IV
Engla
Ese
Capomafia... Realmente es capaz de dar miedo. ¿Cómo puede intimidar
tanto pareciendo tan sereno y formal? Me fascina y atemoriza a la
vez.
-Espera,
Engla. -Joseph me hace frenarme justo antes de salir.
-¿Sí?
-Respondo casi sin voz.
-Hazle
una visita a la princesa. Déjale claro por qué está aquí y lo que
pasará de ahora en adelante con ella.
-Sí,
señor.
Asiento
temblando y salgo de la enorme habitación, cerrando la puerta tras
de mí. Camino rápido en dirección a las celdas de aislamiento.
De
pronto, algo frena mi avance:
-Engla,
¿estás bien?
Shaw
aparece plantado frente a mí, mirándome con sus oscuros y tristes
ojos marrones. Luce preocupado, ¿será por mí?
-Sí,
estoy bien. -Froto su mejilla con la mano. -Tranquilo.
-¿De
verdad? -Esboza una falsa sonrisa que se borra tan pronto como se
dibuja. -Parece que hayas visto un fantasma.
Y
en realidad sí lo he hecho, he pasado un largo rato con alguien que
posiblemente esté muerto pronto. Todavía no me creo que Spirit esté
preparando un motín para asesinar a su tío y, lo que menos esperaba
aún, es que voy a ayudarle a llevarlo a cabo. Vale que no es el
mejor jefe del mundo, pero... Es su familia, al fin y al cabo.
-Cien
krams por tus pensamientos. -Río abiertamente por el comentario que
acaba de hacer Shaw.
-Oh,
pensaba en nuestra próxima misión. -¿Por qué se me dará tan bien
eso de mentir a la gente? -Nada importante.
-¿Partimos
ya?
-No
te impacientes. -Río. -Voy a ver a la chica, luego te llamo.
-Está
bien. -Asiente. -No tardes mucho, quiero coger a ese chico.
Me
abraza y se aleja poco a poco por el largo pasillo. Él es realmente
cariñoso conmigo y nunca he entendido por qué. ¿Será que él me
ama? ¿Que me ve como a una hermana? No es mucho mayor que yo, pero
no lo veo como algo más que un hermano. Aunque, siento mucho afecto
por él, la verdad.
-¡Shaw!
-¡¿Qué?!
-Grita desde el fondo del pasillo.
-¡No
mates a nadie mientras no estoy!
Ríe
y, con una sonrisa en la cara, dobla en la esquina a la derecha en
dirección a las habitaciones. Vivir en Curanipe no está mal, no es
una ciudad ni nada por el estilo, pero es una nave realmente grande y
buena en la que vivir. Apuesto a que a Eyland le gustaría este
lugar.
-¡Eyland!
-Gruño tras decir su nombre. -¿Por qué no sales de mi cabeza,
maldito?
Ese
chico... ¿Qué demonios me ha hecho? ¿Por qué no puedo dejar de
pensar en él? Quizá la mentira que ideé mientras estaba en Tennō
no fuera tan buena como creía y haya acabado por afectarme.
No,
no puede ser. No puedo estar enamorada de alguien así. Es huidizo,
astuto, y un tremendo mujeriego sin remordimientos. Además... Es
Eyland Rise, es nuestro objetivo desde hace ya tiempo, no puedo
colgarme de él. Sería tan estúpido...
-Engla,
¿qué haces aquí? ¿No te he dado cosas que hacer?
Capomafia
aparece justo delante de la puerta de su enorme despacho personal.
¿Cuánto tiempo lleva ahí? ¿Ha estado mirándome desde que Shaw se
fue?
-¿Y
tú no tienes trabajo que hacer?
-Precisamente...
-Se acerca a mí, demasiado. Está tan próximo que puedo oler el
aroma a vainilla de su chaqueta americana. -Mi trabajo es asegurarme
de que todo aquí funciona bien. Y si una de mis dos personas de más
alto rango está sin hacer nada, mi deber es cambiar eso.
-¿Va
a...?
-No.
-Niega con la cabeza. -No pienso castigarte, Engla.
-Gracias,
señor.
Realmente
es un alivio. No creo que soportara otro más de sus golpes, no otra
vez. La última vez me dejaron realmente mal, y fue hace muy poco.
Todavía tengo magulladuras, ¡y todo por culpa de Eyland!
-No,
definitivamente no puedo amarlo.
-¿Decías
algo? -Oh, parece que Capomafia me ha oído.
-No,
nada. -Le sonrío.
-Si
quieres contarme algo, lo que sea, aquí me tienes. -Remarca
especialmente el “lo que sea”. ¿Se olerá algo del motín? No lo
creo, Spirit está tomando los menos riesgos posibles.
-Gracias,
señor. -Asiento con la cabeza. -Y ahora, si me disculpa, voy a
seguir con mi trabajo.
-Por
supuesto.
Se
inclina en forma de reverencia y yo me giro de espaldas a él. No se
mueve ni un solo centímetro mientras recorro el largo y estrecho
pasillo, ¿qué hace ahí parado como una estatua? Me incomoda.
Giro
dos veces a la izquierda, luego una a la derecha y me encuentro de
frente con la entrada a los calabozos. No consigo recordar la
contraseña de la puerta. Maldita sea... ¿qué número puse? Sé que
tenía un dos, un seis y dos cincos, pero no recuerdo el orden.
-¿Bloqueada?
-No,
tranquilo, Shaw.
Cómo
no, Martin Shaw al rescate de la bella dama. Es algo tan típico de
él... Siempre anda por ahí intentando ayudar a cualquier persona
que lo necesite, en especial si se trata de una mujer. Realmente él
no parece parte del Clan.
-Dos,
cinco, seis, cinco. -Me susurra. -De nada.
Tan
pronto como ha llegado, se va, perdiéndose de nuevo al fondo del
pasillo. Él es un chico alto, esbelto, de espalda ancha, el
prototipo de guardaespaldas. Nunca entendí por qué necesito yo
protección, hasta que el otro día lo escuché hablar de mí con
Capomafia. Realmente... me dolió lo que escuché.
-Bueno,
dejemos ese tema. Veamos a la chica.
Aparto
de mi mente los recuerdos e introduzco el código que me acaba de dar
Shaw en el panel junto a la puerta. Automáticamente, la entrada se
abre, dejándome paso a las frías y grises celdas de paredes de
metacrilato -como todo aquí- y barrotes del más duro y resistente
acero. No sé si es bueno que los presos puedan verse los unos a los
otros a través de las paredes, pero, al menos, se sienten algo más
vigilados sabiendo que cualquiera que esté a su alrededor puede
observar todos sus movimientos.
Me
adentro en los calabozos, pasando por delante de muchas jaulas con
gente y muchas más otras completamente vacías. Recuerdo aquellos
tiempos en los que no encerrábamos a nadie. Fueron malos tiempos
para El Clan.
-Maldita
sea, Spirit no me ha dicho en qué celda había dejado a la chica.
Busco
por todos los pasillos a... ¿Anayansi? ¿Se llamaba así? Eso creo.
Por fin, tras casi veinte minutos de larga y aburrida búsqueda la
encuentro en una de las prisiones de aislamiento.
-Vaya...
La
chica está agazapada en un rincón, llorando, con la mirada fija en
el suelo bajo sus pies. Tiene los brazos alrededor de las piernas,
meciéndose ligeramente, muy ligeramente. Es una escena espantosa de
contemplar la de esta chica en este extraño lugar.
-¿Anayansi?
Digo
su nombre -confío en que ese sea su nombre- en voz baja, esperando a
que responda, pero no lo hace. Únicamente levanta la cabeza
lentamente hasta que sus ojos encuentran los míos. Una vez me
reconoce, sus pupilas se dilatan y su boca se abre. La veo quejarse
por el gesto que acaba de hacer, realmente le dejé graves marcas por
todo su rostro.
-Te
llamas Anayansi, ¿no?
No
me responde, se limita a asentir desde su escondite en la esquina del
fondo de la celda. Realmente está asustada de mí, y comprendo
perfectamente por qué lo está, aunque no sería la respuesta que yo
daría ante una situación así.
-Tengo
que hablar contigo.
Me
acerco a la celda con paso lento, esperando su confirmación, aunque
ella continúa en su rincón sin soltar prenda, únicamente mirando
cómo me muevo. Abro la puerta de su reclusión, y es entonces cuando
reacciona.
-Espera.
-Alza una mano y, a la vez, hace un gesto de dolor.
-¿Prefieres
que no entre? -Asiente.
-Me
sentiría mejor con unos barrotes de por medio.
-Bueno,
me encojo de hombros, como quieras.
Salgo
de la celda y cierro la puerta con llave. No tenemos a nadie a
nuestro alrededor, por lo que hablar directamente y sin tapujos
podría ser factible.
-Bueno,
tengo que hacerte unas preguntas, Anayansi.
-Como
quieras.
-Para
empezar, háblame del lugar de donde vienes.
-¿Curanipe?
-Ese
mismo. -Asiento.
-Pues...
Es un lugar tranquilo. Todo suele estar oscuro, y mi padre, o a quien
solía llamar padre, tiene el control. Él es el rey.
-¿Algo
más que decir?
-No
mucho más, la verdad.
-Bien.
-Asiento de nuevo. -¿Aprecias tu vida?
-¿Qué
clase de pregunta es esa?
-Una
que decidirá tu destino de mañana.
-Oh.
-La veo horrorizarse. -En ese caso... Sí, la aprecio.
-Bien,
tal y como esperaba. -Sonrío. -¿Por qué seguiste a Eyland?
-No...
No lo tengo todavía del todo claro. Supongo que tiene una habilidad
especial para conseguir lo que quiere de la gente.
-Dímelo
a mí... -La interrumpo.
-Mi
padre no confía en ningún hombre, y él consiguió que hiciera una
excepción.
-Interesante...
-Me froto las manos. -¿Sabes dónde está ahora?
-¿No
lo habéis cogido?
-Ya
ves que no. ¿Dónde está?
-¿Por
qué iba a decírtelo?
-Porque
estoy segura de que no quieres amanecer muerta. -La miro fijamente.
-Estoy más que segura de ello.
-Visto
así...
-Habla.
-La corto secamente.
-Lo
mandé en una barca lejos de su ciudad natal, no sé a qué sitio
habrá llegado. -Hace una pausa. -Aun así, he oído que tu amigo, el
otro chico, ha ido tras él. Posiblemente ya lo haya atrapado.
-¿Spirit?
-Sí.
-Asiente. -Creo que sí.
-Bueno,
ahora te debo yo a ti información.
-Me
parece bien.
-No
me interrumpas. -La miro con desprecio. -A partir de mañana estarás
aquí. Mientras que nos seas de ayuda, te mantendremos viva. Cuando
eso deje de ser así, bueno, creo que te lo puedes imaginar.
La
veo tragar saliva mientras me alejo de su celda y vuelvo hacia las
habitaciones. Allí me espera Shaw, quien no tarda ni un segundo en
venir a hablar conmigo.
-He
oído algo sobre la misión de Spirit.
-¿De
qué se trata?
-Han
fallado, pero el sujeto está malherido.
Así
que no han conseguido matarlo... Interesante. Sonrío interiormente
mientras salgo de la habitación de nuevo, seguido de cerca por Shaw.
-Me
voy a acabar el trabajo. Iré sola.
-Tengo
que acompañarte.
-No
pienso dejarte hacerlo.
-Pero...
-No
esta vez, Shaw. Invéntate alguna excusa.
-Engla...
-Hazlo
por mí, anda. -Lo miro de la forma más dulce que puedo.
-Está...
-Lo veo derretirse bajo mi mirada. -Está bien.
-Muchas
gracias, Martin. -Le sonrío.
-De
nada.
Me
alejo por el pasillo en dirección a las naves pequeñas, las de
transporte, en busca de alguna no muy grande y potente.
-Engla,
una cosa más. -Shaw me detiene.
-¿Sí?
-No
corras demasiados riesgos.
-No,
estaré bien.
Me
alejo, pero creo que lo oigo articular un “Te quiero”. Lo siento
Martin, pero no puede ser. Yo... Yo... Amo a Eyland Rise.
No hay comentarios:
Publicar un comentario