miércoles, 16 de abril de 2014

Sueños Espiral (XVIII)





VIII

-Lamentarás eso, Eyland.

Tyr se acerca a mí y me lanza al suelo con ayuda de dos de sus guardias del Clan. Comienza a golpearme de nuevo, aunque con menos fuerza, puedo ver cómo se resiente del costado en cada movimiento brusco que hace.

Me gustaría levantarme de pronto y golpearle en el costado hasta que se desmayara, pero realmente me sería imposible, los guardias me tienen bien sujeto.

Aunque descarto la idea, en una de sus patadas agarro su pierna, haciéndolo caer al suelo sobre sus costillas. Veo la mueca de dolor en su rosto, lo cual me complace mucho, más de lo que jamás habría esperado.

-Mal hecho. -Sonríe y me golpea en la cara desde el suelo.

-¿Tú crees?

Mientras uno de los guardias se agacha a ayudar a a Tyr a levantarse, yo golpeo al otro en la espinilla, haciéndolo retroceder y soltarme.

-Adiós, Tyr.

Salgo corriendo por la puerta mientras Tyr se enerva en la habitación. Haruka murió por mí, no puedo permitirme morir de esta forma tan simple.

Corro y corro hasta que mis piernas duelen y empieza a faltarme el aire y a dolerme la zona donde mi viejo conocido me golpeó. Miro a un lado y a otro, parece que no me siguen, creo que los he conseguido perder.

Me siento de nuevo en el borde de Tennō, detrás de la casa en la que lancé a Engla por la ventana hace unos momentos. Los soles empiezan a caer, por lo que empieza a estar oscuro y los pájaros dejan de cantar. Está todo en silencio.

Un disimulo que se ve perturbado por un extraño sonido. Parecen las aspas de un helicóptero, pero es imposible, aquí la tecnología no ha avanzado tanto como para que sea eso. Fuera lo que fuera, se está acercando, cada vez se escucha más y más fuerte, creo que viene desde abajo de Tennō.

De pronto, el poblado se cubre por niebla, más densa de lo que jamás esperé. ¿Es esto lo que se siente al atravesar una nube?

El ruido sigue aumentando, y, al fondo de la niebla, veo lo que parecen ser unas sombras. Sea lo que sea lo que provoca ese zumbido, pronto saldrá de la bruma y estará aquí. El hecho de saber qué es me asusta y me emociona a la vez. Está aquí, ya está aquí, puedo verlo.


La sombra empieza a tomar forma, una silueta humana, la silueta de una mujer. ¿Es eso a lo que llaman ángeles, seres del cielo que pueden volar?

-Hola, Eyland.

¿Eyland? ¿Ha dicho Eyland? La voz venía de dentro de la nube, ¿cómo es que sabe mi nombre? Quizá sea verdad eso de que todos tenemos un ángel de la guarda, que nos conoce y nos vigila a todas horas. Pero, ¿por qué aparecer aquí?

-¿No me contestas? Qué desilusión...

Suena igual que Haruka, pero sé que no es ella, mi amiga murió, yo mismo lo vi con mis propios ojos. La sombra se acerca más a mí, me es bastante familiar, pero no consigo saber quién hay detrás de la niebla.

-¿No sabes quién soy?

Susurra en mi oído. Ya está encima mía. La mujer va a lomos de un animal extraño con alas. La bestia toca suelo y ella se baja de su espalda, el ruido cesa.

-Así que no eres un ángel. Sólo ibas sobre... eso.

-¿Pensaste que era un ángel? Qué mono.

La dama me abraza por la espalda, por lo que me giro hacia ella. Me cuesta un poco ver entre las nubes, pero la reconozco.

-No puedes ser tú.

-Aquí me tienes, cariño. -Me guiña un ojo, o eso creo.

-¡Yo te maté!

-Tú creíste que lo habías hecho. Mi querido Max me salvó. -Señala al animal del que se había bajado, el cual mueve la cola de alegría.

-Esto tiene que ser una pesadilla. Tú no puedes estar viva, Engla.

-Oh, estoy muy viva. -Me besa. ¿Por qué hace eso si tanto me odia? ¿Es para provocarme?

-Ya veo. -Mi voz es fría cual iceberg.

No me había fijado hasta ahora, pero un par de siluetas más se acercan a nosotros, aunque estas van a pie.

-¿Quiénes son? -Pregunto.

-Tu destino.



Intuyo que sonríe, porque de entre la niebla aparece Tyr, con Joseph a su lado. Quiero correr y escapar de nuevo, pero el abrazo de Engla se ha convertido ahora en una fuerte sujeción.

-Así que estabas aquí. Buen trabajo, señorita. -Se inclina hacia Engla y ella sonríe.

-Y ahora... Vamos a matarte. -La voz de Tyr llega, pero aún está oculto en la bruma, por lo que no puedo verlo del todo.

-Solo... No le hagáis nada a este pueblo. Por favor. -Suplico.

-Únicamente morirás tú, Eylen.

-Un momento. -Engla interviene. -He tenido una idea. -Nos jugaremos tu vida y la de Tennō a un juego de mesa, el Spirok.

-¿Spirok?

-Un juego típico nuestro. -Mira a Joseph. -¿Le parece bien, Capomafia?

-Muy bien. Es todo tuyo. -Sonríe malicioso.

Esto va a acabar mal, muy mal. Lo sé.

*****

-¿Has entendido las reglas?

-Sí. -Asiento.

-Empecemos entonces.

Estamos de nuevo en la habitación al lado del borde de Tennō, con la única iluminación de una vela, solos Engla, el tablero y yo.

El juego es algo así como el ajedrez, con diferentes piezas, pero la mecánica es la misma, vencer al Capomafia y robar su posición. Comienzo moviendo mis fichas delanteras, y ella poco a poco va defendiendo a su Capo.

-No se te da mal, cielo.

Sonríe y, tras varias jugadas, mueve una de sus piezas, dejando un pasillo libre hacia su pieza principal. Ella ha hecho esto a propósito, ¿por qué? No creo que quiera perder, a no ser que tenga una estrategia para que deje libre a mi propio Capo.

-Me arriesgaré.




Ella sonríe de nuevo mientras muevo mi pieza, por lo que estamos en jaque. Mueve una de sus piezas, pero no consigue el jaque mate, y soy yo quien gana la partida.

-He ganado.

-Sí, increíble.

-No, no lo es. -La miro frío.

-¿No? -Su expresión de sorpresa es tan falsa como ella.

-¿Por qué te has dejado ganar?

-Porque te amo y no quiero que mueras.

-Tú sigue con esa mentira, que yo seguiré sin creerla.

-Bueno, vale, dejémonos de mentiras. Aquí estamos solos tú y yo, puedo decir que he ganado y me creerán.

-Puede que tengas razón, pero no moriré yo solo aquí.

-¿A qué te refieres?

Otra vez, mientras la noche cae, Engla responde a mi puñetazo con un beso, y otro, y luego uno más. ¿Por qué hacer esto? Todavía no lo entiendo. Solo sé que no puedo resistirme a sus encantos y, en cuestión de segundos, todos mis músculos se relajan y me dedico a devolverle uno tras otro los mimos.

-Debería matarte.

-Yo también debería matarte a ti, chico.

-Sí, deberías.

Decimos esto entre besos, mientras mis manos comienzan a bajar por su pecho hacia su cintura y se frenan cuando llegan a la altura del pantalón. Ella toma esto como una provocación y comienza a desabotonar uno a uno los botones de mi camisa blanca.

-Eres mala.

-Mucho. -Me gruñe.

-Te golpearía si no ejercieras este poder sobre mí.

-Puedes hacerlo si quieres.

Ríe y lanza mi camisa fuera de mí, hacia una de las esquinas de la habitación. Desabrocho su pantalón vaquero, y ella hace lo propio con el mío, por lo que ambos estamos parcialmente desnudos.


-Y así. -Me pego más a ella y casi soy una prolongación suya. -Estás hasta mejor.

Beso su cuello, su clavícula y comienzo a bajar, siguiendo una línea por todo su torso. Una vez estoy bajo, ella envuelve sus piernas sobre mis hombros.

Es ahora. Sólo puede ser ahora.

Sonrío y me levanto de forma brusca, así que ella afloja su restricción, pero todavía está sobre mis hombros. Me acerco a la ventana y creo que se da cuenta de mi intención, pero ya es demasiado tarde, ya la he lanzado de nuevo al vacío. O al menos creía.

Engla cae sobre agua. ¿Agua? ¡Si estábamos volando! Esto es de locos. Y hablando de trastornados, su cara no es de muchos amigos. Se acerca nadando, furiosa, hasta el borde de Tennō, ahora convertido en isla.

Voy a morir, mi única oportunidad de librarme de la muerte viene a nado hacia mí de forma violenta. No voy a librarme de esta.

-¿Eh? ¿Ahora?

De pronto, una nueva espiral aparece, esta vez entre las dos camas de esta habitación de madera. Tan rápido como mi cuerpo me lo permite, me pongo los pantalones y la camisa.

-Maldita sea, ya está aquí. -Miro a la espiral mientras Engla se apoya en la ventana, está a punto de entrar. -No tengo otra salida, tengo que saltar.

Puedo ver mientras salto como la chica entra en la habitación e intenta agarrarme, sin resultado. Me despido de Tennō por siempre y espero para volver de nuevo a Niflheim.

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