sábado, 10 de mayo de 2014

Sueños Espiral (XXVIII)





VII
Eyland

No puede ser, ¿es que ahora todo el mundo está en mi contra? Kisho se mueve hacia mí mientras el sol sale por detrás de las montañas.

-No vengas.

-Oh, Eyland, ¿es que ahora me tienes miedo?

-Pues... Llevando una camiseta del Clan, sí, te tengo miedo.

-Lo sabía, lo supe en cuanto te vi: No eres hombre suficiente, y por supuesto no eras tampoco hombre suficiente para mi hija.

-Ya... Claro, eso me lo dice el hombre que se ha unido a una organización, o lo que sea que es.

-Tengo mis motivos para haberlo hecho.

-¿Cuáles son?

-¿Por qué iba a decirte eso? No mereces saber tanto.

-Por favor... -Suplico.

-Bueno...

-Dime, por favor, ¿qué es lo que te llevó a unirte a ellos? Es que no… no llego a comprenderlo del todo.

Esto es demasiado. Primero Paul y ahora él. ¿Quién será el siguiente en unirse, Desmond? Me pregunto dónde estará él en este momento. Ni siquiera sé si está vivo o no…

-Pues… Fue de todo un poco. El rencor que te tenía por lo de Haruka… -De sus ojos comienzan a caer lágrimas que intenta esconder mirando al suelo. –Y bueno, la causa es la causa. Se podría decir que… Ellos pueden llegar a ser muy convincentes.

-¿Pero cuál es la maldita causa? –Grito, aunque de forma inconsciente. ¿Qué me pasa? ¿Por qué esta incertidumbre me frustra tanto?

-Eso no te lo puedo decir yo. Aunque… -Sonríe. Sus dientes reflejan los pocos rayos de sol que se alzan sobre las colinas. Junto con su morena piel, es un contraste increíble. –Puedes acompañarme y conseguir que se te aclaren algunas de tus dudas.



-¿Por qué debería creerte? Tú me quieres muerto.

-Oh, claro. Pero yo no tendré el placer de matarte.

-¿Y eso por qué?

-Digamos que aprecio mi vida más que mi hija, Eyland. –De nuevo, otra puya. ¿Es que este hombre se dedica a hacerme sufrir?

-¿Ellos acabarían contigo si tú lo hicieras?

-Te ha costado pillarlo. No eres un chico muy listo, ¿verdad?

Y otro golpe bajo más. Me pongo rojo de ira al oír su comentario, ¿a qué ha venido eso? ¡Yo no soy tonto, maldita sea! Aunque, bueno, ¿por qué le doy tanta importancia? Ni siquiera me fío de él.

-Oh, ¿te he ofendido? -Ríe.

-Bah. -Lo miro despectivamente. -¿Vas a llevarme en algún momento a donde sea que vayamos a ir?

-Claro. -Sonríe. –No seas impaciente.

Nos ponemos en camino hacia no sé dónde. Tampoco sé qué va a pasar ahora, pero he decidido darle a este anciano un pequeño voto de confianza. Necesito saber, y parece que este hombre tiene las respuestas que yo tanto quiero.

-¿Puedo preguntar una cosa? –Digo.

-Bueno, depende de lo que sea.

-¿Qué pasó cuando me fui de Tennō?

-Supongo que a eso sí te puedo responder. Te perdiste bastante. Es algo largo de contar.

-Tengo tiempo. –Respondo rápido.

-En realidad tampoco tanto. -¿De qué habla? Bueno, mejor dejémoslo estar por ahora.

-Da igual eso. Cuéntame.

-Está bien, está bien. –Suspira. ¿Por qué le gusta tanto hacerte la víctima? Me irrita. –Desapareciste de pronto en las narices de todos. Spirit y Engla se tornaron tremendamente furiosos, ella en especial; se volvió loca. Empezó a ordenar a sus hombres que lo destrozaran todo, y, por supuesto, ella también ayudo a que eso se llevara a cabo. Recuerdo las caras de los guardias, no tenían ni idea de qué hacer.

-No te desvíes del tema. –Lo interrumpo.

-¿Prefieres que deje de contártelo?

-Lo siento, lo siento. –Hago una pausa. –Continúa.

-Gracias. –Dice secamente. –Bueno, sigo. –Deja de hablar por un segundo, supongo que para pensar. –Cuando todo estaba en llamas o siendo destruido, Spirit y Engla desaparecieron. Así sin más. Aquí se quedó un hombre, alguien que no había visto hasta ese momento, y tomó el control de todo. Y cuando digo de todo, es de todo.

-¿Quién?

-No lo sé. Pero anoche llegó otro tipo, parece ser que el primero sólo estaba al mando temporalmente.

-¿Sabes quién es el nuevo?

-Claro que sí. De hecho, creo que ya os habéis visto.

-¿Eres tú?

-¿Qué? –Ríe. –No, ojalá.

-Pues me he quedado sin ideas.

-Ahora lo verás. –Sonríe. –Bueno, él, siguiendo órdenes de no sé quién, cambió el nombre del pueblo.

-¿Y no hubo mucho lío con eso? –Vuelvo a interrumpirlo.

-Las preguntas para el final, gracias. –Pone mucho énfasis en esta última palabra. –Digamos que… Le hacían una pequeña visita guiada por los calabozos y salas de tortura a quien hablaba de, bueno, de la antigua Yggdrasil.

-¿Fue así como te reclutaron?

-Algo por el estilo.

-¿Entonces todos los aldeanos forman parte ahora del Clan?

-No, no. Claro que no. Solo unos pocos, como, por ejemplo, un servidor. Únicamente se unen al Clan aquellos que tienen motivos para hacerlo. O, al menos, aquí es así.

-¿Y esa coletilla?

-Pues bueno, he oído que han hecho cosas peores en otros lugares. En la ciudad de la que tú viniste, creo.

-¿Qué? –No puede ser. Mi familia, mis amigos… No pueden haber hecho algo así, ¡ellos tienen que estar bien o no me lo perdonaría nunca! -¿Han hecho algo en Niflheim?





-Han hecho muchas cosas allí. Según el chico que estuvo al mando hasta anoche, las torturas eran mucho peores, y te obligaban a formar parte del Clan. Te daban esa opción o… Bueno, puedes suponer la otra. Aunque también dijo que él se unió por voluntad propia, y que tenía muchos motivos para querer acabar contigo.

-Ya veo… -Increíble, así que mis padres, o están muertos, o son del Clan. Qué semana tan perfecta. –Entonces Paul… Se unió a ellos por no morir.

-Un momento. –Su corte me devuelve al mundo real. -¿Cómo acabas de decir? Repítemelo, por favor.

-He dicho que Paul, mi mejor amigo, se unió a ellos por no morir.

-Sí, sabía que habías dicho eso. –Ríe siniestro. –Tengo que decirte que, tu mejor amigo, fue el chico que dejaron al mando aquí.

-¡¿Qué?! –Grito. -¿Paul se unió por motivos propios?

-Eso me temo. –Sonríe. –Apuesto a que no te lo esperabas.

-Claro que no, ¿cómo voy a esperarme algo así?

-Bueno, yo tampoco me esperaba que mi hija saltara y se interpusiera entre la espada de Spirit y tú.

-Ya he dicho que lo siento por eso.

-Bueno, ya seguiremos en otro momento con esta discusión. –Se para. –Ya hemos llegado al ayuntamiento.

¿Cuándo hemos llegado aquí? Ni siquiera me había dado cuenta de que habíamos entrado en la plaza. Toda esta información nueva y sorprendente para procesar parece haberme hecho evadirme de todo.

-Vamos, chico. –Me indica con un gesto que lo siga. –El nuevo gobernador te espera aquí.

Subimos las escaleras, pero nos frenamos justo antes de la enorme puerta. Dentro parece haber una discusión, puedo escuchar frases: “¡No puedes matarlo!”, “Es por la causa”, y algo más que no soy capaz de oír. Kisho toca a la puerta y automáticamente las voces se callan. Hay un incómodo silencio, pero a los pocos segundos se rompe por fin.

-Señor, soy Kisho. Le traigo a quien me pidió.

-Adelante, lo estábamos esperando.

Abre la puerta y me empuja al interior de la enorme sala, ¿qué espera, que me presente? Hola, soy Eyland, ustedes quieren matarme. Encantado. Será estúpido…

-Eyland, ¿por qué no te giras y nos miras?



Un momento, reconozco esa voz, es Engla. Me giro y así es, está apoyada en una mesa enorme, detrás de la cual está el policía que me torturó aquella vez. ¿Cómo se llamaba? Eh… Shaw, creo que era Shaw.

Siento ganas de correr y salir de la habitación, pero permanezco inmóvil, mirándolos fijamente, esperando su reacción.

-Este hombre, Eyland.

-Lo conozco, sé quién es. –Interrumpo a Engla.

-Déjame acabar. –Responde cortante.

-Lo siento, continúa.

-Maleducado el crío este… Decía que este hombre que ves aquí, Martin Shaw, es ahora el gobernador de Yggdrasil. Y bueno, necesita de tu ayuda para su primer acto oficial.

-¿Cuál será dicho acto?

-Pensé que Kisho te lo habría dicho.

-Pues no es así. –La interrumpo de nuevo.


-Bueno, pues será… -Hace una pausa, como para dar más dramatismo al asunto. –Tu ejecución. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario