II
Cero.
Las
alarmas dejan de sonar cuando el tiempo se agota y entro en el enorme
despacho. Apuesto a que es la mayor habitación de toda Upsala,
bueno, sin contar la cubierta central, aunque técnicamente no sea
una habitación.
El
ambiente está algo más cargado de lo normal, apenas soy capaz de
ver más allá de mis propias manos, a pesar de que las luces están
claramente encendidas. ¿Qué diablos pasa? Toso sin cesar,
intentando controlar mis respiraciones sin resultado alguno.
Todo
me da vueltas...
-Eyland...
Oigo
una voz celestial, ¿de quién se trata? Parece muy lejana, pero a la
vez sé que está cerca. No puedo ver qué produce ese hermoso
sonido.
-Eyland...
¿Me oyes...?
La
extraña voz se repite una y otra vez, parece el eco de mi mente,
aunque se trate de una mujer.
-¿Mamá...?
Eres... ¿Eres tú? -Pregunto al viento, no puede ser que esté
haciendo esto. ¿Cómo puede estar ella aquí?
-Sí,
Eyland, soy yo. ¿Querías verme?
-Claro
que quería...
-Ven
conmigo... -Hace señas de que me acerque a ella y, justo a su
espalda, aparece una luz enorme, mayor a los focos del techo.
-Voy...
-Camino hacia ella.
-Venga,
¿a qué esperas? -Pregunta.
-Estoy
llegando...
La
luz comienza a envolverme y absorberme, se siente tan bien esto...
¿Cómo pude vivir fuera de este lugar? Un momento, ¡vivir! ¡Es
eso! No, ella no esta aquí, estoy muriéndome, ¿cómo pudo pasar?
¡Claro, el tiempo! Tyr me la ha vuelto a jugar, a los quince minutos
se soltaba un gas tóxico en el despacho de Joseph, ¿por qué decidí
creerlo aún a pesar de que no me fiaba de él? Lo que no me esperaba
era lo de Engla, ella... ella lo ayudó. ¿Era todo un plan para
matarme aquí, con todos presentes?
-¡No!
Grito
y agito los brazos. No, no pienso morir, no aquí, no ahora. No
pienso permitirme darles lo que quieren, sería perder la guerra
después de tantas batallas ganadas. No, ni en broma.
-Tengo...
-Toso varias veces, no me queda mucho. -Que... -Me cuesta respirar.
-Salir...
Mi
pecho arde y duele. Cada bocanada de aire que cojo es como una
punzada con un vara de acero recién sacada del horno.
-Llegaré...
Mis
ojos comienzan a cerrarse, parpadeo repetidas veces y tropiezo. No
puedo, no puedo irme ahora, no todavía. ¿Qué es eso? Hay alguien
cerca de la puerta, o quizá no, sólo soy capaz de ver sombras...
-Yo...
Debo...
Horizontes
Nevados
Abro
los ojos, esa luz es cegadora...
-¿Dónde
estoy?
Parpadeo
repetidas veces hasta que por fin soy capaz de mantener mis ojos
abiertos durante más de diez segundos seguidos. Qué dolor de
cabeza... Me masajeo la frente con los dedos.
-¡Dios!
Grito
de dolor. Mi hombro... ¿Por qué demonios se siente tan mal? Ah, ya
lo recuerdo, el disparo... La metralla debe de seguir incrustada en
mi brazo, alguien debería recordarme que la saque de ahí. Bueno,
primero debería saber dónde estoy y qué hago aquí.
Con
ayuda del brazo que tengo bien, me incorporo, por lo que estoy
sentado en el suelo de... ¿el despacho de Joseph?
-Así
que al final conseguí llegar...
-Sí,
lo hiciste. Gran trabajo, amigo.
Esa
voz... La conozco, no puedo decir de quién es, pero la he oído
antes. Hace tiempo, hace mucho tiempo, ¿dónde fue? Oh, ya lo
recuerdo, el Loud'n Rock...
-¿Paul?
¿Qué haces aquí?
-Luego
te explico, es largo.
-Pero...
-Todavía me cuesta pensar con claridad.
-Vámonos,
tenemos que salir de aquí, rápido.
Y
entonces me doy cuenta, el pañuelo negro que lleva no sólo le cubre
el cuello, también gran parte de la cara.
-¡El
gas!
-Eso
mismo. No sé ni cómo sigues consciente.
-Porque...
-Me levanta de golpe, y grito de nuevo. Esto es horrible, ¿cómo
puede dolerme tanto el brazo?
-Tu
hombro... -La preocupación se refleja en su mirada, aunque intente
esconderla bajo una expresión de póquer.
-Ya
te contaré.
-Tenemos
que irnos. -Asiento.
-Vamos.
Con
mi viejo amigo como punto de apoyo, corro a lo largo del enorme
despacho de Joseph. Es demasiado largo, parece que no se acabe nunca,
¿de verdad necesita alguien tanta habitación para un simple trono?
Qué derroche de poder.
-¿Dónde...
vamos?
Cada
palabra es una bocanada de aire que suelto mientras mis piernas
siguen sin ser del todo productivas. ¿Qué me han hecho estos tíos?
Mi cuerpo respondía mejor cuando me encontré con el Rey, a pesar de
que me habían disparado pocos minutos antes.
-Ahora
lo verás. -Sonríe.
-No.
-Me paro y mantengo el brazo rígido, por lo que él tampoco puede
seguir avanzando más. -Estoy harto de mentiras. Desde que conociste
a aquella chica en el festival todo han sido engaños y farsas.
Quiero que dejen de ocultarme las cosas. Quiero la verdad.
-Eyland,
no puedo decirte...
-¿Por
qué no, Paul? Ah ya, claro, es que ahora eres el perrito faldero de
Tyr. -Escupo al suelo. -¿Ves eso? -Señalo el fluido que acabo de
sacar de mi boca. -Eso es lo que eres ahora para mí.
-¿Quieres
la verdad? ¿La quieres? -Chilla.
-Sí.
-¡Te
utilizaron! Te usaron como señuelo para distraer a Capomafia.
-Me...
Me utilizaron... -Caigo al suelo de rodillas. -Engla... -¿Cómo ha
podido hacer algo así? ¡Me mintió! Otra vez...
-Ella
está reunida con Spirit ahora, es allí a donde vamos.
-¿Y
Joseph...?
-Lo
atrapamos.
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