martes, 2 de septiembre de 2014

Horizontes Nevados (XXV)













Una gran luz proyecta
una gran sombra


























































I
Axell

Salgo de la cabaña improvisada de madera con una manzana en la boca. ¿Por qué dejaría a mi hija tomar la decisión de salir tan pronto? Casi no he desayunado y me ha tocado vestirme a toda prisa, mientras ella llevaba casi media hora lista y estaba en la cocina comiendo y con su equipaje preparado.

-Hija. -Engla se gira hacia mí y se ríe al verme con la pieza de fruta en la boca. La muerdo y la devuelvo a mi mano. -No te rías, no había tenido tiempo.

-Oh, ¿he herido tu orgullo? -Sonríe, mientras los tonos rojos comienzan a aparecer por todo mi rostro.

-Eso siempre seguirá intacto. -Sí, supongo que esta respuesta la mantendrá a raya.

-Bueno, ¿querías algo? -Tal y como pensaba, ha dejado el tema.

-Sí. -Giro mi cabeza, mirando a todos lados. A cada lado hay casetas, y al fondo está el esqueleto de lo que antaño fue un avión, el cual se estrelló hace mucho tiempo. -¿Dónde demonios está Eyland?

-La última vez que lo vi, y te hablo de cuando acababa de levantarme, se fue con su madre a una de las cabañas.

-Ve a buscarlo. -Miro el reloj. -Partimos en diez minutos.

-A tus órdenes, papá.

-Claro.

Sonrío mientras mi pequeña se aleja, tan feliz y decidida como siempre. ¿Quién me iba a decir a mí cuando llegué a este sitio hace diez años que me reencontraría con ella y sería ya toda una mujer, una líder?

-Oh, lo olvidaba.

Tengo que despedirme de Tara, no merece menos. Esta mujer me acogió en su casa cuando acababa de perder a mi esposa y abandonar a mis dos hijas. Era una historia macabra, pero a ella le dio igual, quiso conocer todos los detalles, y luego me recibió con los brazos abiertos.

-Y pensar que todavía existe gente así...

También recuerdo que, después, con el tiempo, el líder, mi querido amigo Ilidio(1), me quiso nombrar su asistente para ayudarlo a gestionar Agder, ella se hizo a un lado para que yo pudiera cumplir mis objetivos.

-Eso... Realmente me llegó.

Y, sin realmente darme cuenta, me he llevado el puño hacia el pecho, hacia el corazón. Ahí es donde guardaré siempre su recuerdo y todo lo que ella me ha dado durante estos últimos diez años.

Con paso firme, me dirijo hacia el improvisado ayuntamiento, el cual ayudé a construir con los mejores materiales que había, en busca de mi amada. ¿Estará hoy tan radiante como de costumbre?

Un par de minutos después llego al edificio hecho de placas de metal del avión y piedra, por fuera, y todo mármol por dentro. Siempre me pareció feo el exterior, y ahora lo añoraré por mucho tiempo. A pocos pasos de la entrada, al igual que cada día, se encuentra Tara, sentada en su mesa.

-Oh, qué bueno verte.

-Salimos en breves. Y...

-Lo sé. -Me corta a mitad de frase. -Voy a encargarme de la comunicación entre la nave y la isla.

-Yo... -La miro a los ojos, esos preciosos ojos verdes esmeralda. -Había venido a despedirme.

(1) Ilidio: Su etimología no es muy clara, parece derivar en su primer origen del griego ilídios, "lo propio de la tropa". Es uno de los nombres griegos que guardan toda una simbología guerrera, representa al hombre que requiere las características del guerrero; valentía, nobleza, fuerza y poder.


-Eso también lo sé. -Sonríe, y no puede haber nada mejor que contemplar su boca en este momento. -Pero tú también deberías darte cuenta de lo poco que me gustan las despedidas.

-La última vez me fui dejándote una nota, y ambos sabemos cómo fue tu reacción a mi vuelta. -Lloró como una descosida, estaba realmente preocupada.

-Sí, pero...

Y, antes de que pueda replicarme nada, la beso, con todas mis ganas, porque hacía tiempo que necesitaba hacerlo. Maldita sea, ¿cómo puede saber tan tan bien? Es como una especie de hechizo.

-Wow. -Dice, una vez se separan nuestros labios. -Hacía tiempo que no hacías algo así.

-Hacía tiempo que no hacía tantas cosas... -“Como ver a mis hijas”, pienso, pero no me atrevo a decirlo. No quiero estropear el momento.

-Pero lo importante es que ahora estás aquí. -Me acaricia la cara. -Conmigo.

-Contigo.

-¿Fuerza? -Pregunta, mirándome a los ojos. Vaya, casi había olvidado esa frase. Cada vez que salía de expedición o de caza, ella me transmitía su fuerza justo antes de partir.

-Fuerza.

Asiento, la beso de nuevo y me separo un poco de ella. Debería irme ya, seguro que me esperan... Pero sigo sin poder dejarla aquí, aún a sabiendas de que debo hacerlo. Tengo que ser fuerte.

-Axell...

-¿Sí? -Devuelvo mi mirada a sus ojos.

-Esto no es un adiós, es un hasta luego.

-Volveremos a vernos.

-Sin duda.

Y, pensando de esta forma, salgo del improvisado ayuntamiento y me dirijo a la pequeña planicie donde dejamos la nave cuando llegamos a Agder. Cuando llego, todos están esperando: Engla se encuentra abriendo las compuertas, Spirit cabizbajo y sin hacer nada, como siempre, y Eyland despidiéndose de su madre, una vez más...

-Perdón por el retraso.

-Ya te vale, padre. -Responde Engla, con el dedo levantado.

-Tenía un asunto pendiente, hija.

Subo al vehículo volador y me dejo caer sobre el asiento del piloto mientras los otros tres me imitan en sus respectivos lugares asignados. Esta cosa es más o menos grande, cabrían perfectamente veinte personas de pie sin tocarse los codos unos contra otros.

-Bueno, comencemos.

E inicio el rutinario proceso de despegue: botón rojo central, palanca superior derecha y placa azul también derecha para encender motores y aire acondicionado.

-Axell, recuerda que tienes estabilizador de vuelo. -La voz de Tara llega desde el intercomunicador.

-Sí, gracias, cielo. -Giro la cabeza. -Chicos, agarraos fuerte, que vamos a despegar.

Cierro las compuertas desde el panel de control y vuelvo a pulsar el botón rojo de encendido mientras tiro de la palanca de mandos para hacer que la nave se eleve. Atravesamos las nubes y, una vez estamos a una altura considerable, activo el estabilizador.


Y así, digo adiós a Agder, a mi amada y a todos mis bonitos recuerdos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario