lunes, 11 de agosto de 2014

Horizontes Nevados (XXIV)






IX

-Yo sé dónde se encuentra su madriguera.

-¿Tú? ¿Por qué?

-Primero os tengo que contar cómo llegué yo a esta pequeña y alejada isla, llamada Agder. Así que todos callados.

-Como quieras. -Obedecemos y dejamos de hablar para escucharla.

-Yo nací en Upsala.

-¡¿Qué?! -Responde Axell al escucharla.

-Déjame que hable, cariño.

-Lo siento. -Agacha la cabeza. Vaya, es la primera persona que veo dominar a este hombre.

-Como iba diciendo, yo nací en la misma ciudad que Impeesa. Tenía un par de años más que yo, pero nos criamos juntos. Y el día que cumplió su mayoría de edad, fue cuando ocurrió lo del dibujito. Yo le dije que nos fuéramos de ese sitio, pero no me hizo caso, y ya habéis leído el resultado. Yo, por suerte, conseguí desaparecer a tiempo de ese callejón. Una vez creó El Clan, yo fui su asistente.

>>Un día decidió visitar y conocer todo el mundo, para tomar datos y poder ayudar a más gente todavía. Sigo sin saber por qué, pero al llegar aquí se enamoró del lugar. Pero una noche, de pronto, desapareció, se retiró a una especie de cueva al norte de Niflheim. Si tenéis un mapa os lo muestro.

-Voy por uno. -Dice mamá, y sale corriendo de la casa del líder de la zona.

-Ahora puedo continuar yo, Tara.

-Como quieras, líder.

-Esa misma noche, me dijo que en uno de sus estudios había encontrado una especie de anomalía, y fue causada por ti, Eyland.

-¿Por mí?

-Así es. -Asiente. -Y me dijo que te dijera lo de su mensaje. Quiere que lo encuentres.

-Eso ya lo sé.

-Más vale que lo hagas, hijo.

-Si no recuerdo mal, me dijo que quería dejar el cargo de líder del Clan a su hermano, pero que había un hombre al que todos querían más. Se llamaba Axell Fire.

-¿Yo? -Responde.

-Eso mismo.

-Vaya... Pues duré poco, digamos que... cierta persona atentó contra mi vida y consiguió acabar con la de mi esposa.

-Creo que puedes hacerte una idea de quién fue.

-Un momento. -Intervengo en la conversación. -¿Estás diciendo que Joseph es el hermano de Impeesa?

-Muy bien visto.

-¡¿Qué?! -Grita Tyr. -¿Impeesa es mi tío, ese al que nunca conocí?

-¿A que ahora ya tienes motivos para seguir vivo? -Respondo sonriente.

-Mierda. -Agacha la cabeza. Odia que yo tenga razón. -Sí.

-No sé por qué voy a decir esto.

-“¿Qué vas a hacer? No, dime que eso no.”

-Pero, si quieres, puedes venir a la guarida de Impeesa con nosotros.

-“Hala, ya lo ha soltado.”

-¿Por qué yo? -Me mira con los ojos abiertos.

-Era tu tío. ¿No quieres conocerlo?

-Sí, pero... -Su voz es apenas un suspiro. -Soy vuestro prisionero.

-En cierta ocasión salvaste la vida a mi hermano.

-¿Lo sabías? -Las pupilas se le dilatan.

-¿Que había alguien del Clan para cogerlo abajo? -Hago una pequeña pausa. -Al principio no.

-¿Y qué te hizo saberlo?

-Me di cuenta de que tú en el fondo eres una buena persona.

-Si tú lo dices...

-Intentaste matarme, varias veces, pero es así.

-¿Y por qué crees tal cosa?

-Por tu mirada cuando íbamos a subir a la nave y porque, aunque creías que nadie te veía, lloraste en el funeral de Lysandra.

-¡¿Qué?! -Grita su hermana mayor. -¿Spirit llorando?

-Así es. -Asiento. -Yo he visto eso en dos ocasiones, y sé que ninguna de ellas fue fingida.

-¿Insinúas que lo del Loud'n Rock fueron lágrimas reales? -Responde Tyr.

-Lo afirmo. -Lo miro fijamente.

-Te equivocas.

-Tú sigue creyendo eso...

-Ya estoy aquí. -Mamá entra por la puerta jadeante y sudando, ha venido corriendo.

-¿Tienes el mapa?

-Aquí mismo.

Despliega el pergamino en el enorme escritorio del líder de la zona y por fin comienzo a ver un poco claro cómo fue mi viaje por las espirales. En el centro, más grande que cualquiera de las demás, está Niflheim, imponente, casi parece una capital. Justo encima, no muy lejos, se encuentra Curanipe, que parece un edificio sobre el mar. Al sur de la ciudad principal, algo más lejos, hay un punto que representa la isla volante de Tennō, ahora en contacto con el agua. Al este de la que, para mí, a partir de ahora será la capital se encuentra la macronave del Clan, Upsala; ahora entiendo cómo tenían tantos datos de nosotros. Agder, en cambio, queda mucho más lejos, al norte, que casi no cabe en el papel. Y, por último, la “madriguera del lobo” se encuenta al oeste de donde estamos nosotros ahora mismo. Además, hay un islote alejado de todo, tan al sur que parece que choca con el margen de la hoja.

-¿Qué es este sitio? -Lo señalo.

-Nadie lo sabe.

-¿Y no se ha ido a investigar?

-Ir se ha ido, pero no se ha vuelto. Se dice que allí viven unos salvajes, que te arrancan la piel a tiras cuando te atrapan y luego se alimentan de tu carne. Son leyendas, pero podrían perfectamente ser reales.

-El cazador cazado.

-¿Te comen vivo? -Engla está de un color verdoso, parece que está a punto de vomitar.

-Primero te matarán, digo yo. -Respondo.


-Ah, vale. -Ríe.

-En fin, tenemos que partir ya.

-Sí.

Tras mi frase, empiezan a salir de la sala uno por uno, en fila india, hasta que al final en la habitación únicamente quedamos mamá, que se había quedado para recoger el mapa, y yo.

-Así que te vas, ¿eh? -Sonríe débilmente.

-Sabes que tengo que hacerlo.

-Es que han pasado tantas cosas... -Lágrimas empiezan a brotar de sus ojos.

-Lo sé. -Mi voz es apenas audible.

-Hace apenas mes y medio eras un niño que me pedía permiso para ir a un concierto de rock, y ahora... -Hace un barrido de arriba abajo a mi cuerpo con la mano. -Mírate, eres todo un hombre, el líder de la revolución.

-Sigo siendo yo, mamá.

-Pero todo queda tan lejos... -Empieza a llorar más y más.

-Te quiero, y volveré con Desmond.

-Yo también te quiero, hijo.

Y, por un instante, todo desaparece: la revolución, El Clan, Impeesa, Engla, Axell, Tyr... todo, somos solo ella y yo.

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