Sueños
espiral
Daniel
Conesa Bernal
A
mis ayudantes anónimos
llamados
sueños, donde
todo
es posible y nada puede
ser
totalmente destruido.
I
Las
guitarras golpean con fuerza, la batería retumba por todo el estadio
mientras Paul, mi mejor amigo, se mantiene entretenido con los labios
de una chica punk que acaba de conocer.
Un
día más, mejor dicho una noche más, me encuentro en un concierto
en una de las noches más especiales de este lugar al que puedo
llamar mundo, la noche de los Sueños Espiral. Y, una vez más,
estoy solo mientras mis amigos encuentran cosas mejores que hacer que
estar atentos al festival. Bueno, ellos se pierden la música.
I
wanna rock...
Rock!
El
humo de las hogueras de la playa ya llega hasta el concierto y
empieza a confundirse con el humo que desprenden los cigarros de
polen y marihuana. Y eso solo es la base de la espiral de drogas en
la que me encuentro envuelto... Ahora creo que comienzo a entender el
por qué del nombre de la festividad.
Me
alejo de la zona, prefiero que no me relacionen con estas mierdas.
Este mundo gira demasiado rápido y brilla tanto que ciega, hay
demasiada actividad... Bah, yo con la música tengo de sobra. De
pronto, me encuentro sentado en la hierba y con un mastodonte de dos
metros de alto por dos de largo, o al menos desde este ángulo lo
parece, frente a mí; debe haberme golpeado.
-
Eh, chico, ¿estás bien? -La voz llega a mis oídos de forma
celestial, pero no soy capaz de ver su origen. -Vaya golpe te has
dado... Pobrecito.
Poco
a poco abro los ojos, mientras noto las manos del desconocido chico
en mi nuca y mi ahora dolorida espalda. Por fin luz. Poco a poco se
disipa la bruma de delante de mis ojos y empiezo a ser capaz de
distinguir las formas y colores. ¡Oh, qué bello es! Realmente
parece uno de los surfistas del sur de la villa. Tiene un tono de
piel similar al color de la arena y los rizos rubios de su pelo caen
de forma tremendamente sutil sobre sus hombros. Es realmente mágico
de ver. ¿Qué hará aquí?
-
Hey, ya despiertas. Qué alegría. -Puedo vislumbrar con los ojos
entrecerrados cómo sonríe de forma abierta. El brillo de su
dentadura es cegador.
-
Eh... ¿Qué ha pasado? -El chico ríe al notar en mi voz un tono
soñoliento similar al de un niño pequeño. -Chaval, te estás
durmiendo encima mía. -Ríe. -Te has chocado contra un poste.
Míralo, ahí tienes a tu agresor. -El joven señala un viejo poste
de madera oscura en el que se puede leer Loud'n Rock, el
nombre del festival. Enseguida enrojezco.
-
Vaya... Qué vergüenza... ¿Lo has visto todo? -No puedo sentirme
más embarazoso, ¡un poste! Vaya luchador nato estoy hecho...
-
Absolutamente todo, bajaba del escenario cuando pasó y supongo que
sentí lástima.
-
¡Eh! -Me sonrojo aún más. -¡¿Lástima de qué?! ¡Puede pasarle
a cualquiera! -Mi cara tiene cada vez más tonos rojos.
-
Ya, ya... Lo que tú digas.... -El muchacho ríe a carcajadas en este
momento. -¿Y cómo te llamas, amante de los postes?
¿Amante
de los postes? ¿Enserio? Es ridículo, este chico se está riendo de
mí.
-
¿Qué te pasa? ¿Te has quedado mudo? -Continúa riendo, lo cual
empieza a cabrearme.
-
No... -Me duele la cabeza cada vez más. -Me llamo Eyland(1).
-El chico me mira extrañado.
-
¿Eyland? Vaya un nombre...
-
¡Eh! -Empiezo a enfurecer. -¡No te metas con mi nombre! ¡Era el
nombre que me pusieron porque se me daba bien pintar! No es cosa
mía...
-
¿Porque... se te daba bien pintar? Bueno, da igual, sólo bromeaba.
-Ese comentario me alivia, respiro y empiezo a recuperar mi color
natural. -Oye... una pregunta...
-
¿Sí? Dime.
(1)
Eyland: Cliff Eyland es un pintor y escritor canadiense, nacido en
1954. Eyland
está representado por Katzman Kamen Gallery de Toronto.
-
¿Puedo recuperar mis manos? Llevas ya un rato tumbado encima mía...
-
Ah... sí.. perdón... -Me levanto de forma apresurada. Parece que
este chico tiene una habilidad especial para hacerme sentir
vergüenza.
-
No te sientas mal, Eylen. Te has golpeado fuerte.
-
Es Eyland, gracias. ¿Y tu nombre es...?
-
¿Para qué quieres saberlo? Eso es lo de menos. -¿Pero y este de
qué va? Yo le he dicho mi nombre. -Vale, vale. No me mires así. Me
llamo Tyr(1), aunque por aquí todos me llaman Spirit. -De
pronto, una duda surge en mi mente.
-
¿Cómo es que no te he visto antes? Esto no es muy grande... Además,
tu nombre no es muy común, te recordaría.
-
La verdad, yo mismo me lo estaba preguntando.
Esto
es extraño, en este sitio tan pequeño se conoce todo el mundo, al
fin y al cabo este mundo es una simple gran habitación de literas.
He leído que debe haber otros mundos diferentes, es una simple
teoría, yo no lo creo. ¿Otros mundos? Para mí todo lo considerado
mundo es este lugar, este oscuro y lúgubre lugar. Sinceramente... no
creo que sea capaz nunca de creer eso de que existen más lugares
diferentes a este, es una bobada.
-
Eyland... ¿Estás bien? Llevas un rato bastante callado.
-
¿Eh? -El comentario de Tyr detiene mi travesía mental. Sacudo la
cabeza.
-
Tío, estás tremendamente embobado, ¿qué pasa? ¿Hay una chica?
¿Dónde? -Mi nuevo amigo mueve la cabeza de un lado a otro en una
búsqueda inútil.
-
¿Tú... crees en la existencia de otros mundos?
-
¿Otros mundos? -Junta sus manos, parece que va a echar humo de tanto
pensar. - Mmm... sí, yo creo que sí. ¿Por qué no? Es posible que
existan. Al menos, no soy quién para dar una explicación concreta a
esa pregunta. ¿Por qué lo preguntas?
-
Ah, no... por nada. ソQuieres
que hagamos algo? Este sitio ya empieza a aburrirme, y mis amigos
están completamente desaparecidos.
-
¿Algo... como qué?
-
No sé. Podemos empezar por irnos de este sitio. ¿Te hace?
(1) Tyr: Tyr era el dios nórdico
de la sabiduría
y la guerra, papeles que se daban de forma errónea a Thor, dios
nórdico del trueno.
Formaba parte de los Æsir,
grupo
de grandes dioses nórdicos.
-Claro,
¿por qué no?
Volvemos
a movernos de nuevo y emprendemos nuestra marcha hasta la entrada del
festival que, tras mi pelea me es mucho más
familiar. <<Adiós, has sido un digno rival>>, me
despido del poste y salimos del festival en busca de un destino aún
sin determinar.
-Bueno,
¿y ahora qué?
Eso
mismo pienso yo. ¿Y ahora qué? No tengo ni idea de qué vamos a
hacer. Si seguimos andando sin rumbo podríamos perdernos, pero, si
nos paramos, acabaremos por aburrirnos. Ahora hasta volver al
concierto me parece una buena idea. Todavía se puede oír la
música...
Y
si me miras y te vas
tan
lejos que me olvidarás,
pensando
que ya...
será
un recuerdo más.
-Eyland, ¡Eyland!
-Vale, tendría que dejar de distraerme tanto, no me hace bien.
-
¿Sí?
-
¿Te parece bien ir a mi casa? No queda muy lejos, y allí, tengo
buena música.
-
¿Eh? Claro.
-Es
que te he visto seguir el ritmo con los pies sin ni siquiera mirar y
claro, se me ha venido a la cabeza -Ríe.
-
Ah... Ya, claro.
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