domingo, 9 de marzo de 2014

Sueños Espiral (III)





III

Tyr... Tyr... Por favor, despierta y dime que estás bien. Por favor... Mis ojos empiezan a humedecerse, las lágrimas corren por mi cara de forma realmente poco controlada. ¿Qué me pasa? Yo no soy así, yo nunca lloro. ¿Por qué le he cogido tanto cariño a este chico? Es de locos, ¡a penas lo conozco hace media hora! No sé nada de él y él tampoco sabe nada de mí, ¿por qué razón me preocupo tanto por él?

Me acerco al cuerpo de mi reciente amigo con delicadeza, despacio, todavía me asusta un poco verlo ahí tirado de lado, envuelto en sangre y con un cuchillo clavado su estómago. Es tan... extraño, desprende un aura alegre, llena de viva, aún a pesar de que claramente no lo está. Me fascina. Temblando y como puedo, llego al lugar donde está Tyr echado. Mareado y evitando el vómito en mi garganta, me agacho para verlo todo un poco más de cerca. El cuchillo a penas ha rasgado su camiseta rockera, es un corte bastante limpio. Sus ojos, expresan tanto... Tiene la mirada vacía, como aquel que se ha quedado ciego y no mira a ningún sitio en particular. Su rostro tiene una mueca de dolor y de horror, una mueca de completa desesperación; ver esto es algo terrible. Sus manos están en tensión, apretadas de la misma forma que las garras de un águila cuando agarra a su presa y la levanta por los aires. Está tan pálido... Su piel empieza a tener un tono amarillento, más normal en un ser muerto que en uno vivo. ¿Por qué no puedo reaccionar? ¿Por qué no puedo coger el teléfono y llamar a la policía sin más? Es como si este espectro al que hace unos minutos veía comiendo conmigo en una hamburguesería me hipnotizara, me obligara a seguir inspeccionándolo. Vuelco un poco el cuerpo hasta ponerlo tumbado cara arriba. En este momento veo algo que me horroriza tremendamente, uno de sus ojos parece querer abrirse. ¿Cómo es esto posible? Él, él está muerto, yo he visto como lo mataban.

Este hecho me hace reaccionar, por lo que cojo mi teléfono móvil y marco el número de emergencias. Espero que la ambulancia realmente llegue pronto, esto no puede transmitirme peores sensaciones.

-Venga, por favor, despierta. -Soy capaz de decir entre sollozos.

A lo lejos escucho sirenas, ¿serán por fin las ambulancias y la policía que vienen a rescatar a mi amigo? Realmente así lo espero.

-Venga, venid, rápido... -Repito esta frase, casi como un rezo, esperando que tenga algún efecto y acabe por invocar a los servicios de emergencias.

Falsa alarma, parece que se alejan. Cada vez se escucha menos el sonido de las sirenas, posiblemente vayan al concierto, siempre suele haber alguna intoxicación etílica o cosas por el estilo en este tipo de festivales.

-Agg. -Me retuerzo. -¿Cuándo demonios llegarán aquí? Realmente los estoy esperando. Maldición.




Entre susurros y maldiciones no lo había notado, el cuerpo de Tyr cada vez es más pesado, y mis manos y mis ropas están ahora todas llenas de su sangre.

-Oh, dios, chico, esto es mucho peor de lo que nos contaste por teléfono. Subidlo a la camilla, rápido.

La voz del sanitario llega de completo improviso, ¿no se habían ido? Posiblemente fue mi conciencia loca la que me hizo pensar eso y tener esa sensación. La mente a veces puede jugar este tipo de malas pasadas, ¿no? Contemplo, desde mi ángulo y completamente inmóvil como todo un equipo de paramédicos elevan a mi compañero de esta noche en el aire y lo dejan caer de forma especialmente delicada sobre una camilla que parecía estar ahí preparada desde hace ya un buen rato. ¿Cuánto tiempo he estado ausente del mundo? ¿Cuántas cosas me habré perdido mientras mi mente viajaba sola entre sus propios recovecos?

-Chico, nos llevamos a tu amigo al Hospital General. Puedes subir en la parte de detrás de la ambulancia y hacerle compañía, necesitará de tu apoyo si quiere salir de esta. -El sanitario me guiña un ojo. -¿Podrías darnos algún dato suyo? Para avisar a sus familiares más cercanos y hacerle la ficha médica.

-Pues la verdad... -Acabo de darme cuenta, no puedo decirles nada, ¡no sé nada de él! -La verdad es que no puedo darles ningún dato, he conocido esta misma noche a este chico, durante el Loud'n Rock, hará poco menos de una hora. Sólo sé que se llama Tyr y que vive por aquí cerca. Siento no ser de más ayuda.

-No pasa nada chico.

El médico tiene gesto pensativo. Deduzco que busca alguna forma de poder identificar a mi amigo. Durante los instantes en los que el doctor piensa, puedo ver toda una serie de acontecimientos hasta ahora desconocidos. Comienzan por extraer, de forma tremendamente lenta, el cuchillo de la parte anterior de Tyr. Casi al mismo tiempo, colocan unas gasas encima de la herida y presionan, supongo que para tapar el flujo sanguíneo. Es increíble, puedo ver desde aquí como caen las gotas de sudor por la frente y el cuello de uno de los paramédicos que, según su camiseta, se llama Mike. A continuación le meten un tubo con lo que supongo que es oxígeno por la boca. El tubo es enorme, le tiene que llegar hasta bastante profundo en la garganta.

-Chico, creo que ya sé qué vamos a hacer. Supongo que tu amigo llevará la cartera encima, ¿no?

¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡La cartera! Hay que ser idiota para no darse cuenta. Me acerco al paramédico intentando no interrumpir su tan importante labor actual:

-Perdone, ¿podría coger la cartera del chico que está aquí tumbado? Es de vital importancia. -Saco mi mejor sonrisa de chico bueno.

-Lo siento, pero eso ahora no es posible. Estamos muy ocupados intentando salvarle la vida al chaval. La cartera puedes esperar, ¿no crees?



Noto un gran desprecio en sus palabras. ¿Qué se habrá creído? Vale que la prioridad es salvarlo, pero tampoco es como para menospreciarme de esa forma. Estoy preocupado por mi amigo, maldita sea.

La ambulancia se para, creo que por fin hemos llegado, pues se empiezan a mover aquí detrás. Las puertas de la ambulancia se abren y cogen la camilla por los lados.

-Chico, apártate.

Otra vez malas formas. Ya no es solo desprecio, es casi odio. Su mirada se mete dentro de mi ser y me destruye desde dentro como lo hizo Ulises y su caballo en el mito de Troya. Ese hombre tiene algo contra mí y no sé lo que es. ¿Qué narices he hecho yo para que se porte así conmigo?

Me aparto cabreado y preocupado a la vez. <<Mi cara tiene que ser un poema en este momento>>, pienso. Los sanitarios bajan la camilla de la ambulancia y, acto seguido, bajamos el doctor y yo. Entramos por la puerta de Urgencias a toda prisa, mientras los camilleros gritan los datos del accidente esperando una respuesta como <<Quirófano listo>> por parte de los médicos de dentro del Hospital. Por fin llegamos a las puertas correderas, nunca un tramo de veinte metros se me había hecho tan largo.

-Quirófano tres preparado, el anestesista y el cirujano están allí ya, esperando. -El celador informa a los paramédicos en cuanto las puertas se abren.

-Vale, ¡quirófano tres! -El camillero que va delante grita e informa a los de atrás. -Varón de unos diecisiete años de edad. Puñalada en el estómago. -El paramédico de delante devuelve información al celador y este corre a avisar al cirujano de la situación.

Seguimos avanzando, torcemos a la izquierda y luego seguimos el largo pasillo hasta las puertas del quirófano, ¿por qué se me hace tan largo este tramo? A penas son cinco metros. Por fin llegamos a las puertas, donde hay un hombre robusto vestido de azul aguantándolas abiertas. Los camilleros entran con Tyr y el médico les sigue. De pronto, algo me frena a mí en seco:

-Lo siento, no puedes entrar ahí. -El hombre está deteniendo todas mis ganas de ver a mi amigo con una sola mano. -Tienes que quedarte fuera, en la sala de espera.

-No... ¿no puedo ver a mi amigo?

Una lágrima cae sobre mi rostro al mismo tiempo en el que veo encenderse un letrero luminoso encima de la puerta que dice <<Operación en curso>>. Triste y cabizbajo me dirijo con pasos pesados y lentos hacia la vacía y fría sala de espera. Me siento en una de las azules e incómodas sillas y me dispongo a esperar. Me miro las manos y me doy cuenta de que todavía voy manchado de sangre de Tyr, por lo que decido ir al baño.

El baño tampoco es muy diferente de la sala de espera: Baldosas blancas, suelo de mármol y paredes de un color amarillento, tan apagado como mis ganas de seguir viviendo este día. Me acerco al lavabo y me empiezo a lavar las manos con la fría agua y el escaso jabón líquido que proporciona este hospital. Una vez hecho esto, repito el proceso de llenar mi manos de agua, esta vez para dirigirla a mi rostro.


Me miro al espejo y veo a cualquier chico menos a mí. Estoy pálido completamente, con la ropa rasgada, sucia y llena de sangre, con ojeras, sin afeitar, el pelo revuelto y los ojos sin expresión alguna. Realmente no soy capaz de reconocer a la persona que está al otro lado del espejo. Me echo agua en la cara un par de veces más con la esperanza de que me despierte de lo que parece ser una pesadilla vivida en la vida real. Salgo del baño con menos esperanzas de las que tenía cuando entré y me siento en una silla cualquiera.

-¿Es usted Eyland Rise? -Un hombre uniformado de negro se me acerca.

-Sí, soy yo. -Lo miro, con cierta expresión extraña. O eso creo, no sé si mi cara es capaz de mostrar emociones en este momento.

-Queda usted detenido. -El hombre saca unas esposas y me ata las muñecas. No me da tiempo alguno a oponer resistencia.

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