lunes, 7 de abril de 2014

Sueños Espiral (XIV)





IV

-Tú... Tú eres...

No, no puede ser. Es imposible. ¿Incluso aquí? ¿Cómo aquí? ¿Por qué razón aquí? No lo entiendo. No, no puede ser posible.

-Ese sello... Tú...

-Shinjin, ¿estás bien?

Haruka me abraza y llora sobre mi hombro, ella realmente me quiere. Pero yo únicamente soy capaz de mirar a la chica que está frente a mí.

Una muchacha joven que acaba de salvarme, con pelo negro largo, pero de piel más clara que la gente de esta aldea. Ella es también algo más alta, y sus ojos azul claro me parecen de lo más hermoso del mundo, del antiguo y del de ahora.

Pero no es a ella a quien miro exactamente, mis ojos van dirigidos a su cuello, a la marca de su cuello.

El tatuaje me es demasiado familiar: un tiburón tribal negro igual al que tenía Tyr en su espalda y Joseph en todas sus ropas. Demasiada casualidad.

No puedo decir nada ahora, me delataría, pero puedo ir sacando información poco a poco.

-Haruka, estoy bien. No llores. -Seco sus lágrimas.

-Vale. -Sonríe, pero sus brazos siguen envolviéndome.

-Y tú... Me gustaría saber quién eres. -Dirijo mis ojos a la chica en cuyas piernas me hallo sentado tras el golpe. Es cómo aquí.

-¿Yo? -Me mira extrañada.

-Sí, claro, tú.

-Ah. -Me sonríe tonta. -Me llamo Engla(1).

-Engla... Es un nombre poco común. -Haruka interviene.

-Oh, ¿lo es? Es Niflheim es más bien normal. -Le respondo.


(1) Engla: Nombre de origen escandinavo, se traduce como Ángel.



-¿Niflheim? ¿Eso qué es? -Pregunta Engla. Parece un niño pequeño preguntando a su padre sobre cómo funciona el mundo.

-Es el lugar donde yo crecí. Yo... Bueno, no soy de aquí. Llegué hace poco por pura casualidad. -La expresión de la chica cambia de curiosidad a asombro.

-¿Aquí? ¿Cómo? Esto está volando sobre la nada.

-Ya... Bueno, es complicado de explicar.

-Haruka, hija, tenemos que volver a casa. Es tarde. -Su anciano padre aparece como de la nada, ha tardado mucho en llegar.

-Sí, padre. -Se separa de mí y se levanta. -¿Vienes, Shinjin?

-Shinjin... -Engla susurra mientras piensa.

-Si, ahora enseguida voy, cuando me recomponga. Esperad en casa.

-Está bien. -Se agacha y me da un beso en la mejilla.

-No tardes demasiado, hijo. -El anciano se gira hacia mí y luego apunta hacia arriba. -Está por amanecer.

-Claro, en nada llego.

Cogidos por el brazo, como si de una boda se tratase, padre e hija caminan a lo largo de la extensa calle hacia su casa de madera.

En cuanto están a una distancia adecuada, mi puño vuela y agarra ferozmente el cuello de la camisa de joven de debajo de mí. Ahora está mirándome asustada, casi sorprendida, tumbada bajo mi torso.

-¿Qué... Qué haces? -Su voz es temblorosa.

-No me trago nada. Tú no eres de aquí. -La miro con los ojos inyectados de rabia.

-No sé de qué me hablas.

-¿Qué eres? -Me pego más a ella. -Dímelo. No estoy para bromas.

-Te prometo que no sé de qué me estás hablando. -Su expresión es de cada vez más terror.

-Tú eres del clan, ¿no es así?

-¿Clan? ¿Qué clan?

-El Clan. Este. -Señalo el tatuaje de su cuello.



-Eso. Es solo... -Su voz suena entrecortada.

-¿Es solo qué? -Aumento la fuerza de mi agarre.

-Conocí a un chico, ¿vale? -Lágrimas comienzan a caer por su rostro y alcanzan mis manos. -Me enamoré. Él amaba a los tiburones, incluso más que a mi. Me lo tatué por él, para ver si así ganaba su amor. Fue inútil.

-¿Y por qué tengo que creer esa historia?

-Es lo que pasó, lo juro. -El sudor corre por su frente.

-¿Dónde está él ahora?

-Él... Bueno, él...

-¿Él qué? ¡Contesta! -Parezco un loco, un osezno rabioso.

-El murió. -Mira hacia abajo, y noto sus lágrimas correr en mis manos, así que suavizo un poco el agarre. -Cayó por el borde de la aldea, pero, a diferencia de ti, no había nadie en ese momento para agarrarlo y salvarlo.

-¿Ya.. y por qué iba a creerte? ¿Cómo sé que no te lanzarás sobre mí en cuanto me descuide y no me matarás, eh?

-Por esto. -Se inclina y me besa. Este beso es con diferencia mucho mejor que el de Haruka. No sé, es como mucho más sentido.

-No tengo ni idea de a qué viene esto, pero...

Le devuelvo el beso, salvaje. Y otro beso, y otro, y luego otro más. Esto está mal, o ni siquiera confío en ella, pero no puedo dejar de probar el sabor de sus labios una y otra vez. Esta chica realmente es capaz de seducirme, parezco metal y ella el imán con la capacidad de atraerme.

-No. Lo siento. -Separo boca de la suya.-Esto no está bien. Yo... Yo... Yo debería odiarte.

-Sí, lo sé.

-¿Y entonces, por qué el beso?

-Yo... Simplemente quería hacerlo. Yo te amo.

-¿Cómo vas a amarme? ¡Ni siquiera sabes quién soy!

-Eso no es cierto. Yo... Yo sí lo sé.

-¿Cómo? Apenas hace unos días que estoy aquí.




-Ya. Fuiste tú quien apagó el fuego. Ahora eres el héroe local.

-Bueno, supongo. -Mi tono de voz vuelve al de enfadado y mi agarre vuelve a ser casi asfixiante. -Pero eso no explica nada.

-Está bien, te lo aclararé.

-Sí, deberías. -Mis ojos la fulminan de nuevo.

-Pues... Te explico, pero con una condición.

-Habla. -Mi voz es fría como el hielo.

-Yo te cuento esto y tú me explicas qué haces aquí.

-No me parece un trato justo.

-¿Y si añadimos un par de besos al asunto? -Se mordisquea la punta del dedo y me mira sensual.

-No... Sigue sin parecerme justo.

-¿Estás seguro? -Continúa en la misma postura, pero se acerca más y más a mí.

-S... Sí. -Me besa de nuevo.

-¿En serio? -Susurra en mi oído. Esto es realmente complicado de soportar.

-Está bien. Acepto el trato. -La separo de mí. -Pero deja de hacer esto.

-Vale. -Sonríe. -Pues a ver... Soñé contigo. Llevo varios días haciéndolo, y, la verdad no sé por qué.

-¿Soñando conmigo? Eso no es muy normal.

-No lo sé. Solo sé que aparecías en mis sueños, y cuando te vi aquí en Tennō... Supongo que decidí seguirte, y hasta ahora.

-O sea, ¿me estabas acosando?

-Sí, supongo que es algo así. -Mira al suelo. -Lo siento.

-No... No pasa nada, creo.

-Bueno, pues ahora te toca contar a ti. Es el trato.

-Ya. Vale. Cuento. -Me aclaro la garganta.

-Te escucho. -Sonríe. Ella realmente me atrae.



-Pues mi historia es simple. Conocí a un chico, me hizo pasar cosas horribles casi sin quererlo y, cuando lo perdoné... -Aprieto mi puño con fuerza. La rabia empieza a correr por mis venas. -Intentó matarme. Y entonces... Apareció una espiral en una pared, salté dentro y caí aquí.

-Una espiral.... Es similar al sueño que yo tuve contigo.

-¿De verdad?

-Sí. Pero, en mi sueño, la espiral no te traía aquí, te mandaba a otro sitio.

-Hola, Eyland.

Alguien nos interrumpe. La voz, esa voz tan conocida para mí ahora tan siniestra, aparece detrás de mi nuca.

-Volvemos a encontrarnos.

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