Pero ya es tarde, y acabo estrellándome contra el suelo.

Me zumban los oídos, me duele todo el cuerpo, pero soy capaz de moverme. Debería estar muerto, ¿por qué no es así? Me levanto del suelo de la cabina y salgo al exterior por la ventana ahora rota, cayendo sobre... ¿la nieve?

-¿Cómo?

Me quito los blancos copos de la ropa con las manos y camino hacia lo que parece la entrada de una ciudad, siento curiosidad por saber dónde estoy. Camino entre los árboles cubiertos de un blanco manto, hacia un puente hecho de piedra que parece que conecta con la urbe.

-¿Hola?

En mitad del puente hay un hombre. No puedo verle la cara, la lleva tapada por una bufanda, pero está parado mirando al ahora helado río que pasa bajo sus pies. ¿Me habrá oído? Voy a probar de nuevo.

-¡Señor!

El individuo se gira hacia mí, pero continúa sin responder. Parece que así no voy a conseguir nada, tendré que ir con él. Me acerco poco a poco y, cuando estoy a tan sólo un par de metros, reacciona:

-Deberías llevar un abrigo, chico. Te pondrás enfermo.

-Sí. Es que acabo de llegar... -Me froto los brazos con las manos para entrar en calor. -Y donde estaba hacía mucho menos frío.

-¿Y cuál es ese lugar?

-Es un poco largo de contar. -Respondo. -¿Usted es de esta ciudad? -Asiente. -¿Podría decirme cómo se llama?

-Su nombre es Neo-Niflheim.

-¡¿Qué?!

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