viernes, 9 de mayo de 2014

Sueños Espiral (XXVII)






VI
Engla

Camino a través del hangar de Upsala en busca de una nave que sea capaz de llevarme a Yggdrasil. Recuerdo cómo Capomafia y Spirit idearon su invasión y su posterior cambio de nombre y de gobierno. Me acuerdo de cómo lo prepararon todo y esperaron a que apareciera Eyland para pasar a la acción.

-Ese Capomafia... Tiene un toque extraño.

Se pasa el día planeando cosas que luego no lleva a cabo, o al menos no nos cuenta después, que también es una opción. Por ejemplo, todavía no sé a quién ha puesto a cargo de su nueva “adquisición”, como él lo llama.

-Oh, aquí estás.

Por fin encuentro mi pequeña nave. La máquina en cuestión está hecha completamente de acero, salvo por las ventanas de metacrilato. Es de color negro y tiene nuestro símbolo en uno de los lados. Brilla como si acabara de ser encerada, aunque sé de sobra que no es así.

Abro la compuerta y me sitúo dentro. No hay demasiado espacio, pero dos personas podrían estar aquí perfectamente, sin sentirse para nada agobiados.

-Vamos allá.

Me siento en el lado del piloto, abrocho mi cinturón y comienzo con las maniobras de arranque del motor. A los pocos segundos, muchas de las luces de mi panel de control ya se hallan encendidas y las turbinas laterales que impulsan la nave empiezan a girar.

-En marcha.

Mi pequeña nave se eleva un metro del suelo, aunque se mantiene completamente estable. Poco a poco, comienzo a maniobrar, evitando chocar con las otras máquinas voladoras a mi alrededor.

-Un momento, ¿qué es eso?

No es qué, es quién. Shaw aparece por la puerta del hangar y se acerca a su vehículo, repitiendo paso por paso todas las acciones que acabo de llevar a cabo hace unos segundos. ¿Dónde irá?

Realmente eso no me incumbe, yo misma fui la que lo dejó de lado en esta misión por motivos personales. No quería que viera lo que estoy a punto de hacer, no me sentiría bien si él lo viera... En fin, dejemos este sitio.


Acelero y el vehículo sale despegada por la enorme abertura del hangar de vehículos aéreos de Upsala. Mientras dejo la macronave atrás, enciendo el radar para dirigirme a Yggdrasil. Tengo que hacer algo, y, si quiero hacerlo, tengo que hacerlo ya, no tengo mucho más tiempo.

*****


-Por fin llego.

Disminuyo la velocidad progresivamente a medida que me voy acercando al antiguo pueblo flotante ahora convertida en isla. Parece muy diferente ahora, hemos hecho quizá demasiados cambios, antes era tan hermoso...

-Es una pena, a veces somos demasiado radicales.

Bueno, mejor dicho, lo son. Yo ya no me siento como uno de ellos, el fin no justifica los medios, y menos aún cuando los medios a tratar son estos, en los que se destruyen hermosos prados y bosques y se torturan tantas personas... Aunque quiero, no puedo excluirme de eso.

Estabilizo la nave y desciendo hasta que los hierros que mantienen el vehículo en pie cuando está parado tocan tierra. Apago el motor y las turbinas dejan de girar muy lentamente, por fin puedo quitarme los auriculares, -esas cosas hacen un ruido horrible-. Desactivo todos los parámetros de vuelo y me quito el cinturón.

-Por fin libre. -Suspiro aliviada. -Pensaba que estábamos más cerca de este sitio. -Vuelvo a respirar de forma exagerada. -Realmente odio volar sola.

Bajo de la nave y activo el software de invisibilidad para camuflarla y que no la descubran. ¿Por qué tengo que esconderme tanto? Al fin y al cabo, fui yo quien consiguió dominar esto.

Camino a través del bosque hacia el pequeño pueblo ahora bajo nuestro control. Paso a través de árboles caídos y zonas enteras sin vegetación alguna, únicamente cenizas de lo que antaño fueron árboles.

-Esto es... Es horrible.

Cada vez que avanzo un poco me siento más fuera de lugar. ¿Realmente yo pude hacer algo así? No entiendo qué me motivó a destrozar cosas tan hermosas. Bueno, en realidad sí que lo sé, pero ahora eso se ve tan distante... ¿En qué momento me di cuenta de que la causa no era la correcta, de que esta no era forma de operar?

Tras unos minutos llego por fin al pueblo. La mitad de las casas han desaparecido ya, pero eso ya lo sabía cuando me fui de aquí a informar a Capomafia de la situación y seguir persiguiendo a Eyland.



-Es irónico.

Río. En aquel entonces buscaba a Eyland porque lo quería torturar y hacerlo sufrir, lo quería muerto. Ahora... Ahora lo estoy viniendo a recoger para evitar que quienquiera que sea que ha enviado aquí El Clan lo haga.

Camino bajo el amanecer de los soles, digo, el sol -recuerda Engla, ahora este lugar sólo recibe la luz de uno de los soles-, de Yggdrasil hacia la plaza. Por el camino, me cruzo con unos pocos pueblerinos que me miran asombrados y con cierto recelo.

-Gracias. -Sonrío sarcástica. -Yo también os quiero.

Saludo efusivamente con las manos a todo el mundo mientras llego al punto central del poblado. Ahora todo es diferente aquí: lo que antes era una fuente, ahora es una escultura en honor a nuestro Clan; lo que en otros tiempos era un escenario con un atril en su centro ahora es... bueno, no es nada, solo quedan los restos.

Me acerco al ayuntamiento, ahora bajo nuestro control, y entro en busca de alguien conocido. Un guardia hace un intento de frenarme, pero retrocede al verme la cara.

-Lo siento, señora. -Agacha la cabeza.

-¿Quién hay al mando?

-Capomafia me dijo que lo mantuviera en secreto, incluso con los líderes. Así que no puedo decírselo. Lo lamento.

-¿Puedo subir a ver quién es, al menos?

-Bueno. -Sopesa mi proposición. -Supongo que no hay problema en eso.

Me cede el paso y me indica que suba las escaleras hacia el salón presidencial. Le hago caso y me adentro más en el ayuntamiento.

-¿Puedo pasar? -Toco a la puerta con los nudillos.

-Eh... -La persona -el hombre, sé que es un hombre- al otro lado de la estructura de madera se piensa su respuesta. -Sí, claro. Adelante.

-Bien. -Abro la puerta y entro, pero me quedo congelada en el umbral de la puerta, mis ojos se abren también.

-Bienvenida, Engla.

-¿Qué haces tú aquí?

-Bueno, podría explicarte, pero... es largo.

-Inténtalo.



-Capomafia me mandó aquí, a dirigir esto.

-¿Por qué tú?

-Dijo que era el más cualificado. Creo que esperaba que vinieras.

-No deberías estar en este despacho, Shaw. No deberías estar en esta isla.

-Déjame que eso lo juzgue yo, ¿no crees?

-Quizá.


Le respondo lo más fríamente que mi corazón me lo permite. No puede ser, ¿tendré que volver a despedirme de él? ¿Tendré que volver a soportar su oscura y triste mirada mientras me marcho dejándolo aquí? 

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