lunes, 5 de mayo de 2014

Sueños Espiral (XXV)





IV
Engla

Ese Capomafia... Realmente es capaz de dar miedo. ¿Cómo puede intimidar tanto pareciendo tan sereno y formal? Me fascina y atemoriza a la vez.

-Espera, Engla. -Joseph me hace frenarme justo antes de salir.

-¿Sí? -Respondo casi sin voz.

-Hazle una visita a la princesa. Déjale claro por qué está aquí y lo que pasará de ahora en adelante con ella.

-Sí, señor.

Asiento temblando y salgo de la enorme habitación, cerrando la puerta tras de mí. Camino rápido en dirección a las celdas de aislamiento.

De pronto, algo frena mi avance:

-Engla, ¿estás bien?

Shaw aparece plantado frente a mí, mirándome con sus oscuros y tristes ojos marrones. Luce preocupado, ¿será por mí?

-Sí, estoy bien. -Froto su mejilla con la mano. -Tranquilo.

-¿De verdad? -Esboza una falsa sonrisa que se borra tan pronto como se dibuja. -Parece que hayas visto un fantasma.

Y en realidad sí lo he hecho, he pasado un largo rato con alguien que posiblemente esté muerto pronto. Todavía no me creo que Spirit esté preparando un motín para asesinar a su tío y, lo que menos esperaba aún, es que voy a ayudarle a llevarlo a cabo. Vale que no es el mejor jefe del mundo, pero... Es su familia, al fin y al cabo.

-Cien krams por tus pensamientos. -Río abiertamente por el comentario que acaba de hacer Shaw.

-Oh, pensaba en nuestra próxima misión. -¿Por qué se me dará tan bien eso de mentir a la gente? -Nada importante.

-¿Partimos ya?

-No te impacientes. -Río. -Voy a ver a la chica, luego te llamo.

-Está bien. -Asiente. -No tardes mucho, quiero coger a ese chico.


Me abraza y se aleja poco a poco por el largo pasillo. Él es realmente cariñoso conmigo y nunca he entendido por qué. ¿Será que él me ama? ¿Que me ve como a una hermana? No es mucho mayor que yo, pero no lo veo como algo más que un hermano. Aunque, siento mucho afecto por él, la verdad.

-¡Shaw!

-¡¿Qué?! -Grita desde el fondo del pasillo.

-¡No mates a nadie mientras no estoy!

Ríe y, con una sonrisa en la cara, dobla en la esquina a la derecha en dirección a las habitaciones. Vivir en Curanipe no está mal, no es una ciudad ni nada por el estilo, pero es una nave realmente grande y buena en la que vivir. Apuesto a que a Eyland le gustaría este lugar.

-¡Eyland! -Gruño tras decir su nombre. -¿Por qué no sales de mi cabeza, maldito?

Ese chico... ¿Qué demonios me ha hecho? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? Quizá la mentira que ideé mientras estaba en Tennō no fuera tan buena como creía y haya acabado por afectarme.

No, no puede ser. No puedo estar enamorada de alguien así. Es huidizo, astuto, y un tremendo mujeriego sin remordimientos. Además... Es Eyland Rise, es nuestro objetivo desde hace ya tiempo, no puedo colgarme de él. Sería tan estúpido...

-Engla, ¿qué haces aquí? ¿No te he dado cosas que hacer?

Capomafia aparece justo delante de la puerta de su enorme despacho personal. ¿Cuánto tiempo lleva ahí? ¿Ha estado mirándome desde que Shaw se fue?

-¿Y tú no tienes trabajo que hacer?

-Precisamente... -Se acerca a mí, demasiado. Está tan próximo que puedo oler el aroma a vainilla de su chaqueta americana. -Mi trabajo es asegurarme de que todo aquí funciona bien. Y si una de mis dos personas de más alto rango está sin hacer nada, mi deber es cambiar eso.

-¿Va a...?

-No. -Niega con la cabeza. -No pienso castigarte, Engla.

-Gracias, señor.

Realmente es un alivio. No creo que soportara otro más de sus golpes, no otra vez. La última vez me dejaron realmente mal, y fue hace muy poco. Todavía tengo magulladuras, ¡y todo por culpa de Eyland!

-No, definitivamente no puedo amarlo.



-¿Decías algo? -Oh, parece que Capomafia me ha oído.

-No, nada. -Le sonrío.

-Si quieres contarme algo, lo que sea, aquí me tienes. -Remarca especialmente el “lo que sea”. ¿Se olerá algo del motín? No lo creo, Spirit está tomando los menos riesgos posibles.

-Gracias, señor. -Asiento con la cabeza. -Y ahora, si me disculpa, voy a seguir con mi trabajo.

-Por supuesto.

Se inclina en forma de reverencia y yo me giro de espaldas a él. No se mueve ni un solo centímetro mientras recorro el largo y estrecho pasillo, ¿qué hace ahí parado como una estatua? Me incomoda.

Giro dos veces a la izquierda, luego una a la derecha y me encuentro de frente con la entrada a los calabozos. No consigo recordar la contraseña de la puerta. Maldita sea... ¿qué número puse? Sé que tenía un dos, un seis y dos cincos, pero no recuerdo el orden.

-¿Bloqueada?

-No, tranquilo, Shaw.

Cómo no, Martin Shaw al rescate de la bella dama. Es algo tan típico de él... Siempre anda por ahí intentando ayudar a cualquier persona que lo necesite, en especial si se trata de una mujer. Realmente él no parece parte del Clan.

-Dos, cinco, seis, cinco. -Me susurra. -De nada.

Tan pronto como ha llegado, se va, perdiéndose de nuevo al fondo del pasillo. Él es un chico alto, esbelto, de espalda ancha, el prototipo de guardaespaldas. Nunca entendí por qué necesito yo protección, hasta que el otro día lo escuché hablar de mí con Capomafia. Realmente... me dolió lo que escuché.

-Bueno, dejemos ese tema. Veamos a la chica.

Aparto de mi mente los recuerdos e introduzco el código que me acaba de dar Shaw en el panel junto a la puerta. Automáticamente, la entrada se abre, dejándome paso a las frías y grises celdas de paredes de metacrilato -como todo aquí- y barrotes del más duro y resistente acero. No sé si es bueno que los presos puedan verse los unos a los otros a través de las paredes, pero, al menos, se sienten algo más vigilados sabiendo que cualquiera que esté a su alrededor puede observar todos sus movimientos.

Me adentro en los calabozos, pasando por delante de muchas jaulas con gente y muchas más otras completamente vacías. Recuerdo aquellos tiempos en los que no encerrábamos a nadie. Fueron malos tiempos para El Clan.




-Maldita sea, Spirit no me ha dicho en qué celda había dejado a la chica.

Busco por todos los pasillos a... ¿Anayansi? ¿Se llamaba así? Eso creo. Por fin, tras casi veinte minutos de larga y aburrida búsqueda la encuentro en una de las prisiones de aislamiento.

-Vaya...

La chica está agazapada en un rincón, llorando, con la mirada fija en el suelo bajo sus pies. Tiene los brazos alrededor de las piernas, meciéndose ligeramente, muy ligeramente. Es una escena espantosa de contemplar la de esta chica en este extraño lugar.

-¿Anayansi?

Digo su nombre -confío en que ese sea su nombre- en voz baja, esperando a que responda, pero no lo hace. Únicamente levanta la cabeza lentamente hasta que sus ojos encuentran los míos. Una vez me reconoce, sus pupilas se dilatan y su boca se abre. La veo quejarse por el gesto que acaba de hacer, realmente le dejé graves marcas por todo su rostro.

-Te llamas Anayansi, ¿no?

No me responde, se limita a asentir desde su escondite en la esquina del fondo de la celda. Realmente está asustada de mí, y comprendo perfectamente por qué lo está, aunque no sería la respuesta que yo daría ante una situación así.

-Tengo que hablar contigo.

Me acerco a la celda con paso lento, esperando su confirmación, aunque ella continúa en su rincón sin soltar prenda, únicamente mirando cómo me muevo. Abro la puerta de su reclusión, y es entonces cuando reacciona.

-Espera. -Alza una mano y, a la vez, hace un gesto de dolor.

-¿Prefieres que no entre? -Asiente.

-Me sentiría mejor con unos barrotes de por medio.

-Bueno, me encojo de hombros, como quieras.

Salgo de la celda y cierro la puerta con llave. No tenemos a nadie a nuestro alrededor, por lo que hablar directamente y sin tapujos podría ser factible.

-Bueno, tengo que hacerte unas preguntas, Anayansi.

-Como quieras.

-Para empezar, háblame del lugar de donde vienes.



-¿Curanipe?

-Ese mismo. -Asiento.

-Pues... Es un lugar tranquilo. Todo suele estar oscuro, y mi padre, o a quien solía llamar padre, tiene el control. Él es el rey.

-¿Algo más que decir?

-No mucho más, la verdad.

-Bien. -Asiento de nuevo. -¿Aprecias tu vida?

-¿Qué clase de pregunta es esa?

-Una que decidirá tu destino de mañana.

-Oh. -La veo horrorizarse. -En ese caso... Sí, la aprecio.

-Bien, tal y como esperaba. -Sonrío. -¿Por qué seguiste a Eyland?

-No... No lo tengo todavía del todo claro. Supongo que tiene una habilidad especial para conseguir lo que quiere de la gente.

-Dímelo a mí... -La interrumpo.

-Mi padre no confía en ningún hombre, y él consiguió que hiciera una excepción.

-Interesante... -Me froto las manos. -¿Sabes dónde está ahora?

-¿No lo habéis cogido?

-Ya ves que no. ¿Dónde está?

-¿Por qué iba a decírtelo?

-Porque estoy segura de que no quieres amanecer muerta. -La miro fijamente. -Estoy más que segura de ello.

-Visto así...

-Habla. -La corto secamente.

-Lo mandé en una barca lejos de su ciudad natal, no sé a qué sitio habrá llegado. -Hace una pausa. -Aun así, he oído que tu amigo, el otro chico, ha ido tras él. Posiblemente ya lo haya atrapado.

-¿Spirit?




-Sí. -Asiente. -Creo que sí.

-Bueno, ahora te debo yo a ti información.

-Me parece bien.

-No me interrumpas. -La miro con desprecio. -A partir de mañana estarás aquí. Mientras que nos seas de ayuda, te mantendremos viva. Cuando eso deje de ser así, bueno, creo que te lo puedes imaginar.

La veo tragar saliva mientras me alejo de su celda y vuelvo hacia las habitaciones. Allí me espera Shaw, quien no tarda ni un segundo en venir a hablar conmigo.

-He oído algo sobre la misión de Spirit.

-¿De qué se trata?

-Han fallado, pero el sujeto está malherido.

Así que no han conseguido matarlo... Interesante. Sonrío interiormente mientras salgo de la habitación de nuevo, seguido de cerca por Shaw.

-Me voy a acabar el trabajo. Iré sola.

-Tengo que acompañarte.

-No pienso dejarte hacerlo.

-Pero...

-No esta vez, Shaw. Invéntate alguna excusa.

-Engla...

-Hazlo por mí, anda. -Lo miro de la forma más dulce que puedo.

-Está... -Lo veo derretirse bajo mi mirada. -Está bien.

-Muchas gracias, Martin. -Le sonrío.

-De nada.

Me alejo por el pasillo en dirección a las naves pequeñas, las de transporte, en busca de alguna no muy grande y potente.

-Engla, una cosa más. -Shaw me detiene.

-¿Sí?




-No corras demasiados riesgos.

-No, estaré bien.


Me alejo, pero creo que lo oigo articular un “Te quiero”. Lo siento Martin, pero no puede ser. Yo... Yo... Amo a Eyland Rise. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario