sábado, 23 de mayo de 2015

Último Rugido (XII)











Un Daño Irreparable













I
Eyland


¿Dónde han quedado todas esas luces que siempre había habido a mi alrededor? ¿Adónde se han marchado? Y, lo que es más importante, ¿por qué lo han hecho? Ahora ya nada me envuelve, únicamente el negro de una oscuridad que lleva intentando consumirme desde dentro a partir del día en que nací. Ahora mismo no parece tan mala idea permitirle hacerlo...
Noto las gotas de agua caer sobre mi desnudo cuello. Se sienten realmente frías, pero, ¿realmente alguna vez he sido capaz de sentir algo diferente a eso? Por muchos pequeños vestigios de calor o fuego que haya notado en mi interior, únicamente puedo afirmar que he vivido encerrado en un sarcófago de hielo.
Todo cuanto creía cierto es un engaño, y toda persona en la que llegué a confiar se ha puesto ahora en mi contra. ¿Será que, de verdad, como una vez me dijo Tyr, soy el causante de todos los problemas que han acontecido hasta ahora?
No soy capaz de moverme, mis pies no responden, aunque, la verdad, tampoco quiero hacerlo. El viento gélido, pues no podía ser de otra manera, me golpea fuertemente en la cara y hace ondear mi ahora larga melena. ¿Hace cuánto que dejé de parar atención a mi aspecto físico y a mi vestimenta? Aunque, bien visto, ¿qué másda? No puedo parecer ya más demacrado...
Recuerdo cómo empezó todo y no puedo dejar de preguntarme qué es lo que hice mal, qué fue lo que pasó entonces para llegar a este punto. ¿Debí simplemente tomar el papel de amigo enrollado cuando Paul y Lysandra se conocieron? De verdad que no lo sé.
El suelo comienza a moverse bajo mis pies, soy capaz de notarlo a pesar de que no son ellos los que me hacen percibirlo, es la repentina sensación de mareo que nace en mi cabeza y se expande por todo mi cuerpo de la misma forma en la que lo hacen los temblores de un terremoto quebrando la tierra.
Aunque, la verdad es que, en cierto modo, yo también me siento quebrado por dentro. ¿Cuándo fue la última vez que experimenté esa sensación de verdadera seguridad y de paz con el mundo y conmigo mismo? Debió de ser hace mucho...
De pronto, un sonido estruendoroso, equivalente al de un trueno, que desgarra mis oídos y una luz cegadora que lo baña todo de blanco:
-Agua, fuego, viento, tierra y electricidad. Cinco elementos. Cinco sentidos. ¿Cuál será el adecuado para ti, Eyland? ¿Y cuáles caracterizan a tus enemigos?
Y de nuevo oscuridad.


Mis ojos se abren, aunque no soy capaz de vislumbrar nada. Mi cabeza da vueltas y vueltas... ¿Qué ha pasado? No veo nada más que simples sombras, sombras que me acechan y acompañan de nuevo. Todo a mi alrededor sigue estando oscuro, ¿seguro que no fue un sueño todo lo de antes?
-¿Qué me ocurre?
Lo intento, pero soy incapaz de moverme y andar correctamente. Maldita sea, ¿por qué no me funcionan las piernas como debería, qué es lo que me ha sucedido? Aunque todas esas preguntas quedan sin respuesta cuando, de pronto, la oscuridad empieza a disiparse, a pesar de que a muy pequeña escala. A lo lejos aparece una luz, creo que se trata de una especie de foco azul, pero no sabría decirlo con certeza.
-Tengo que acercarme.
Utilizando las manos y brazos como motor, hago lo posible por conseguirlo, arrastrándome por el suelo como si fuera un inválido sin su silla de ruedas. Maldita sea, ¿por qué no me reaccionan las poernas? Me siento inútil, joder.
-Un poco más...
Wow, no me había dado centa de lo cerca que estaba ya. Tengo la luz aul apenas a un metro, o ni tan siquiera eso. Pero, tanto a ella como a mí, nos envuelve una fina capa de humo, como una especie de niebla.
-Ya casi...
Un empujón más con los brazos y atravieso la bruma gris. No... No es un foco, no. Se trata de una espece de hoguera, y parece que el fuego azul que la compone crece y crece por momentos. Jamás en mi vida había visto nada parecido.
-¿Pero qué? ¿Va a...?
La llama se hace grande de forma desmesurada y sin previo aviso, engulléndome en su interior. Pero, un momento, algo falla aquí. No estoy ardiendo, no quema, no duele, nada. Definitivamente sigo durmiendo.
-No entiendo nada.
Y, tan rápido como me traga, se produce un fogonazo y todo se vuelve azul.



¿Qué ha sido eso? ¿De verdad fue un sueño o fue todo una invención de mi trastornada y maltrecha cabeza? El fuego, esa luz... No entiendo nada de nada. Maldita sea, ¿qué le está pasando a mi cerebro? Creo que se ha frito con la llama...
Como puedo, me incorporo en el catre improvisado en el que me encuentro. Es extraño, no es todo negro lo que me envuelve. Al contrario, la habitación al completo, mobiliario y paredes, son blancos, aunque no sé si eso realmente es una señal de que por fin estoy despierto. Tengo que levantarme y salir a la calle. Puedo verlo perfectamente a través de la enorme ventana a diez metros de mí, un claro en lo que parece ser un bosque tropical. Si tan solo pudiera llegar a la hierba...
-Uno...
Cojo aire.
-Dos...
Apoyo los brazos a los laterales de la colchoneta.
-Tres,
Me impulso con los codos y consigo poner los pies en el suelo... o al menos uno de ellos. El otro parece haberse doblado, pues únicamente noto el tobillo chocar contra el frío mármol, lo que me hace caer de bruces, golpeándome fuertemente la nariz.
-Joder.
Grito, pero acabo por ahogar el alarido de dolor en cuanto presto atención en el enorme charco de sangre del catre y en el que se ha formado también debajo de mí, manchándome la cara con el viscoso y caliente fluido.
-Un momento... ¡¿Qué?!
No doy crédito a mis ojos. Está... Está... No está. Mis pupilas completamente dilatadas, vibrando, y la mayor mueca de sorpresa de toda mi vida asomando en mi rostro. Pero... ¿cómo? ¿Cuándo? Debo de estar todavía soñando.
-No puede ser. No, no, no. Me niego a creerlo. -Las lágimas hacen su intento de salir, pero decido retenerlas con todas mis fuerzas. -Esto tiene que ser una broma.
Intento ponerme de pie de nuevo, en vano. En cuanto me impulso para levantarme con los brazos, mi atrofiada pierna no responde y caigo por segunda vez al suelo, llevándome conmigo la sábana teñida de rojo que me ha acompañado durante las últimas horas. ¿O han sido días? O quizá simplemente minutos... Ya no lo sé.
-Necesito aire... -Jadeo y sollozo desde el frío mármol blanco. -Necesito aire fresco...
Lo último que me hace falta ahora mismo es que este viciadísimo ambiente me consuma y acabe por llevarme a la depresión más infinita. Sigo durmiendo, en cuanto salga fuera me despertaré, lo sé.
-Vamos allá, un último intento.
Arrastrándome por el suelo de baldosas blancas de lo que parece ser una enfermería y vencido por mi propia decadencia, me acerco poco a poco hacia el maravilloso jardín particular de Lofoten, dejando un reguero de sangre tras de mí. ¿O era Lunt? Ya ni siquiera lo recuerdo.
-Ahora, en cuanto toque la hierba, todo se desvanecerá y amaneceré en Niflheim, con Engla, Argus y Will, seguro.
Pero no es así. Avanzo lentamente y, tras alcanzar la cornisa de la ventana, empujarme hacia el exterior y caer en el claro del bosque tropical, el único cambio notable es que el verde se tiñe de rojo y que el viento hacerse sentir
-Así que al final va a ser verdad...
-¡Eyland!
De pronto, Engla aparece corriendo sobre la verde hierba hacia mí, con el pelo completamente despeinado, unas ojeras kilométricas, la expresión desencajada y la ropa hecha un desastre, parece que haya vivido un suplicio durante este tiempo.
-Por fin despertaste.
En cuanto llega a mi lado, se tumba junto a mí en el césped y me abraza, fuerte, como si por fin tuviera lo que llevaba tiempo esperando y no tuviera la más mínima intención de dejarlo ir. ¿Habrá estado ella cuidándome mientras estuve dormido como lo hizo Haruka cuando llegué a Tennō?
-Me tenías preocupadísima, ¿sabes? Hace días que...
-Mi pie. -La interumpo. Necesito saberlo. -¿Qué pasó?
-Olaf y esos salvajes te ataron y... -Agacha la cabeza y comienza a sollozar en mi cuello. -Yo... No pude... -Noto sus lágrimas caer sobre mi piel desnuda.
-Así que es verdad. -Río, casi a base de espasmos, temblando. -El pie... -La carcajada se hace más y más sonora. -Ya no está.
Y la risa se convierte en un llanto sin mesura. Engla me abraza con más fuerza y me acaricia la cabeza, pero eso no frena a las innumerables gotas que hasta hace poco había sido capaz de contener.
-No está.
Y la depresión pasa a rabia.
-No está.
Aparto a Engla y me giro, quedando de cara al suelo.
-No está.
Las lágrimas caen incontrolables por mi rostro, pero casi se evaporan a causa del calor de mi enfado, casi parecen carros de fuego desvaneciéndose en el ruedo.
-¡Joder!
Grito a la vez que doy un puñetazo en el suelo que hace salir volando de sus nidos en los árboles a los pájaros. Debe de haberse oído en toda la isla, como mínimo. ¿Por qué me tienen que ocurrir estas cosas a mí? Es injusto.
-¡Joder!
Chillo y golpeo de nuevo, pero eso no es lo único que ocurre esta vez. A la misma velocidad que el vuelo de los gorriones una puerta se abre de par en par a mi derecha y escucho a alguien correr. Se dirige hacia mí, y sé por el ruido metálico que hace al desplazarse que va armado.
-¡Se ha escapado! ¡El preso ha salido de su!
Intenta dar la voz de alarma al resto de secuaces de Olaf -y también a sí mismo-, sin resultado. Oigo perfectamente cómo cae al suelo de golpe, sin ser capaz de terminar la frase.
-¿Qué ha pasado?
Levanto la mirada hacia él.
-¡¿Pero qué...?!
El guardia está rodeado de un charco enorme de sangre y tiene un agujero de bala justo encima del ojo, es cadáver. ¿Quién ha...?

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