miércoles, 12 de marzo de 2014

Sueños Espiral (V)





V

-El chico del hospital y tú os conocisteis al inicio de la noche durante el Loud'n Rock, cuando tú dejaste de lado a tus amigos y te fuiste por tu cuenta. Te golpeaste contra un poste telefónico y caíste al suelo. Tyr, tu nuevo amigo, te ayudó a recomponerte del golpe. Os hicisteis amigos y decidiste llevarlo a comer a un restaurante de comida rápida. Comisteis allí y salisteis en dirección a casa del chico. En un arrebato de rabia, quizá debido a que descubriste algo, quizá porque ya venía planeado de antes, y le apuñalaste con un cuchillo a sangre fría, de forma violenta y llenándote la ropa y las manos de su sangre. Llamaste a emergencias y solicitaste una ambulancia, una buena estrategia, ya que casi nos engañas haciéndonos creer que tú viste que todo pasaba mientras él se desangraba. Nos habría convencido, pero tu actitud nos demostró que la muerte te afectó a ti también, casi tanto como a él. Esa reacción nos hizo suponer que te removía por dentro, que era tu primer asesinato y todavía no eras capaz de asimilar haber matado a alguien.
Esos son los hechos. ¿Algo que decir?

-Hay tanto que decir... -El comisario me mira impasible desde su butaca al otro lado del gran escritorio de madera de roble. -Para empezar, ¡yo no mataría a nadie! Por favor, sólo soy un crío... A penas he visto una muerte por la televisión, ¿cómo voy a ser capaz de cometer un asesinato?

-¿Y cuál es entonces su coartada?

Su mirada penetra en mí tan hondo como lo hizo el cuchillo en el estómago de Tyr. ¡Tyr! ¡La operación! ¿Cómo habrá ido? ¿Estará bien? Realmente así lo espero. Ya no solo por su propia integridad, si no por la mía propia. Enserio, ¿matar a Spirit? ¿De verdad? Eso sería imposible para mí...

-Responda. -Su voz suena fría y robótica. -¿Cuál es su coartada? ¿Qué hacía allí con el chico y bañado de su sangre? ¿Por qué razón están sus huellas en el mango del arma homicida?

-Yo... Yo... -Realmente estoy tan nervioso que no soy capaz de hablar.

-¡Responde! -El tono de su voz aumenta de forma considerable, parece que empieza a cabrearse conmigo.

-Yo... Es que... -Me atemoriza verdaderamente, ni siquiera soy capaz de mirarlo directamente a los ojos.

-Chico, responde, por favor. Tranquilízate, vamos.

¿Qué es esto? El tono de sus palabras es mucho más dulce ahora y una sonrisa débil aparece en su cara. Parece que juega conmigo, que utiliza la estrategia del poli bueno, poli malo, aunque con únicamente una persona.



-Está bien, se lo contaré. Tyr, el chico del hospital, y yo nos conocimos en el concierto. Nos caímos bien, realmente. Empezamos a hablar y descubrimos que teníamos mucho en común, en especial en cuanto a gustos musicales. Salimos del concierto y del recinto del festival. Nos dirigíamos a su casa, me dijo que tenía muy buena música y que quería enseñármela, así que acepté a ir a su casa. Durante el trayecto hacia su hogar, recordamos que teníamos hambre y se me ocurrió ir al restaurante que usted ha mentado ya, pues andaba algo corto de capital. Comimos y seguimos hablando, casi todo el rato de música. Salimos del restaurante y nos dirigimos a su casa. Mientras íbamos allí, un hombre apareció detrás mía y me cogió del cuello, además de que me puso el filo de su navaja en la mejilla. Tyr, asustado, atacó al ladrón, y acabó apuñalado por este.
Esos son los hechos reales, puede creerlos o puede no hacerlo.

Miro al hombre frente a mí fijamente, sin separar mi mirada de la suya, esperando ferozmente su respuesta.

-Es una gran historia, chico. -El comisario ríe. -Pero no me la creo. No tienes nada que pruebe eso que cuentas, mientras que la versión policial está completamente demostrada.
Pensábamos dejarte aquí, pero...

El hombre sonríe malévolo, ¿qué pretende hacer conmigo? ¿Qué diablos va a hacerme ahora? El comisario se levanta, coloca la silla en su sitio original y se dirige a mí, todo esto sin dejar de mirarme fijamente. Se me acerca poco a poco hasta que está frente a mí. Me mira, me coge la cara de forma que casi no puedo respirar con los dedos índice y pulgar.

-Chico, que mal lo vas a pasar... -Ríe.

-¿Qué... qué me va a hacer? -El temor rebosa de mis ojos, ahora mismo soy todo un ser atemorizado, temblando y tan pálido como la nieve.

-Chicos, os lo dejo.

De detrás suya aparecen dos hombres vestidos de negro, uno de ellos es el que me acompañó desde el hospital hasta aquí. El otro es un hombre negro de dos metros de alto, completamente vestido de negro y de facciones similares al otro. Los hombres se acercan a mí al mismo ritmo que el comisario se aleja por el gris pasillo. Los matones se acercan a mí, sonriendo de forma cruel y despiadada, de una forma parecida a la forma en la que sonreía el ratero que nos intentó robar a Tyr y a mí.

-¿Qué van a hacer conmigo? -El terror puede contemplarse claramente en mis ojos oscuros.

-Oh, chico, nos vamos a divertir mucho los tres.

Ambos ríen a carcajadas, se pegan a mí, se agachan y me levantan, junto con la silla, en el aire. En ese momento, dejan caer la silla, provocando así que caiga de ella y me golpee directamente contra el frío suelo. ¿Enserio? ¿Pero estos de qué narices van? Empiezo a cabrearme.

-¡¿Qué hacéis?!


Me levanto rápidamente, rabioso como un lobo antes de atacar y tan decidido como este fiero animal. Me giro hacia el que supongo policía de detrás de mí y mi puño vuela velozmente hacia su cara. Lo golpeo, dejando en la parte baja de su mandíbula una gran marca roja, pero el hombre ni se inmuta. Veo como gira sus ojos y dirige su mirada directamente hacia mi puño, aún en su cara. Puedo ver también, aunque no durante mucho tiempo, como, en un movimiento rápido, se saca un puñetazo de la manga y me deja completamente atontado. Empiezo a ver todo borroso, el mundo a mi alrededor gira demasiado rápido y comienza a desvanecerse. De pronto, todo oscuridad.


Un chorro de agua cayendo de forma insistente me despierta, estoy en una habitación gris, completamente hecha de hormigón y sin ventanas. Justo encima mía, un foco fosforescente lucha por seguir con vida mientras parpadea cada pocos segundos. Frente a mí una gran reja negra, con barrotes de acero de unos cinco centímetros de ancho. Intento levantarme de la silla, sin resultado. Mis manos están atadas entre sí y unidas a la cuerda por una cuerda que parece bastante resistente.

-Ya lo entiendo, esto es todo un sueño, una larga y extraña pesadilla. Ahora mismo estoy en casa, en mi habitación tan perfectamente decorada, en mi cama durmiendo. Estoy allí, lo tengo muy claro. Ahora me despierto.

-Oh, cuánto lo siento, hijo. -La puerta se cierra tras él. -Pero, esto, no es un sueño. Te lo demostraré.

¿Cuándo ha entrado? ¿Cuánto tiempo lleva escuchándome? ¿Qué quería decir con que lo demostrará? El hombre uniformado se acerca, poco a poco, casi al ritmo en que me caen las gotas de agua de la gotera del techo. Mientras se acerca, puedo ver cómo saca de detrás de la espalda una segunda cuerda. Ah no, no. ¡Es un látigo! Creo que empiezo a hacerme una idea de lo que está a punto de pasar aquí. Cada vez está más cerca, cinco metros, cuatro metros, tres metros...

Cuando se halla a a penas un metro, mete la mano en su bolsillo y saca de ahí lo que parece una pistola de rayos. Una vez se acerca lo compruebo, es un taser. De pronto y sin previo aviso, me golpea con el látigo en la cara, dejando un rastro de sangre en mi mejilla.

-Agh... -Gimo y me retuerzo en la silla.

-Oh, vamos... ¿Tan pronto? -El tono de su voz me asusta realmente, es tan sádico...

-Por favor... No he hecho nada...

El hombre continúa golpeándome: Un puñetazo, un latigazo, dos, tres...


Tras veinte latigazos, casi todos en la cara y el torso, caigo al suelo junto con la silla, quedando inmóvil bajo ella.

-Pobre diablo.



El hombre de negro se agacha y me desata las manos. Quiero correr y salir de esta habitación, pero mi cuerpo, y en especial mis piernas, no quieren responder. Me retuerzo en el suelo, sollozando. Mi camisa está rasgada en todas las zonas donde ha caído el látigo. La sangre brota de los cortes que han dejado los latigazos, y mi cara tiene mucho más color rojo y morado que el tono natural de la piel humana.

-Y ahora, es cuando nos divertiremos de verdad.

El hombre sonríe de oreja a oreja y me levanta en el aire. Rompe mi camisa del todo y me la quita de golpe, sin ningún miramiento, lanzándola a una de las esquinas de la oscura habitación. Coge una cadena y me ata a una plataforma del techo en la cual no habría parado ni la más mínima atención. Me cuelga por los brazos a una altura en la que mis pies no tocan el suelo. Desde esta altura, veo cómo el otro hombre abre la puerta de la celda y entra a la prisión una mesa con unos cuantos y diversos objetos: un bol lleno de sal, un cable, un líquido que supongo agua o alcohol, unas cuantas cuerdas, un segunda látigo un cuchillo.

-¿Qué... qué vais a hacer con eso? -Hago una mueca de dolor.

-Oh, pequeñín, deja esos gestos para cuando empecemos con esto. Si pensabas que ya habíamos acabado, estabas muy equivocado; esto a penas comienza.

Lloro y sollozo colgado en mitad de la habitación. Estoy rodeado por dos personas, pero me siento más solo que nunca. Los maltratadores esperan sin hacer gesto alguno, lo que aumenta aún más mi pánico. Quizá esa también sea una tortura, me está matando por dentro. Por fin, el primer hombre se mueve y se acerca a mí. No coge nada de la mesa, lo cual me tranquiliza. Bueno, todo lo tranquilo que puede estar uno cuando sabe que van a torturarle hasta un límite que quizás sea marcado por la muerte.

-Lo siento... Lo siento. Admito el crimen. ¡Yo lo maté! Si, yo lo hice...

Este es mi último recurso, necesito salir de aquí y evitar esto sea como sea. ¡Maldito Tyr! Si no fuera por él, esto no habría pasado, ¿por qué tuvo que hacerse el héroe durante el robo? Que le den, lo prefiero muerto, ya no me importada.

-Lo siento chico, llegas tarde para eso.

El hombre sonríe malévolo mientras se me acerca. ¿Por qué demonios hace eso? Me irrita. Parece que disfruta con todo esto, me pone muy nervioso. Ambos observan mi cara llena de terror, se miran entre ellos y ríen abiertamente.

-Ahora.

El hombre que ha entrado la mesa, da la orden, moviendo ligeramente la cabeza hacia mí. El otro responde al instante, pero su respuesta es lo que menos me esperaba. El hombre que ha dado la orden coge sal y me la echa en las heridas. Y, el otro, coge la pistola de rayos y me dispara con ella directamente en las aperturas sangrantes de mi piel. Lo más doloroso no es la electrocución, es que los rayos son disparados directamente en las heridas. Es lo más doloroso que he vivido nunca, es como coger el dolor de un golpe en el dedo meñique del pie y multiplicarlo por un millón.


-Es mi turno. -El hombre deja de disparar rayos y se gira hacia el otro.

-No, esto es cosa mía. -Sus mirada es muy firme, impasible.

-En absoluto, me toca a mí, lo habíamos hablado.

El segundo hombre le roba de forma rápida la pistola al primer varón. El primero le devuelve el robo e inician una disputa por ver quién tendrá la oportunidad de torturarme ferozmente. La discusión va a más y los hombres comienzan a agredirse verbalmente. Desde mi posición, casi muriendo por dentro de dolor, siento una pequeña felicidad: Mientras sigan discutiendo, no me hacen sufrir.

Los insultos pasan a golpes y acaban enzarzándose en una pelea que acaba el segundo hombre, el que me trajo aquí en el coche, disparando con el taser a su compañero.

-Hazme caso hijo, es mejor así.

¿Se dirige a mí? ¿Cómo que es mejor? Es de locos. El hombre coge el cable y pela la punta de este con el cuchillo de la mesa. Se acerca a la gotera y moja la parte pelada. Con la ayuda de la pistola de rayos, da corriente al cable y ataca dos de mis cortes, una con el cable y otra con la pistola.
Rabio de dolor, el cable es muchísimo peor que la pistola, jamás lo pensé. La sensación que transmite el cable es comparable la que deben sentir los que son ejecutados en la silla eléctrica.


-¡Pare! ¡Ahora! ¡Ese chico es inocente! -El hombre se gira sorprendido y yo, en cambio, sonrío de felicidad, parece que mi tortura ha acabado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario