sábado, 28 de junio de 2014

Horizontes Nevados (IX)







IV

¿Cómo? ¿Yo el líder de la revolución? ¿Por quién me han tomado, por una especie de caballero andante como Tirant lo Blanch? Es de locos. Yo no he sido capaz de salvar ni a mi mejor amigo, ni a una princesa, ni siquiera a mi padre, y por poco no lo consigo tampoco conmigo. ¿De verdad me ven capaz de liderar un ataque? Y lo que es más, ¿en serio creen que saldría bien conmigo al mando?

-A esta gente le falta un tornillo. -Digo para mí mismo.

-¿Hablas conmigo, Eyland? -Responde Lysandra. Vaya, parece que me ha oído. Tengo que arreglarlo.

-No es nada. Estaba... -Rápido, busca una excusa buena. -Estaba pensando en voz alta, tendré que dar una especie de discurso, ¿no?

-No vendría mal que los motivaras un poco.

-Está bien.

Asiento. ¿Y qué demonios digo yo ahora? Nunca se me ha dado del todo bien hablar en público, recuerdo lo mal que lo pasé en Tennō cuando tuve que hacerlo. Queda tan lejos ahora...

-Y ahora... -Lysandra alza la voz. -Recibiremos un discurso de Eyland Rise, quien a partir de este momento será nuestro jefe de operaciones. Un aplauso, por favor.

Todos comienzan a elogiarme, lo cual me da fuerzas para dar el discurso. Mientras los demás aclaman, mi ahora aliada al mando de La Resistencia acciona un botón de su muñequera y un atril se levanta de debajo del suelo justo frente a mí.

-Esto es impresionante... -Han avanzado mucho respecto a mi antigua Niflheim.

-Hemos trabajado duro, sí. -Y ahí está de nuevo su sonrisa, tan radiante y grande como siempre.

-Ya veo. -Le sonrío también.

-Espera un momento antes de hablar. -Y acciona otro botón. ¿Qué va a sacar ahora, un micrófono?

-Vale. -No puede ser... ¡De verdad es un micrófono! No puedo parar de reírme.

-Eyland, ¿ocurre algo? -Me mira con el ceño fruncido.

-No. Nada. -Digo entre carcajadas. -Vale, ya pasó.


Y me sereno de golpe. De verdad me sorprende haberme controlado de esta forma, la verdad. Y ahora el discurso... ¿de qué hablo? Podría contarles la forma de trabajar del Clan o las cosas horribles que pueden llegar a hacer, pero creo que eso ya lo saben, la mayoría vivían aquí antes. Me pregunto qué hicieron con ellos, cuando volví la primera vez Niflheim estaba desierto...

Bueno, allá vamos.

-Compañeros. -Me acerco al micrófono. Tomo aire y comienzo a hablar lo más calmado que puedo. -Creo que todos sabéis el motivo por el que estoy aquí ahora mismo. -Me sudan las manos. -Como ya os ha dicho Lysandra, yo os lideraré; ¡os lideraré hasta la victoria! -Tras mi comentario todos comienzan a gritar y a aclamarme. -El Clan ha campado a sus anchas demasiado tiempo. Tenemos que cambiar eso, ¿no es así?

-¡Sí! -Grita alguien del público.

-No os oigo, chicos. -Esto tampoco va tan mal, al fin y al cabo. Me siento mucho más cómodo ahora.

-Sí. -Dicen todos al unísono.

-Así me gusta. -Sonrío. -Y para terminar el discurso... ¡Viva la Revolución!

-¡Viva!

El campo de entrenamiento se ve envuelto de gritos y clamores tras mi última frase, lo que me hace sentirme realmente bien mientras bajo del atril y vuelvo con Lysandra, quien me espera con su particular y siempre presente sonrisa. Esta situación me recuerda a cierta canción del Loud'n Rock...

Sí señor, sí señor,
somos la revolución.
Viva la revolución...
¡Resistencia!

-Bonita frase la del final.

-Gracias. -Me hace sonrojar. ¿Y esta timidez ahora?

-Era el momento adecuado para un comentario así, empezaban a sentirse algo derrotados porque nuestro proyecto en contra del Clan no avanzaba por donde queríamos en un principio.

-¿Ah, no?

-No. -Niega con la cabeza. -Y entonces apareciste tú por aquí.

-O sea, que soy una especie de ángel.

-Será creído. -Se acerca y me pega un bofetón.


-¿Pero qué? -¿Y a qué venía eso? Se lo devolvería, pero no es el momento ni el lugar adecuado.

-Vamos.

Me sonríe con la misma complicidad de siempre y me hace señas para que la siga. ¿Pero y esta tía de qué va? No la entiendo en absoluto. Pero bueno, la chica es mi única baza para sobrevivir por el momento.

Decido seguirla y atravesamos largos pasillos del anfiteatro hasta una puerta con un letrero que dice Entrenamiento 3.

-¿Voy a entrenarlos? -Yo casi no sé pelear, mi única experiencia es la que he ido adquiriendo de mis encuentros con Tyr.

-¿Estás de broma? -Ríe. ¿Qué tiene tanta gracia? -Vi lo que hiciste aquí con Tyr. Vamos a enseñarte nosotros a ti. No podemos tener un líder que no sea eficiente, ¿de qué nos serviría eso?

-Visto así...

-¿Listo? -Me mira desafiante. A saber qué hace conmigo...

-No mucho, pero tengo que estarlo.

-Esa es la actitud.



Horizontes Nevados

-Vaya paliza me has dado.

-Te lo dije.

Estoy exhausto, no puedo ni con mi alma. ¡Qué cansancio! Y qué dolor, que esta chica no se cansa nunca de pegarme, no he podido ni tan siquiera parar sus golpes. Se nota que necesito entrenamiento.

-Y ahora te vamos a enseñar a usar nuestras armas de fuego.

-Ah... -Sólo he disparado en una ocasión voluntariamente, y mi brazo no salió del todo bien parado.

-¿No te gusta la idea?

-No mucho, la verdad.


-Esto es una guerra. No se puede ganar sin una de éstas. -Me entrega una modernísima pistola reluciente.

-Lo intentaré. -No prometo nada.

-¿Ves esos muñecos al fondo? -Señala una especie de figuras a unos veinte metros de distancia. -Son tus objetivos.

-Allá vamos.

Empuño el revólver y lo sujeto con fuerza lo más lejano posible a mi cara. Con más miedo que otra cosa, acciono el gatillo temblando y... no pasa nada. ¿Me la ha dado sin balas? ¿Lleva el seguro puesto?

-Oye, esto no va.

Me giro, mirando decepcionado al arma de mi mano. Lysandra, al verme, comienza a reírse a carcajadas mientras me ve llegar hacia ella. Otra vez con ese extraño humor que me hace sonrojar, ¿qué le pasa?

-Mira que eres tonto, Eyland.

-¡Eh, cuidado con lo que dices! -Y ríe aún más.

-No me has dejado explicarte.

-Pues venga. -Me ha cabreado de verdad.

-Ponte esto. -Me da un brazalete similar al suyo y me lo coloco en mi brazo izquierdo.

-La pistola tiene un sensor que detecta la muñequera. Únicamente puede disparar si está a menos de un metro de distancia de ella.

-¿Y eso no es una desventaja?

-Para nada. -Niega con la cabeza. -Si el enemigo roba nuestras armas, no podrá utilizarlas y les serán inútiles.

-Entiendo. -Está muy bien pensado, lo reconozco.

-Te enseñaré a tirar. -Me guiña un ojo. -Mira cómo lo hago yo.

-¿Es obligatorio? -Parezco un niño pequeño.

-Vamos, si te encanta repasarme con los ojos, llevas todo el día haciéndolo.

-¡Eso no es verdad! -Mi cara se torna de un color rojizo. ¿Cómo se ha dado cuenta de eso? He disimulado bien... Creo.

-Ya, ya... -Ríe. -Atiende a cómo disparo, es importante.


-Venga.

Se coloca tras la barra que mide la distancia con los muñecos, abre las piernas hasta que están alineadas con los hombros, estira los brazos hacia delante hasta que están completamente rectos, apunta y dispara.

-Veamos cómo ha ido.

Y ya sé que ha sido un disparo genial, le ha acertado seguro, lo he visto echarse hacia atrás. Acciona un botón del mostrador y el maniquí al que le ha disparado comienza a moverse hacia nosotros.

-¿Ves este agujero? -Señala un pequeño hoyo en el cuello.

-Es tuyo, ¿no?

-Así es. -Asiente. -Le ha atravesado la yugular. Es cadáver.

-¿Puedo probar?

-Adelante. -Devuelve el muñeco de pruebas a su posición. -Dispara.

Me cede el sitio e imito sus movimientos. Pies a la altura de los hombros, brazos estirados y rectos y sujeción firme. Apunto al cuello donde acaba de golpear ella y disparo. Se escucha el sonido de la bala rebotar y el maniquí se echa hacia atrás. ¿Le he dado?

-Qué disparo más malo. Apenas le has rozado la mano.

-¿De verdad? -Mi gozo en un pozo.

-Eso me temo. Tienes que contener la respiración para apuntar.

-Está bien.

Asiento y repito el proceso añadiendo su nuevo consejo, y esta vez acierto, aunque la herida no es mortal, según dice. Continúo intentándolo, quedando en cada disparo más cerca de mi objetivo que es la herida mortal.

-Basta por hoy.

-¿Por qué? Ya casi lo tenía.

-Se ha hecho tarde. Además, tengo que presentarte a los otros líderes.

-¿Hay más?

-Contigo somos cuatro. -Vaya, eso sí que no lo esperaba.

-¿Y qué vas a hacerme una especie de fiesta?



-Algo así. Una reunión. -Saca dos brazaletes de color rojo con el dibujo de una llama en el centro. -Póntelo. Es nuestra seña como altos mandos.

-¿La llama es...?

-Nuestro símbolo, sí.

-Lo que suponía.

-Vamos.

La sigo por otros dos largos pasillos hasta que paramos en una discreta puerta cuyo color apenas se diferencia con el de la pared. Lysandra acerca su muñeca al pomo y ésta se abre instantáneamente. Aquí todo es alta tecnología, vaya.

-Entra.

Hago lo que me dice y me introduzco en la sala. Es una enorme habitación con realmente pocos muebles. Una gigantesca mesa en el centro y cuatro sillas a su alrededor, lo que me recuerda a... Nada, eso ya es pasado.

-Te presento a... -Y antes de que Lysandra pueda acabar, los dos hombres giran sus asientos y muestran sus caras. A la izquierda, como ya esperaba, se encuentra Olaf. Y a su derecha...

-Axell.

-Eyland.

No hay comentarios:

Publicar un comentario