domingo, 13 de julio de 2014

Horizontes Nevados (XIV)






IX

-¡Tyr!

-Apuesto a que no esperabas verme aquí. -Se ríe. -Seguro que incluso me creías muerto. Qué inocente...

-¡Pero yo mismo te clavé el cuchillo!

-¿Y pensaste que eso podría conmigo? Vaya, realmente sí que eres ingenuo. -Se ríe de forma exagerada, y Engla se le une.

-Puede que no consiguiera nada en ese momento... -Me agarro el brazalete de líder de la Resistencia, siento que con solo cogerlo ya me da más fuerza. -Pero me aseguraré de cambiar eso aquí y ahora.

-¿Y cómo vas a...?

Pero antes de tan siquiera dejarlo acabar la frase, me lanzo hacia él con los puños en alto, pasando por el lado de Engla, quien me mira con aquel gesto de odio supremo que casi había olvidado que tenía.

-Yo me encargo, Spirit. -Dice ella, mientras su pierna vuela hacia mí.

-No ahora. -Me agacho y pasa por encima de mi cabeza. -“Es mi momento”. -Pienso, mientras me levanto y la agarro, haciendo a la líder del Clan caer al suelo.

-No hace falta... -Responde Tyr. -Déjamelo a mí.

Con la misma rabia que en la cubierta de Upsala, me dirijo corriendo hacia él, con mis manos como única arma, para variar. El tuerto, al verme, sonríe e imita mi gesto, la pelea está por comenzar.

-Aquí me tienes, Eyland.

Y tanto que te tengo. Lanzo mi puño por debajo de su mandíbula, pero se aparta a un lado e intenta devolverme el golpe, sin resultado. He mejorado mucho mis técnicas cuerpo a cuerpo gracias a Axell.

-Nada mal, Rise. Nada mal.

Sonríe de nuevo, pero rápidamente aprieta los labios y me patea las costillas. ¡Qué dolor! Pero no puedo dejarme ganar, tengo que aguantar como el padre de Lysandra me dijo. Debo resistir para poder atacar.

-Es mi turno.


Agarro su pierna con una mano, mientras que lanzo el puño que me queda libre contra su estómago y luego, una vez se agacha, contra la nariz, haciendo que caiga violentamente contra el suelo, dejando un pequeño charco de sangre sobre la nieve.

-Ya está bien, Eyland. -La voz de Axell llega desde justo a mi lado, y me sujeta con las manos los hombros. ¿Cuándo ha venido hasta aquí?

-Pero él...

-Entiendo lo que sientes, créeme. -Claro, su disputa con Joseph... -Pero dejemos esa rabia y energía de sobra para el campo de batalla, ¿quieres?

-Sí, supongo que sí. Será lo mejor.

Y en realidad todo esto me da igual. No me importa en absoluto esta estúpida guerra, yo únicamente quiero, necesito, cargarme a este tío, aquel que lleva intentando hacer lo mismo conmigo desde que nos conocemos. ¿De qué serviría no intervenir ahora? ¡Ya lo tenía! Pero, a pesar de todo, Axell sigue asustándome; ese cuerpo robusto, sus manos de leñador y su expresión seria a todas horas... Él realmente da miedo, a mí y a cualquiera. Habrá que pelear como el dice, la guerra ha comenzado ya.





Horizontes Nevados

-¡Adelanta por ese callejón de la izquierda! -Lysandra lo señala mientras esquiva hábilmente los disparos del enemigo. -Llegarás a la zona en que sus tropas están más retrasadas. -Me mira fijamente. -Vamos a rodearlos.

Llevamos horas metidos en esta batalla, o tal vez sean unos pocos minutos, se me ha hecho eterno. Esto ha sido mucho peor que mis estancias en Upsala y Tennō juntas: he visto morir a aliados, he asesinado a sangre fría a decenas de personas y he sentido el temblor causado por las explosiones bajo mis pies en diferentes ocasiones. No sé si podré aguantar mucho más tiempo con esto, pero esta chica confía en mí.

-Ten cuidado. -Dice, por medio del intercomunicador de la muñequera.

-Sé cuidarme solo, ¿recuerdas?

-Era por si acaso.

-Lo sé.

-Sólo no mueras, ¿vale?



-Eso está hecho.

Y corto la conexión. Esta chica realmente se preocupa por mí, bueno, y por todos, siempre ha estado ahí para ofrecer ayuda a todos los escuadrones desde que esto comenzó.

Corro pegado a la pared del edificio que hace unas horas había sido el ayuntamiento. Este muro es lo único que queda de él, está todo completamente devastado, las bombas han hecho su trabajo aquí. Esta ciudad en ruinas me recuerda mucho más a la Niflheim que conocía, es igual a la que descubrí tras mis viajes con las espirales.

-Tengo que centrarme en llegar allí.

La zona de encuentro no está muy lejos, pero tendré que ir rápido o mis compañeros sufrirán de más en las trincheras de la parte delantera, no creo que sean capaces de soportar muchos más embistes.

Giro a la izquierda al final de la casa de alcaldía y recorro la Calle Mayor sin mayor dificultad, o eso creía. Un guardia aparece al final de la avenida y, antes de que pueda esconderme, alguien tira de mí hacia atrás y me oculta en un callejón oscuro. ¿Quién habrá querido salvarme?

-Tienes que tener más cuidado. -Y ya sé el motivo de que me hayan resguardado.

-¿Qué quieres, Engla?

-Tenemos que hablar, Eyland.

-¿Por qué iba a querer tan siquiera verte? Estás en el bando contrario ahora.

-No. -Niega con la cabeza. -Te equivocas. Siempre estuve contigo.

-¡Mientes! -Y me tapa la boca, pero la empujo lejos de mí.

-No grites.

-¿Por qué intentaste matar a tu padre?

-Tenía que ganarme la confianza de Spirit.

-¿Y crees que ese era el mejor método?

-Era el único, Eyland. Era el único. -Y una lágrima cae de sus ojos.

-¿Cómo pretendes que te crea después de todo lo que me has hecho?

-Sé que no lo harás, pero tienes que confiar en mí. -Me mira a los ojos. Maldita sea, tiene la misma expresión que Lysandra. -Por favor.

-Engla, yo... -Y una nueva explosión, ha caído realmente cerca.


-Tenemos que irnos. -Me coge de la mano y estira. -Venga.

Y, sin saber realmente por qué, la sigo hasta el fondo del callejón, que nos lleva a una calle completamente desierta. Las ventanas están tapiadas y no hay un alma fuera de sus casas, pero la guerra no parece haber llegado aquí.

-Vamos. -Dice Engla. -Si seguimos recto hasta el final del bulevar llegaremos donde habías quedado con mi hermana.

-¿Cómo sabes tú eso? -Pregunto atónito.

-Lo escuché desde donde estaba. Llevo un rato cerca de ti, esperando el momento en que pudiéramos hablar a solas.

-¿Por qué?

-Porque, si no lo hubiera hecho, no me habrías escuchado. Yo estoy con la Resistencia, yo tampoco quiero este Clan corrupto que únicamente busca tu muerte.

Y se escucha el silbido de una nueva bomba. Va a impactar, y va a hacerlo ya. ¿Qué puedo hacer? Sí, ahí, esa casa tiene una ventana rota, me puedo refugiar en ella perfectamente. Es la solución.

-¡No Eyland, justo ahí no!

La ignoro completamente, salgo corriendo y salto en el interior de la vivienda mientras el proyectil impacta justo a unas pocas manzanas de distancia. Cada vez explotan más cerca, el próximo podría darme.

-Hola Eyland. -Tyr me agarra por la espalda y me inmoviliza. ¿De dónde ha salido?

-Suéltame. -Forcejeo, pero no sirve de nada.

-Oh no. Claro que no. -Saca una aguja de su bolsillo que contiene un líquido amarillento y me lo inyecta directamente en el cuello. De pronto, todo comienza a moverse y mi vista se nubla.

-¿Qué me has...?





Horizontes Nevados

-Eyland. -Dice Spirit.



-El mismo.

-Bien. -Sonríe. -¿Cuál es tu misión?

-Acabar con la Resistencia.

-Exactamente. -Me entrega mi pistola, la cual parece ser que me había robado. -Aquí tienes tu arma.

-Gracias, señor.

-Y ahora a la zona de encuentro con Lysandra, llegas tarde.

-Sí, señor.

Me levanto de la silla, hago una reverencia y salgo corriendo hacia la avenida, la cual recorro hacia arriba hasta el punto donde había quedado con Lysandra hace un rato. Yo no quiero hacer caso a Tyr, ¿por qué no puedo evitarlo?

Cuando llego, las tropas de la Resistencia tienen rodeados a nuestros guardias. ¿Nuestros? Yo no formo parte del Clan, maldita sea. ¿Qué demonios me está ocurriendo?
La líder de la Resistencia, al verme, sonríe.

-Ya era hora Eyland. -Saco mi pistola del bolsillo de mi abrigo. -Te estaba esperando.

Y disparo.

-¡Hermana! -Grita Engla, mientras la joven cae en la nieve, dejando una enorme mancha roja alrededor de su cabeza. No sirve de nada, ha muerto.

Y entonces despierto. Engla está en el suelo abrazando a una muerta... ¡Es Lysandra!

-Buen trabajo, Eyland. -Dice Tyr.

¿He... he sido yo? ¿Qué acaba de pasar?

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