miércoles, 7 de mayo de 2014

Sueños Espiral (XXVI)





V
Eyland

¿Eh? ¿Qué ha pasado? No recuerdo nada...

Abro los ojos, poco a poco, intentando acostumbrarlos a la tenue luz mientras lo voy haciendo. El olor a fuego que desprende la vela que ilumina esta habitación me es muy familiar, me recuerda a tiempos mejores, tiempos en los que no tenía que ir huyendo de quienquiera que sea la gente del Clan cada dos por tres.

Me levanto de mi lecho y me quedo sentado mirando al frente, contemplando la madera oscura que recubre las paredes de la sala. La llama a mi lado, a pesar de ser pequeña, es capaz de iluminar toda la estancia. Es asombroso.

-Qué dolor de cabeza...

Debí haberme golpeado hace poco, no es normal sentirse así de mal. Me pongo la mano en la frente y, con el otro brazo, me impulso para ponerme de pie. Me mareo y tropiezo, pero consigo evitar mi caída apoyándome en la pared con el hombro.

-Todo me da vueltas...

Camino muy despacio, intentando no caer de nuevo, ya que es posible que no fuera capaz de levantarme por segunda vez. Un momento... ¿Por qué no me duelen las piernas? Recuerdo recibir ahí un disparo.

-Vaya...

Me aproximo poco a poco hacia una puerta abierta por la que entra la luz, supongo que de la luna. Entro en la sala y encuentro lo que pensaba, un baño con lo justo para una persona: un lavabo, una ducha, un inodoro y un espejo justo encima del lavamanos.

Me mojo la cara repetidas veces hasta que consigo despertarme y levanto la vista hacia el espejo, no reconozco a la persona que veo. Ese chico no soy yo, él tiene muy mala cara, la piel amarillenta y enormes ojeras, sin contar lo muy alborotado que está su pelo.

-Qué feo eres, amigo.

Bromeo con mi reflejo, es la única forma de llevar esta situación sin volverme loco, aunque quizá ya lo esté y no me he dado cuenta... Las cosas han cambiado mucho desde que conocí a Tyr hace apenas una semana.

Me doy una ducha y vuelvo a la habitación en el momento justo en que una ráfaga de viento apaga la vela que me iluminaba.

-Oh, genial...



Busco la puerta a tientas para intentar salir de este sitio y ver dónde estoy. ¿Cómo llegué aquí exactamente? Recuerdo caer en la isla y luego.... Bueno, luego nada.

Encuentro por fin el pomo de la puerta, lo hago girar y una gran bocanada de viento golpea mi rostro. Esta sensación es inmejorable, hacía tiempo que no tenía un momento así, a solas con la naturaleza bajo la luz de la luna.

Esto me recuerda a...

-¡Tennō! ¡Estoy en Tennō!

-Baja la voz, malnacido. -Un hombre me amonesta desde su ventana a pocos metros de donde estoy.

-Lo siento. -Me disculpo y asiente.

Ahora lo entiendo todo: la madera, las velas, la pierna... Deben de haberme curado las heridas con su extraño mejunje como aquella vez, mi última visita a este extraño, pero a la vez tranquilo lugar.

-Disculpe. -Interrumpo la vuelta del hombre a su casa.

-¿Qué quieres, chico? Está a punto de amanecer.

-¿Me podría decir dónde estoy?

-¿Y eso a ti que más te da? -Oh, qué borde es. No recordaba a las gentes de este pueblo tan hostiles, bueno, al menos no hasta que llegó Tyr.

-Por favor, me gustaría saberlo de verdad. -Lo miro de la forma más adorable que puedo, aunque sé que no sirve de nada.

-Si no hay más remedio... -Se encoje de hombros. -En este mismo momento estás en Yggdrasil(1), esta pequeña isla que ves.

-¿Yggdrasil? -Lo miro extrañado. -Pensé que estaba en Tennō...

-Un momento. -Su expresión cambia, y ahora me mira fijamente, su rostro sin decir nada de nada. -¿Cómo has dicho?

-He dicho Tennō. -Repito.

-Ese sitio... Sí, oí hablar de ese lugar en algún lado.

-Es mucho parecido a este. ¿Seguro que no es aquí?


(1) Yggdrasil: Es un fresno perenne: el árbol de la vida, o fresno del universo, en la mitología nórdica. Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos.



-No... -Me mira con rabia. -¡Esto no es Tennō!

Esos ojos... Esa forma en la que se inclina hacia mí a través de la ventana... Este lugar sí es el lugar que conocí, la isla flotante en la que caí tras mi primer viaje en las espirales del tiempo.

-¿Qué pasó aquí exactamente?

-¿Que qué pasó? ¡Que llegaste tú!

El individuo se inclina aún más, y entra en el halo que proporciona la luz de la luna. Él es... Él es... No puede ser. Definitivamente estoy en Tennō, aunque ahora se llame... ¿Cómo era, Yggdrasil?

-Yo te conozco, tú eres...

-Kisho(2). -Me interrumpe. -El padre de Haruka.

-Lamento mucho aquello, nunca quise que...

-Me da igual lo que quisieras o lo que no.

-Pero... -No sé qué decir, el dolor puede conmigo y tapona las palabras al fondo de mi garganta.

-Pero nada. Mi hija está muerta.

-Haruka... -Cae una lágrima, mojando la parte derecha de mi cara. -Yo nunca quise que ella se viera involucrada en...

-Que no me importa, te digo. La cuestión es que ella fue asesinada por... ¿Por qué, por un chico que ni siquiera sabe cuidar de sí mismo?

-Sí que sé cuidar de mí mismo. Además, yo siempre intenté proteger a tu hija.

-¿Y Engla? ¿Cuando estabas con ella también protegías a mi querida Haruka? -Hace una pausa. -Ah, ya lo recuerdo. No lo hacías.

-Yo... -Me mira con todo el desprecio que puede. -No. -Agacho la cabeza. -En esos momentos no. Lo lamento.

-Y más que lo vas a lamentar... -Levanta su puño contra mí. -Pero no seré yo quien te pegue. O al menos, no ahora.

-¿Qué quiere decir?

-Oh nada. -Esconde una risa. -Ya lo verás.


(2) Kisho: Nombre japonés, se traduce como “aquel que conoce su propia mente”.


¿A qué se referirá con eso? ¿Van a hacerme algo? Es decir, entiendo que tengan ganas de acabar conmigo, pero, ¿qué me tienen preparado? Además, ese nombre que le han dado a la isla... ¿Han sido ellos? ¿Por qué?

-Yggdrasil... -Digo.

-¿Qué le pasa? -Responde cortante.

-¿Por qué ese nombre?

-Digamos que... Tus “amigos”... -Gesticula las comillas con sus propios dedos. -Llegaron aquí y bueno, arrasaron con todo. Después de eso, tomaron el control de nuestro poblado.

-¿De verdad?

-¿Por qué iba a mentirte? De eso ya te encargas tú.

Su sarcástico y cruel comentario hace mella en mi pobre corazón. Siento como un pinchazo en el pecho y lágrimas empiezan a correr por todo mi rostro. Mis piernas comienzan a perder firmeza y acabo en el suelo, sentado, con las manos en la cara, sollozando.

-Yo... -Mi voz es un simple suspiro. -¡Yo nunca le he mentido!

De pronto, mi voz coge fuerza, y la causa de la falta de aire deja de ser la tristeza para dar paso a la rabia que tenía contenida.

-¿Y qué me dices de Haruka? ¿A ella tampoco le mentiste?

-A ella... -Miro al suelo. -Le dije que la amaba.

-Oh, ahora empiezo a entender muchas cosas...

-¿A qué se refiere?

-Yo te acepté en mi casa porque pensé que eras honrado, porque pensaba que mi hija tenía buen gusto, no sé si me explico.

-No mucho, la verdad. -¿De qué habla?

-Me refiero a que mi hija te amaba. -Hace una pausa para mirarme fijamente. -Te quería con locura.

-Y por eso se sacrificó... -Otra punzada en el pecho. Este lugar me trae tantos malos recuerdos a la mente...

-¿Y dónde están ellos ahora?




-¿Ellos quiénes?

-El Clan, quiero decir.

-Pensé que eras más listo, chico.

-¿A qué te refieres con eso?

-¿Es que no es obvio?

Kisho desaparece de la ventana, dejando una vista del salón de su casa -una de las pocas que quedan en pie- iluminado por la luz de la luna. A los pocos segundos aparece en la puerta de su casa, apoyado en la barandilla del porche.

-Ven, hijo. Acércate.

Me hace señas con la mano de que vaya hacia él y yo, casi de forma mecánica, obedezco sin dudar.

-Me refería a esto.

Se mueve hacia fuera del porche y, cuando lo hace, dejo de caminar hacia él. La luz tenue de la luna alumbra tanto su cuerpo como el mío, pero no su rostro. Comienzo a retroceder en cuanto lo veo iluminado.

-No... No... No puede ser cierto.


Sigo retrocediendo hasta que me tropiezo con una piedra y caigo al suelo, golpeándome la espalda contra las rocas. Aún no soy capaz de creerlo. ¿Él? ¿Es por culpa mía? No me lo explico, aunque me aclara un par de cosas...

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