viernes, 4 de julio de 2014

Horizontes Nevados (XI)






VI

-¡¿Cómo?! -La respuesta me pilla por sorpresa. Esto es lo que menos esperaba oír, ¿por qué ella?

-Mi hermana, o la que fue mi hermana, mandó orden de que le trajeran la cabeza de nuestro padre, o al menos eso me contó él.

-Pero no comprendo...

Mi voz es apenas un simple susurro. Esto es impensable, ¿qué motivaría a Engla a intentar matar a Axell? Quiero decir, ella, cuando lo creía muerto, únicamente quería que estuviera vivo, y cuando fue así y estuvo con él... No puede ser, hay algo que obviamente se me está escapando.

-¿Decías algo, Eyland?

Y ahí está Lysandra, con esa sonrisa suya que le abarca casi media cara. Nadie diría que hace unos momentos estaba llorando, irradia muchísima felicidad. Sus ojos brillan por el efecto de los focos sobre nuestras cabezas, ¿cómo puede estar tan radiante en tan poco tiempo?

-No mucho. -Niego con la cabeza. -Decía que no entiendo por qué hizo Engla algo así. Quiero decir, no me lo explico.

-Tú... -Me mira fijamente. -¿La amas?

Hey, ¿y esta pregunta tan repentina? ¿Por qué cambiar de tema en este momento? Son muy extraños todos en esta familia. ¿Sería la madre de Lysandra y Engla tan impredecible también?

-¿Cómo era tu madre? Quiero decir, físicamente. -Mi pregunta la descoloca, su mirada se clava fija en algún lugar que parece inexistente, como si estuviera vislumbrando un pozo vacío.

-Pues... Ella... -Vaya, parece que no tiene un buen recuerdo. Apenas puede articular palabra. -Ah. Ya sé. -Y sonríe de nuevo.

-¿Qué sabes? -La miro con el ceño fruncido.

-Yo he preguntado primero.

-Así es. -Asiento. -¿Y qué?

-Pues que respondas y luego responderé yo. -Me mira, con una sonrisa y un gesto triunfales.


-Está bien. -Suspiro de forma forzada. -Lo veo justo.

-Pues bien. -Se incorpora, sentándose con las piernas cruzadas y sin separar sus ojos de mí. -Cuéntame.

-Yo... Yo... -¿Realmente amo a Engla? ¿Es posible que después de todo la ame? En mi cabeza siempre había sido al revés. -Pues... Yo...

-Venga chico. -Me golpea con el dedo en la frente.

-Eh. -Enrojezco. ¿Por qué ha hecho eso?

-Perdona. -Se disculpa, pero puedo ver en sus ojos cómo disfruta con la situación. -Pero es que, si no te pegaba, no ibas a reaccionar.

-Sí... -Aclaro mi garganta. -Supongo que sí.

-Pero habla... -¿Pero cómo quiere que lo haga si ni siquiera sé qué voy a decir?

-Pues... Engla y yo... Es complicado.

-Explica.

-Pues la quiero, pero a la vez la odio... Ella sigue siendo parte del Clan, al fin y al cabo.

-Entiendo. -Asiente. -Es algo así como Paul y yo.

-Se podría decir que sí. ¿Qué hay de tu madre?

-Ah, eso... -Sonríe pícara. -No lo recuerdo. -Ríe de forma abierta ante mis ojos. -Ella... Nos atacaron cuando yo era muy pequeña, y no me acuerdo mucho, únicamente que era muy guapa. -Oh, ¿tanto como tú?

-Me has sacado todo lo que querías, ¿no?

-Sí. -Ríe mientras que se levanta del suelo. -Y ahora me voy, tengo cosas que hacer.

-Eh... -¿Y me deja aquí, sin más? -Está bien. Iré con Axell.

-Me parece una genial idea. Que te ayude con el cuerpo a cuerpo. -Asiento. -Y, por cierto, ten cuidado de que no te pegue demasiado fuerte, mi padre tiene una fuerza sobrehumana.

-Como quieras.

Y así, sin tan siquiera despedirse, se aleja caminando lentamente por el pasillo. Me dirijo a la Sala de Reuniones con el localizador del dispositivo de mi muñeca. Menos mal que tengo esto, o me habría perdido muchas veces hoy. Hay demasiada información para asimilar: ¿Engla y Lysandra hermanas? Sigue sin parecerme cierto.








Horizontes Nevados

Lanzo una estocada con el machete de madera que me acaba de proporcionar Axell, pero éste lo evita con un simple giro y me atrapa el brazo de una forma tremendamente rápida. Tiene una habilidad increíble en la lucha cuerpo a cuerpo. Entiendo por qué Lysandra me dijo que practicara con él en vez de con ella.

-Tienes que mantener el codo recto. -Dice, mientras me coloca su mano bajo la articulación. -Así, el golpe podría llegar a ser mortal en caso de que impactara en el estómago.

Asiento. Lo golpeo en la boca del estómago e intento de nuevo la punzada, pero la frena cogiéndome con fuerza de las muñecas justo antes de que consiga alcanzarlo. Mira al cuchillo de madera y luego a mí, sudoroso y casi sin respiración:

-¿Y qué harías ahora, Eyland? -Sonríe.

-Pues... No lo sé.

-Oh, claro que sabes. Hemos practicado antes algo parecido.

-Es cierto. -Puedo intentar eso. -En ese caso...

Lanzo mis manos hacia atrás, pegándolas a mi pecho y utilizo el impulso para lanzar un rodillazo que impacta directamente en sus costillas, haciéndolo encogerse sobre sí mismo.

-Esta es la mía.

De nuevo, levanto el machete de madera y lo clavo, o al menos así sería si fuera de acero, en su hombro. Pero Axell me coge del brazo y, en un rápido movimiento, me lanza al suelo, y está sentado sobre mi pecho, sujetándome las manos para que no pueda coger el cuchillo, que ha caído a un par de metros de distancia.

-No puedes confiarte, Rise.

-Te tenía. -Niega con la cabeza.

-Creías que me tenías. Hay veces, durante los combates, en las que acertar un disparo o, en este caso, atravesar al enemigo con un arma blanca, no significan para nada la derrota. Tu rival puede ignorar el dolor, aunque sea por un momento, y contraatacar cuando tienes la guardia baja.


-¿Y cómo soluciono eso? -Pregunto, sin tan siquiera tener idea para la respuesta.

-Pues, obviamente... -Hace una pausa y me mira, ¿espera que diga algo? -¿No? ¿Nada? Bueno, pues lo que tienes que hacer es, una vez asestas el golpe, asegurarte de que tu enemigo no se mueve del sitio.

-¿Con una llave de sumisón?

-No. -Niega con la cabeza. -Noqueándolo.

-¿Y si no lo consigo? -Sigo pensando que este hombre me sobrevalora.

-Tienes fuerza y habilidad suficientes. Pero, de no ser así, únicamente debes utilizar todo lo que he enseñado hoy.

-Está bien. -Asiento. Él sabe mucho de esto, ¿cuándo tuvo que pelear tanto para ser tan experimentado en este campo?

-Y ahora... -Sonríe pícaro. Por un momento me recuerda a Lysandra. -¿Te apetece una práctica general?

-¿Como una simulación de combate?

-Exactamente.

Y, antes de que pueda decir más, lanza un puñetazo, que me coge desprevenido y me impacta en la mandíbula, haciéndome retroceder. Pero no caigo al suelo, y eso es bastante bueno, una gran mejora.

-Siempre atento, chico.

Se señala a los ojos e intenta la patada, que freno con dificultad con las manos. Pero aquí viene la otra rodilla, tal y como había previsto. Me agacho, suelto su pierna y cae al suelo, pero se levanta rápidamente y mantiene su posición de pelea.

-Gran maniobra. -Dice, mientras recupera el aliento. -Vas aprendiendo.

Y, casi sin dejarlo terminar, tomo la iniciativa, intentando golpearlo en la cara con mis puños, pero los esquiva con facilidad. Derecha, derecha, izquierda, derecha, derecha, y una vez más derecha. Me falta el aire, así que freno por un momento para recuperarlo. Cosa que Axell aprovecha para devolverme el puñetazo.

-Bien.

Sonrío, me agacho y le hago un barrido con las manos. Antes de que pueda levantarse, me echo encima suya y golpeo alternando cara y costillas. La cosa marcha bien, demasiado.

-Esa es una estrategia de engaño que me enseñó Paul.



-¿El chico muerto?

-El mismo. Le debo mucho.

-Pues... -Con un brusco movimiento, nos levanta a ambos del suelo. -Como no mantengas tu guardia acabrás igual que él.

Y su puño me impacta entre los ojos.




Horizontes Nevados

No puedo abrir los ojos, pero escucho la conversación que alguien está teniendo. La mujer no parece nada contenta.

-¡Me mentiste!

-No, hija. No quería...

-¡Me dijiste que estaba vivo!

Y me doy cuenta de que es Lysandra, gritándole a su padre.

-Pero...

-Eyland y tú sois unos embusteros.

¿Yo? La chica comienza a llorar, y escucho pasos muy rápidos. ¿Está corriendo?

-A partir de ahora... Yo, Lysandra, dejo el mando de la Resistencia.

Pero... ¡¿Cómo?!

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