III
Eyland
-Apuesto
a que no esperabas verme aquí, Eyland.
Me
giro, realmente esperando que esa voz sea una ilusión o una copia y
no sea realmente quien creo que es.
-Así
que eres sí tú. Realmente te has unido a ellos.
-Sí,
¿te sorprende?
-Un
poco, Paul.
-Oh,
vamos, no me hagas reír. -Simula una risa. -Siempre fui un segundo
plato para ti, no me vengas ahora con esas.
-¡Eso
no es cierto!
-Claro
que lo es. -Me mira con desprecio, casi odio.
-Aunque
lo sea, que no lo es, ¿ese es motivo para querer matarme?
-Digamos
que... Su causa es más razonable de lo que tú crees.
-¿Y
cuál es? Siempre habláis de ella y nunca he sabido de qué se
trata.
-Pues...
-Está
bien. Es hora de que hable yo. -Tyr aparece de detrás de Paul. -Tú
eres capaz de decírsela.
-Como
quieras... -Paul hace un gesto de cabreo y vuelve a su posición
original, dentro de la máquina voladora que navega por encima de mi
lancha.
-Oh,
ya veo. Prefieres que viva engañado, ¿no?
-Digamos
que... Para nosotros, El Clan, la ignorancia es un tipo de tortura.
-Verte
la cara es una tortura aún peor. -Ya que voy a morir, que sea
divirtiéndome, y burlarme de él me divierte.
-No
entremos en esos temas. -Su cara se pone de un tono rojizo.
-Como
quieras, Tyr.
-No
me... -Hace una mueca de cansancio. -Bueno, da igual.
-Pensé
que me corregirías, qué aburrido.
-Oh,
pienso corregirte. -Sonríe de oreja a oreja. -Pero no de la forma en
la que crees.
-¿Y
cómo se supone que...?
Antes
de que acabe la frase, la máquina se mueve hacia un lado y dispara
lo que parece ser una flecha metálica que se estrella contra el
agua, pasando a pocos centímetros de la lancha y de mí.
-Oh,
oh.
-Eso
mismo.
La
voz de Tyr viene desde el interior de la nave. Me levanto como puedo
del húmedo suelo de mi barca y acelero lo más que me es posible,
virando a derecha y a izquierda, intentando evitar las posibles
flechas que me lancen.
Todavía
no me lo explico, ¿qué hace Paul con ellos? ¿Qué pinta él en El
Clan? Es de locos. Pero, en cambio, ahí está, en su prototipo de
avión, vistiendo su ropa, llevando su sello... Me parece impensable.
Ladeo
la lancha de forma rápida y repentina. Las flechas de acero pasan
siempre cerca de mi cabeza, pero no consiguen alcanzarme en ninguna
ocasión.
-Tengo
que cambiar de estrategia.
De
pronto y sin previo aviso, doy un giro de ciento ochenta grados, por
lo que me dirijo directamente y de frente hacia ellos. Mi movimiento
los pilla de improviso, y su siguiente disparo cae muy lejos a mi
espalda.
-¿Y
ahora qué, eh?
Sonrío
y acelero aún más para ponerme debajo de su metálica nave, aunque
su reacción es más rápida de lo que esperaba.
-¿Pero
qué?
Tyr
dispara de nuevo y, esta vez, la flecha pasa mucho más cerca que
antes, demasiado cerca. La sangre empieza a caer de mi brazo. No noto
el dolor -quizá sea la adrenalina-, pero puedo ver cómo el fluido
rojo mancha el suelo de la barca.
-No
has obrado muy bien, Eyland.
-¿Qué
sabrás tú, Tyr?
Giro
de nuevo la barca, por lo que estoy delante de su nave, alejándome a
la máxima velocidad que me es posible. De nuevo, un disparo pasa
cerca de mí; tengo que agacharme rápidamente, pero soy capaz de
evitar el golpe.
-Casi
lo consigues, Tyr. -Grito. -Quizá la próxima vez tengas una mejor
puntería, cosa que dudo.
-La
próxima vez no fallaré, tenlo claro.
Tras
oír esto, pongo el motor a máxima potencia, aún arriesgándome a
que se caliente en exceso y deje de funcionar de pronto. Mi intento
de huida sale bien, porque consigo alejarme poco a poco de ellos.
-¿No
podéis cogerme? -Veo a Tyr llenarse de rabia y tirarse de los pelos
de forma tremendamente violenta. -Es una pena...
Sonrío
victorioso y sigo avanzando en mi escapada. El motor comienza a hacer
ruidos raros, y la barca se mueve mucho más que de costumbre. Tengo
claro que voy a morir aquí y ahora, ¿por qué me molesto tanto en
que no sean capaces de atraparme? ¿Por qué tanto apego a mi vida?
-Nos
acercamos a la isla, señor. -Paul sale del interior de la nave.
-Así
que no tenemos mucho tiempo, ¿no? -Le responde Tyr.
-Exactamente,
señor.
-En
ese caso... -Tyr se aleja del aparato con el que estaba disparando.
-Todo tuyo.-Hace una señal a Paul de que se acerque y lo coja. -Te
cedo el honor. No podemos permitirnos fallar una vez más.
-No
cometeré errores.
Paul
asiente y toma el mando. ¿Isla? ¿Qué isla? ¿De qué hablan? Vale
que no sé mucho de este lugar, pero en el colegio nunca mencionaron
que hubiera una isla, y menos aún que estuviera tan cerca. Yo no veo
nada, ¿será acaso una estrategia para distraerme y ser capaces de
cogerme?
No,
no es un truco. A lo lejos en el horizonte aparece una mancha de
color marrón y verde. Parece pequeña, pero no se ve muy lejos.
Acelero de nuevo y el islote va creciendo más y más.
-Ya
casi estoy allí, venga.
-No
dejes que escape, Paul.
-No,
claro que no, señor. -Le responde a Tyr
Esa
isla es mi salvación. Allí podré refugiarme, al menos
temporalmente. Ya puedo ver su tamaño real, estoy apenas a diez
metros cuando Paul decide reaccionar. Enciende el mecanismo y dispara
una nueva flecha, pero él no falla; golpea directamente al motor,
haciendo que la lancha se frene.
-No,
no. ¡Ahora no! -Me echo las manos a la cabeza.
-Yo
no cometo errores.
-Te
repites como un loro, Paul. -Me burlo de él.
Sin
otra opción aparente y con tal de evitar el siguiente disparo del
que creía mi mejor amigo, me lanzo por la borda y comienzo a nadar
lo más rápido que puedo hacia la orilla. Son unos pocos metros,
pero es más distancia de la que desearía.
Una
vez la alcanzo, me pongo a correr todo cuanto mis piernas me permiten
por la arena de la playa hacia el interior de lo que parece un
pequeño bosque.
-No
te vas a ir.
Paul
dispara de nuevo y me hace golpearme de bruces contra el arenoso
suelo. La flecha se clava en mi pierna derecha y la sangre que me
caía del brazo se mezcla ahora con la de la nueva herida.
-Tranquilo
chico, te sacaremos de esta.
¿De
dónde ha salido este hombre? No estaba aquí hace un instante cuando
llegué a la isla.
-Te...
Te conozco. -Consigo decir.
-Lo
sé. Yo también a ti. -Sonríe.
-Gracias.
Es
lo único que consigo decir antes de que, de forma igual de repentina
que el individuo que está a mi lado, aparezcan decenas más de
hombres y comiencen a atacar a Paul y Tyr.
¿Qué
está pasando? ¿Ellos están en guerra? No lo entiendo, si soy su
objetivo común... ¿Por qué me defienden?
Veo
desde el suelo como mis salvadores tiran lanzas con la punta
encendida, ardiendo, hacia la nave del Clan, haciéndola
desestabilizarse.
-Hay
que irse, señor.
-No,
no podemos fallar, Paul.
-Pero
señor, si seguimos así...
-Lo
sé, pero... Ese cabrón seguirá vivo...
-Señor,
si no conseguimos salir de aquí con vida, no contribuiremos a la
causa. Y sé que usted no quiere eso.
-Está
bien... -Agacha la cabeza, no sin antes disparar una última flecha
hacia aquí.
La
situación me abruma, y mi cuerpo y mente no son capaces de resistir
la presión durante más tiempo. Caigo.
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