V
Axell
-Sigo
sin fiarme mucho de dejar a esos dos solos.
-¿Por
qué?
-Porque
Spirit podría irse de la lengua.
-¿Qué
podría contarle que no sepa ya?
Oh,
así que ella no sabe nada. Me lo acabas de poner en bandeja, amigo
mío. Será la primera que ponga en contra de Eyland. Puedo
manipularla a mi antojo y me seguirá creyendo, para algo es mi hija.
Sonrío.
-Tampoco
mucho.
-Pero
algo sí.
-Podría
hablarle mal de mí. -Es obvio que no lo hará, pero si cuela...
-¿Por
qué hacer eso?
-Envidia,
ni más ni menos.
-Vaya...
-Mira al suelo. Ya es mía.
-Vámonos
de este lugar, hija. ¿Por qué estamos aquí?
Mientras
formulo la pregunta intento buscarle una respuesta coherente. Es
obvio que Impeesa pasó por aquí, pero ya hace tiempo de eso. La
torre de vigilancia en la que ahora me encuentro está cuanto menos
abandonada. La que antaño fue una puerta blindada de hierro era
ahora puro óxido y ha cedido al primer empujón. Aunque, eso sí, me
ha dejado una gran mancha marrón en mi nueva camiseta negra, la que
Tara me regaló.
-Y
todo esto por culpa de Eyland, siempre se reduce a él. -Susurro para
mí, por lo que Engla no me oye. -De verdad que no sé qué le puede
ver.
El
interior del puesto no se encuentra en mejor estado: los tapices
colgados de las paredes están roídos, los sofás tienen rotos por
los que deben de haber entrado ratas, ya que han perdido casi toda la
goma espuma que tenían en un principio.
-No
hay nadie. Ni ahora, ni hace mucho tiempo. -digo.
-¿Por
qué?
-Vamos,
hija. -Señalo el cuadro de vigilancia, al balcón con cristales del
fondo. -Deberían servir para fijarse en todo lo que pasa fuera.
-Paso un dedo sobre uno de ellos, haciendo que se me quede gris. -Y
está completamente cubierto de polvo.
-Pero
eso puede ser reciente. -Tengo que sustentar mi teoría.
-¿Sí?
¿Tú crees?
Me
acerco a lo que parece una nevera y abro el portón de acero
inoxidable. Nada más hacerlo, el olor me golpea fuertemente y me
echa atrás. Un trozo de lo que parece ser una manzana putrefacta es
lo único que queda en el interior, acompañado de dos botellas
llenas de un líquido azul que supongo algún tipo de zumo.
-¿Y
esto es también reciente? -Digo, con la boca y la nariz tapadas con
la mano para evitar aspirar el horrible hedor. -Porque yo creo que
no.
-¿El
qué? -Engla, que estaba sentada en el desgastado sofá, se levanta y
se acerca a mí. Incluso antes de llegar, lo capta y se frena. -No
quiero saber qué es, pero no, no parece que que esté ahí desde
hace poco.
-Eso
decía. -Aprieto los labios. ¿Ves como yo siempre tengo razón,
hija? Deberías alejarte de Eyland.
-¿Entonces
quién estaba en la cueva?
-No
lo sé.
Todavía
no me cuadra del todo. El Clan mandó gente aquí hace años, pero
todos los exploradores murieron. Encontramos sus restos, yo mismo los
vi. ¿Fue todo una mentira de Impeesa?
-Aunque
es obvio que no tenían nada que ver con nosotros.
-¿Salvajes?
-Puede
ser. -Sí, eso tendría sentido. No creo que el líder fundador fuer
capaz de engañarme así. Tiene que tratarse de eso.
-¿Tú
que opinas, padre? -¿Desde cuándo tanta seriedad? ¿Es eso que ya
te has sometido a mi voluntad, hija?
-Yo
lo que creo es que no deberíamos estar aquí. ¿Por qué sigues a
ese chico a dondequiera que vaya?
-Porque...
Yo... -Vamos, suéltalo. Podré soportarlo. -Lo amo. -O eso crees
ahora...
-¿Después
de todo lo que te ha hecho? -Cambiarás de parecer.
-¿Qué
se supone que ha hecho él? -Una lágrima cae por su rostro. Y aún
así tiene la osadía de preguntarme... ¡Mírate, niña!
-¡Mató
a tu hermana en tus narices! -Grito, a pocos centímetros de ella.
-¡Y también a Martin! ¿Qué pensarán sus padres? Maldita sea, el
señor Shaw siempre me apoyó. Es gracias a él que conseguí el
liderato del Clan.
-Fue
debido a ese liderato tuyo que murió mamá.
Nada
más pronuncia la frase, un relámpago ilumina el cielo de la isla,
seguido del tremendo estruendo de un trueno. El polvo del cristal
comienza a desparecer a causa de la potente lluvia.
-Tendríamos
que volver a la cueva.
-¡Eso
es! ¡Evita el tema! -Chilla. Y yo que pensaba que la tenía... Iluso
de mí.
-No
evito el tema.
-Pues
hablemos, entonces.
-¿Puedo
antes ir al baño, o tampoco? Habrá que aprovechar que aquí hay
uno.
-Bueno...
-Frunce el ceño y aprieta los labios, parece que va a saltarme
encima como un lobezno rabioso, pero no lo hace. -Como quieras.
-Gracias.
Le
sonrío de medio y me dirijo al lavabo. Que, bueno, de eso tiene
poco. Se compone únicamente de un retrete con un depósito, un grifo
sobre un agujero y, sorprendentemente, un espejo. Me miro en él.
Y
entonces lo veo, el hombre del reflejo. O lo que queda. Está
demacrado, con la piel de una tonalidad amarilla, cuando era de un
color cobrizo. Unas ojeras que cubren media cara y tan púrpuras que
le dan al rostro un toque enfermizo. Marcas y arañazos por todo el
torso y la ropa manchada y desgarrada. ¿Cuándo me he convertido en
esto? Yo, que era el líder elegido del Clan...
Abro
el grifo, dejando el agua correr durante unos instantes, hasta que
comienza a ser clara y transparente. ¿Cuánto tiempo lleva esto sin
utilizarse? Definitivamente quienquiera que haya dejado la isla
cuando llegamos no pasó por aquí.
“¿Se
lo debería contar, decirle la verdad? Se trata de su madre...”
Pensando, más bien sopesando, esta idea, meto la cabeza bajo el
chorro frío y me quedo ahí un par de minutos, dejando que me
limpie. Si, tal y como dicen algunos sacerdotes, una ducha congelada
libera de los pecados, que sea esta la que expíe los míos.
-Bueno.
-Suspiro de forma exagerada. -Vamos allá.
Busco
una toalla, pero, al no encontrarla, me saco la camiseta, me seco con
ella y me la vuelvo a poner toda mojada. Salgo del baño, si es que
se le puede llamar así, y me siento al lado de Engla, quien me mira
con los ojos entrecerrados y la boca apretada en una delgada línea.
¿Dónde quedó tu sonrisa, querida?
-Me
debes una explicación. -Directa al grano, igual que la mujer que la
trajo al mundo.
-Así
es. -Respiro hondo. -Recuerdas la explosión por la que yo acabé en
Niflheim y luego en Agder, ¿no?
-Por
supuesto. -Asiente.
-¿Y
que conseguí escapar de allí con Lysandra, que era una niña, y te
dejé a ti, ya casi adulta, a cargo de Joseph?
-Cómo
olvidarlo... ¡Creí que estabas muerto!
-Fue
un error de cálculo. Quise avisar, pero me faltó tiempo.
-Da
igual. -A ella tampoco le resulta cómodo el tema de conversación.
-El caso es que me dejaste con Capomafia, el hombre que lo provocó
todo. -Es el momento, tengo que contárselo todo.
-Con
mi aprobación.
Pasan
unos segundos en silencio. Ella, inmóvil, mira al frente, pero no
parece que esté viendo nada de lo que tiene a su alrededor. ¿Ha
sido demasiado para ti, hija? Porque lo que está por venir...
-¡¿Qué?!
-Grita de pronto.
-Yo...
Tenía que irme.
-¿Y
el motivo? -Responde, con un deje de desprecio en sus palabras.
Sonríe, pero sé que en su mente me está mutilando y desmembrando,
como poco.
-Sabía
demasiado. Yo no quería... Me obligaron.
-¿Quiénes?
-¿Quién
si no? -Suelto una lágrima. -Impeesa y su queridísimo hermano.
Me... Me extorsionaron. -Dejo correr libres mis sentimientos, pero no
la conmueven en absoluto.
-¡Mataste
a mi madre!
-No
era tu madre. -Y, tal que así, lo suelto.
-¿Cómo
has dicho? -Algo parece haber hecho click en su cabeza. Habla
conmigo, pero no parece estar en ninguna parte.
-Yo
estaba casado con ella, y tuvimos a Lysandra juntos. Pero tú, en
cambio...
-Se
trata de aquella mujer, ¿verdad? La de Agder. Soy hija suya. -Al
menos razona con claridad.
-Así
es.
-¿Cómo
pasó?
-Fue
poco después de descubrir las espirales espacio-temporales.
Conocíamos de oídas que había una zona en la que aparecían de
forma natural con bastante frecuencia. Y además, al ser un lugar que
no habíamos visitado, podíamos trazar una nueva ruta para crear las
nuestras propias, las que tú conoces como Espirales Artificiales.
>>Cuando
estaba llegando en mi avioneta, se formó una justo delante de mí,
de un momento para otro. Hice una maniobra para esquivarla, y lo
consguí. Pero acabé estrellado contra la isla. Por lo visto, no era
a mí al único que le ocurría, porque además del mío, había
restos de muchos otros vehículos aéreos. Perdí el conocimiento en
el golpe, y cuando lo recobré era ella quien estaba ahí conmigo.
-¿Tara?
-Pregunta, interrumpiendo mi relato.
-Por
supuesto. Casi parecía un ángel, si la hubieras visto... Te pareces
mucho a ella cuando era más joven. El resto te lo puedes imaginar:
Volví al cabo de un año a Upsala, contigo. Y después me casé con
la madre de Lysandra.
-¿Por
qué todo lo de la explosión? -¿A qué viene eso ahora? Tiene la
mirada perdida. ¿De verdad estás bien, hija?
-¿Quieres
la realidad? -Total, ya no puedo esconderle mucho más...
-Claro.
-Si
te lo digo, quiero que me prometas que me ayudarás a cobrarme mi
venganza.
-Lo
haré. -Es tan sumisa...Ella nunca ha sido así, empiezo a temer por
su cordura.
-Eyland
Rise.
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