IV
-Conozco
a Impeesa.
-¿Tú?
¿Por qué? -Pregunta Tyr, atónito.
-Traté
con él cuando vivía en Agder. -¿De qué me suena a mí ese nombre?
-Así
que es allí donde está. -Dice Engla. -Parece que nuestro viaje por
la verdad llega a su fin.
-Mucho
me temo que no, hija. -Sonríe triste. -Se marchó incluso antes que
yo de ese lugar, sin decir dónde iba. -¡Claro!
-Espera,
espera. Siento interrumpir, pero... ¿No es allí donde estaba mi
madre?
-Así
es.
Y,
casi sin ser consciente de mis actos, sonrío enormemente y abrazo al
hombre que tengo justo delante. No sabría decir por qué, pero él
siempre me recordó a mi padre, aunque tenga la piel más oscura y
sea mucho más alto y robusto. ¡Voy a ver a mamá! La echaba tanto
de menos... ¡Y Desmond! Ese pequeñajo...
-¿Estás
bien, chico? -¡Claro que estoy bien! ¿Cómo iba a estar?
-Sí,
sí.
-Lo
digo porque estás mojándome la camisa. -Vaya, me había puesto a
llorar y ni me había dado cuenta. Pero es que estoy tan feliz...
-“Tú.”
Oh,
¿ya ni siquiera te dignas a decir mi nombre?
-“Sabes
que ella podría no estar allí o, lo que es peor, o mejor, según
como se mire, muerta, ¿verdad?”
-Yo...
No lo había pensado.
Me
alejo de golpe de Axell, me inclino en forma de despedida y salgo
corriendo de la sala hacia... ¿hacia dónde? Ni siquiera yo lo sé,
simplemente quiero estar solo. Y con esa maldita voz en mi cabeza
parece una tarea imposible.
Casi
sin darme cuenta, acabo fuera del recinto en dirección al bosque,
que a cada día que pasa está más y más nevado. Y entonces me
percato de que obviamente sí sé a dónde me dirijo, a la zona donde
estuve con Lysandra a solas, aunque fuera por unos pocos minutos.
Tras
unos pocos minutos de andar en la nieve ignorando a mi cabeza llego a
la fría roca en la que tuvimos nuestro único momento realmente
cercano, tiene encima una pequeña capa de escarcha, pero la paso por
alto y me siento sobre ella.
Allí,
simplemente cierro los ojos, escucho el canto de los pocos pájaros
que quedan tras llegar los vientos helados y me dejo ir.
Horizontes
Nevados
-Eyland,
Eyland. -Alguien me está dando pequeños golpecitos en la cara.
¿Cuándo me quedé dormido? -Pues te despertaré así. -Y, de
pronto, la mujer me da un beso en los labios, así sin más.
-Engla.
-“¿Estás
seguro de eso?”
-Soy
yo, cariño.
Y,
cuando abro los ojos, no es a ella a quien veo, a pesar de que tiene
su misma voz. Lysandra, ¿qué hace ella aquí? Está muerta, ¡yo la
maté! ¿Cúando y cómo ha llegado hasta este lugar?
-Te
eché de menos.
-Yo
también a ti, Lys.
Quizá
todo eso nunca pasó. A lo mejor, con suerte, fue todo un sueño que
me condujo a una espiral de desvaríos. No creo que así fuera, pero,
la verdad, es que ojalá, porque la vida que me han dejado los
últimos acontecimientos no es nada buena.
-Eyland,
¿no me reconoces? -Parpadeo y allí está, tal y como había temido,
Engla. Lysandra siempre fue obra de mi imaginación. ¿Qué diablos
me pasa en la cabeza?
-Sí,
sí. Perdona, estaba aún algo adormilado.
-No
pasa nada, cielo. -Sonríe, tan radiante como lo ha hecho siempre.
-¿Por
qué estás aquí?
-Estuve
buscándote.
-¿A
mí? ¿Por qué?
-Nos
vamos a Agder en unos minutos, ¿recuerdas? No querrás quedarte
aquí, digo yo.
-¿Ya?
¿Tan pronto?
-Has
dormido un par de horas. Nos están esperando.
-¿Cómo
me encontraste?
-No
sé por qué, pero tuve la corazonada de que estarías aquí.
-¿Estás
segura de que no eres Lysandra?
-Eyland,
mi hermana pequeña está muerta. Debes asumirlo, aunque cueste, tal
y como hice yo.
-Sí,
sí. Mi mente me juega malas pasadas.
-¿Aún
tienes esos problemas?
-Por
lo visto sí. -Agacho la cabeza.
-“Y
los tendrás por mucho tiempo.” -Sé que es simplemente una voz,
pero parece que sonríe mientras me lo dice.
Ignoro
a Adam(1), sí, es un buen nombre, es la primera persona
que pone pie en mi cabeza. Tomo la mano de Engla y me levanto de la
roca. Me cuesta una barbaridad hacerlo, no me había dado cuenta de
que estuviera tan cansado. Aunque es normal, llevo varios días sin
dormir. De hecho, casi no he conciliado el sueño desde que Tyr
apareció en mi vida.
Caminamos
juntos sobre la nieve de vuelta a la base de la Resistencia,
esquivando árboles en el bosque. Allí, justo delante de la puerta
principal, hay una nave enorme, y Axell está hablando con un chico
apoyado en ella.
-Oh,
estáis aquí.
-Sí...
-Miro al suelo, avergonzado. -Desaparecí cuando menos tendría que
haberlo hecho.
-Bueno,
lo importante es que estamos todos, y que ya podemos partir hacia
Agder. -Mira al chico a su lado. -Porque está todo en regla, ¿no?
-Por
supuesto, señor.
-¿Y
Olaf? -Pregunto de pronto. ¿Es que él no viene?
-Se
quedará aquí para coordinar la Resistencia. No podemos irnos todos
y dejarlos sin líderes.
(1)
Adam: Variante
inglesa de Adán. Hecho de la tierra por Dios. El primer hombre. De
origen hebreo.
-Sí.
-Asiento. -Ya lo entiendo.
-Subamos,
pues.
Axel
nos hace un gesto de cortesía y nos invita a entrar con la mano.
Engla sube, pero yo le devuelvo la seña y él comienza a moverse,
delante mía. Al final de las escaleras, cuando ya casi estoy en la
puerta de la nave, alguien grita a mi espalda.
-¡Esperad!
-El chico viene corriendo, casi sin aliento. -¡No podéis iros!
-Tyr,
¿por qué estás aquí?
-“¿No
es obvio? Ha venido a rematarte.”
-¿Spirit?
Axell
se gira y sale de dentro del vehículo volador para quedarse justo a
mi lado, mirando al joven chico, que va subiendo poco a poco la
escalinata de entrada a la nave. Parece derrotado, ¿cuánto tiempo
lleva corriendo?
-¿Por
qué se supone que deberíamos quedarnos? -Mientras Axell pregunta,
Tyr ya ha llegado a nuestra posición.
-Dije
que no podíais iros. Al menos, no sin mí.
-¿Qué
te hace pensar que te íbamos a traer con nosotros?
-Yo...
Solo conozco a ese hombre por llamadas. Nunca le he visto la cara, ni
nada por el estilo. Yo también quiero encontrarlo.
-Sigue
sin parecerme razón suficiente.
-¿Y
qué tal que yo tengo más datos que vosotros de él? -Axell se torna
pensativo y Tyr sonríe tiunfal. -Al fin y al cabo, llevo años
recibiendo sus órdenes.
-Está
bien.
-¿Qué?
-Pregunto de pronto.
-¿De
verdad? -Dice el chico, al mismo tiempo.
-“Esto
se pone interesante.” -Adam se ríe. -“Te matará en cuanto
estéis solos.”
-Vendrás
con nostros.
-Pero
puede ser peligroso. -Me quejo.
-Déjame
acabar, chico. -Me mira y sonríe, ¿cómo es que todos en su familia
tienen una sonrisa tan natural y radiante? -Pero con una condición.
-¿Y
cuál es?
-Engla.
-Se gira hacia ella.
-¿Sí?
-Vigilarás
al tuerto en todo momento. -La joven sonríe.
-Encantada.
-Se levanta, saca unas esposas de su bolsillo trasero y le ata las
manos, introduciéndolo a empujones en la nave.
-Y
ahora, vámonos.
Entramos
y las puertas se cierran. Axell se sienta en el asiento del piloto y
todos ocupamos el resto de los sillones, con los cinturones
abrochados. Todos excepto Tyr, que parece que Engla ha decidido que
le sobra con las restricciones de las muñecas.
-Será
un viaje algo largo.
Y
ahora, tras días sin hacerlo y con todos mis enemigos vigilados, me
parece un buen momento para dormir. Cierro los ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario