VIII
-Lamentarás
eso, Eyland.
Tyr
se acerca a mí y me lanza al suelo con ayuda de dos de sus guardias
del Clan. Comienza a golpearme de nuevo, aunque con menos fuerza,
puedo ver cómo se resiente del costado en cada movimiento brusco que
hace.
Me
gustaría levantarme de pronto y golpearle en el costado hasta que se
desmayara, pero realmente me sería imposible, los guardias me tienen
bien sujeto.
Aunque
descarto la idea, en una de sus patadas agarro su pierna, haciéndolo
caer al suelo sobre sus costillas. Veo la mueca de dolor en su rosto,
lo cual me complace mucho, más de lo que jamás habría esperado.
-Mal
hecho. -Sonríe y me golpea en la cara desde el suelo.
-¿Tú
crees?
Mientras
uno de los guardias se agacha a ayudar a a Tyr a levantarse, yo
golpeo al otro en la espinilla, haciéndolo retroceder y soltarme.
-Adiós,
Tyr.
Salgo
corriendo por la puerta mientras Tyr se enerva en la habitación.
Haruka murió por mí, no puedo permitirme morir de esta forma tan
simple.
Corro
y corro hasta que mis piernas duelen y empieza a faltarme el aire y a
dolerme la zona donde mi viejo conocido me golpeó. Miro a un lado y
a otro, parece que no me siguen, creo que los he conseguido perder.
Me
siento de nuevo en el borde de Tennō, detrás de la casa en la que
lancé a Engla por la ventana hace unos momentos. Los soles empiezan
a caer, por lo que empieza a estar oscuro y los pájaros dejan de
cantar. Está todo en silencio.
Un
disimulo que se ve perturbado por un extraño sonido. Parecen las
aspas de un helicóptero, pero es imposible, aquí la tecnología no
ha avanzado tanto como para que sea eso. Fuera lo que fuera, se está
acercando, cada vez se escucha más y más fuerte, creo que viene
desde abajo de Tennō.
De
pronto, el poblado se cubre por niebla, más densa de lo que jamás
esperé. ¿Es esto lo que se siente al atravesar una nube?
El
ruido sigue aumentando, y, al fondo de la niebla, veo lo que parecen
ser unas sombras. Sea lo que sea lo que provoca ese zumbido, pronto
saldrá de la bruma y estará aquí. El hecho de saber qué es me
asusta y me emociona a la vez. Está aquí, ya está aquí, puedo
verlo.
La
sombra empieza a tomar forma, una silueta humana, la silueta de una
mujer. ¿Es eso a lo que llaman ángeles, seres del cielo que pueden
volar?
-Hola,
Eyland.
¿Eyland?
¿Ha dicho Eyland? La voz venía de dentro de la nube, ¿cómo es que
sabe mi nombre? Quizá sea verdad eso de que todos tenemos un ángel
de la guarda, que nos conoce y nos vigila a todas horas. Pero, ¿por
qué aparecer aquí?
-¿No
me contestas? Qué desilusión...
Suena
igual que Haruka, pero sé que no es ella, mi amiga murió, yo mismo
lo vi con mis propios ojos. La sombra se acerca más a mí, me es
bastante familiar, pero no consigo saber quién hay detrás de la
niebla.
-¿No
sabes quién soy?
Susurra
en mi oído. Ya está encima mía. La mujer va a lomos de un animal
extraño con alas. La bestia toca suelo y ella se baja de su espalda,
el ruido cesa.
-Así
que no eres un ángel. Sólo ibas sobre... eso.
-¿Pensaste
que era un ángel? Qué mono.
La
dama me abraza por la espalda, por lo que me giro hacia ella. Me
cuesta un poco ver entre las nubes, pero la reconozco.
-No
puedes ser tú.
-Aquí
me tienes, cariño. -Me guiña un ojo, o eso creo.
-¡Yo
te maté!
-Tú
creíste que lo habías hecho. Mi querido Max me salvó. -Señala al
animal del que se había bajado, el cual mueve la cola de alegría.
-Esto
tiene que ser una pesadilla. Tú no puedes estar viva, Engla.
-Oh,
estoy muy viva. -Me besa. ¿Por qué hace eso si tanto me odia? ¿Es
para provocarme?
-Ya
veo. -Mi voz es fría cual iceberg.
No
me había fijado hasta ahora, pero un par de siluetas más se acercan
a nosotros, aunque estas van a pie.
-¿Quiénes
son? -Pregunto.
-Tu
destino.
Intuyo
que sonríe, porque de entre la niebla aparece Tyr, con Joseph a su
lado. Quiero correr y escapar de nuevo, pero el abrazo de Engla se ha
convertido ahora en una fuerte sujeción.
-Así
que estabas aquí. Buen trabajo, señorita. -Se inclina hacia Engla y
ella sonríe.
-Y
ahora... Vamos a matarte. -La voz de Tyr llega, pero aún está
oculto en la bruma, por lo que no puedo verlo del todo.
-Solo...
No le hagáis nada a este pueblo. Por favor. -Suplico.
-Únicamente
morirás tú, Eylen.
-Un
momento. -Engla interviene. -He tenido una idea. -Nos jugaremos tu
vida y la de Tennō a un juego de mesa, el Spirok.
-¿Spirok?
-Un
juego típico nuestro. -Mira a Joseph. -¿Le parece bien, Capomafia?
-Muy
bien. Es todo tuyo. -Sonríe malicioso.
Esto
va a acabar mal, muy mal. Lo sé.
*****
-¿Has
entendido las reglas?
-Sí.
-Asiento.
-Empecemos
entonces.
Estamos
de nuevo en la habitación al lado del borde de Tennō, con la única
iluminación de una vela, solos Engla, el tablero y yo.
El
juego es algo así como el ajedrez, con diferentes piezas, pero la
mecánica es la misma, vencer al Capomafia y robar su posición.
Comienzo moviendo mis fichas delanteras, y ella poco a poco va
defendiendo a su Capo.
-No
se te da mal, cielo.
Sonríe
y, tras varias jugadas, mueve una de sus piezas, dejando un pasillo
libre hacia su pieza principal. Ella ha hecho esto a propósito, ¿por
qué? No creo que quiera perder, a no ser que tenga una estrategia
para que deje libre a mi propio Capo.
-Me
arriesgaré.
Ella
sonríe de nuevo mientras muevo mi pieza, por lo que estamos en
jaque. Mueve una de sus piezas, pero no consigue el jaque mate, y soy
yo quien gana la partida.
-He
ganado.
-Sí,
increíble.
-No,
no lo es. -La miro frío.
-¿No?
-Su expresión de sorpresa es tan falsa como ella.
-¿Por
qué te has dejado ganar?
-Porque
te amo y no quiero que mueras.
-Tú
sigue con esa mentira, que yo seguiré sin creerla.
-Bueno,
vale, dejémonos de mentiras. Aquí estamos solos tú y yo, puedo
decir que he ganado y me creerán.
-Puede
que tengas razón, pero no moriré yo solo aquí.
-¿A
qué te refieres?
Otra
vez, mientras la noche cae, Engla responde a mi puñetazo con un
beso, y otro, y luego uno más. ¿Por qué hacer esto? Todavía no lo
entiendo. Solo sé que no puedo resistirme a sus encantos y, en
cuestión de segundos, todos mis músculos se relajan y me dedico a
devolverle uno tras otro los mimos.
-Debería
matarte.
-Yo
también debería matarte a ti, chico.
-Sí,
deberías.
Decimos
esto entre besos, mientras mis manos comienzan a bajar por su pecho
hacia su cintura y se frenan cuando llegan a la altura del pantalón.
Ella toma esto como una provocación y comienza a desabotonar uno a
uno los botones de mi camisa blanca.
-Eres
mala.
-Mucho.
-Me gruñe.
-Te
golpearía si no ejercieras este poder sobre mí.
-Puedes
hacerlo si quieres.
Ríe
y lanza mi camisa fuera de mí, hacia una de las esquinas de la
habitación. Desabrocho su pantalón vaquero, y ella hace lo propio
con el mío, por lo que ambos estamos parcialmente desnudos.
-Y
así. -Me pego más a ella y casi soy una prolongación suya. -Estás
hasta mejor.
Beso
su cuello, su clavícula y comienzo a bajar, siguiendo una línea por
todo su torso. Una vez estoy bajo, ella envuelve sus piernas sobre
mis hombros.
Es
ahora. Sólo puede ser ahora.
Sonrío
y me levanto de forma brusca, así que ella afloja su restricción,
pero todavía está sobre mis hombros. Me acerco a la ventana y creo
que se da cuenta de mi intención, pero ya es demasiado tarde, ya la
he lanzado de nuevo al vacío. O al menos creía.
Engla
cae sobre agua. ¿Agua? ¡Si estábamos volando! Esto es de locos. Y
hablando de trastornados, su cara no es de muchos amigos. Se acerca
nadando, furiosa, hasta el borde de Tennō, ahora convertido en isla.
Voy
a morir, mi única oportunidad de librarme de la muerte viene a nado
hacia mí de forma violenta. No voy a librarme de esta.
-¿Eh?
¿Ahora?
De
pronto, una nueva espiral aparece, esta vez entre las dos camas de
esta habitación de madera. Tan rápido como mi cuerpo me lo permite,
me pongo los pantalones y la camisa.
-Maldita
sea, ya está aquí. -Miro a la espiral mientras Engla se apoya en la
ventana, está a punto de entrar. -No tengo otra salida, tengo que
saltar.
Puedo
ver mientras salto como la chica entra en la habitación e intenta
agarrarme, sin resultado. Me despido de Tennō por siempre y espero
para volver de nuevo a Niflheim.
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