Una
gran luz proyecta
una
gran sombra
I
Axell
Salgo
de la cabaña improvisada de madera con una manzana en la boca. ¿Por
qué dejaría a mi hija tomar la decisión de salir tan pronto? Casi
no he desayunado y me ha tocado vestirme a toda prisa, mientras ella
llevaba casi media hora lista y estaba en la cocina comiendo y con su
equipaje preparado.
-Hija.
-Engla se gira hacia mí y se ríe al verme con la pieza de fruta en
la boca. La muerdo y la devuelvo a mi mano. -No te rías, no había
tenido tiempo.
-Oh,
¿he herido tu orgullo? -Sonríe, mientras los tonos rojos comienzan
a aparecer por todo mi rostro.
-Eso
siempre seguirá intacto. -Sí, supongo que esta respuesta la
mantendrá a raya.
-Bueno,
¿querías algo? -Tal y como pensaba, ha dejado el tema.
-Sí.
-Giro mi cabeza, mirando a todos lados. A cada lado hay casetas, y al
fondo está el esqueleto de lo que antaño fue un avión, el cual se
estrelló hace mucho tiempo. -¿Dónde demonios está Eyland?
-La
última vez que lo vi, y te hablo de cuando acababa de levantarme, se
fue con su madre a una de las cabañas.
-Ve
a buscarlo. -Miro el reloj. -Partimos en diez minutos.
-A
tus órdenes, papá.
-Claro.
Sonrío
mientras mi pequeña se aleja, tan feliz y decidida como siempre.
¿Quién me iba a decir a mí cuando llegué a este sitio hace diez
años que me reencontraría con ella y sería ya toda una mujer, una
líder?
-Oh,
lo olvidaba.
Tengo
que despedirme de Tara, no merece menos. Esta mujer me acogió en su
casa cuando acababa de perder a mi esposa y abandonar a mis dos
hijas. Era una historia macabra, pero a ella le dio igual, quiso
conocer todos los detalles, y luego me recibió con los brazos
abiertos.
-Y
pensar que todavía existe gente así...
También
recuerdo que, después, con el tiempo, el líder, mi querido amigo
Ilidio(1), me quiso nombrar su asistente para ayudarlo a
gestionar Agder, ella se hizo a un lado para que yo pudiera cumplir
mis objetivos.
-Eso...
Realmente me llegó.
Y,
sin realmente darme cuenta, me he llevado el puño hacia el pecho,
hacia el corazón. Ahí es donde guardaré siempre su recuerdo y todo
lo que ella me ha dado durante estos últimos diez años.
Con
paso firme, me dirijo hacia el improvisado ayuntamiento, el cual
ayudé a construir con los mejores materiales que había, en busca de
mi amada. ¿Estará hoy tan radiante como de costumbre?
Un
par de minutos después llego al edificio hecho de placas de metal
del avión y piedra, por fuera, y todo mármol por dentro. Siempre me
pareció feo el exterior, y ahora lo añoraré por mucho tiempo. A
pocos pasos de la entrada, al igual que cada día, se encuentra Tara,
sentada en su mesa.
-Oh,
qué bueno verte.
-Salimos
en breves. Y...
-Lo
sé. -Me corta a mitad de frase. -Voy a encargarme de la comunicación
entre la nave y la isla.
-Yo...
-La miro a los ojos, esos preciosos ojos verdes esmeralda. -Había
venido a despedirme.
(1)
Ilidio: Su etimología no es muy clara, parece derivar en su primer
origen del griego ilídios, "lo propio de la tropa". Es uno
de los nombres griegos que guardan toda una simbología guerrera,
representa al hombre que requiere las características del guerrero;
valentía, nobleza, fuerza y poder.
-Eso
también lo sé. -Sonríe, y no puede haber nada mejor que contemplar
su boca en este momento. -Pero tú también deberías darte cuenta de
lo poco que me gustan las despedidas.
-La
última vez me fui dejándote una nota, y ambos sabemos cómo fue tu
reacción a mi vuelta. -Lloró como una descosida, estaba realmente
preocupada.
-Sí,
pero...
Y,
antes de que pueda replicarme nada, la beso, con todas mis ganas,
porque hacía tiempo que necesitaba hacerlo. Maldita sea, ¿cómo
puede saber tan tan bien? Es como una especie de hechizo.
-Wow.
-Dice, una vez se separan nuestros labios. -Hacía tiempo que no
hacías algo así.
-Hacía
tiempo que no hacía tantas cosas... -“Como ver a mis hijas”,
pienso, pero no me atrevo a decirlo. No quiero estropear el momento.
-Pero
lo importante es que ahora estás aquí. -Me acaricia la cara.
-Conmigo.
-Contigo.
-¿Fuerza?
-Pregunta, mirándome a los ojos. Vaya, casi había olvidado esa
frase. Cada vez que salía de expedición o de caza, ella me
transmitía su fuerza justo antes de partir.
-Fuerza.
Asiento,
la beso de nuevo y me separo un poco de ella. Debería irme ya,
seguro que me esperan... Pero sigo sin poder dejarla aquí, aún a
sabiendas de que debo hacerlo. Tengo que ser fuerte.
-Axell...
-¿Sí?
-Devuelvo mi mirada a sus ojos.
-Esto
no es un adiós, es un hasta luego.
-Volveremos
a vernos.
-Sin
duda.
Y,
pensando de esta forma, salgo del improvisado ayuntamiento y me
dirijo a la pequeña planicie donde dejamos la nave cuando llegamos a
Agder. Cuando llego, todos están esperando: Engla se encuentra
abriendo las compuertas, Spirit cabizbajo y sin hacer nada, como
siempre, y Eyland despidiéndose de su madre, una vez más...
-Perdón
por el retraso.
-Ya
te vale, padre. -Responde Engla, con el dedo levantado.
-Tenía
un asunto pendiente, hija.
Subo
al vehículo volador y me dejo caer sobre el asiento del piloto
mientras los otros tres me imitan en sus respectivos lugares
asignados. Esta cosa es más o menos grande, cabrían perfectamente
veinte personas de pie sin tocarse los codos unos contra otros.
-Bueno,
comencemos.
E
inicio el rutinario proceso de despegue: botón rojo central, palanca
superior derecha y placa azul también derecha para encender motores
y aire acondicionado.
-Axell,
recuerda que tienes estabilizador de vuelo. -La voz de Tara llega
desde el intercomunicador.
-Sí,
gracias, cielo. -Giro la cabeza. -Chicos, agarraos fuerte, que vamos
a despegar.
Cierro
las compuertas desde el panel de control y vuelvo a pulsar el botón
rojo de encendido mientras tiro de la palanca de mandos para hacer
que la nave se eleve. Atravesamos las nubes y, una vez estamos a una
altura considerable, activo el estabilizador.
Y
así, digo adiós a Agder, a mi amada y a todos mis bonitos
recuerdos.
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