jueves, 31 de julio de 2014

Horizontes Nevados (XX)






V

-Eyland... Eyland... -Una voz de mujer me llama, pero no consigo ver quién es. -Eyland... ¿No me oyes?

-Sí, claro que te oigo.

-Abre los ojos, Eyland.

-Sí, claro.

Obedezco sin saber realmente por qué a la mujer que me llama al otro lado de mis párpados, pero, una vez los abro, allí no hay nadie. ¿Dónde está? Juraría que me acababa de llamar.

-¿Dónde has ido?

-Estoy aquí. -Responde la mujer, pero “aquí” no hay nadie.

-No te veo.

-¿No?

Y, tan pronto como dice esto, las luces de la nave se apagan. ¿Qué demonios acaba de pasar? Si ha sido cosa suya, no creo que este sea el mejor sistema para que pueda verla, la verdad.

-Eyland. ¿De verdad que no me encuentras?

-No. -Esto es frustrante.

-Pues estoy justo aquí.

Sin previo aviso, alguien me pone su mano en mi mejilla, y las luces vuelven a encenderse. Es Engla quien me hablaba, ¿hemos llegado ya? Está muy pegada a mí, y por las ventanas no se ve más que cielo y nubes.

-Un momento...

Aquí pasa algo raro, ahora que me fijo. Axell lleva sin moverse varios minutos, pero sin tan siquiera pestañear. ¿Y qué demonios hace Tyr suelto campando a sus anchas por la nave? Esto me huele muy mal.

-Oh, así que te has dado cuenta...

-¿De verdad? -Responde el tuerto. -Puede que no sea tan tonto.


Y entonces, tan pronto como acaba de pronunciar esas palabras, Axell se cae del asiento, golpeándose directamente conta el suelo de la nave. Tiene un profundo corte en el cuello y la piel realmente pálida.

-¡Está muerto! -Grito.

-¿Sí? -Sonríe Engla. -Ni me había dado cuenta.

Es entonces cuando lo entiendo todo. Ellos dos nos engañaron, nos utilizaron, ¡siempre estuvieron en el mismo bando! Y aquí y ahora se van a cobrar mi muerte, tal y como tenían planeado. Debí haberlo sabido.

-Sois unos monstruos.

-Y asesinos. -Sonríe y me clava un puñal en el estómago. Vomito sangre al instante.

-Yo te quería... -Digo, como puedo mientras saca el arma y me la vuelve a clavar.

-Oh... ¿De verdad? -Finge una cara de tristeza. -Resulta que al final fui mejor actriz de lo que pensaba.

-Acaba con él, Spirit.

El joven sonríe, saca una pistola de debajo de su asiento y me apunta. Cierro los ojos mientras aprieta el gatillo. Si voy a morir aquí y ahora, no pienso querer verlo, no me merece la pena. Noto el impacto de la bala y caigo al suelo.

Abro los ojos de golpe. Tyr vuelve a estar esposado y Engla lo vigila. Más adelante, en el asiento del piloto, Axell hace pequeñas correcciones durante el vuelo. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Estaba soñando?

-¿Estás bien, Shinjin? Pareces exhausto.

Y tiene muchísima razón. Estoy hiperventilando, me falta el aire y las gotas de sudor caen por mi cuello formando grandes hileras. Y como si eso fuera poco, las lágrimas asoman en mis ojos, pero no se dignan a salir.

-Sí. -Asiento. -Tranquila. -¿Habrá colado o soy tan mal actor como creía?

-Ven aquí. -Da un par de golpecitos al asiento al lado del suyo y me siento en él.

-Dime.

-Sé que lo estás pasando mal.

-“Y peor que será.” -Y Adam se ríe a carcajadas.

La tengo a ella, déjame en paz.

-“Las pesadillas son simples representaciones de nuestros mayores miedos.”


Pero me quiere.

-“Lo dudo bastante.”

-Eyland, ¿me estabas escuchando?

-No, no. Lo siento. -Enrojezco. -¿Qué decías?

Adam tiene razón, ¿por qué iba a confiar en ella? Al fin y al cabo, los peores ratos de mi vida los he pasado por su culpa. La tortura, estar al borde de la muerte, en diferentes ocasiones, asesinar a una gran amiga... Fue todo cosa suya, aunque no siempre directamente.

-Te avisaba de que ya estamos llegando a Agder.

-Oh, ¿ya tan pronto? -Mis ojos se abren exageradamente.

-Bueno... -Se rasca la nuca. -Técnicamente llevamos casi diez horas de viaje.

-¡¿Y me has dejado dormir tanto?! -Nueve horas... Impresionante.

-Es que estabas tan mono durmiendo... -Se sonroja. -Que me daba pena.

-Bueno. -Mi cara se vuelve tan roja o más que la suya. -Da igual. Lo importante es que veré a mi madre.

-“En caso de que siga viva.”

Sé que no ha muerto.

-Yo... Quería hablarte acerca de eso, chico. -Dice Axell desde su asiento, unos metros alejado de nosotros tres.

-¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo malo? -Ay, no. Por favor, que Adam no tenga razón.

-Tampoco es seguro que tu madre esté aquí. Quiero decir, hace ya un tiempo que me fui, pueden haber pasado muchas cosas.

-Sí... -¿Y si se ha ido? ¿Y si ya no está? No quiero ni pensarlo. -Entiendo.

-“Está muerta, asúmelo.”

-Bueno, ya estamos.

Dicho esto, comienzan las maniobras de aterrizaje. Todos nos abrochamos los cinturones, Tyr incluído y se inicia el descenso. Es mucho más ligero de lo que yo pensaba, llevaba un par de viajes sin tocar el suelo de una forma normal.

-Y voilà.



Los motores de la nave dejan de funcionar y las puertas se abren. Al instante, una ráfaga de aire caliente llena toda la instancia, ¿es que así es el clima de esta pequeña isla? Comparado con la nieve, es abrasador.

-Recuerda que estamos aquí por Impeesa.

-Sí, por supuesto.

Asiento y comienzo a bajar por las escaleras del vehículo volador. El paisaje y el ambiente aquí son muy parecidos a Tennō, pero con mucha menos tecnología ni civilización. Apenas se ven casas, y mucho menos edificios oficiales. Y la gente... ¿dónde está la gente?

-Oye Axell, ¿seguro que es aquí? -Pregunto mientras desciende.

-Claro. Está igual que lo dejé. Mi hogar...

-¿Y todo el mundo? -Engla baja a Tyr a empujones.

-Un momento. -Coge aire y... -¡Chicos! Soy Axell.

El grito se escucha por todas partes, retumba casi más que el pitido infernal provocado por Adam. Pero, de pronto, empieza a aparecer gente de todos lados. ¿Estaban escondidos, por qué?

-¡Has vuelto!

Una mujer, más o menos de la edad de mi madre, quizá algo mayor, sale corriendo y lo abraza, entre lágrimas. Y ella no es la única emocionada, porque él tiene los ojos rojos y le tiembla el labio, pero se está conteniendo. ¿Incluso aquí tienes que mantener tu imagen de tipo duro?

-Me alegro mucho de verte, ángel de mi vida.

-Te creía muerto.

-Papá, ¿quién es ella? -Engla interrumpe el bonito reencuentro.

-Pues... -La mujer se separa de Axell y va hacia la joven, que la espera con el ceño fruncido hacia su padre. -¿Tú eres Engla, verdad?

-Así es. -Asiente. -¿Cómo sabes eso? -Se gira hacia su amado, entre lágrimas.

-Él me habló mucho de ti mientras estuvo aquí.

-Te ama, ¿verdad?

-Así lo creo. Yo a él sí, con locura.

-¿Entonces eres mi madrastra?


-Prefiero que me llames Tara.

-Encantada, Tara. -Se abrazan, y Axell se une a ellas dos. Una familia al completo de nuevo...

-Eyland. Eyland, cariño, ¿eres tú? -Una mujer con la cara manchada de polvo negro y con las ropas destrozadas se acerca a mí.

-Mamá... -Y una lágrima besa mis labios.

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