sábado, 26 de abril de 2014

Sueños Espiral (XX)





X

-Podemos ponerlo a prueba.

¿Qué van a hacer? ¿Van a hacerme correr o algo por el estilo? No es algo que mi cuerpo aguantaría tal y como está ahora.

Rey y princesa se miran fijamente y se asienten el uno al otro. Esto realmente me asusta e intriga a la vez, ¿qué piensan hacer conmigo? Anayansi se gira y vuelca su mirada directamente hacia mí. Ya no parece la misma chica joven de hace unos instantes, ahora luce mucho más decidida y segura de sí misma. Me impacta.

-¿Qué quieres hacer conmigo?

-Oh. -Se acerca a mí y, cuando pasa por mi lado, susurra: -Pronto lo verás.

No puedo verlo, pero intuyo que ahora está sonriendo. Esta chica realmente tiene poder sobre mí. ¿Qué me pasa? Yo nunca he sido tan sumiso. Primero Engla y ahora ella... Algo está fallando en mi cabeza.

Me giro y la sigo entre esta profunda oscuridad únicamente rota por una pequeña luz proveniente de un farol encendido por una llama. Parece que todo aquí es así, tinieblas perturbadas por fuego y mujeres jóvenes vírgenes. Estoy seguro de que este no es mi sitio.

-Anayansi... -Se para en seco y se gira hacia mí.

-Dime.

-¿Qué es lo que vais a hacer? No me lo puedo sacar de la cabeza.

Y cuando digo esto lo digo en serio. Las cosas horribles que podrían ser capaces de hacerme aquí sin que fuera capaz de verlo del todo no dejan de rondar en mi cabeza.

-Por favor... -Suplico. -Me gustaría saberlo.

-Está bien... Si no hay más remedio... -Suspira. -Es una prueba de confianza.

-¿Qué clase de prueba?

-Un salto de fe.

¡¿Qué?! ¡Un salto de fe! Había oído hablar de ellos en Niflheim, pero nunca pensé que eran ciertos, siempre creí que eran solo leyendas que circulaban por las calles de la Villa. Voy a tener que saltar desde una altura enorme... La simple idea me acongoja, y creo que Anayansi se da cuenta, porque ralentiza el ritmo de sus pasos.



-No te preocupes. -Ahora está apoyada sobre mi hombro, mirándome a los ojos. -La altura es más baja de lo que crees. Además... Yo estaré ahí. -Me guiña un ojo, creo, y sigue caminando delante mía.

-Tengo que ser fuerte. He luchado mucho para estar aquí ahora. No me dejaré intimidar por algo así.

Con estas palabras como ánimo, recupero la distancia perdida con la princesa y me dirijo al lugar donde se realizará el salto de fe, ahora completamente decidido de que seré capaz de superarlo.

Pronto aparecen unas luces en la lejanía, nuevas hogueras. Estamos cerca de mi destino. Voy a saltar, y parece ser que todos estarán allí para presenciarlo. ¿Tan importante es mi lealtad para ellos?

-Bueno. -Se gira y me señala al frente con el brazo. -Hemos llegado.

Se aparta y veo todo el paisaje. Hogueras a un lado y al otro, una especie de trampolín y un foso rodeado de gradas llenas de gente inquieta. En el centro de todo, el rey espera por mi llegada.

-¿Por qué tengo que hacer esto?

-Pues... Verás... -Se rasca la nuca. -No nos fiamos de ti.

-¿Por qué no? ¿Qué he hecho yo?

-Venir de fuera. Eres el primer extranjero. La primera persona que no es de aquí. Y bueno, eso nos hace desconfiar.

-Ah... Ya veo.

Así que no es nada personal, es sólo que les parezco un extraño. Bueno, sé lo que es eso, así que cumpliré su prueba de confianza con mucho gusto. Camino hacia la escalera de subida a la pasarela desde la que voy a saltar, pasando a escasos centímetros de Anayansi. Coloco las manos en el segundo peldaño y mi pie en el izquierdo y me impulso hacia arriba. Todavía me queda una larga subida.

-Espera. -La joven agarra la parte baja de mi pantalón, la única parte de mí que es capaz de alcanzar desde el suelo. -Solo... Quería desearte suerte.

-Gracias. -Le sonrío.

-Bueno. -Me desvía la mirada. -Te espero abajo.

La veo alejarse y dirigirse hacia la multitud. Yo miro hacia arriba y luego abajo, ya no hay marcha atrás. Subo el tramo de escalera restante y cruzo la pasarela hasta el borde. Miro abajo, es más alto de lo que pensé. De pronto, mi pulso se acelera y mi respiración se descontrola.



-Cálmate, Eyland. -Me digo a mí mismo. -Puedes con esto.

Miro de nuevo al suelo y sé que no, que jamás seré capaz de saltar así al vacío desde tal altura. Pero no hay más remedio, no puedo negarme e irme, no ahora. Como puedo, cojo aire y lo expulso, controlando mi respiración. Cierro los ojos.

Uno...

Dos...

Tres.

Y salto al vacío.

*****

Abro los ojos y, aunque está oscuro, sé que no he muerto. Veo las hogueras encendidas sobre mi cabeza y escucho los gritos de la gente aceptándome como uno de los suyos. Pero, ¿qué es lo que ha amortiguado mi caída?

-Estoy vivo. Aún no lo creo.

-Deberías creerlo, hijo.

Volteo mi cabeza y allí está él, el rey de este lugar, el soberano de todo que me obligó a saltar desde cuánto, ¿treinta metros?

-¿Me ha salvado usted?

-Sí. Bueno, con algo de ayuda. -Señala unos colchones viejos apilados debajo de mí.

-Gracias. -Susurro.

-No hay de qué.

Vaya... El hombre que hace nada me estaba amenazando con decapitarme me ha salvado de una muerte segura. Este individuo es extraño, bueno, todo aquí lo es. Me levanto y me limpio el polvo de la ropa.

-¡Señores, y más bien señoras! -El rey hace que todos callen solo con alzar su voz. -Este chico ha superado el salto de fe. Este chico es ahora un ciudadano más de Curanipe, con todo lo que eso implica.

Dice esta última frase en un tono dedicado a mí, ¿qué querrá decir con eso de “con todo lo que implica”? Intento encontrarle sentido, pero mi búsqueda se frustra porque todos empiezan a gritar en las gradas.




Me han aceptado como uno de ellos, como uno más de su familia. Esto me resulta extrañamente familiar, y sé muy bien por qué. Alzo un puño de forma casi inconsciente y ellos lo toman como un gesto de que me uno a su fiesta.

-Bueno. -El rey se gira hacia mí. -Ahora yo me voy a cumplir con la parte del ritual que mi hija y tú interrumpisteis. Tú búscala e iros a dormir, no tienes buena cara.

Que tengo mala cara dice... ¡He saltado desde treinta metros! Como para tener buena cara...

Una mujer algo mayor que yo, aunque mucho más joven que él, lo espera a pocos metros de donde estamos, en lo que supongo la salida de este foso. El rey se acerca a ella y esta sonríe y se ruboriza. Supongo en lo que consiste la parte final del ritual. Todas aquí son vírgenes menos las que él decide, y ella parece ser la elegida.

Salgo del agujero y encuentro a Anayansi entre la multitud. Ella me sonríe y me hace señas de que la siga. Hago lo propio y en un abrir y cerrar de ojos estamos lejos de todo el griterío.

-Espera. -Me paro en seco. -¿A dónde me llevas?

-A la cama. Hay que dormir.

Otra igual... Hay que ver qué obsesión tienen en este sitio con lo de dormir. Aunque, en el fondo lo entiendo, con tan poca luz... El clima para echarse un rato es ideal.

-¿Y dónde duermo yo?

-En mi cama. Conmigo. -Oh, vaya.

-¿No hay otra habitación libre?

-¿Habitación? No sé lo que es eso. Pero seguro que no. Todo aquí son camas, quitando el foso y el espacio para los rituales de mi padre.

-¿Y no hay más camas?

-¿Tanto miedo te da dormir conmigo? -En la tenue luz de las lejanas fogatas veo su sonrisa pícara, es preciosa.

-No... -Aclaro mi garganta. -No.

-Pues vamos. -Se gira y me hace señas de que la siga.

-Está bien.

Esta chica es realmente controladora. No ha dejado de decirme qué hacer desde que caí aquí, en este oscuro mundo. Avanzamos unos pocos metros, torcemos a la derecha, luego izquierda y se frena en la segunda litera.



-Aquí es donde dormiremos. Abajo. -Señala la cama. -Es algo estrecho, pero... Es lo que hay.

-Bien.

Sin desvestirme, únicamente quitándome las zapatillas, me echo en la cama, dejándome caer de forma brusca y sin cuidado. Estoy mucho más cansado de lo que pensaba, hace nada que dormí. Aunque, a lo mejor no es así. No sé cómo funciona el tiempo aquí.

-¿Cuando dormís aquí? -La pregunta sale de mi boca en cuanto pasa por mi mente.

-Cuando tenemos sueño, como ahora.

Se quita la camiseta y el vaquero que llevaba puestos, por lo que se queda en lencería ante mis ojos. Me pongo rojo al instante, y mi pulso se acelera, ella ha conseguido excitarme tremendamente solo con esto. No creo que sea capaz de dormir a escasos centímetros de ella si va vestida así.

-¿No tendrás frío? -Pregunto.

-No, soy una chica calurosa. No te molesta que vaya así, ¿no?

Mientras dice esto, se agacha y se tumba a mi lado. Mi corazón se acelera aún más, parece que se me va a salir por la boca en cuestión de segundos.

-No. -Consigo decir. -Está bien, tranquila.

-Buenas noches, Eyland Rise.

Cierra los ojos y se gira de espaldas a mí. Poco a poco, este ambiente de oscuridad me traslada a la tierra de los sueños, por lo que sigo sus pasos y me duermo también.

*****

Abro los ojos empapado en sudor. ¿Qué me pasa? ¿Qué es este ardiente deseo que siento? ¿Es Anayansi? No he dejado de soñar con su sonrisa y su cuerpo todo el tiempo, y, sin embargo, ella duerme igual de tranquila y placenteramente.

Guiado por instinto animal más que por mis pensamientos, me giro hacia ella y la abrazo, pegándola contra mí. Ella abre los ojos y parece que va a gritar, pero le tapo la boca con la mano y le giro la cabeza, por lo que me está mirando a los ojos.

Su mirada se suaviza en cuanto se da cuenta de que soy yo. Le destapo la boca y la veo sentirse aliviada.

-Pensé que eras...




-¿Quién?

-No tiene importancia. -Niega con la cabeza.

-Como quieras.

Sin saber realmente por qué, mis labios se dirigen hacia su cuello, luego a su mandíbula, y por último a sus labios, casi trazando una línea. Ella jadea, quiere más... Y se lo voy a dar. La beso salvajemente, llevándome conmigo el poco aliento que le queda.

-Esto... No... -Dice entre profundas respiraciones. -No está bien...

-Oh, claro que sí. -La beso de nuevo.

-Mi padre... Él...

Mientras dice esto, mis manos recorren su torso, llegando a la cintura. Giran y se meten bajo su ahora húmeda lencería. No sé por qué hago esto, no sé por qué estoy aquí, solo que deseo hacerlo.

-Por... Favor... -Dice Anayansi entre jadeos.

Introduzco mis dedos. Está más húmeda de lo que esperaba. Al menos tengo el mismo poder sobre ella que tiene ella sobre mí. Meto y saco mis dedos de forma lenta, trazando círculos. Su respiración se vuelve más rápida y pesada, y los músculos de sus muslos se contraen con agresividad.

-Eyland...

Acelero el ritmo de mis manos y mis dedos entran y salen al mismo tiempo que lo hace el aire en su boca, es algo mágico. Cada vez le cuesta más contener sus gemidos, por lo que los suelta en mi oído, cosa que me excita aún más. Ella está por dejarse ir.

-Acabemos con esto. -Me mira, jadeando y sudando.

-Por favor...

Aumento la velocidad de nuevo, sus músculos internos se contraen y explota. Ahora cierra los ojos, ella realmente se ve cansada por eso.

-¿Seguimos?

-No irás a dejarme así, ¿no? -Susurra en mi oído.

-Un momento, ¿qué es ese ruido? -Una voz ruda corta nuestra excitante conversación. Viene desde arriba, y parece ser la del rey.

-Mierda, mi padre. -Susurra Anayansi, y comienza a vestirse rápido.

-¿Qué pasa? -Digo desconcertado.


-Él... Te matará.

-¡¿Qué?!

-Tú... Y mi hija... -Ya ha bajado. Me mira tremendamente rabioso. -Ella era virgen... Y tú... La has mancillado.

-Eyland, vámonos.

Anayansi tira de mi brazo y de pronto estamos fuera de la cama, corriendo sin saber exactamente a donde. Corremos hacia lo que parece el fondo de este sitio.

-Ahí. Señala una puerta.

¿Una puerta? No había reparado en ella antes. ¿Estaba ahí? Sea lo que sea, es nuestra salvación. Anayansi abre la puerta, pero lo que veo no es la calle. Es una nueva espiral.

-¿Qué hace esto aquí? -Pregunta ella desconcertada.

-Da igual. Sígueme.

Y salto, tirando de ella conmigo y cerrando la puerta mientras caemos al vacío. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario