X
-Podemos
ponerlo a prueba.
¿Qué
van a hacer? ¿Van a hacerme correr o algo por el estilo? No es algo
que mi cuerpo aguantaría tal y como está ahora.
Rey
y princesa se miran fijamente y se asienten el uno al otro. Esto
realmente me asusta e intriga a la vez, ¿qué piensan hacer conmigo?
Anayansi se gira y vuelca su mirada directamente hacia mí. Ya no
parece la misma chica joven de hace unos instantes, ahora luce mucho
más decidida y segura de sí misma. Me impacta.
-¿Qué
quieres hacer conmigo?
-Oh.
-Se acerca a mí y, cuando pasa por mi lado, susurra: -Pronto lo
verás.
No
puedo verlo, pero intuyo que ahora está sonriendo. Esta chica
realmente tiene poder sobre mí. ¿Qué me pasa? Yo nunca he sido tan
sumiso. Primero Engla y ahora ella... Algo está fallando en mi
cabeza.
Me
giro y la sigo entre esta profunda oscuridad únicamente rota por una
pequeña luz proveniente de un farol encendido por una llama. Parece
que todo aquí es así, tinieblas perturbadas por fuego y mujeres
jóvenes vírgenes. Estoy seguro de que este no es mi sitio.
-Anayansi...
-Se para en seco y se gira hacia mí.
-Dime.
-¿Qué
es lo que vais a hacer? No me lo puedo sacar de la cabeza.
Y
cuando digo esto lo digo en serio. Las cosas horribles que podrían
ser capaces de hacerme aquí sin que fuera capaz de verlo del todo no
dejan de rondar en mi cabeza.
-Por
favor... -Suplico. -Me gustaría saberlo.
-Está
bien... Si no hay más remedio... -Suspira. -Es una prueba de
confianza.
-¿Qué
clase de prueba?
-Un
salto de fe.
¡¿Qué?!
¡Un salto de fe! Había oído hablar de ellos en Niflheim, pero
nunca pensé que eran ciertos, siempre creí que eran solo leyendas
que circulaban por las calles de la Villa. Voy a tener que saltar
desde una altura enorme... La simple idea me acongoja, y creo que
Anayansi se da cuenta, porque ralentiza el ritmo de sus pasos.
-No
te preocupes. -Ahora está apoyada sobre mi hombro, mirándome a los
ojos. -La altura es más baja de lo que crees. Además... Yo estaré
ahí. -Me guiña un ojo, creo, y sigue caminando delante mía.
-Tengo
que ser fuerte. He luchado mucho para estar aquí ahora. No me dejaré
intimidar por algo así.
Con
estas palabras como ánimo, recupero la distancia perdida con la
princesa y me dirijo al lugar donde se realizará el salto de fe,
ahora completamente decidido de que seré capaz de superarlo.
Pronto
aparecen unas luces en la lejanía, nuevas hogueras. Estamos cerca de
mi destino. Voy a saltar, y parece ser que todos estarán allí para
presenciarlo. ¿Tan importante es mi lealtad para ellos?
-Bueno.
-Se gira y me señala al frente con el brazo. -Hemos llegado.
Se
aparta y veo todo el paisaje. Hogueras a un lado y al otro, una
especie de trampolín y un foso rodeado de gradas llenas de gente
inquieta. En el centro de todo, el rey espera por mi llegada.
-¿Por
qué tengo que hacer esto?
-Pues...
Verás... -Se rasca la nuca. -No nos fiamos de ti.
-¿Por
qué no? ¿Qué he hecho yo?
-Venir
de fuera. Eres el primer extranjero. La primera persona que no es de
aquí. Y bueno, eso nos hace desconfiar.
-Ah...
Ya veo.
Así
que no es nada personal, es sólo que les parezco un extraño. Bueno,
sé lo que es eso, así que cumpliré su prueba de confianza con
mucho gusto. Camino hacia la escalera de subida a la pasarela desde
la que voy a saltar, pasando a escasos centímetros de Anayansi.
Coloco las manos en el segundo peldaño y mi pie en el izquierdo y me
impulso hacia arriba. Todavía me queda una larga subida.
-Espera.
-La joven agarra la parte baja de mi pantalón, la única parte de mí
que es capaz de alcanzar desde el suelo. -Solo... Quería desearte
suerte.
-Gracias.
-Le sonrío.
-Bueno.
-Me desvía la mirada. -Te espero abajo.
La
veo alejarse y dirigirse hacia la multitud. Yo miro hacia arriba y
luego abajo, ya no hay marcha atrás. Subo el tramo de escalera
restante y cruzo la pasarela hasta el borde. Miro abajo, es más alto
de lo que pensé. De pronto, mi pulso se acelera y mi respiración se
descontrola.
-Cálmate,
Eyland. -Me digo a mí mismo. -Puedes con esto.
Miro
de nuevo al suelo y sé que no, que jamás seré capaz de saltar así
al vacío desde tal altura. Pero no hay más remedio, no puedo
negarme e irme, no ahora. Como puedo, cojo aire y lo expulso,
controlando mi respiración. Cierro los ojos.
Uno...
Dos...
Tres.
Y
salto al vacío.
*****
Abro
los ojos y, aunque está oscuro, sé que no he muerto. Veo las
hogueras encendidas sobre mi cabeza y escucho los gritos de la gente
aceptándome como uno de los suyos. Pero, ¿qué es lo que ha
amortiguado mi caída?
-Estoy
vivo. Aún no lo creo.
-Deberías
creerlo, hijo.
Volteo
mi cabeza y allí está él, el rey de este lugar, el soberano de
todo que me obligó a saltar desde cuánto, ¿treinta metros?
-¿Me
ha salvado usted?
-Sí.
Bueno, con algo de ayuda. -Señala unos colchones viejos apilados
debajo de mí.
-Gracias.
-Susurro.
-No
hay de qué.
Vaya...
El hombre que hace nada me estaba amenazando con decapitarme me ha
salvado de una muerte segura. Este individuo es extraño, bueno, todo
aquí lo es. Me levanto y me limpio el polvo de la ropa.
-¡Señores,
y más bien señoras! -El rey hace que todos callen solo con alzar su
voz. -Este chico ha superado el salto de fe. Este chico es ahora un
ciudadano más de Curanipe, con todo lo que eso implica.
Dice
esta última frase en un tono dedicado a mí, ¿qué querrá decir
con eso de “con todo lo que implica”? Intento encontrarle
sentido, pero mi búsqueda se frustra porque todos empiezan a gritar
en las gradas.
Me
han aceptado como uno de ellos, como uno más de su familia. Esto me
resulta extrañamente familiar, y sé muy bien por qué. Alzo un puño
de forma casi inconsciente y ellos lo toman como un gesto de que me
uno a su fiesta.
-Bueno.
-El rey se gira hacia mí. -Ahora yo me voy a cumplir con la parte
del ritual que mi hija y tú interrumpisteis. Tú búscala e iros a
dormir, no tienes buena cara.
Que
tengo mala cara dice... ¡He saltado desde treinta metros! Como para
tener buena cara...
Una
mujer algo mayor que yo, aunque mucho más joven que él, lo espera a
pocos metros de donde estamos, en lo que supongo la salida de este
foso. El rey se acerca a ella y esta sonríe y se ruboriza. Supongo
en lo que consiste la parte final del ritual. Todas aquí son
vírgenes menos las que él decide, y ella parece ser la elegida.
Salgo
del agujero y encuentro a Anayansi entre la multitud. Ella me sonríe
y me hace señas de que la siga. Hago lo propio y en un abrir y
cerrar de ojos estamos lejos de todo el griterío.
-Espera.
-Me paro en seco. -¿A dónde me llevas?
-A
la cama. Hay que dormir.
Otra
igual... Hay que ver qué obsesión tienen en este sitio con lo de
dormir. Aunque, en el fondo lo entiendo, con tan poca luz... El clima
para echarse un rato es ideal.
-¿Y
dónde duermo yo?
-En
mi cama. Conmigo. -Oh, vaya.
-¿No
hay otra habitación libre?
-¿Habitación?
No sé lo que es eso. Pero seguro que no. Todo aquí son camas,
quitando el foso y el espacio para los rituales de mi padre.
-¿Y
no hay más camas?
-¿Tanto
miedo te da dormir conmigo? -En la tenue luz de las lejanas fogatas
veo su sonrisa pícara, es preciosa.
-No...
-Aclaro mi garganta. -No.
-Pues
vamos. -Se gira y me hace señas de que la siga.
-Está
bien.
Esta
chica es realmente controladora. No ha dejado de decirme qué hacer
desde que caí aquí, en este oscuro mundo. Avanzamos unos pocos
metros, torcemos a la derecha, luego izquierda y se frena en la
segunda litera.
-Aquí
es donde dormiremos. Abajo. -Señala la cama. -Es algo estrecho,
pero... Es lo que hay.
-Bien.
Sin
desvestirme, únicamente quitándome las zapatillas, me echo en la
cama, dejándome caer de forma brusca y sin cuidado. Estoy mucho más
cansado de lo que pensaba, hace nada que dormí. Aunque, a lo mejor
no es así. No sé cómo funciona el tiempo aquí.
-¿Cuando
dormís aquí? -La pregunta sale de mi boca en cuanto pasa por mi
mente.
-Cuando
tenemos sueño, como ahora.
Se
quita la camiseta y el vaquero que llevaba puestos, por lo que se
queda en lencería ante mis ojos. Me pongo rojo al instante, y mi
pulso se acelera, ella ha conseguido excitarme tremendamente solo con
esto. No creo que sea capaz de dormir a escasos centímetros de ella
si va vestida así.
-¿No
tendrás frío? -Pregunto.
-No,
soy una chica calurosa. No te molesta que vaya así, ¿no?
Mientras
dice esto, se agacha y se tumba a mi lado. Mi corazón se acelera aún
más, parece que se me va a salir por la boca en cuestión de
segundos.
-No.
-Consigo decir. -Está bien, tranquila.
-Buenas
noches, Eyland Rise.
Cierra
los ojos y se gira de espaldas a mí. Poco a poco, este ambiente de
oscuridad me traslada a la tierra de los sueños, por lo que sigo sus
pasos y me duermo también.
*****
Abro
los ojos empapado en sudor. ¿Qué me pasa? ¿Qué es este ardiente
deseo que siento? ¿Es Anayansi? No he dejado de soñar con su
sonrisa y su cuerpo todo el tiempo, y, sin embargo, ella duerme igual
de tranquila y placenteramente.
Guiado
por instinto animal más que por mis pensamientos, me giro hacia ella
y la abrazo, pegándola contra mí. Ella abre los ojos y parece que
va a gritar, pero le tapo la boca con la mano y le giro la cabeza,
por lo que me está mirando a los ojos.
Su
mirada se suaviza en cuanto se da cuenta de que soy yo. Le destapo la
boca y la veo sentirse aliviada.
-Pensé
que eras...
-¿Quién?
-No
tiene importancia. -Niega con la cabeza.
-Como
quieras.
Sin
saber realmente por qué, mis labios se dirigen hacia su cuello,
luego a su mandíbula, y por último a sus labios, casi trazando una
línea. Ella jadea, quiere más... Y se lo voy a dar. La beso
salvajemente, llevándome conmigo el poco aliento que le queda.
-Esto...
No... -Dice entre profundas respiraciones. -No está bien...
-Oh,
claro que sí. -La beso de nuevo.
-Mi
padre... Él...
Mientras
dice esto, mis manos recorren su torso, llegando a la cintura. Giran
y se meten bajo su ahora húmeda lencería. No sé por qué hago
esto, no sé por qué estoy aquí, solo que deseo hacerlo.
-Por...
Favor... -Dice Anayansi entre jadeos.
Introduzco
mis dedos. Está más húmeda de lo que esperaba. Al menos tengo el
mismo poder sobre ella que tiene ella sobre mí. Meto y saco mis
dedos de forma lenta, trazando círculos. Su respiración se vuelve
más rápida y pesada, y los músculos de sus muslos se contraen con
agresividad.
-Eyland...
Acelero
el ritmo de mis manos y mis dedos entran y salen al mismo tiempo que
lo hace el aire en su boca, es algo mágico. Cada vez le cuesta más
contener sus gemidos, por lo que los suelta en mi oído, cosa que me
excita aún más. Ella está por dejarse ir.
-Acabemos
con esto. -Me mira, jadeando y sudando.
-Por
favor...
Aumento
la velocidad de nuevo, sus músculos internos se contraen y explota.
Ahora cierra los ojos, ella realmente se ve cansada por eso.
-¿Seguimos?
-No
irás a dejarme así, ¿no? -Susurra en mi oído.
-Un
momento, ¿qué es ese ruido? -Una voz ruda corta nuestra excitante
conversación. Viene desde arriba, y parece ser la del rey.
-Mierda,
mi padre. -Susurra Anayansi, y comienza a vestirse rápido.
-¿Qué
pasa? -Digo desconcertado.
-Él...
Te matará.
-¡¿Qué?!
-Tú...
Y mi hija... -Ya ha bajado. Me mira tremendamente rabioso. -Ella era
virgen... Y tú... La has mancillado.
-Eyland,
vámonos.
Anayansi
tira de mi brazo y de pronto estamos fuera de la cama, corriendo sin
saber exactamente a donde. Corremos hacia lo que parece el fondo de
este sitio.
-Ahí.
Señala una puerta.
¿Una
puerta? No había reparado en ella antes. ¿Estaba ahí? Sea lo que
sea, es nuestra salvación. Anayansi abre la puerta, pero lo que veo
no es la calle. Es una nueva espiral.
-¿Qué
hace esto aquí? -Pregunta ella desconcertada.
-Da
igual. Sígueme.
Y
salto, tirando de ella conmigo y cerrando la puerta mientras caemos al vacío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario