sábado, 27 de septiembre de 2014

Horizontes Nevados (XXIX)






V
Axell

-Sigo sin fiarme mucho de dejar a esos dos solos.

-¿Por qué?

-Porque Spirit podría irse de la lengua.

-¿Qué podría contarle que no sepa ya?

Oh, así que ella no sabe nada. Me lo acabas de poner en bandeja, amigo mío. Será la primera que ponga en contra de Eyland. Puedo manipularla a mi antojo y me seguirá creyendo, para algo es mi hija. Sonrío.

-Tampoco mucho.

-Pero algo sí.

-Podría hablarle mal de mí. -Es obvio que no lo hará, pero si cuela...

-¿Por qué hacer eso?

-Envidia, ni más ni menos.

-Vaya... -Mira al suelo. Ya es mía.

-Vámonos de este lugar, hija. ¿Por qué estamos aquí?

Mientras formulo la pregunta intento buscarle una respuesta coherente. Es obvio que Impeesa pasó por aquí, pero ya hace tiempo de eso. La torre de vigilancia en la que ahora me encuentro está cuanto menos abandonada. La que antaño fue una puerta blindada de hierro era ahora puro óxido y ha cedido al primer empujón. Aunque, eso sí, me ha dejado una gran mancha marrón en mi nueva camiseta negra, la que Tara me regaló.

-Y todo esto por culpa de Eyland, siempre se reduce a él. -Susurro para mí, por lo que Engla no me oye. -De verdad que no sé qué le puede ver.

El interior del puesto no se encuentra en mejor estado: los tapices colgados de las paredes están roídos, los sofás tienen rotos por los que deben de haber entrado ratas, ya que han perdido casi toda la goma espuma que tenían en un principio.

-No hay nadie. Ni ahora, ni hace mucho tiempo. -digo.

-¿Por qué?


-Vamos, hija. -Señalo el cuadro de vigilancia, al balcón con cristales del fondo. -Deberían servir para fijarse en todo lo que pasa fuera. -Paso un dedo sobre uno de ellos, haciendo que se me quede gris. -Y está completamente cubierto de polvo.

-Pero eso puede ser reciente. -Tengo que sustentar mi teoría.

-¿Sí? ¿Tú crees?

Me acerco a lo que parece una nevera y abro el portón de acero inoxidable. Nada más hacerlo, el olor me golpea fuertemente y me echa atrás. Un trozo de lo que parece ser una manzana putrefacta es lo único que queda en el interior, acompañado de dos botellas llenas de un líquido azul que supongo algún tipo de zumo.

-¿Y esto es también reciente? -Digo, con la boca y la nariz tapadas con la mano para evitar aspirar el horrible hedor. -Porque yo creo que no.

-¿El qué? -Engla, que estaba sentada en el desgastado sofá, se levanta y se acerca a mí. Incluso antes de llegar, lo capta y se frena. -No quiero saber qué es, pero no, no parece que que esté ahí desde hace poco.

-Eso decía. -Aprieto los labios. ¿Ves como yo siempre tengo razón, hija? Deberías alejarte de Eyland.

-¿Entonces quién estaba en la cueva?

-No lo sé.

Todavía no me cuadra del todo. El Clan mandó gente aquí hace años, pero todos los exploradores murieron. Encontramos sus restos, yo mismo los vi. ¿Fue todo una mentira de Impeesa?

-Aunque es obvio que no tenían nada que ver con nosotros.

-¿Salvajes?

-Puede ser. -Sí, eso tendría sentido. No creo que el líder fundador fuer capaz de engañarme así. Tiene que tratarse de eso.

-¿Tú que opinas, padre? -¿Desde cuándo tanta seriedad? ¿Es eso que ya te has sometido a mi voluntad, hija?

-Yo lo que creo es que no deberíamos estar aquí. ¿Por qué sigues a ese chico a dondequiera que vaya?

-Porque... Yo... -Vamos, suéltalo. Podré soportarlo. -Lo amo. -O eso crees ahora...

-¿Después de todo lo que te ha hecho? -Cambiarás de parecer.

-¿Qué se supone que ha hecho él? -Una lágrima cae por su rostro. Y aún así tiene la osadía de preguntarme... ¡Mírate, niña!


-¡Mató a tu hermana en tus narices! -Grito, a pocos centímetros de ella. -¡Y también a Martin! ¿Qué pensarán sus padres? Maldita sea, el señor Shaw siempre me apoyó. Es gracias a él que conseguí el liderato del Clan.

-Fue debido a ese liderato tuyo que murió mamá.

Nada más pronuncia la frase, un relámpago ilumina el cielo de la isla, seguido del tremendo estruendo de un trueno. El polvo del cristal comienza a desparecer a causa de la potente lluvia.

-Tendríamos que volver a la cueva.

-¡Eso es! ¡Evita el tema! -Chilla. Y yo que pensaba que la tenía... Iluso de mí.

-No evito el tema.

-Pues hablemos, entonces.

-¿Puedo antes ir al baño, o tampoco? Habrá que aprovechar que aquí hay uno.

-Bueno... -Frunce el ceño y aprieta los labios, parece que va a saltarme encima como un lobezno rabioso, pero no lo hace. -Como quieras.

-Gracias.

Le sonrío de medio y me dirijo al lavabo. Que, bueno, de eso tiene poco. Se compone únicamente de un retrete con un depósito, un grifo sobre un agujero y, sorprendentemente, un espejo. Me miro en él.

Y entonces lo veo, el hombre del reflejo. O lo que queda. Está demacrado, con la piel de una tonalidad amarilla, cuando era de un color cobrizo. Unas ojeras que cubren media cara y tan púrpuras que le dan al rostro un toque enfermizo. Marcas y arañazos por todo el torso y la ropa manchada y desgarrada. ¿Cuándo me he convertido en esto? Yo, que era el líder elegido del Clan...

Abro el grifo, dejando el agua correr durante unos instantes, hasta que comienza a ser clara y transparente. ¿Cuánto tiempo lleva esto sin utilizarse? Definitivamente quienquiera que haya dejado la isla cuando llegamos no pasó por aquí.

¿Se lo debería contar, decirle la verdad? Se trata de su madre...” Pensando, más bien sopesando, esta idea, meto la cabeza bajo el chorro frío y me quedo ahí un par de minutos, dejando que me limpie. Si, tal y como dicen algunos sacerdotes, una ducha congelada libera de los pecados, que sea esta la que expíe los míos.

-Bueno. -Suspiro de forma exagerada. -Vamos allá.

Busco una toalla, pero, al no encontrarla, me saco la camiseta, me seco con ella y me la vuelvo a poner toda mojada. Salgo del baño, si es que se le puede llamar así, y me siento al lado de Engla, quien me mira con los ojos entrecerrados y la boca apretada en una delgada línea. ¿Dónde quedó tu sonrisa, querida?


-Me debes una explicación. -Directa al grano, igual que la mujer que la trajo al mundo.

-Así es. -Respiro hondo. -Recuerdas la explosión por la que yo acabé en Niflheim y luego en Agder, ¿no?

-Por supuesto. -Asiente.

-¿Y que conseguí escapar de allí con Lysandra, que era una niña, y te dejé a ti, ya casi adulta, a cargo de Joseph?

-Cómo olvidarlo... ¡Creí que estabas muerto!

-Fue un error de cálculo. Quise avisar, pero me faltó tiempo.

-Da igual. -A ella tampoco le resulta cómodo el tema de conversación. -El caso es que me dejaste con Capomafia, el hombre que lo provocó todo. -Es el momento, tengo que contárselo todo.

-Con mi aprobación.

Pasan unos segundos en silencio. Ella, inmóvil, mira al frente, pero no parece que esté viendo nada de lo que tiene a su alrededor. ¿Ha sido demasiado para ti, hija? Porque lo que está por venir...

-¡¿Qué?! -Grita de pronto.

-Yo... Tenía que irme.

-¿Y el motivo? -Responde, con un deje de desprecio en sus palabras. Sonríe, pero sé que en su mente me está mutilando y desmembrando, como poco.

-Sabía demasiado. Yo no quería... Me obligaron.

-¿Quiénes?

-¿Quién si no? -Suelto una lágrima. -Impeesa y su queridísimo hermano. Me... Me extorsionaron. -Dejo correr libres mis sentimientos, pero no la conmueven en absoluto.

-¡Mataste a mi madre!

-No era tu madre. -Y, tal que así, lo suelto.

-¿Cómo has dicho? -Algo parece haber hecho click en su cabeza. Habla conmigo, pero no parece estar en ninguna parte.

-Yo estaba casado con ella, y tuvimos a Lysandra juntos. Pero tú, en cambio...

-Se trata de aquella mujer, ¿verdad? La de Agder. Soy hija suya. -Al menos razona con claridad.

-Así es.

-¿Cómo pasó?

-Fue poco después de descubrir las espirales espacio-temporales. Conocíamos de oídas que había una zona en la que aparecían de forma natural con bastante frecuencia. Y además, al ser un lugar que no habíamos visitado, podíamos trazar una nueva ruta para crear las nuestras propias, las que tú conoces como Espirales Artificiales.

>>Cuando estaba llegando en mi avioneta, se formó una justo delante de mí, de un momento para otro. Hice una maniobra para esquivarla, y lo consguí. Pero acabé estrellado contra la isla. Por lo visto, no era a mí al único que le ocurría, porque además del mío, había restos de muchos otros vehículos aéreos. Perdí el conocimiento en el golpe, y cuando lo recobré era ella quien estaba ahí conmigo.

-¿Tara? -Pregunta, interrumpiendo mi relato.

-Por supuesto. Casi parecía un ángel, si la hubieras visto... Te pareces mucho a ella cuando era más joven. El resto te lo puedes imaginar: Volví al cabo de un año a Upsala, contigo. Y después me casé con la madre de Lysandra.

-¿Por qué todo lo de la explosión? -¿A qué viene eso ahora? Tiene la mirada perdida. ¿De verdad estás bien, hija?

-¿Quieres la realidad? -Total, ya no puedo esconderle mucho más...

-Claro.

-Si te lo digo, quiero que me prometas que me ayudarás a cobrarme mi venganza.

-Lo haré. -Es tan sumisa...Ella nunca ha sido así, empiezo a temer por su cordura.

-Eyland Rise.

No hay comentarios:

Publicar un comentario