XI
Este
sitio... Me es familiar, extrañamente familiar. Es igual al lugar
donde estaba hace unos segundos. ¿Realmente he saltado en la espiral
o han encendido las luces? Miro de un lado a otro. Anayansi sigue
aquí, su mano sujetando la mía con fuerza. Literas por todos los
rincones, rodeándonos, pero no hay ni rastro del rey.
Pero
entonces mis ojos encuentran los suyos, los ojos que menos esperaba
encontrar en este extraño lugar; Engla.
-Discúlpame.
-Sonrío a Anayansi y acaricio su mano con la mía mientras me separo
de ella.
-No.
No me dejes sola... -Me mira de forma triste detrás de sus claros
ojos marrones.
-Está
bien. -Vuelvo a su lado. -Ven conmigo.
Cogido
del brazo de la princesa, me dirijo a Engla con paso firme y mirada
decidida. Ella, que estaba de espaldas a mí, se gira y hace una
mueca de sorpresa, la cual cambia enseguida por una sonrisa malévola.
-Hola.
-Le digo en tono frío.
-Oh,
Eyland. -Sonríe, pero deja de hacerlo en cuanto Anayansi sale de
detrás mía. -¿Y ella es...?
-Antes
de venir aquí, pasé por otro reino. Ella era la princesa.
-Oh,
así que una princesa... -Esboza una siniestra sonrisa y musita algo
para sí misma, parece pensativa. -Interesante.
-No
tiene nada interesante. -La miro impasible.
-Sí
lo tiene, y mucho.
-¿Me
lo explicas?
-Claro.
-Junta sus manos. -Tienes un poder especial con las mujeres, que no
conmigo. Una princesa... Muy bien hecho. Si tiene poder, puedes
cubrirte las espaldas de todo tipo de ataque, ¿no?
-¿De
qué habla? -Me pregunta Anayansi. Al fondo de la sala veo una
puerta, con un letrero luminoso que dice “Salida de emergencia”
sobre su marco.
-Cuando
te diga tres, corre. -Mis palabras son casi imperceptibles.
-¿Qué?
-Susurra.
-Hazlo.
Uno... -Miro a mi enemiga fijamente.
-Está
bien Eyland. Pero ella tampoco será capaz de salvarte ahora.
-Dos...
-Engla me mira fijamente y lanza una patada que esquivo con
dificultad. -¡Tres!
La
esquivo y salgo corriendo de la mano de Anayansi, que me sigue
respirando difícilmente a pocos centímetros de distancia.
Alcanzamos la puerta y la abro. Me da igual si es la calle u otra
espiral, corro sin mirar hacia delante y cierro la puerta detrás de
nosotros, encerrando a Engla al otro lado.
*****
Caemos
de golpe contra el frío suelo de baldosas. Alzo la vista, y lo que
veo me horroriza más de lo que acabo de dejar atrás. Estoy en... No
puede ser.. Estoy en casa. O, mejor dicho, en lo que queda de ella.
Me
levanto como puedo entre los escombros de lo que en su día fue mi
hogar, el albergue juvenil de Niflheim. Este sitio me trae recuerdos
contradictorios: he pasado la mayoría de los mejores momentos de mi
vida aquí, pero también se inició aquí la persecución a la que
me tiene sometido el Clan. Ya no queda nada de lo que recordaba aquí.
Las paredes tienen agujeros enormes, las literas son ahora chatarra
tirada en el suelo y las lámparas se han convertido en cristales que
se esparcen por todo el piso.
Me
muevo de un lado a otro, buscando algo que me haga recordar, que me
haga volver a sentir vivo como me sentía aquí antes de que todo
esto pasara hace cuánto, ¿tres días? No ha parecido mucho más.
Aunque, cuando llegué a Tennō perdí la noción del tiempo.
Anayansi
está tumbada en el suelo justo donde caímos, no se ha movido desde
entonces, todavía sigue inconsciente por el viaje en espiral. Parece
un ángel que ha bajado del cielo para hacer el bien, al menos esa
impresión da cuando duerme.
Me
acerco por fin a uno de los agujeros de la pared, intentando resolver
mis dudas de cómo habrá cambiado la Villa si este lugar está así,
y enfrentando el miedo a descubrirlo. Fuera todo está devastado, las
pocas casas que siguen en pie tienen enormes grietas en sus fachadas,
las calles son todo escombros, no me gustará andar por ahí con mis
pies descalzos. Casi por todos lados, como si de un ejército se
tratara, los guardias del Clan rastrean los restos de las casas y
edificios.
-¿Qué
demonios buscan? ¿A mí?
No
tengo muy clara la respuesta a esa pregunta, pero voy a averiguarlo
ya mismo. Me alejo de la pared y me dirijo a la escalera de
emergencia suponiendo que el ascensor a estas alturas ya no
funcionará.
-¿Te
vas? -Anayansi habla desde el centro de la habitación. ¿Cuándo ha
despertado? No me he dado cuenta. -¿De verdad ibas a dejarme sola en
un mundo el cual ni siquiera conozco?
-Yo..
Eh... -Iba a hacerlo, claro que iba a hacerlo. -Sólo... Necesitaba
mirar.
-¿Mirar
el qué? Esto es todo destrucción.
-Pero
es la destrucción de mi ciudad natal.
-Oh.
-Su cara refleja sorpresa y algo de melancolía a la vez. -¿Tú
viniste de aquí?
-Bueno,
es algo más complicado que eso. -Golpeo un trozo pequeño de
ladrillo con la punta del pie.
-Y
esa chica, la de la otra habitación... Os conocíais, ¿no es así?
-Efectivamente.
Ella es uno de los motivos por los que acabé en Curanipe.
-Ahora
empiezo a entender más cosas... -Dice para sí misma.
-Bueno,
yo me voy. ¿Vienes o no? -Le tiendo la mano.
-No
me queda más remedio.
Coge
mi mano y abro la puerta de la salida de emergencia. Bajamos un tramo
de escaleras sin decir palabra, inmersos en nuestros propios
pensamientos. Escalón a escalón, nuestro único acompañante es el
sonido de nuestros pies golpeando el suelo mientras bajamos.
-Anayansi,
tengo que advertirte de algo.
-Dime.
-Su voz suena rota, parece preocupada.
-Es
posible que haya que salir corriendo, y esta vez no avisaré.
Asiente
y seguimos bajando las escaleras hasta lo que queda del vestíbulo.
Lo que antes era blanco pálido y refinado, ahora es de color negro
ceniza. Me sorprende que este edificio siga en pie tras lo que parece
haber sido un ataque con bombas. Miro al suelo y una lágrima escapa
de mis ojos. Realmente amaba este lugar, era mi forma de evadirme de
la tensión de mi vida, era...
Contengo
mis lágrimas con dificultad, esperando que Anayansi no note mi
pequeño derrumbe. Qué ironía, todo hecho pedazos y el que cae
ahora soy yo. Suelto su mano y me dirijo rápidamente hacia fuera del
hostal. Cuando salgo, el frío viento me golpea en la cara y me
despierta de lo que parecía una pesadilla mental. Estoy vivo, estoy
en Niflheim, y tengo que seguir viviendo. Mis padres lo querrían
así... No sé dónde estarán ellos ahora, pero me temo lo peor.
Este clima me recuerda a una canción del Loud'n Rock.
En
estos tiempos sálvese quien pueda,
pobre
aquel... Aquel que espera.
Que
la guerra una vez comienza,
todo
destruye, nada queda.
Y
así es precisamente ahora. La guerra ha comenzado y todo aquí está
destruido. ¿Qué demonios quieren de mí que son capaces de todo
esto sólo para acabar conmigo?
-¡¿Qué
es lo que quieres?! ¡Tyr, dímelo! -Grito lo más fuerte que puedo,
esperando que me oiga. Sé que él está aquí, claro que está aquí.
-¡Ven y responde!
Los
guardias se giran hacia mí rápidamente. Se sorprenden al verme aquí
y no saben qué hacer. Veo cómo tiemblan y se miran el uno al otro
desconcertados. Deciden venir a por mí corriendo. Un momento, yo
reconozco a esos dos hombres. Ellos son los policías de aquella vez,
¿están con el Clan? ¿Estuvieron siempre con ellos?
-No
tenéis por qué correr. No pienso oponer resistencia.
No
lo digo muy alto, pero sé que me han oído porque aminoran la
marcha. Desde detrás de mí, Anayansi me mira sin saber qué hago.
Bueno, yo tampoco lo tengo muy claro. Me giro hacia ella, le doy una
media sonrisa y me dirijo hacia los guardias.
-¡Tyr!
¡¿Por qué no vienes?! -Grito de nuevo, esta vez con más fuerza,
tanta que los dos policías frenan en eso. -¡¿Acaso tienes miedo,
Tyr?!
-Me
llamo Spirit. -Oigo su voz a mi espalda. Sonrío. Por fin está aquí.
-Y no, no tengo miedo. Y mucho menos de ti.
-Has
tardado mucho, Tyr. -Pongo más fuerza en esta última palabra.
-Oh
no. No creas que voy a caer en esa provocación de nuevo.
-Es
una pena. -¿Qué demonios estoy haciendo? Debería estar escapando
de este lugar, alejándome de él. Pero no, mis pies me llevan más y
más cerca.
-Me
lo pones demasiado fácil, Rise.
-¿Ya
ni te dignas a llamarme por mi nombre? Qué patético. -Lo miro con
desprecio mientras sigo avanzando hacia él.
-Perdón.
Eyland.
-Muy
bien. -Sonrío y me paro a un par de metros de su posición. -Pero...
-Miro a la princesa a su espalda. -Has cometido un error en no venir
tú a por mí.
Me
giro y salgo corriendo lo más rápido que puedo, y Anayansi me sigue
de muy cerca. Mi acción le pilla por sorpresa, por lo que tarda en
salir detrás de mí.
-Tenemos
sólo un minuto de ventaja. Sígueme y no digas nada.
Asiente
y corremos a lo largo de la Villa. ¿Qué estoy buscando? ¿Una
espiral? Si aparecieron las otras veces fue por casualidad. Entonces,
¿cómo escapar? ¿Salimos trotando fuera de la ciudad hasta que los
perdamos?
-¡Allí!
-Anayansi señala un edificio al final de la calle que parece ser
seguro.
-Allí
no. Pero sé otro sitio que sí podemos ir.
El
puerto, ¿cómo no lo pensé antes? Podemos escapar por el mar, allí
nunca nos alcanzarían. Mantengo la idea en mente y nos desvío hacia
allí por una ruta alternativa, consiguiendo también despistar a Tyr
y a los policías.
-Bien.
Ahora podemos ir más lento.
-Gracias.
-Tiene la mano en el pecho y respira con dificultad.
-Ojo
avizor. -Señalo mis ojos con dos dedos y luego apunto a los suyos.
-Sí.
Después
de una pequeña pausa para recomponernos, que ella necesitaba
bastante, salimos de detrás del edificio y entramos a la sala que
conecta la ciudad con el puerto. Me sorprende mucho en el buen estado
que está por dentro. Aquí parece que no haya pasado nada, pero sé
de sobra que no es así. Salimos por el otro lado y busco alguna
embarcación, pero lo único que encuentro es una pequeña lancha que
sólo tiene espacio para un pasajero.
-Deberías
ir tú. -Le digo.
-Oh
no. Ni hablar. Yo tengo un pueblo que gobernar, un lugar al que
proteger.
-Precisamente
por eso. Eres tú la que tendrías que escapar de aquí y salvarte.
-Dijiste
que te buscaban a ti. A mí no me harán nada. -Me aprieta la mano
con las suyas con tremenda delicadeza. -Estaré bien.
-Pero...
-Venga.
-Me besa y me empuja al borde del muelle. Le hago caso y subo a la
lancha, encendiendo el pequeño motor que tiene.
-¡Aquí
estás! -Del edificio que conecta puerto y ciudad sale Engla
corriendo. Está realmente furiosa y se dirige hacia aquí a gran
velocidad.
-¡Vete!
¡Eyland, vete! -Anayansi suplica.
Mientras
la mujer del Clan llega, yo acelero todo lo que puedo y me alejo de
mi ciudad natal de nuevo, esta vez por mar. La princesa sonríe
mientras me ve alejarme y salvarme, aunque...
-¡No!
¡Aléjate de ella!
Engla
coge a Anayansi del pelo y la lanza al suelo. La golpea repetidas
veces, en la cara, el las costillas, la espalda... Ella va a matarla,
¡va a pegarle hasta a la muerte! Pero ya es demasiado tarde para que
vuelva. Si diera la vuelta, ya llegaría tarde para salvarla. ¿Qué
demonios he hecho?
Bueno, hasta aquí la segunda de las cuatro partes del proyecto. Espero que os haya gustado y que sigáis leyendo una vez continúe.
Bueno, hasta aquí la segunda de las cuatro partes del proyecto. Espero que os haya gustado y que sigáis leyendo una vez continúe.
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