VII
-El
líder de la zona. Él me habló de Impeesa.
-¿Y
podemos verle?
-Tenemos
que esperar a que todos estén en pie, ¿no?
-Sí,
no sería mala idea. -Reímos.
-Iremos
a su ayuntamiento, por llamarlo de algún modo, al amanecer.
-¿Y
para eso queda mucho?
-Eyland,
¿cuándo te he enseñado yo a ser tan impaciente?
-Yo...
-Me sonrojo y agacho la cabeza. -Lo siento.
En
este momento me veo como lo que realmente soy, y no lo que hasta
ahora he aparentado ser. ¿A quién pretendía engañar? Yo no soy el
líder de una resistencia, ni un héroe, soy un simple chico que ni
siquiera llega a la mayoría de edad. ¿Es que mi madre es la única
que se da cuenta de eso?
-Tienes
que comer algo. ¿Hace cuánto que no pruebas bocado?
-Pues
ahora que lo dices... -Me ruge el estómago, y la sed también
empieza a hacerse notar. -Desde antes del entierro de Lysandra.
-¡¿La
hija de Axell está muerta?!
-”Oh,
sí. Y tanto.”
Empezaba a echarte de menos, Adam...
-¿Cuándo?
¿Cómo?
-Hace
dos días. -Respondo casi sin voz. Empieza a faltarme el aire. Odio
hablar de ese tema.
-¿Qué
pasó? -Miro al suelo.
-Preferiría
no tener que contarlo. -Las palabras salen de mi boca, pero no soy
consciente de haberlas pensado.
-Eh...
-Alza la mano y parece que va a hacer una pregunta, pero no lo hace.
-En la chabola en la que estabas hay comida. Desayuna.
-¿Y
tú?
-Iré
a avisar a todos.
-Como
quieras.
Asiento
y la veo alejarse hacia las otras cabañas. Tyr dijo que este lugar
le recordaba a Tennō,
obviamente no pasó demasiado tiempo allí. Sí, aquí las casas
también son de madera, pero la isla flotante era un poblado bien
organizado; esto, en cambio, es... No sé ni lo que es. Sí, ya sé:
se podría decir que esto son los restos de una civilización que se
trasladó, o al menos es lo que parece.
-“Te
han dejado solo... Una vez más.” -Mierda, parece que disfruta
haciéndome sufrir.
-Déjame
en paz.
-“Deberías
decir que te tienes que dejar.”
-Y
ahora me soltarás el rollo de que tú eres y yo y bla bla bla. -Nada
más lo digo, un horrible pitido me hace picadillo el oído mientras
que comienzo a sentir una tremenda en la cabeza.
-“Recuerda
lo poco que te gusta que la gente no sea respetuosa.” -Tiene razón,
lo odio. Siempre lo he hecho, desde pequeño.
-¿Por
qué me haces esto? -El sonido se hace aún más agudo y me veo
obligado a apoyarme en el marco de la puerta para mantenerme en pie.
-“¿Todavía
no entiendes que todo esto, como tú dices, lo provocas tú mismo?”
-No
sé de queé me hablas.
-“Yo
soy creación tuya. Estás loco, Eyland.”
-Y
nunca me podré librar de ti, ¿me equivoco?
-“¿Alguna
vez tuviste necesidad de acabar contigo mismo?”
-No.
-¿Dónde quiere llegar?
-“Pues
ahí tienes tu respuesta.”
-Sigo
sin comprenderlo. -¿Está insinuando que me suicide?
-“Lo
que quiero decir es que yo soy parte de ti y, por mucho que parezca
raro o te asuste, debes aceptarme. Debes aceptar a tu nuevo yo.”
-Yo...
Lo intentaré.
-“Bien.”
Dando
la conversación interna por zanjada, me dirijo al interior de la
cabaña y abro la nevera, la cual está muy echa polvo y tiene pinta
de doblarme en edad. En su interior hay toda clase de alimentos, pero
mis ojos no pueden apartarse de una caja de plástico de la tercera
leja.
-No
me lo creo.
La
cojo y vacío su contenido en un plato de madera. Madre mía, cuánto
tiempo sin comer esta variedad de fruta, diría que desde que era
pequeño. Los recuerdos de tiempos lejanos y mejores invaden mi mente
a cada bocado y, cuando quiero darme cuenta, casi he acabado y la
gente comienza a aparecer por la puerta.
-Sabía
que cogerías eso. -Dice mamá a la vez que saboreo el último gajo.
-Me
encantaba de niño.
Y
es como me siento en este momento, como un simple chico de apenas
cinco o seis años, sentado a la mesa con su madre, como si nada de
esto hubiera pasado. Realmente me gustaría revivir esa etapa, aunque
fuera solo por un día.
-Has
acabado ya, ¿no? -Engla interviene, cortando el flujo de mis dulces
pensamientos.
-Así
es. -Asiento.
-Pues
tenemos temas que tratar hoy.
-Cierto.
Vamos.
Me
levanto de la mesa, dejo el plato en la cocina improvisada y salimos
todos de la casa de madera: primero mamá, después Axell, luego
Engla y yo, y por último Tyr. ¿Cuándo ha llegado aquí? Debería
estar bajo vigilancia.
-No
me mires así. -Levanta las manos. -Quiero ayudar.
-¿Por
qué?
-Llámalo
arrepentimiento, curiosidad, o como quieras, pero tengo que conocer
la identidad de Impeesa.
-Bueno...
-En una pelea seríamos tres contra uno, así que... -Como quieras.
Sigo
a Axell y a mamá, cambiando constantemente de hierba a suelo rocoso.
Esto no es una ciudad ni un pueblo, son cuatro maderas puestas
directamente sobre un terreno apartado de una isla. No es complicado
distinguir la casa del líder de la zona, ya que es como el doble de
grande que el resto.
-Buenos
días. -El jefe en persona nos recibe en la puerta. -Pasad y
contadme.
-Pues
verá... Estamos buscando a alguien. -Respondo de pronto.
-¿Y
está aquí?
-Lo
estuvo. -Interviene Axell. -Se trata de Impeesa.
-Oh,
sí. Mi predecesor en este cargo.
-Pero
se fue un día sin avisar. -Puntualiza el padre de Engla.
-Así
es. -Asiente. -Y supongo que querréis saber cuál fue su destino.
-¿Lo
sabe? -Dice Tyr, mirándolo con las pupilas muy dilatadas.
-Me
temo que no. -El antiguo joven líder del Clan mira al suelo,
decepcionado. -Pero... ¿Tú eres Eyland Rise?
-¿Yo?
-Respondo. ¿Y esa pregunta?
-Sí.
Antes de irse me dijo que, en el caso de que tú aparecieras
buscándolo, te enviara a la biblioteca, donde dejó una especie de
mensaje o algo así.
-¿Cómo?
¿Por qué yo?
-“Bingo.
Premio gordo.”
-No
lo sé. Simplemente me pidió que te lo contara.
-Entonces
tenemos que encontrar ese mensaje para saberlo, ¿no? -Engla me mria
y me guiña un ojo, sonriendo.
-Claro.
-Le devuelvo la sonrisa.
-Pues
vamos allá.
Salimos
todos de la casa del líder de la zona y, tras una larga caminata
entre una especie de bosque tropical, encontramos una enorme
edificación de piedra, diría que mármol, en medio de un claro.
-Ya
hemos llegado.
-¿Esto
es la biblioteca? -Digo, para evitar que se note que me ha dejado con
la boca abierta.
-Impresionante,
¿verdad?
Y
echa a caminar hacia el interior.
Horizontes
Nevados
-Llevamos
horas buscando. ¿Seguro que está aquí?
-Eso
me dijo él. -Responde el líder de la zona. -Y nunca me mintió.
-Pues
pensemos. -Interviene mamá. -¿Por qué se caracterizaba ese tipo?
-Siempre
iba con un lobo. Y siempre trabajaba hasta tarde, a pesar de que era
el primero en llegar al trabajo todos los días.
-Yo
he leído algo así... -Dice Engla. -Un momento. -Y sale disparada
hacia una estantería lejana.
-Entonces
se podría decir que es un amante de los lobos que duerme poco, ¿no?
-Así
es.
-¡Aquí
esta! -Grita desde el fondo de la sala y todos corremos hacia ella.
-¿Lo
has encontrado?
-Supe
que estaría aquí cuando él dijo esa frase. Mirad el título del
libro.
Lo
alza para que todos lo veamos y puedo leer con facilidad lo escrito
en su lomo: “Los lobos no cierran los ojos”. Muy apropiado.
-Gran
trabajo.
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