miércoles, 26 de marzo de 2014

Sueños Espiral (IX)






IX

-¡Desmond! ¡No!

Salgo corriendo hacia su dirección a toda la velocidad con la que me es posible, ¿cómo es que ha pasado esto? No me lo creo, de verdad, todavía no lo creo.

-¡Tu hermano! -Tyr esprinta detrás de mí.

No puede ser, sigo sin creer que esto haya pasado. ¡Tenía a Desmond a mi cargo, maldita sea! ¡¿Cómo es posible que haya ocurrido algo así?! ¡Se ha caído! ¡Demonios, se ha caído!

Los pocos metros que nos separan del abismo se me están haciendo más que eternos, parece que cada paso que doy me deja en el mismo sitio.

Por fin llego:

-¡Desmond! ¡No! -Las lágrimas brotan de forma violenta.

-¿Qué pasa, Eyland?

Escucho su voz. Debo estar imaginando esto, no puede ser real, lo he visto caer al vacío. No puede ser que sea cierto, no puede estar muerto. Ni mamá, ni papá, y mucho menos yo, perdonaría que eso hubiera pasado.

Sigo llorando, parezco una fuente, como si acabaran de abrir un grifo en mi interior y las lágrimas cayeran de forma completamente desmesurada.

-Eyland, ¿por qué lloras?

La voz llega desde abajo. No puede ser real. Aún a sabiendas de esto, decido dirigir la vista hacia allí. Entonces lo veo: Mi hermano, de pie, sonriendo mirándome. ¡Ha caído en un terraplén a menos de dos metros de altura!

-Eres tonto... Menudo susto me has dado. -Por fin respiro, Desmond está bien. Mi hermano no solo está vivo, sino que está en mucho mejor estado que yo mismo.

-Estás llorando... ¿Está...? -Tyr se acerca a mí y apoya su mano en mi hombro en forma de consuelo.

-¡Hola Tyr! -Antes de que pueda hablar, Desmond me corta y lo saluda desde abajo.

-Eh... ¿Qué ha pasado aquí? -El desconcierto abunda en el tono de las palabras del adolescente, parece más sorprendido que yo.



-Aquí, mi querido hermano. -Señalo ligeramente al niño. -Se ha caído a este terraplén de aquí, a menos de dos metros de altura. No se ha hecho nada de nada, míralo, si parece de goma. -Todavía quedan lágrimas en mi rostro.

-¡Eh, ¿a quién llamas tú chico de goma?!

-A ti, enano. -Me giro hacia él.

-Eso lo serás tú. -Hace una pedorreta y se ríe.

-Anda, vamos, sube aquí. -Le estiro el brazo, y Tyr me imita. Entre los dos subimos a Desmond a la parte alta de la montaña.

-Yo creo que tendríamos que ir a un lugar más seguro, ¿no?

-Tienes razón, Tyr. ¿Dónde vamos?

-Yo ya te he enseñado lo que quería enseñarte. Así que la decisión es tuya.

-Podríamos ir a casa, al menos, a dejar a este mocoso. Y luego ya veremos.

-¿Eh, cómo que mocoso?

-Sí, mocoso. Tú sabes que en el fondo te quiero.

-Bueno, dejémonos de disputas entre hermanos. Vayamos a vuestra casa, ¿no?

-Claro. ¿Vamos por el paso subterráneo?

-Sin duda.

Subo a Desmond a mi espalda de nuevo y nos encaminamos a casa a través del paso subterráneo y de toda la ciudad. Al cabo de un rato llegamos a la puerta de casa, un edificio muy céntrico, algo viejo, pero con un porte muy elegante. La fachada es gris, las ventanas enormes y las puertas de la portería son de cristal forjado.

-Vaya un sitio. ¿Vives aquí? Debes tener mucho dinero.

-No lo creas. Es herencia, ya sabes, por parte de mi abuela.

-Pues, aunque suene mal, ya me gustaría a mí que mi abuela me diera una herencia de este tipo. Me encanta.

-Y solo has visto la parte de fuera. -Río y entramos.

Por dentro, el bloque de apartamentos no es menos elegante. Las paredes empapeladas con tonos amarillo y beige. Las lámparas que alumbran la entrada y los pasillos tienen ese toque clásico que hace que las cosas parezcan más señoriales.

Subimos hasta el tercer piso y entramos a casa.


-Bienvenido a nuestro hogar. -Le indico con un gesto que pase. -¡Mamá! ¡Papá! ¡Ya estamos en casa!

-No hace falta que chilles, hijo. Estoy aquí. -De la habitación más cercana a la entrada sale mi madre y se dirige hacia nosotros.

-¿Qué tal el paseo? ¿A dónde habéis ido?

-Pues hemos ido a la montaña. -Bajo a Tyr al suelo.

-¿A la montaña? ¿En el estado en el que estáis?

-Sí, mamá. Hemos ido al monte. Hemos estado bien.

-¿Seguro?

-Claro. -Me giro hacia Desmond. -Anda, corre a tu habitación.

-¿Queréis algo para comer o beber? Debéis estar exhaustos.

-Pues ahora que lo dices...

-Os prepararé algo, no tardaré mucho. -Se acerca y me da un beso en la mejilla. -Deberías ducharte.

-Muchas gracias, señora. -Tyr sonríe tras de mí.

-Enseguida estará, chicos. Descansad un poco.

Mientras mi madre se va, le digo a Tyr que espere en el salón o que juegue con Desmond. Creo que escoge lo segundo, porque se va con el niño a su habitación. Mientras tanto, yo hago caso de lo que mi madre dijo y me voy al baño. Me quito mis sucias y rotas ropas y, mientras tanto, dejo correr el agua para que se vaya calentando.

Me miro al espejo y veo a alguien completamente distinto al Eyland Rise que solía conocer. Este chico ante mí tiene cortes por todo la espalda y parte del torso, moratones en la zona de la mandíbula y el pelo completamente alborotado. No sé qué exactamente, pero hay algo que me hace parecer más mayor, más maduro que antes.

Me introduzco poco a poco bajo el chorro de agua para que mi cuerpo se vaya habituando. Ay, el agua duele, escuece en mis heridas, aunque es consolador ver que el agua cae casi sin modificar su color, la sangre parece haber dejado de salir. Se está tan bien aquí bajo el grifo de la ducha...

Al cabo de una media hora salgo del baño y parezco una persona nueva, con ropa limpia y el pelo bien peinado.

-Oh, veo que me has hecho caso. -Mi madre sonríe. -Tienes galletas y zumo en el salón. Tu amigo está allí también.



Me dirijo hacia allí casi sin darme cuenta; este camino me es tan común que lo hago sin ni siquiera fijarme en dónde voy.

-Oh, vaya cambio, me alegro de volver a reconocer al chico que vi hace unas noches en el Loud'n Rock.

-Gracias. -Sonrío débilmente. -Supongo.

-Toma, tu madre te dejó esto además de la comida y el zumo.

Tyr se gira y me da lo que parece ser un regalo con una nota. Lo cojo, lo abro y contiene una navaja suiza. Acto seguido, abro la nota y la leo:

Feliz cumpleaños, Eyland, que no se cumplen diecisiete dos veces.

Te quiere, mamá.

-Oh, mamá. -Sonrío abiertamente.

-Dijo que quería habértela dado el día de tu cumpleaños, pero te fuiste al concierto sin avisar.

-Sí... Tiene razón.

-¿Y eso por qué?

-Había quedado con Paul y llegaba tarde. -Me froto la nuca y río.

-Ya te vale... -Tyr ríe conmigo.

-Bueno, voy a dar las gracias. -Me giro y me dirijo a la cocina, donde se dirigía mamá la última vez que la vi.

-Mamá... Gracias. -Me acerco a ella y la abrazo.

-De nada, era tu cumpleaños, ¿no?

-Claro. -Sonrío dulce. -Lo siento por irme tan bruscamente entonces.

-No pasa nada hijo, llegabas tarde. Es normal.

Que corazón más bueno tiene esta mujer, realmente no puede ser tan fría como pensaba. ¿Cómo es posible que no me diera cuenta de lo mucho que ella me quiere hasta este momento?

-Te quiero, lo sabes. -Ella sonríe, pero no dice nada. Su rostro lo dice todo, así que doy la conversación por terminada.

-Ya hablamos, voy a casa.



-Está bien, hijo.

Vuelvo a la zona donde está Tyr y le hago señas para que se levante. Está con Desmond jugando, parece ser que se han caído muy bien. Se despide de él y viene hacia mí. Puedo ver como mi hermano se entristece un poco de que nos tengamos que ir.

-Bueno, y ahora vamos a casa, a la mía.

-Espera, ¿tú no vives aquí, Eyland?

-Pues no, no vivo con mis padres. -Sonrío mientras veo su reacción de sorpresa.

-¿Y dónde vives?

-Ahora verás. -Salimos y cierro la puerta tras nosotros.




No hay comentarios:

Publicar un comentario