lunes, 21 de abril de 2014

Sueños Espiral (XIX)





IX

Esto está todo demasiado oscuro, ¿realmente salté a la espiral? ¿Seguro que no fue un engaño de mi mente para hacer más llevadera la muerte?

No puedo moverme, mis oídos zumban y, aunque sé que mis ojos deberían estar abiertos, lo único que soy capaz de ver es una abrumadora oscuridad.

¿Es así como se siente el dejar de vivir? Es algo parecido a la playa; casi puedo oír las olas del mar rebotando en la orilla. Es algo mágico, digno de ser vivido. Bueno, si es que estoy vivo.

Cuando al fin soy capaz de abrir los ojos, la oscuridad sigue siendo el mayor habitante de este lugar. Aunque, fijándonos bien, se ve algo perturbada por una pequeña luz. Parece fuego, pero no estoy del todo seguro de que lo sea.

Intento moverme. Mis brazos son de ayuda, pero mis piernas siguen inconscientes. Las golpeo una y otra vez esperando que respondan, no sirve de nada.

Como puedo, únicamente con las manos, me acerco poco a poco hacia la luz, la cual parece más distante a cada brazada. Se siente como mis padres dijeron cuando me hablaron de la muerte: es la persecución de una luz que jamás eres capaz de alcanzar.

A medida que me muevo hacia delante, mis piernas y mis oídos comienzan a dar señales de vida y a responder. Consigo levantarme con ayuda de algún tipo de estructura metálica que intuyo como una escalera. Pronto, el zumbido desaparece, llevándose mi recuerdo del mar y cambiándolo por un nuevo sonido.

Parece una especie de canción ritual. No soy capaz de entender lo que dicen, pero intuyo por el tono y el ritmo de la melodía que están adorando a alguien. La cuestión es: ¿A quién? ¿A Tyr? ¿A Joseph, quizá? De ser así, acercarme demasiado no es una buena decisión.

Intento luchar conmigo mismo, en vano. Este sonido y esta luz me atraen como si fuera una simple polilla.

-Tengo que saber qué es.

Cada vez estoy más cerca. Comienzo a poder visualizar siluetas entre las sombras. Quizá no esté muerto, al fin y al cabo.

-¿Qué haces aquí?

De pronto, alguien me coge del brazo. Su voz es un simple susurro. No puedo verle la cara, ni siquiera puedo adivinar si es hombre o mujer.

-Repito. ¿Qué haces aquí?


-Yo... No lo sé del todo.

-Ya... Claro... -No lo veo, pero sé que aprieta sus labios. -¿Quién eres?

-Soy Eyland. Eyland Rise. -Trago saliva. -¿Quién eres tú?

-Eso no te incumbe a ti.

-¿Eres del Clan?

-¿El Clan? ¿Qué clase de juego de críos es ese? -Con esta frase alza un poco el tono de su voz, y consigo deducir que es una chica, y no muy mayor.

-No es un juego de críos, ellos quieren matarme.

-Y yo te creo... Hasta mi hermano sabe que nunca te matan en los juegos de niños.

-No soy un niño.

-Te comportas como tal.

De pronto, los cánticos del ritual se frenan en seco y una enorme silueta se alza frente a la antorcha que da la poca luz que hay a este lugar.

-Vamos, mi padre ha terminado.

-¿A dónde?

-Al ritual.

-¿Ahí? Ni loco. -Me suelto de su agarre y me freno en seco.

-Tienes que venir. -Ahora que estamos cerca de la luz puedo ver algo de ella entre las sombras. Su cara es redonda y sus ojos brillan como una estrella en el firmamento. -O vienes conmigo, o te llevo yo.

-Está bien. Tranquila. -Me coge del brazo. -He dicho que iré.

-Es... Por si cambias de opinión.

Poco a poco y sin hacer ruido, caminamos cogidos por el brazo entre la oscuridad de este sitio hacia el ritual. A medida que nos acercamos veo a quién pertenece la silueta, la única que se ve ahora. Todos están arrodillados delante suya, parece ser un dictador o algo por el estilo.

-Él es mi padre. Es el rey de Curanipe(1).


(1) Curanipe: Antigua ciudad indígena americana, su nombre significa Piedra Negra.



-¿Tú... Tú eres la princesa?

-Así es. -Asiente.

-¿Sorprendido?

-Un poco.

Ríe en voz baja y continuamos caminando. Pasamos entre la gente, somos los únicos aquí que están de pie.

-Padre. -La chica interrumpe el ritual.

-¿Qué haces de pie, Anayansi(2)?

-He encontrado a este chico merodeando por ahí. -El robusto hombre se inclina -como puede, está muy gordo- y me mira.

-¿Lo estás cogiendo del brazo? -Sus ojos se llenan de rabia.

-Sí. -Me suelta rápidamente. -Lo siento, padre. Era por si escapaba.

-No me vale de excusa. Sabes que en este lugar el contacto con hombres está prohibido a no ser que sea conmigo o con alguien de tu familia.

-Sí, padre. -Asiente y agacha la cabeza. Vaya poder tiene este hombre.

-Bueno, ¿y qué tenemos aquí?

Me mira, me aparto de la princesa y me acerco poco a poco a él, caminando. A medida que avanzo noto más el calor del fuego a su espalda, no sé cómo no se asa con todas esas ropas de piel que lleva encima.

-Soy Eyland. Llegué aquí... Bueno, es complicado de explicar.

-Bueno hijo, acércate.

Me hace señas de que vaya hacia él y veo como todos abren la boca en forma de sorpresa. ¿Tan raro es que me pida que lo siga? Una vez llego a su posición, me rodea con su enorme brazo y nos gira, dejándonos de espaldas a la multitud.

-No sé quién eres, ni qué haces aquí. Pero, aquí, todas las mujeres son mías. -Susurra.

-¿Suyas? No lo entiendo.

-Aquí, hijo, son todas vírgenes. Y las que no lo son, es porque yo lo he decidido así, no sé si me entiendes.

(2) Anayansi: Nombre de origen maya, se traduce como La Llave de la felicidad.



-Lo comprendo. -Asiento.

-Me parece bien. -Sonríe y comienza a girarnos de cara al público de nuevo. -Ah, por cierto, ya sabes lo que ocurrirá si tocas a mi hija.

Señala a una especie de guillotina y sonríe de nuevo. Parece que me he librado del Clan en ese lugar, pero este hombre es igual de siniestro que Tyr.

Ahora que presto atención, a excepción de unos pocos, todos aquí son mujeres. Supongo que las ejecuciones aquí suelen ser algo habitual.

-Rey, el chico puede dormir conmigo. -De pronto, una voz femenina se alza desde el fondo de la sala.

-¿Contigo? ¿Por qué contigo? -La mujer se alza, es Anayansi. El monarca parece más sorprendido como yo.

-Supongo que... podemos ponerlo a prueba. -El rey sonríe y asiente.


¿Ponerme a prueba? ¿De qué diablos hablan? Esto no puede ser bueno. 

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