IV
-Tú...
Tú eres...
No,
no puede ser. Es imposible. ¿Incluso aquí? ¿Cómo aquí? ¿Por qué
razón aquí? No lo entiendo. No, no puede ser posible.
-Ese
sello... Tú...
-Shinjin,
¿estás bien?
Haruka
me abraza y llora sobre mi hombro, ella realmente me quiere. Pero yo
únicamente soy capaz de mirar a la chica que está frente a mí.
Una
muchacha joven que acaba de salvarme, con pelo negro largo, pero de
piel más clara que la gente de esta aldea. Ella es también algo más
alta, y sus ojos azul claro me parecen de lo más hermoso del mundo,
del antiguo y del de ahora.
Pero
no es a ella a quien miro exactamente, mis ojos van dirigidos a su
cuello, a la marca de su cuello.
El
tatuaje me es demasiado familiar: un tiburón tribal negro igual al
que tenía Tyr en su espalda y Joseph en todas sus ropas. Demasiada
casualidad.
No
puedo decir nada ahora, me delataría, pero puedo ir sacando
información poco a poco.
-Haruka,
estoy bien. No llores. -Seco sus lágrimas.
-Vale.
-Sonríe, pero sus brazos siguen envolviéndome.
-Y
tú... Me gustaría saber quién eres. -Dirijo mis ojos a la chica en
cuyas piernas me hallo sentado tras el golpe. Es cómo aquí.
-¿Yo?
-Me mira extrañada.
-Sí,
claro, tú.
-Ah.
-Me sonríe tonta. -Me llamo Engla(1).
-Engla...
Es un nombre poco común. -Haruka interviene.
-Oh,
¿lo es? Es Niflheim es más bien normal. -Le respondo.
(1)
Engla: Nombre de origen escandinavo, se traduce como Ángel.
-¿Niflheim?
¿Eso qué es? -Pregunta Engla. Parece un niño pequeño preguntando
a su padre sobre cómo funciona el mundo.
-Es
el lugar donde yo crecí. Yo... Bueno, no soy de aquí. Llegué hace
poco por pura casualidad. -La expresión de la chica cambia de
curiosidad a asombro.
-¿Aquí?
¿Cómo? Esto está volando sobre la nada.
-Ya...
Bueno, es complicado de explicar.
-Haruka,
hija, tenemos que volver a casa. Es tarde. -Su anciano padre aparece
como de la nada, ha tardado mucho en llegar.
-Sí,
padre. -Se separa de mí y se levanta. -¿Vienes, Shinjin?
-Shinjin...
-Engla susurra mientras piensa.
-Si,
ahora enseguida voy, cuando me recomponga. Esperad en casa.
-Está
bien. -Se agacha y me da un beso en la mejilla.
-No
tardes demasiado, hijo. -El anciano se gira hacia mí y luego apunta
hacia arriba. -Está por amanecer.
-Claro,
en nada llego.
Cogidos
por el brazo, como si de una boda se tratase, padre e hija caminan a
lo largo de la extensa calle hacia su casa de madera.
En
cuanto están a una distancia adecuada, mi puño vuela y agarra
ferozmente el cuello de la camisa de joven de debajo de mí. Ahora
está mirándome asustada, casi sorprendida, tumbada bajo mi torso.
-¿Qué...
Qué haces? -Su voz es temblorosa.
-No
me trago nada. Tú no eres de aquí. -La miro con los ojos inyectados
de rabia.
-No
sé de qué me hablas.
-¿Qué
eres? -Me pego más a ella. -Dímelo. No estoy para bromas.
-Te
prometo que no sé de qué me estás hablando. -Su expresión es de
cada vez más terror.
-Tú
eres del clan, ¿no es así?
-¿Clan?
¿Qué clan?
-El
Clan. Este. -Señalo el tatuaje de su cuello.
-Eso.
Es solo... -Su voz suena entrecortada.
-¿Es
solo qué? -Aumento la fuerza de mi agarre.
-Conocí
a un chico, ¿vale? -Lágrimas comienzan a caer por su rostro y
alcanzan mis manos. -Me enamoré. Él amaba a los tiburones, incluso
más que a mi. Me lo tatué por él, para ver si así ganaba su amor.
Fue inútil.
-¿Y
por qué tengo que creer esa historia?
-Es
lo que pasó, lo juro. -El sudor corre por su frente.
-¿Dónde
está él ahora?
-Él...
Bueno, él...
-¿Él
qué? ¡Contesta! -Parezco un loco, un osezno rabioso.
-El
murió. -Mira hacia abajo, y noto sus lágrimas correr en mis manos,
así que suavizo un poco el agarre. -Cayó por el borde de la aldea,
pero, a diferencia de ti, no había nadie en ese momento para
agarrarlo y salvarlo.
-¿Ya..
y por qué iba a creerte? ¿Cómo sé que no te lanzarás sobre mí
en cuanto me descuide y no me matarás, eh?
-Por
esto. -Se inclina y me besa. Este beso es con diferencia mucho mejor
que el de Haruka. No sé, es como mucho más sentido.
-No
tengo ni idea de a qué viene esto, pero...
Le
devuelvo el beso, salvaje. Y otro beso, y otro, y luego otro más.
Esto está mal, o ni siquiera confío en ella, pero no puedo dejar de
probar el sabor de sus labios una y otra vez. Esta chica realmente es
capaz de seducirme, parezco metal y ella el imán con la capacidad de
atraerme.
-No.
Lo siento. -Separo boca de la suya.-Esto no está bien. Yo... Yo...
Yo debería odiarte.
-Sí,
lo sé.
-¿Y
entonces, por qué el beso?
-Yo...
Simplemente quería hacerlo. Yo te amo.
-¿Cómo
vas a amarme? ¡Ni siquiera sabes quién soy!
-Eso
no es cierto. Yo... Yo sí lo sé.
-¿Cómo?
Apenas hace unos días que estoy aquí.
-Ya.
Fuiste tú quien apagó el fuego. Ahora eres el héroe local.
-Bueno,
supongo. -Mi tono de voz vuelve al de enfadado y mi agarre vuelve a
ser casi asfixiante. -Pero eso no explica nada.
-Está
bien, te lo aclararé.
-Sí,
deberías. -Mis ojos la fulminan de nuevo.
-Pues...
Te explico, pero con una condición.
-Habla.
-Mi voz es fría como el hielo.
-Yo
te cuento esto y tú me explicas qué haces aquí.
-No
me parece un trato justo.
-¿Y
si añadimos un par de besos al asunto? -Se mordisquea la punta del
dedo y me mira sensual.
-No...
Sigue sin parecerme justo.
-¿Estás
seguro? -Continúa en la misma postura, pero se acerca más y más a
mí.
-S...
Sí. -Me besa de nuevo.
-¿En
serio? -Susurra en mi oído. Esto es realmente complicado de
soportar.
-Está
bien. Acepto el trato. -La separo de mí. -Pero deja de hacer esto.
-Vale.
-Sonríe. -Pues a ver... Soñé contigo. Llevo varios días
haciéndolo, y, la verdad no sé por qué.
-¿Soñando
conmigo? Eso no es muy normal.
-No
lo sé. Solo sé que aparecías en mis sueños, y cuando te vi aquí
en Tennō...
Supongo que decidí seguirte, y hasta ahora.
-O
sea, ¿me estabas acosando?
-Sí,
supongo que es algo así. -Mira al suelo. -Lo siento.
-No...
No pasa nada, creo.
-Bueno,
pues ahora te toca contar a ti. Es el trato.
-Ya.
Vale. Cuento. -Me aclaro la garganta.
-Te
escucho. -Sonríe. Ella realmente me atrae.
-Pues
mi historia es simple. Conocí a un chico, me hizo pasar cosas
horribles casi sin quererlo y, cuando lo perdoné... -Aprieto mi puño
con fuerza. La rabia empieza a correr por mis venas. -Intentó
matarme. Y entonces... Apareció una espiral en una pared, salté
dentro y caí aquí.
-Una
espiral.... Es similar al sueño que yo tuve contigo.
-¿De
verdad?
-Sí.
Pero, en mi sueño, la espiral no te traía aquí, te mandaba a otro
sitio.
-Hola,
Eyland.
Alguien
nos interrumpe. La voz, esa voz tan conocida para mí ahora tan
siniestra, aparece detrás de mi nuca.
-Volvemos
a encontrarnos.
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