IX
Eyland
-Todo
preparado, señora. -Engla se gira hacia mí y sonríe.
-Bueno,
chico. -Hace una pausa para recomponerse tras los últimos
acontecimientos. -Me temo que ha llegado tu hora.
-Que
así sea.
Me
levanto del suelo y agarro el pomo de la puerta. Miro hacia abajo,
clavando mis ojos en los de Engla. Ella es realmente bella, ¿será
verdad que la última cara que vea antes de morir sea la suya? No
sería un mal recuerdo, al fin y al cabo.
-¿Por
qué sonríes? -Pregunta mientras se levanta.
-No
es nada. -Torno mi expresión más seria.
-¿Sabes?
Hay una posibilidad...
-¿De
qué?
-De
salvarte y, bueno, de poder estar juntos.
-¿Qué
te hace pensar que quiero eso?
-¿No
quieres vivir? -Pregunta mirándome fijamente.
-Sabes
que no me refería a eso. La respuesta a tu pregunta la tienes más
que clara.
-También
es verdad... Pues, digamos que me lo han dicho tus labios hace unos
momentos, ¿o me lo vas a negar?
-Habla.
-Señora.
-Kisho vocifera desde la entrada del ayuntamiento. -¿Qué hace que
no lo trae ya?
-¡Kisho!
-Abre la ventana para responder mejor. -Estoy atándolo, por si
escapa.
-Bien
hecho, señora. -Hace un gesto como de quitarse el sombrero ante
ella. Qué galán es este hombre...
-Bien.
Este es el plan. -Me dice Engla mientras saca unas esposas de
plástico de uno los cajones del despacho.
-¿Vas
a atarme?
-Les
he dicho que lo haría. -Me rodea las muñecas con el artilugio y las
aprieta, pero no mucho. Puedo mover las manos.
-Creo
que sé por dónde vas. -Sonrío a mi nueva e inesperada aliada.
-Tu
ejecución la va a llevar a cabo Shaw. Será con una pistola, para
evitar el error que tuvo Spirit. Esta. -De su espalda saca un pequeño
revólver. -Yo seré quien le entregue el arma, y se la daré
descargada. Entonces es cuando entras tú.
-¿Qué
tengo que hacer?
-Pensé
que era obvio. -Hace un pequeño gesto de frustración. -Tú tendrás
las manos sueltas. Shaw te disparará, pero no te golpeará, porque
no tendrá balas. Cuando se dé cuenta, tendrás un par de segundos
para liberarte de las esposas y golpearle lo más fuerte que puedas.
Si consigues noquearlo, mejor.
-¿Y
qué harás tú?
-Encargarme
de Kisho. A diferencia de la última vez, esta ejecución, o mejor
dicho, intento de ejecución tendrá lugar a puerta cerrada, para
evitar intromisiones.
-Pero
las intromisiones serán desde dentro. -La miro directamente a los
ojos. -Eres realmente astuta.
-Claro,
¿cómo te crees que llegué a mi puesto con mi tan reducida edad?
-Sí.
-Me encojo de hombros. -Es lógico.
-Y
ahora vámonos. -Me pone la mano en la espalda y me empuja. -Nos
esperan. Y recuerda, nos odiamos.
Bajo
las escaleras a base de los empujones de Engla, casi caigo por las
escaleras en un par de ocasiones. La miro con odio, realmente sigo
sin fiarme del todo de ella, ¿por qué querría sacrificar todo por
mí? Es de locos.
-Aquí
lo tenemos. -Responde Kisho sonriente. Saca un pañuelo y me venda
los ojos. -Y ahora, llevémoslo a nuestras habitaciones de invitados.
Oigo
cómo se ríe abiertamente mientras que mi mirada empieza a nublarse,
efecto del fular. Que sea lo que Dios quiera.
*****
Me
obligan a sentarme en un suelo completamente frío y húmedo, como si
estuviera siento mojado constantemente, y me quitan la venda de los
ojos.
-Qué
bonito lugar para una muerte. -Sonrío sarcástico. -Me encanta.
-Tú
calla ahora.
Kisho,
quien me ha traído aquí a base de empujones, me golpea con la
culata de su arma de fuego y me hace caer de bruces contra el suelo.
Presiono mi mano contra la zona golpeada y noto cómo mi corazón
palpita donde próximamente aparezca un gran hematoma.
-Ya
veremos quién ríe último, ya...
Me
regodeo para mis adentros mientras veo la cara de incertidumbre de
Kisho. Pronto, su gesto cambia radicalmente, y se torna mucho más
agresivo:
-¿Vas
a pegarme estando esposado? -Frena su puño al instante.
-Tienes
razón, puede que seas más fuerte y joven que yo, pero darle una
paliza a una persona atada es deshonesto hasta para ti.
-¿Decías
algo? -La puerta se abre y, tras ella, aparecen Shaw y Engla.
-No,
no, señor. -Agita las manos de forma nerviosa. -Lo lamento.
-Tienes
suerte de tener testigos aquí. De no ser así, estaría golpeando tu
cara contra esa pared. -Señala el muro en cuestión. -Hasta que tus
ojos se vieran cegados por tu propia sangre.
-No...
-Tiembla. -No hará falta eso, señor.
Río
de forma abierta y mis tres compañeros de ejecución me miran
extrañados. ¿Qué pasa? Este hombre acaba de amenazarme y ahora
está siendo vapuleado verbalmente por un hombre cuya paliza me dejó
grandes marcas en la espalda. Es normal que me ría, es irónico,
¿no?
-¿Te
hace gracia, Rise? -Me corta Shaw. -¿Quieres volver a vivir aquello?
-Si
no fuera por las esposas... -Me levanto. -De nos ser por ellas te
golpearía hasta tener los puños en sangre viva.
-¿Tú?
-Se ríe. -No me vengas de macho cuando te he visto llorar como un
niño. -Al igual que Kisho hace unos segundos, me devuelve al suelo
con un golpe en la mejilla derecha.
-Maldito...
-Shaw.
-Engla habla de nuevo. Llevaba un largo rato sin hacerlo. -Siento
interrumpir vuestro momento amoroso, pero tenemos una misión que
llevar a cabo.
¿Misión?
¿De qué habla? ¿Será que todo lo que me dijo era mentira y
querían matarme por orden del Clan?
-Cierto.
¿Apretaste las esposas?
-¿Lo
dudas? -Engla niega con la cabeza. -Me decepcionas, Martin.
-Lo
siento, no quise decir eso. -Me levanta y me sitúa a pocos
centímetros de sí mismo, sentado de rodillas. -Procedamos.
-Vamos.
-Le responde Engla mientras se sitúa detrás suya, al lado de Kisho.
-Tú. -Le dice de forma violenta. -La pistola.
-Aquí
tienes. -Le tiende el arma y ella le introduce el cargador.
-Espero
que esté descargada. -Le digo con los ojos.
-Lo
está. -Asiente y responde de la misma forma silenciosa.
-Espero
la pistola, Engla. ¿Qué te pasa hoy? -Interrumpe nuestra
conversación no verbal.
-Perdona.
-Agita la cabeza y le tiende la pistola. -Aquí tienes.
-Bueno,
¿unas últimas palabras?
-Oh,
qué detalle. -Respondo. -Espero que no manches mucho, le tengo
aprecio a esta camiseta. -Bromeo. ¿Qué hacer? La muerte con humor
es mejor.
-Se
hará lo que se pueda.
Responde
y apunta la pistola contra mi cabeza. Aprovecho la excusa de que
estoy temblando por la adrenalina y el miedo a la vez para aflojarme
aún más las manos. Ya las tengo completamente sueltas, podría
golpearle ya.
Shaw
coge la pistola con ambas manos, supongo que para evitar el
retroceso, y me mira fijamente. Pone sus dos dedos índice en el
gatillo y yo mismo junto mis dedos en forma de oración o algo por el
estilo para que Engla haya realmente hecho lo que me dijo. Aprieta el
gatillo y... nada, gracias.
-Esta
es la mía.
Digo
en voz tan baja que únicamente yo lo oigo. Me levanto, y en el
proceso dejo caer las esposas al suelo. Shaw intenta reaccionar, pero
es tarde, ya que acaba en el suelo por un codazo mío. Kisho intenta
pararme, pero pronto sus ojos se cierran y cae al suelo, Engla ha
clavado una aguja en su cuello, no sé con qué.
-Eso
no es nada para mí.
Shaw
se levanta hecho una furia y se despreocupa completamente de su
compañero, ¿realmente tiene sentimientos? Sí, sí los tiene, él
ama a Engla, yo lo vi en el despacho. Es una pena por él, nunca la
tendrá.
-Tu
rival soy yo, ¿recuerdas?
Antes
de acabar la frase ya me ha devuelto el puñetazo. Mi cabeza golpea
directamente contra el suelo, y sangre sale escupida de mi boca. Es
una sensación horrible. Intento levantarme, pero me devuelve a mi
lugar de una patada en el pecho.
-¡No
le hagas daño!
Engla
le suplica por mí, pero éste la manda contra la pared de un empujón
sin ni siquiera pararse a mirarla. La veo caer al suelo mientras
recoge la pistola que dejó caer cuando le golpeé hace un momento.
Coge un cargador del bolsillo de Kisho, sin pararse a comprobar el
estado de su súbdito o lo que sea.
-Ahora
vas tú.
Apunta
el arma hacia mí, pero, antes de que sea capaz de disparar, lo
agarro de las muñecas y forcejeo con él.
-¡Suéltala!
-Me dice.
-Hazlo
tú.
Le
respondo sonriendo. Y de pronto, un ruido sordo y sangre en mis manos
y mi camiseta. Tanto él como yo abrimos los ojos de forma exagerada,
¿qué acaba de pasar?
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