domingo, 27 de abril de 2014

Sueños Espiral (XXI)





XI

Este sitio... Me es familiar, extrañamente familiar. Es igual al lugar donde estaba hace unos segundos. ¿Realmente he saltado en la espiral o han encendido las luces? Miro de un lado a otro. Anayansi sigue aquí, su mano sujetando la mía con fuerza. Literas por todos los rincones, rodeándonos, pero no hay ni rastro del rey.

Pero entonces mis ojos encuentran los suyos, los ojos que menos esperaba encontrar en este extraño lugar; Engla.

-Discúlpame. -Sonrío a Anayansi y acaricio su mano con la mía mientras me separo de ella.

-No. No me dejes sola... -Me mira de forma triste detrás de sus claros ojos marrones.

-Está bien. -Vuelvo a su lado. -Ven conmigo.

Cogido del brazo de la princesa, me dirijo a Engla con paso firme y mirada decidida. Ella, que estaba de espaldas a mí, se gira y hace una mueca de sorpresa, la cual cambia enseguida por una sonrisa malévola.

-Hola. -Le digo en tono frío.

-Oh, Eyland. -Sonríe, pero deja de hacerlo en cuanto Anayansi sale de detrás mía. -¿Y ella es...?

-Antes de venir aquí, pasé por otro reino. Ella era la princesa.

-Oh, así que una princesa... -Esboza una siniestra sonrisa y musita algo para sí misma, parece pensativa. -Interesante.

-No tiene nada interesante. -La miro impasible.

-Sí lo tiene, y mucho.

-¿Me lo explicas?

-Claro. -Junta sus manos. -Tienes un poder especial con las mujeres, que no conmigo. Una princesa... Muy bien hecho. Si tiene poder, puedes cubrirte las espaldas de todo tipo de ataque, ¿no?

-¿De qué habla? -Me pregunta Anayansi. Al fondo de la sala veo una puerta, con un letrero luminoso que dice “Salida de emergencia” sobre su marco.

-Cuando te diga tres, corre. -Mis palabras son casi imperceptibles.




-¿Qué? -Susurra.

-Hazlo. Uno... -Miro a mi enemiga fijamente.

-Está bien Eyland. Pero ella tampoco será capaz de salvarte ahora.

-Dos... -Engla me mira fijamente y lanza una patada que esquivo con dificultad. -¡Tres!

La esquivo y salgo corriendo de la mano de Anayansi, que me sigue respirando difícilmente a pocos centímetros de distancia. Alcanzamos la puerta y la abro. Me da igual si es la calle u otra espiral, corro sin mirar hacia delante y cierro la puerta detrás de nosotros, encerrando a Engla al otro lado.

*****

Caemos de golpe contra el frío suelo de baldosas. Alzo la vista, y lo que veo me horroriza más de lo que acabo de dejar atrás. Estoy en... No puede ser.. Estoy en casa. O, mejor dicho, en lo que queda de ella.

Me levanto como puedo entre los escombros de lo que en su día fue mi hogar, el albergue juvenil de Niflheim. Este sitio me trae recuerdos contradictorios: he pasado la mayoría de los mejores momentos de mi vida aquí, pero también se inició aquí la persecución a la que me tiene sometido el Clan. Ya no queda nada de lo que recordaba aquí. Las paredes tienen agujeros enormes, las literas son ahora chatarra tirada en el suelo y las lámparas se han convertido en cristales que se esparcen por todo el piso.

Me muevo de un lado a otro, buscando algo que me haga recordar, que me haga volver a sentir vivo como me sentía aquí antes de que todo esto pasara hace cuánto, ¿tres días? No ha parecido mucho más. Aunque, cuando llegué a Tennō perdí la noción del tiempo.

Anayansi está tumbada en el suelo justo donde caímos, no se ha movido desde entonces, todavía sigue inconsciente por el viaje en espiral. Parece un ángel que ha bajado del cielo para hacer el bien, al menos esa impresión da cuando duerme.

Me acerco por fin a uno de los agujeros de la pared, intentando resolver mis dudas de cómo habrá cambiado la Villa si este lugar está así, y enfrentando el miedo a descubrirlo. Fuera todo está devastado, las pocas casas que siguen en pie tienen enormes grietas en sus fachadas, las calles son todo escombros, no me gustará andar por ahí con mis pies descalzos. Casi por todos lados, como si de un ejército se tratara, los guardias del Clan rastrean los restos de las casas y edificios.

-¿Qué demonios buscan? ¿A mí?

No tengo muy clara la respuesta a esa pregunta, pero voy a averiguarlo ya mismo. Me alejo de la pared y me dirijo a la escalera de emergencia suponiendo que el ascensor a estas alturas ya no funcionará.




-¿Te vas? -Anayansi habla desde el centro de la habitación. ¿Cuándo ha despertado? No me he dado cuenta. -¿De verdad ibas a dejarme sola en un mundo el cual ni siquiera conozco?

-Yo.. Eh... -Iba a hacerlo, claro que iba a hacerlo. -Sólo... Necesitaba mirar.

-¿Mirar el qué? Esto es todo destrucción.

-Pero es la destrucción de mi ciudad natal.

-Oh. -Su cara refleja sorpresa y algo de melancolía a la vez. -¿Tú viniste de aquí?

-Bueno, es algo más complicado que eso. -Golpeo un trozo pequeño de ladrillo con la punta del pie.

-Y esa chica, la de la otra habitación... Os conocíais, ¿no es así?

-Efectivamente. Ella es uno de los motivos por los que acabé en Curanipe.

-Ahora empiezo a entender más cosas... -Dice para sí misma.

-Bueno, yo me voy. ¿Vienes o no? -Le tiendo la mano.

-No me queda más remedio.

Coge mi mano y abro la puerta de la salida de emergencia. Bajamos un tramo de escaleras sin decir palabra, inmersos en nuestros propios pensamientos. Escalón a escalón, nuestro único acompañante es el sonido de nuestros pies golpeando el suelo mientras bajamos.

-Anayansi, tengo que advertirte de algo.

-Dime. -Su voz suena rota, parece preocupada.

-Es posible que haya que salir corriendo, y esta vez no avisaré.

Asiente y seguimos bajando las escaleras hasta lo que queda del vestíbulo. Lo que antes era blanco pálido y refinado, ahora es de color negro ceniza. Me sorprende que este edificio siga en pie tras lo que parece haber sido un ataque con bombas. Miro al suelo y una lágrima escapa de mis ojos. Realmente amaba este lugar, era mi forma de evadirme de la tensión de mi vida, era...

Contengo mis lágrimas con dificultad, esperando que Anayansi no note mi pequeño derrumbe. Qué ironía, todo hecho pedazos y el que cae ahora soy yo. Suelto su mano y me dirijo rápidamente hacia fuera del hostal. Cuando salgo, el frío viento me golpea en la cara y me despierta de lo que parecía una pesadilla mental. Estoy vivo, estoy en Niflheim, y tengo que seguir viviendo. Mis padres lo querrían así... No sé dónde estarán ellos ahora, pero me temo lo peor. Este clima me recuerda a una canción del Loud'n Rock.




En estos tiempos sálvese quien pueda,
pobre aquel... Aquel que espera.
Que la guerra una vez comienza,
todo destruye, nada queda.

Y así es precisamente ahora. La guerra ha comenzado y todo aquí está destruido. ¿Qué demonios quieren de mí que son capaces de todo esto sólo para acabar conmigo?

-¡¿Qué es lo que quieres?! ¡Tyr, dímelo! -Grito lo más fuerte que puedo, esperando que me oiga. Sé que él está aquí, claro que está aquí. -¡Ven y responde!

Los guardias se giran hacia mí rápidamente. Se sorprenden al verme aquí y no saben qué hacer. Veo cómo tiemblan y se miran el uno al otro desconcertados. Deciden venir a por mí corriendo. Un momento, yo reconozco a esos dos hombres. Ellos son los policías de aquella vez, ¿están con el Clan? ¿Estuvieron siempre con ellos?

-No tenéis por qué correr. No pienso oponer resistencia.

No lo digo muy alto, pero sé que me han oído porque aminoran la marcha. Desde detrás de mí, Anayansi me mira sin saber qué hago. Bueno, yo tampoco lo tengo muy claro. Me giro hacia ella, le doy una media sonrisa y me dirijo hacia los guardias.

-¡Tyr! ¡¿Por qué no vienes?! -Grito de nuevo, esta vez con más fuerza, tanta que los dos policías frenan en eso. -¡¿Acaso tienes miedo, Tyr?!

-Me llamo Spirit. -Oigo su voz a mi espalda. Sonrío. Por fin está aquí. -Y no, no tengo miedo. Y mucho menos de ti.

-Has tardado mucho, Tyr. -Pongo más fuerza en esta última palabra.

-Oh no. No creas que voy a caer en esa provocación de nuevo.

-Es una pena. -¿Qué demonios estoy haciendo? Debería estar escapando de este lugar, alejándome de él. Pero no, mis pies me llevan más y más cerca.

-Me lo pones demasiado fácil, Rise.

-¿Ya ni te dignas a llamarme por mi nombre? Qué patético. -Lo miro con desprecio mientras sigo avanzando hacia él.

-Perdón. Eyland.

-Muy bien. -Sonrío y me paro a un par de metros de su posición. -Pero... -Miro a la princesa a su espalda. -Has cometido un error en no venir tú a por mí.

Me giro y salgo corriendo lo más rápido que puedo, y Anayansi me sigue de muy cerca. Mi acción le pilla por sorpresa, por lo que tarda en salir detrás de mí.

-Tenemos sólo un minuto de ventaja. Sígueme y no digas nada.



Asiente y corremos a lo largo de la Villa. ¿Qué estoy buscando? ¿Una espiral? Si aparecieron las otras veces fue por casualidad. Entonces, ¿cómo escapar? ¿Salimos trotando fuera de la ciudad hasta que los perdamos?

-¡Allí! -Anayansi señala un edificio al final de la calle que parece ser seguro.

-Allí no. Pero sé otro sitio que sí podemos ir.

El puerto, ¿cómo no lo pensé antes? Podemos escapar por el mar, allí nunca nos alcanzarían. Mantengo la idea en mente y nos desvío hacia allí por una ruta alternativa, consiguiendo también despistar a Tyr y a los policías.

-Bien. Ahora podemos ir más lento.

-Gracias. -Tiene la mano en el pecho y respira con dificultad.

-Ojo avizor. -Señalo mis ojos con dos dedos y luego apunto a los suyos.

-Sí.

Después de una pequeña pausa para recomponernos, que ella necesitaba bastante, salimos de detrás del edificio y entramos a la sala que conecta la ciudad con el puerto. Me sorprende mucho en el buen estado que está por dentro. Aquí parece que no haya pasado nada, pero sé de sobra que no es así. Salimos por el otro lado y busco alguna embarcación, pero lo único que encuentro es una pequeña lancha que sólo tiene espacio para un pasajero.

-Deberías ir tú. -Le digo.

-Oh no. Ni hablar. Yo tengo un pueblo que gobernar, un lugar al que proteger.

-Precisamente por eso. Eres tú la que tendrías que escapar de aquí y salvarte.

-Dijiste que te buscaban a ti. A mí no me harán nada. -Me aprieta la mano con las suyas con tremenda delicadeza. -Estaré bien.

-Pero...

-Venga. -Me besa y me empuja al borde del muelle. Le hago caso y subo a la lancha, encendiendo el pequeño motor que tiene.

-¡Aquí estás! -Del edificio que conecta puerto y ciudad sale Engla corriendo. Está realmente furiosa y se dirige hacia aquí a gran velocidad.

-¡Vete! ¡Eyland, vete! -Anayansi suplica.

Mientras la mujer del Clan llega, yo acelero todo lo que puedo y me alejo de mi ciudad natal de nuevo, esta vez por mar. La princesa sonríe mientras me ve alejarme y salvarme, aunque...



-¡No! ¡Aléjate de ella!



Engla coge a Anayansi del pelo y la lanza al suelo. La golpea repetidas veces, en la cara, el las costillas, la espalda... Ella va a matarla, ¡va a pegarle hasta a la muerte! Pero ya es demasiado tarde para que vuelva. Si diera la vuelta, ya llegaría tarde para salvarla. ¿Qué demonios he hecho?

Bueno, hasta aquí la segunda de las cuatro partes del proyecto. Espero que os haya gustado y que sigáis leyendo una vez continúe.

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