VII
Axell
-¿Nos
han dejado algo para comer estos salvajes? Porque no son miembros del
Clan, ¿no? -Pregunta Spirit a la vez que coge una especie de cazuela
se uno de los enormes cajones del escritorio.
-No
lo son.
-Vaya...
-Hace una media sonrisa, rápidamente reconvertida en una mueca
triste.
-Sabes
dónde está todo en este sitio, chico. -Se sonroja al instante.
-He
estado bastante tiempo inspeccionando la cueva, mientras tú estabas
por ahí hablando con tu hija. -¿Cómo se entera de todo? Y, además,
¿qué se cree? Apenas es un niño. -Pero no te desvíes, ¿la
comida? -Niñato insolente...
-Sí...
y no. Lo que viene a ser alimento poco, nos han dejado los huesos de
lo que parece ser un pollo.
-Pues...
-Se lleva los dedos a la barbilla y entrecierra su único ojo. “Buen
trabajo, Eyland”, pienso, riéndome por dentro. -Podríamos hacer
un caldo o algo así.
-¿Y
de dónde pretendes sacar el agua? -Ahí te he dado.
-Estás
rodeado de ella. Llueve a borbotones y la lluvia es potable,
¿recuerdas? -Se golpea la frente con la mano a modo de burla. ¿Podré
convencer de algo a este crío engreído?
-Dame
la cazuela. -Se la arranco de las manos. -Tú enciende un fuego, así
harás algo útil, por una vez.
“Ahí
lo tienes, mocoso arrogante.”, pienso mientras le lanzo un mechero,
el cual le cuesta coger, aunque consigue evitar que caiga al suelo.
¿Qué ha pasado con tus reflejos, mi joven amigo? ¿Es que el
cuchillo de Eyland se llevó parte de ellos? Ah, que sí.
Río
mientras abro la puerta trasera de la cueva y saco el brazo al
exterior con la olla en la mano. El sonido metálico de lluvia
golpeando en el interior de la cazuela es hasta relajante, pero me
veo obligado a cortarlos a pocos segundos, está a punto de
desbordarse.
-¡¿Qué
estás haciendo, Engla?!
El
repentino grito de Spirit hace que pegue un brinco y el utensilio se
me resbale de las manos y choque contra el rocoso suelo, provocando
un ruido estremecedor y, por supuesto, no sin antes calarme de arriba
a abajo.
-Spirit...
-Aprieto los dientes y vuelvo a llenarla de agua. -No tenía
intención de ponerte en su contra, pero no me has dejado otra.
De
la misma manera en que lo haría un toro en la plaza, entro en la
cueva, casi levantando polvo. La furia me consume, pero soy el único
adulto aquí, y he de comportarme como tal.
-¿Por
qué has gritado? -Por dentro lo imito y chillo, aunque no lo
exteriorizo.
-Lo
siento. -Agacha la cabeza. ¿Dónde quedó tu fiereza, chico? -No
quería que acabaras así. -Hace un barrido de mi cuerpo de arriba a
abajo con la mano. Oh, ¿te has dado cuenta de que estoy mojado? Qué
detalle.
-Da
igual. -Respondo, mordiéndome el interior de la mejilla. -¿Has
encendido un fuego ya o no?
-Por
supuesto. -Se mueve hacia el centro de la cueva, como esperando a que
me mueva para poder mostrármelo. ¿Qué se cree, agente
inmobiliario?
-Bien...
Era tu trabajo.
-Lo
era, sí.
-Ahora
lo es mantenerlo vivo. -No pienso permitir que quede mejor que yo.
-Cierto.
-¿Y
la parejita feliz?
-Allí.
-Señala una de las camas, donde Eyland y Engla duermen abrazados el
uno al otro. ¿Qué está pasando aquí? -Han decidido tumbarse
juntos.
-¿Y
lo has permitido?
-No
tenía más remedio... -¿Y este era mi aliado? Puede que me haga
rabiar, pero se supone que era el fuerte de los tres...
-En
fin... -Suspiro.
-Aún
así lo intenté, aunque todo lo que conseguí fue que tú te
mojaras.
-Me
di cuenta. -Aprieto los dientes.
-Bueno,
pongámonos con esto.
Me
coge la olla de las manos y la pone sobre el fuego. Acto seguido,
echa los restos del pollo en el agua, que al instante cambia de color
a un tono más blanquecino. ¡Pero si ni siquiera ha empezado a
hervir!
-Tú
no cocinas mucho, ¿no?
-Pues
no, ¿para qué mentir?
-Se
nota. -Sonrío débilmente y me pongo yo a ello.
-Tenemos
temas que tratar... -Su voz es apenas un suspiro, hasta para susurras
es tan relajado como su padre. -Ahora que esos dos están dormidos.
-Quería
preguntarte...
-No.
-¿Cómo
que no?
-No
le he dicho nada. -Cierra el ojo. -Si es eso lo que quieres saber.
-Gracias.
-Asiento. ¿Cómo sabía que me refería a...?
-Pero
tú a tu hija sí. -De verdad, ¿cómo lo hace?
-Yo
no...
-Vamos...
-Me corta. -Se le ve en la cara que odia a Eyland. -¿En serio? No me
había fijado en eso. -Puede que actúe como siempre, pero tras sus
ojos se aprecia el negro fuego del resentimiento.
-Así
que fuego... Me gusta. -Sonrío. Sí, sé lo que dice. En breves
explotará, y seré yo quien acelere el proceso. Aunque, quizá te
sorprendas, Spirit.
-La
has engañado bien, Fire. -Ahora toca pasar a la acción.
-Pero
aún queda lo más importante.
-Oh.
-Ríe, sin emitir sonido alguno. -Por supuesto. -¿Me ayudará? Claro
que lo hará, le conviene.
-Tenemos
que acabar con él.
-Y
debe ser hoy. -Perfecto.
-¿Cómo
se hará?
-Pues...
-Se mete la mano en el bolsillo y saca una botella con un líquido
color violeta. Debí haberlo registrado, podría haberlo usado contra
mí. -Tengo un método.
-¿Veneno?
-Sé que no eres tan cobarde. -¿Dónde has dejado las armas del
Clan?
-Esas
armas me dejaron... ciertas secuelas.
-Igualmente...
-No
lo entiendes todavía.
Se
quita el parche poco a poco, mirándome; es espantoso. En el lugar en
el que antes hubo un ojo, ahora únicamente existe pus y sangre seca.
¿Hace cuánto que no se limpia eso? La bilis sube por mi garganta,
pero me obligo a tragarla de nuevo.
-Está
bien. -Asiento. -Pero tápate.
-Oh,
¿no te parezco guapo? -Hace una mueca de tristeza. -Qué pena.
-Cubre de nuevo su cuenca vacía. ¿Cuándo dejarás de ser tan
graciosillo, Spirit?
-Me
sigue pareciendo poca cosa, tu forma de acabar con él.
-Es
lo ideal. Él nos puso a todos el uno contra el otro. -Y yo pretendo
hacer lo mismo.
-¿Y
qué?
-Pues
que este veneno hace que tu cuerpo se torne contra ti y te mata por
dentro en cuestión de minutos, al menos en la cantidad adecuada. ¿No
lo entiendes? Es la metáfora perfecta. -¿Desde cuándo te has
vuelto poeta?
-Lo
que tú tienes tampoco es mucho.
-Es
suficiente para Eyland. -Esperemos.
-¿Y
cuándo se hará?
-Ahora
mismo. -Vierte el caldo de la olla en una especie de platos de
plástico que va sacando de uno de los cajones. -Se lo ponemos en la
sopa y...
-Y
listo. -Sonrío abiertamente. -Me gusta.
-En
ese caso... -Echa el contenido en un cuenco y le hace una marca. -Te
toca ir a despertar a la parejita.
-Claro.
Me
alejo de su lado y me dirijo a la cama donde ambos se abrazan.
Desprenden cariño incluso a distancia, aunque siempre se dijo que
del amor al odio hay un simple paso, ¿no? A ver qué pasa.
-Engla.
Engla. -La sacudo por el hombro con cuidado por el hombro.
-¿Sí?
-Abre un ojo y bosteza. -¿Qué pasa?
-Despierta,
hija.
-Buenos
días. -Esta vez responde Eyland, con un tono soñoliento y arruga un
poco la nariz. -Huele a comida.
-Por
eso os he despertado. La cena está ya.
-Perfecto.
-Se levanta de un salto. -Vamos a comer.
-Habrá
que ir. -Sonríe ella.
-Pues
sí.
Le
hacemos caso y lo seguimos hasta la improvisada cocina, donde Tyr se
asegura de darle el plato que habíamos envenenado con anterioridad.
Saldrá bien, tiene que salir bien, si no...
-Pues
comamos. -Cojo una cuchara y pruebo la sopa. Sabe algo extraña, pero
es un sabor exquisito.
-Que
aproveche. -Eyland me imita. Ya has caído en la trampa. -Sonrío.
-Espero
que os guste.
Dice
nuestro joven cocinero, humildemente. ¿O no es él? Se me cierran
los ojos, todo lo que tengo delante se vuelve borroso, ¿qué ocurre?
Miro abajo y lo veo, la marca.
-Spirit...
Las
palabras son apenas un suspiro, me cuesta respirar...
Y
me encuentro con el suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario