lunes, 2 de junio de 2014

Horizontes Nevados (II)





II

Cero.

Las alarmas dejan de sonar cuando el tiempo se agota y entro en el enorme despacho. Apuesto a que es la mayor habitación de toda Upsala, bueno, sin contar la cubierta central, aunque técnicamente no sea una habitación.

El ambiente está algo más cargado de lo normal, apenas soy capaz de ver más allá de mis propias manos, a pesar de que las luces están claramente encendidas. ¿Qué diablos pasa? Toso sin cesar, intentando controlar mis respiraciones sin resultado alguno.

Todo me da vueltas...

-Eyland...

Oigo una voz celestial, ¿de quién se trata? Parece muy lejana, pero a la vez sé que está cerca. No puedo ver qué produce ese hermoso sonido.

-Eyland... ¿Me oyes...?

La extraña voz se repite una y otra vez, parece el eco de mi mente, aunque se trate de una mujer.

-¿Mamá...? Eres... ¿Eres tú? -Pregunto al viento, no puede ser que esté haciendo esto. ¿Cómo puede estar ella aquí?

-Sí, Eyland, soy yo. ¿Querías verme?

-Claro que quería...

-Ven conmigo... -Hace señas de que me acerque a ella y, justo a su espalda, aparece una luz enorme, mayor a los focos del techo.

-Voy... -Camino hacia ella.

-Venga, ¿a qué esperas? -Pregunta.

-Estoy llegando...

La luz comienza a envolverme y absorberme, se siente tan bien esto... ¿Cómo pude vivir fuera de este lugar? Un momento, ¡vivir! ¡Es eso! No, ella no esta aquí, estoy muriéndome, ¿cómo pudo pasar? ¡Claro, el tiempo! Tyr me la ha vuelto a jugar, a los quince minutos se soltaba un gas tóxico en el despacho de Joseph, ¿por qué decidí creerlo aún a pesar de que no me fiaba de él? Lo que no me esperaba era lo de Engla, ella... ella lo ayudó. ¿Era todo un plan para matarme aquí, con todos presentes?



-¡No!

Grito y agito los brazos. No, no pienso morir, no aquí, no ahora. No pienso permitirme darles lo que quieren, sería perder la guerra después de tantas batallas ganadas. No, ni en broma.

-Tengo... -Toso varias veces, no me queda mucho. -Que... -Me cuesta respirar. -Salir...

Mi pecho arde y duele. Cada bocanada de aire que cojo es como una punzada con un vara de acero recién sacada del horno.

-Llegaré...

Mis ojos comienzan a cerrarse, parpadeo repetidas veces y tropiezo. No puedo, no puedo irme ahora, no todavía. ¿Qué es eso? Hay alguien cerca de la puerta, o quizá no, sólo soy capaz de ver sombras...

-Yo... Debo...


Horizontes Nevados

Abro los ojos, esa luz es cegadora...

-¿Dónde estoy?

Parpadeo repetidas veces hasta que por fin soy capaz de mantener mis ojos abiertos durante más de diez segundos seguidos. Qué dolor de cabeza... Me masajeo la frente con los dedos.

-¡Dios!

Grito de dolor. Mi hombro... ¿Por qué demonios se siente tan mal? Ah, ya lo recuerdo, el disparo... La metralla debe de seguir incrustada en mi brazo, alguien debería recordarme que la saque de ahí. Bueno, primero debería saber dónde estoy y qué hago aquí.

Con ayuda del brazo que tengo bien, me incorporo, por lo que estoy sentado en el suelo de... ¿el despacho de Joseph?

-Así que al final conseguí llegar...

-Sí, lo hiciste. Gran trabajo, amigo.

Esa voz... La conozco, no puedo decir de quién es, pero la he oído antes. Hace tiempo, hace mucho tiempo, ¿dónde fue? Oh, ya lo recuerdo, el Loud'n Rock...




-¿Paul? ¿Qué haces aquí?

-Luego te explico, es largo.

-Pero... -Todavía me cuesta pensar con claridad.

-Vámonos, tenemos que salir de aquí, rápido.

Y entonces me doy cuenta, el pañuelo negro que lleva no sólo le cubre el cuello, también gran parte de la cara.

-¡El gas!

-Eso mismo. No sé ni cómo sigues consciente.

-Porque... -Me levanta de golpe, y grito de nuevo. Esto es horrible, ¿cómo puede dolerme tanto el brazo?

-Tu hombro... -La preocupación se refleja en su mirada, aunque intente esconderla bajo una expresión de póquer.

-Ya te contaré.

-Tenemos que irnos. -Asiento.

-Vamos.

Con mi viejo amigo como punto de apoyo, corro a lo largo del enorme despacho de Joseph. Es demasiado largo, parece que no se acabe nunca, ¿de verdad necesita alguien tanta habitación para un simple trono? Qué derroche de poder.

-¿Dónde... vamos?

Cada palabra es una bocanada de aire que suelto mientras mis piernas siguen sin ser del todo productivas. ¿Qué me han hecho estos tíos? Mi cuerpo respondía mejor cuando me encontré con el Rey, a pesar de que me habían disparado pocos minutos antes.

-Ahora lo verás. -Sonríe.

-No. -Me paro y mantengo el brazo rígido, por lo que él tampoco puede seguir avanzando más. -Estoy harto de mentiras. Desde que conociste a aquella chica en el festival todo han sido engaños y farsas. Quiero que dejen de ocultarme las cosas. Quiero la verdad.

-Eyland, no puedo decirte...

-¿Por qué no, Paul? Ah ya, claro, es que ahora eres el perrito faldero de Tyr. -Escupo al suelo. -¿Ves eso? -Señalo el fluido que acabo de sacar de mi boca. -Eso es lo que eres ahora para mí.

-¿Quieres la verdad? ¿La quieres? -Chilla.


-Sí.

-¡Te utilizaron! Te usaron como señuelo para distraer a Capomafia.

-Me... Me utilizaron... -Caigo al suelo de rodillas. -Engla... -¿Cómo ha podido hacer algo así? ¡Me mintió! Otra vez...

-Ella está reunida con Spirit ahora, es allí a donde vamos.

-¿Y Joseph...?



-Lo atrapamos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario