jueves, 29 de mayo de 2014

Horizontes Nevados

Bueno, aquí comienza la segunda parte del proyecto Sueños Espiral, espero que os guste y sigáis leyendo como hasta ahora o incluso más.




























A esos seres extraños,
las palabras,
capaces de crear y
destruir todos los sueños.


























Sinopsis:

Tras la repentina traición por parte de Tyr y Engla, Eyland decide abandonar Upsala, dejando a la chica que lo amaba allí y a su enemigo malherido. Tras su partida, Eyland va en busca de Desmond y su madre, su única esperanza actual. Pero su viaje se ve turbado cuando, al llegar a Niflheim, su ciudad natal que quedó convertida en escombros, la encuentra completamente reconstruida y bajo un gran manto de nieve. Allí, los busca sin cesar hasta que, de pronto, se topa con un viejo conocido, haciendo que cambie todos sus objetivos.


























Convergencia de Caminos





























































I
-¿Estás preparado, hijo?

-No me llames así -Respondo cortante. -Pero sí, lo estoy. -Y en en fondo tengo claro que le estoy mintiendo, que nunca antes me había sentido menos seguro de mí mismo que en este momento.

-¿Vamos?

-Vamos.

Asiento con la cabeza y, tras una rápida mirada de complicidad, los músculos de nuestras piernas se activan al unísono, haciéndonos comenzar nuestra triada hacia el enorme despacho de Joseph Bonanno, también llamado “Capomafia”, con intención de matarlo. El viaje obviamente no será un camino de rosas, así que debo andar con cuidado y no confiar en nadie, en especial en el hombre que tengo al lado.

Corremos a lo largo del pasillo contiguo a la sala en la que nos acabamos de reunir mientras luces rojas y horribles sonidos de alarma lo invaden todo.

-Hijo. -Mi padre, a quien he decidido dejar de llamar de llamar así, se frena de pronto y me mira con la cara de un joven cordero. Oh, ¿es que ahora siente pena? Que la hubiera tenido cuando abandonó a mamá y a Desmond a su suerte. Maldita sea, Desmond es un niño, ¿de verdad esperaba que se cuidara solo?




-Dime, Halle(1).

-¿Cómo has dicho? -Frunce el ceño.

-Te he llamado por tu nombre. -Digo fríamente. Creo que le duele, porque parece que siente una punzada en el... ¿corazón? No, él no tiene de eso. -Bueno, ¿qué es lo que quieres? -Hago un gesto al reloj de mi muñeca que me dio Tyr hace un rato. -Nos quedan catorce minutos, bueno, ahora trece. Ya hemos perdido dos y todavía no hemos avanzado nada.

-No me gusta que me llamen... Bah, déjalo.

-Estamos perdiendo tiempo. -Vuelvo a señalar al cronómetro.

-¿Por qué me tratas así? Yo te quiero. -Abre los brazos. ¿De verdad espera que le de una mínima muestra de cariño? La lleva clara.

-¿Por qué trataste tú así a mamá, a Desmond? -Lo miro con los ojos inyectados de rabia y vuelve a cruzarse de brazos. Parece que ha captado el mensaje.

-No lo entiendes. Ellos...

-No hay más que decir. -Respondo antes de que pueda terminar la frase. -Vámonos.

-Pero...

Y, antes de que pueda decir más, echo a correr, mirando de un lado a otro para evitar ser visto por los guardias de la macronave en la que estoy metido. Bueno, al menos llevo la pistola que me dio Engla completamente cargada y lista para disparar, por si acaso.

Halle, en cambio, sigue parado donde lo dejé, como si estuviera afectado por la conversación. Es un gran actor, pero yo ya no me trago sus cuentos, tengo a mis espaldas diecisiete años de experiencia en ese campo.

-¡Tú!. -Cojo el arma y apunto a su cabeza. -O te mueves o disparo.

-No serías capaz. -Mira constantemente a la pistola y luego a mí mientras que en su cara predomina un gesto de horror.

-Oh. -Sonrío a medias. -Claro que lo soy.

-Has cambiado, hijo. -Por su mejilla corre una lágrima. Qué bien se le da esto.

-Por supuesto que lo he hecho. -Vuelvo a mirarlo de mala manera. -¿Y tú no? Hace un mes te tenía como un cabeza de familia ejemplar, y ahora eres uno más del Clan, tan cruel como todos ellos. No es un buen cambio.


(1) Halle: Nombre de origen escandinavo, se puede traducir como “Hombre duro como una piedra”.


-Yo...

-Doce minutos. -Digo, cortando su posible explicación.

-Está bien. Dejaré de intentar acercarme a ti. -Echa sus manos hacia adelante y las deja caer mientras hace este gesto. Al fin se ha dado por vencido.

-Haces bien.

Y volvemos a correr, ahora con mucho más cuidado y haciendo el menor ruido posible con nuestros pasos, nos acercamos a la zona más peligrosa. Dejo a Halle tomar el mando de nuestro pelotón de dos y lo sigo de cerca. Obviamente él entiende mejor este sitio, yo sólo lo conozco por los planos que vi antes.

-Tenemos que subir el ritmo. -Digo mientras miro el reloj. -Nos quedan ocho minutos.

-Tranquilo, estamos a dos pasillos de distancia.

Asiento y giro la esquina, pero me freno en seco y vuelvo detrás de la pared, haciendo que Halle se golpee contra mi espalda casi cayendo al suelo.

-¿Qué pasa? -Susurra.

-Hay un guardia vigilando ahí. -Igualo su tono de voz.

-¿Y? -Responde. -Tienes un arma, ¿no?

-No es tan fácil, tenemos que evitar hacer ruido.

-¿Más que el que hace la alarma?

-El sonido de un disparo no pasa desapercibido, ni siquiera en estas circunstancias. -Es obvio, por favor...

-Anda, toma esto. -Del bolsillo interior de su chaqueta saca un silenciador y me lo pone en la mano. -¿Cuándo lo cogió? No lo vi hacerlo.

-Gracias. Así irá mejor.

Coloco el artilugio en la punta de la pistola. Vaya, ahora es el doble de grande y sobresale de la pared, pueden verla. Como mecanismo de defensa frente a esta situación, salgo de pronto de detrás del muro y apunto con el arma al hombre parado en mitad del pasillo. Intenta reaccionar, pero ya es tarde; el guardia se desploma, chorreando sangre por la pierna.

-Maldito... -Dice entre dientes.

-Lo siento por esto.

-Y más que lo harás.


Levanta su ametralladora recortada y dispara mientras acciono el gatillo de mi pistola. Cae al suelo, es un peso muerto. Su tiro también es certero, impacta en mi brazo derecho, reabriendo la herida de bala que ya tenía de unos días atrás. Menudo dolor, casi me había olvidado cómo se sentía recibir un disparo. ¿Cómo se supone que voy a avanzar luchando ahora?

-Vamos. Hay que irse. -Halle me agarra por el codo, mandando el dolor al hombro y haciéndome estremecer. -¡Tu brazo! ¿¡Qué ha ocurrido?!

-Me alcanzó. No es nada. -Aparto su mano.

-¿Cuánto tiempo nos queda? -Miro el reloj.

-Siete minutos.

-Entonces tenemos margen. -Agarra la manga de su camisa y la arranca en un estirón certero. La envuelve en la zona herida.

-¿Qué haces? -Pregunto.

-Taponar el agujero de bala. -Hace un nudo con la tela. -Te vendrá bien, en especial para no morir.

-Hazlo rápido.

-Ya está. -Suelta mi brazo y coge el arma del guardia. -Vamos.

-Esto...

-¿Sí?

-Gracias.

Asiente y volvemos a emprender nuestra marcha. Torcemos a la derecha, pasando por encima del fresco cadáver. Ahí está, la puerta trasera del despacho de Joseph. Hemos llegado sanos y salvos -casi- y con cinco minutos de sobra. Lo hemos hecho bien.

-¿Cómo vamos de tiempo?

-Perfectamente. Nos sobran un par de minutos.

-Vale. No abras la puerta todavía.

-¿Por qué no?

-Tenemos que abrir exactamente a y cuarto, si no es así, el plan podría fallar. -Asiento. Tiene razón en eso.

-Entiendo. Esperemos entonces.



-¿No te ha parecido raro no encontrar más que un guardia? -¿A qué viene esa pregunta? Aunque, ahora que lo dice, algo sí. Muy poca vigilancia para la importancia de este sitio, diría yo.

-Un poco. Pero Tyr dijo que sería así.

-Sí, supongo. ¿Confías en él?

-No, pero Engla sí, así que... Decidí creer en su palabra por una vez.

-Esa chica... Ten cuidado con ella, está muy presente en El Clan.

-Lo sé. Una parte de mí no se fía del todo.

-Haces bien. -Asiente. -Bueno... Quería hablarte de algo. -Mira al suelo, sus manos tiemblan, esto debe ser importante.

-Dispara.

-Desmond y tu madre están... -Corta sus palabras de pronto.

-Están... ¡Continúa!

-Ellos... -Su voz es cada vez menos potente.

-¡¿Qué?! -Lo cojo del cuello de la camisa. -¡¿Qué con ellos?!

Lo zarandeo violentamente. Ahora pesa más que la última vez, mucho más... Lo lanzo al suelo y, cuando lo hago, me doy cuenta del motivo, ya que cuando cae se escucha el sonido de algo metálico golpeando contra otra una superficie dura. Un objeto brilla en su estómago, la punta de un machete.

-¿Qué? ¿Cuándo ha...?

-Ahora mismo, Eyland. -Responde alguien entre las sombras. Reconozco perfectamente esa voz. ¿Dónde está?

-Sal. No tengo tiempo para estos juegos.

-Como quieras. -De la penumbra aparece un hombre gordo y alto, enorme.

-Al fin. -Respondo en cuanto lo veo. -Rey. -Hago un gesto de cortesía muy forzado, aún a sabiendas de que ni él ni yo nos tenemos ningún respeto.

-Eyland. -Me devuelve el movimiento de cabeza.

-Lo has matado, ¿verdad? A mi padre.





-Era parte de la función. -Sonríe. -¿Es que ahora te importa? He visto como rechazabas toda muestra de cariño por su parte hace un momento.

-Yo... Lo quiero, es mi padre. Me traicionó, sí. Pero todavía lo quiero, o quería, ahora ya es tarde.

-Lo es. Llegas a deshora. ¿De verdad pensaste que podría salir bien?

-Sí, lo pensé. ¿Qué hay de malo en eso?

-Que ahora ya no podrá ser.

-Todavía hay tiempo para eso.

Saco el arma de mi bolsillo y disparo como puedo al rey de Curanipe. No se mueve del sitio, pero sé que no he fallado, puedo ver la sangre manchando todo su torso y sus caras ropas. Maldita sea, ¡qué dolor! Siento una tremenda punzada en el hombro, provocando que suelte la pistola y caiga al suelo.

-No. No tengo tiempo para esto, quedan pocos segundos.

Diez...

Recojo el revólver del suelo con mi brazo izquierdo.

Cinco...

Abro la puerta.

Cero.


No hay comentarios:

Publicar un comentario