Un Daño Irreparable
I
Eyland
¿Dónde
han quedado todas esas luces que siempre había habido a mi
alrededor? ¿Adónde se han marchado? Y, lo que es más importante,
¿por qué lo han hecho? Ahora ya nada me envuelve, únicamente el
negro de una oscuridad que lleva intentando consumirme desde dentro a
partir del día en que nací. Ahora mismo no parece tan mala idea
permitirle hacerlo...
Noto
las gotas de agua caer sobre mi desnudo cuello. Se sienten realmente
frías, pero, ¿realmente alguna vez he sido capaz de sentir algo
diferente a eso? Por muchos pequeños vestigios de calor o fuego que
haya notado en mi interior, únicamente puedo afirmar que he vivido
encerrado en un sarcófago de hielo.
Todo
cuanto creía cierto es un engaño, y toda persona en la que llegué
a confiar se ha puesto ahora en mi contra. ¿Será que, de verdad,
como una vez me dijo Tyr, soy el causante de todos los problemas que
han acontecido hasta ahora?
No
soy capaz de moverme, mis pies no responden, aunque, la verdad,
tampoco quiero hacerlo. El viento gélido, pues no podía ser de otra
manera, me golpea fuertemente en la cara y hace ondear mi ahora larga
melena. ¿Hace cuánto que dejé de parar atención a mi aspecto
físico y a mi vestimenta? Aunque, bien visto, ¿qué másda? No
puedo parecer ya más demacrado...
Recuerdo
cómo empezó todo y no puedo dejar de preguntarme qué es lo que
hice mal, qué fue lo que pasó entonces para llegar a este punto.
¿Debí simplemente tomar el papel de amigo enrollado cuando Paul y
Lysandra se conocieron? De verdad que no lo sé.
El
suelo comienza a moverse bajo mis pies, soy capaz de notarlo a pesar
de que no son ellos los que me hacen percibirlo, es la repentina
sensación de mareo que nace en mi cabeza y se expande por todo mi
cuerpo de la misma forma en la que lo hacen los temblores de un
terremoto quebrando la tierra.
Aunque,
la verdad es que, en cierto modo, yo también me siento quebrado por
dentro. ¿Cuándo fue la última vez que experimenté esa sensación
de verdadera seguridad y de paz con el mundo y conmigo mismo? Debió
de ser hace mucho...
De
pronto, un sonido estruendoroso, equivalente al de un trueno, que
desgarra mis oídos y una luz cegadora que lo baña todo de blanco:
-Agua,
fuego, viento, tierra y electricidad. Cinco elementos. Cinco
sentidos. ¿Cuál será el adecuado para ti, Eyland? ¿Y cuáles
caracterizan a tus enemigos?
Y
de nuevo oscuridad.
Mis
ojos se abren, aunque no soy capaz de vislumbrar nada. Mi cabeza da
vueltas y vueltas... ¿Qué ha pasado? No veo nada más que simples
sombras, sombras que me acechan y acompañan de nuevo. Todo a mi
alrededor sigue estando oscuro, ¿seguro que no fue un sueño todo lo
de antes?
-¿Qué
me ocurre?
Lo
intento, pero soy incapaz de moverme y andar correctamente. Maldita
sea, ¿por qué no me funcionan las piernas como debería, qué es lo
que me ha sucedido? Aunque todas esas preguntas quedan sin respuesta
cuando, de pronto, la oscuridad empieza a disiparse, a pesar de que a
muy pequeña escala. A lo lejos aparece una luz, creo que se trata de
una especie de foco azul, pero no sabría decirlo con certeza.
-Tengo
que acercarme.
Utilizando
las manos y brazos como motor, hago lo posible por conseguirlo,
arrastrándome por el suelo como si fuera un inválido sin su silla
de ruedas. Maldita sea, ¿por qué no me reaccionan las poernas? Me
siento inútil, joder.
-Un
poco más...
Wow,
no me había dado centa de lo cerca que estaba ya. Tengo la luz aul
apenas a un metro, o ni tan siquiera eso. Pero, tanto a ella como a
mí, nos envuelve una fina capa de humo, como una especie de niebla.
-Ya
casi...
Un
empujón más con los brazos y atravieso la bruma gris. No... No es
un foco, no. Se trata de una espece de hoguera, y parece que el fuego
azul que la compone crece y crece por momentos. Jamás en mi vida
había visto nada parecido.
-¿Pero
qué? ¿Va a...?
La
llama se hace grande de forma desmesurada y sin previo aviso,
engulléndome en su interior. Pero, un momento, algo falla aquí. No
estoy ardiendo, no quema, no duele, nada. Definitivamente sigo
durmiendo.
-No
entiendo nada.
Y,
tan rápido como me traga, se produce un fogonazo y todo se vuelve
azul.
¿Qué
ha sido eso? ¿De verdad fue un sueño o fue todo una invención de
mi trastornada y maltrecha cabeza? El fuego, esa luz... No entiendo
nada de nada. Maldita sea, ¿qué le está pasando a mi cerebro? Creo
que se ha frito con la llama...
Como
puedo, me incorporo en el catre improvisado en el que me encuentro.
Es extraño, no es todo negro lo que me envuelve. Al contrario, la
habitación al completo, mobiliario y paredes, son blancos, aunque no
sé si eso realmente es una señal de que por fin estoy despierto.
Tengo que levantarme y salir a la calle. Puedo verlo perfectamente a
través de la enorme ventana a diez metros de mí, un claro en lo que
parece ser un bosque tropical. Si tan solo pudiera llegar a la
hierba...
-Uno...
Cojo
aire.
-Dos...
Apoyo
los brazos a los laterales de la colchoneta.
-Tres,
Me
impulso con los codos y consigo poner los pies en el suelo... o al
menos uno de ellos. El otro parece haberse doblado, pues únicamente
noto el tobillo chocar contra el frío mármol, lo que me hace caer
de bruces, golpeándome fuertemente la nariz.
-Joder.
Grito,
pero acabo por ahogar el alarido de dolor en cuanto presto atención
en el enorme charco de sangre del catre y en el que se ha formado
también debajo de mí, manchándome la cara con el viscoso y
caliente fluido.
-Un
momento... ¡¿Qué?!
No
doy crédito a mis ojos. Está... Está... No está. Mis pupilas
completamente dilatadas, vibrando, y la mayor mueca de sorpresa de
toda mi vida asomando en mi rostro. Pero... ¿cómo? ¿Cuándo? Debo
de estar todavía soñando.
-No
puede ser. No, no, no. Me niego a creerlo. -Las lágimas hacen su
intento de salir, pero decido retenerlas con todas mis fuerzas. -Esto
tiene que ser una broma.
Intento
ponerme de pie de nuevo, en vano. En cuanto me impulso para
levantarme con los brazos, mi atrofiada pierna no responde y caigo
por segunda vez al suelo, llevándome conmigo la sábana teñida de
rojo que me ha acompañado durante las últimas horas. ¿O han sido
días? O quizá simplemente minutos... Ya no lo sé.
-Necesito
aire... -Jadeo y sollozo desde el frío mármol blanco. -Necesito
aire fresco...
Lo
último que me hace falta ahora mismo es que este viciadísimo
ambiente me consuma y acabe por llevarme a la depresión más
infinita. Sigo durmiendo, en cuanto salga fuera me despertaré, lo
sé.
-Vamos
allá, un último intento.
Arrastrándome
por el suelo de baldosas blancas de lo que parece ser una enfermería
y vencido por mi propia decadencia, me acerco poco a poco hacia el
maravilloso jardín particular de Lofoten, dejando un reguero de
sangre tras de mí. ¿O era Lunt? Ya ni siquiera lo recuerdo.
-Ahora,
en cuanto toque la hierba, todo se desvanecerá y amaneceré en
Niflheim, con Engla, Argus y Will, seguro.
Pero
no es así. Avanzo lentamente y, tras alcanzar la cornisa de la
ventana, empujarme hacia el exterior y caer en el claro del bosque
tropical, el único cambio notable es que el verde se tiñe de rojo y
que el viento hacerse sentir
-Así
que al final va a ser verdad...
-¡Eyland!
De
pronto, Engla aparece corriendo sobre la verde hierba hacia mí, con
el pelo completamente despeinado, unas ojeras kilométricas, la
expresión desencajada y la ropa hecha un desastre, parece que haya
vivido un suplicio durante este tiempo.
-Por
fin despertaste.
En
cuanto llega a mi lado, se tumba junto a mí en el césped y me
abraza, fuerte, como si por fin tuviera lo que llevaba tiempo
esperando y no tuviera la más mínima intención de dejarlo ir.
¿Habrá estado ella cuidándome mientras estuve dormido como lo hizo
Haruka cuando llegué a Tennō?
-Me
tenías preocupadísima, ¿sabes? Hace días que...
-Mi
pie. -La interumpo. Necesito saberlo. -¿Qué pasó?
-Olaf
y esos salvajes te ataron y... -Agacha la cabeza y comienza a
sollozar en mi cuello. -Yo... No pude... -Noto sus lágrimas caer
sobre mi piel desnuda.
-Así
que es verdad. -Río, casi a base de espasmos, temblando. -El pie...
-La carcajada se hace más y más sonora. -Ya no está.
Y
la risa se convierte en un llanto sin mesura. Engla me abraza con más
fuerza y me acaricia la cabeza, pero eso no frena a las innumerables
gotas que hasta hace poco había sido capaz de contener.
-No
está.
Y
la depresión pasa a rabia.
-No
está.
Aparto
a Engla y me giro, quedando de cara al suelo.
-No
está.
Las
lágrimas caen incontrolables por mi rostro, pero casi se evaporan a
causa del calor de mi enfado, casi parecen carros de fuego
desvaneciéndose en el ruedo.
-¡Joder!
Grito
a la vez que doy un puñetazo en el suelo que hace salir volando de
sus nidos en los árboles a los pájaros. Debe de haberse oído en
toda la isla, como mínimo. ¿Por qué me tienen que ocurrir estas
cosas a mí? Es injusto.
-¡Joder!
Chillo
y golpeo de nuevo, pero eso no es lo único que ocurre esta vez. A la
misma velocidad que el vuelo de los gorriones una puerta se abre de
par en par a mi derecha y escucho a alguien correr. Se dirige hacia
mí, y sé por el ruido metálico que hace al desplazarse que va
armado.
-¡Se
ha escapado! ¡El preso ha salido de su!
Intenta
dar la voz de alarma al resto de secuaces de Olaf -y también a sí
mismo-, sin resultado. Oigo perfectamente cómo cae al suelo de
golpe, sin ser capaz de terminar la frase.
-¿Qué
ha pasado?
Levanto
la mirada hacia él.
-¡¿Pero
qué...?!
El
guardia está rodeado de un charco enorme de sangre y tiene un
agujero de bala justo encima del ojo, es cadáver. ¿Quién ha...?
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